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Capítulo 28

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CAPÍTULO 28

DAEMON

Tenía que ser una de las mayores locuras que había hecho en la vida. No solo iba a liársela parda a Dédalo y al Departamento de Defensa, sino que iba a romper todas las reglas que seguían los Luxen para vivir. Esa decisión no me afectaba solo a mí, sino a todos. Algo tan enorme debería haberme hecho dudar, al menos un poco. Hacerme pensar mejor en las cosas, pensar en alguna otra alternativa.

Pero no teníamos tiempo. Matthew… Matthew nos había traicionado, y ahora estaban a punto de capturarnos.

Como había dicho antes, reduciría el mundo a cenizas para mantener a Kat a salvo, y pasaba lo mismo con mi familia. Y eso tan solo sería un pequeño incendio.

La gente ya estaba mirándonos, tratando de averiguar por qué estábamos abandonando nuestros coches mientras nos dirigíamos hacia donde Archer nos esperaba tras el volante. Sabía que el hecho de que Dawson y yo camináramos juntos estaba atrayendo mucho la atención.

—Ya lo sé —dijo Archer, apagando el motor—. Creo que es una locura, pero podría funcionar.

—¿Qué es una locura? —preguntó Dee desde el asiento del copiloto, cosa que me sorprendió un poco. Debía de morirse de ganas de salir del coche en cuanto Dawson lo hizo.

—Básicamente estamos atrapados en esta caravana —le expliqué, inclinándome a través de la ventana—. Tienen la carretera bloqueada más adelante, y hay un grupo de soldados buscando entre los vehículos.

Beth tomó aliento bruscamente.

—¿Dawson?

—No pasa nada. —Él fue de inmediato hasta la puerta trasera y la abrió—. Ven aquí.

Ella salió del todoterreno y se colocó junto a él.

—Vamos a causar unos cuantos problemas para distraerlos —expliqué, estrechando los ojos sobre ellos dos. Estaba claro que ahí pasaba algo, más que la sangre sobreprotectora que probablemente corría en nuestra familia, pero no tenía tiempo para indagar—. Con suerte, conseguiremos que las carreteras queden despejadas al mismo tiempo y podremos salir de aquí a toda leche.

—Llámame cínico, pero ¿cómo vamos a conseguir despejar este follón y escapar sin que nos detengan? —preguntó Andrew.

—No vamos a causar solo unos cuantos problemas —explicó Archer, abriendo la puerta y obligándome a dar un paso hacia atrás—. Vamos a iluminar La Franja de Las Vegas como jamás lo ha hecho nadie.

Dee abrió mucho los ojos.

—¿Vamos a revelar nuestro auténtico aspecto?

—Sí.

Ash se inclinó hacia delante.

—¿Os habéis vuelto locos?

—Muy posiblemente —respondí mientras me apartaba un mechón de pelo de los ojos.

Archer se cruzó de brazos.

—¿Tengo que recordarle a alguien que al meteros en el coche cuando estábamos en la casa prometisteis que estaríais dispuestos a todo? Esto sería la parte del «todo» de la que hablaba Paris.

—Eh, que yo no estoy discutiendo —dijo Andrew con una sonrisa mientras saltaba del coche—. Entonces, ¿vamos a exponernos?

Kat hizo una mueca, y yo casi me reí. Andrew parecía demasiado emocionado por todo el asunto. Se detuvo en la parte delantera del todoterreno.

—No tenéis ni idea de las ganas que tenía de asustar a unos cuantos humanos.

—No sé si debería sentirme ofendida por eso o no —murmuró Kat.

Guiñó el ojo y noté una vibración en el pecho.

—Tú ya no eres demasiado humana —señaló Andrew, y después me sonrió—. ¿Cuándo lo hacemos?

Estábamos a unos minutos de que cayera la noche.

—Ahora. Pero… Prestad atención… No podemos separarnos mucho. Tenemos que estar todos a la vista. Será eso, o… —Me costó mucho decir las siguientes palabras. Notaba un dolor físico en el alma—. O Archer os hará saber a todos cuándo es seguro salir de la ciudad. Si nos quedamos sin vehículo…

—Dios quiera que no —gimió Luc. Le lancé una mirada.

—Si nos quedamos sin vehículo, pasaremos a la siguiente mejor opción. No os preocupéis por ello. ¿De acuerdo?

