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Lunes, 12 de noviembre. Sevilla, España » Capítulo 5

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5.

Cuando la comisaria cuelga, su expresión ha cambiado.

 

Ya no refleja hastío, sino una gravedad que Camino conoce muy bien.

—¿Un homicidio?

—Sí.

—¿Qué han dicho?

Una pausa silenciosa, un carraspeo, un ajustarse las gafas como si acaso ver la realidad más clara pudiera contribuir en algo a mejorarla. A Mora nunca han dejado de causarle desasosiego los casos más duros con los que ha de enfrentarse como cabeza de la Policía Judicial.

—Una mujer. La han mutilado y han dejado que se desangre hasta morir.

Una mezcla de ira e impotencia domina a la inspectora. Ignora la sequedad en la boca y sigue preguntando:

—¿Dónde?

—En La Algaba. Nos están esperando.

Camino asiente. Ahora el tema que la ha llevado hasta el despacho le parece fuera de lugar.

—Corre, no vaya a llegar el juez otra vez antes que nosotros —la espolea Mora.

La inspectora obedece como una autómata. Ya lidiará con la decepción de Paco más tarde.

—¡La puerta…! —grita Mora.

Pero Camino ya no la oye. La comisaria se levanta contrariada, la cierra, regresa a su asiento y, solo una vez que está segura de que nadie la ve, agarra el móvil. Los avisos que trinaron unos minutos antes siguen esperándola con la calma de quien sabe que no tiene otra cosa que hacer más que cumplir su cometido: informar, tanto si al destinatario le gusta como si no.

3 mensajes no leídos:

 

¿Por qué no me contestas, cari?

Solo quería darte los buenos días, aunque tenía previsto hacerlo de otra manera…

Te espero a las dos. Haré arroz caldoso, que apuesto a que hace mucho que no comes en condiciones.

Ángeles Mora vuelve a llevarse las manos a la cabeza. En la otra punta de Sevilla, a Elsa se le dibuja una sonrisa al comprobar cómo el doble check se tiñe de azul: esta mujer no se le vuelve a escapar a ella.

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