Hubo unos cuantos asentimientos. Ash seguía con aspecto de pensar que habíamos perdido la maldita cabeza, pero Dawson la sacó del todoterreno.

—Necesito que hagas algo grande por mí, ¿vale? —dijo—. Un favor enorme.

Ash asintió con seriedad.

—¿El qué?

—Necesito que te quedes con Beth. Mantenla alejada y a salvo si algo va mal. ¿Puedes hacer eso por mí? Ella es mi vida. Si algo le pasa a ella, me pasará también a mí. ¿Lo comprendes?

—Pues claro que puedo —aseguró Ash, y respiró profundamente—. Puedo mantenerla alejada de los problemas mientras vosotros corréis por ahí brillando como un puñado de luciérnagas.

Beth frunció el ceño.

—Yo puedo ayudar, Dawson. No soy…

—Sé que puedes ayudar, cariño. —Colocó una mano sobre sus mejillas—. No creo que seas débil, pero necesito que seas cuidadosa.

Ella parecía a punto de ponerse a discutir, y yo estaba empezando a ponerme nervioso y a sentirme mal por mi hermano. Dios sabía que pasaba demasiado tiempo discutiendo con Kat sobre no ponerse delante del pelotón de fusilamiento. Y hablando de eso…

—Ni lo digas siquiera —dijo Kat sin mirarme, y yo reí entre dientes.

—Me conoces demasiado bien, gatita.

Beth acabó cediendo y se quedó con Ash. Gracias a Dios, porque la gente estaba comenzando a seguir nuestro ejemplo, saliendo del coche y deambulando por ahí. Un tío abrió una lata de cerveza y se sentó sobre el capó de su coche, observando el crepúsculo que se iba convirtiendo en un azul oscuro. Me vendría muy bien una cerveza en ese momento.

—¿Preparado? —le dije a Andrew, y él se hizo crujir el cuello.

—Esto va a ser genial.

—Por favor, ten cuidado —le suplicó Ash. Él asintió con la cabeza.

—Estaré bien. —Después pasó pavoneándose junto a mí—. ¿Montar un espectáculo? De acuerdo.

Me volví y sentí la necesidad de contener el aliento. No había vuelta atrás. Por el rabillo del ojo vi que Ash se llevaba a Beth fuera de la carretera, hasta un grupo de palmeras.

—Permanece cerca de mí —le dije a Kat. Ella asintió mientras observaba a Andrew, pasando con facilidad entre los coches.

—No voy a ir a ningún sitio. —Hizo una pausa, y después se mordió el labio inferior—. Casi no puedo creerme que vayáis a hacer esto.

—Yo tampoco.

Kat me miró y después se rio.

—¿Te estás arrepintiendo?

Sonreí con ironía, recordando nuestra boda improvisada.

—Ya es un poco tarde para eso.

Y lo era. Andrew había comenzado a caminar por la acera en dirección a un enorme barco pirata. Había docenas de personas tras él, y muchos llevaban cámaras colgando del cuello. Perfecto.

—¿Qué piensas que va a hacer? —preguntó Kat, todavía mordisqueándose el labio inferior.

Tenía que reconocer que estaba tratando de ser valiente, pero podía ver que las manos le temblaban, y cómo no dejaba de dirigir la mirada hacia la curva que había más adelante en la carretera, donde probablemente Dédalo estuviera avanzando hacia nosotros. Era fuerte, y no dejaba de maravillarme constantemente.

—¿Cómo explicarlo? —dije, atrayendo su atención—. Va a ponerse en plan gusiluz delante de todos.

Sus ojos se iluminaron.

—Esto debería ser divertido.

Andrew subió de un salto al muro de contención de la piscina sobre la que se encontraba el barco. Me tensé mientras varios de los humanos se giraban hacia él. Pareció como si el tiempo se congelara durante un minuto entero, y después, con una sonrisa estúpida en la cara, extendió los brazos hacia fuera.

Los contornos de su cuerpo se emborronaron.

Oí que Kat tomaba aire con brusquedad.

Nadie se dio cuenta de la diferencia al principio, pero entonces la neblina descendió sobre la camiseta blanca de Andrew y el resto de su cuerpo.

Un murmullo bajo se alzó desde la multitud.

Entonces Andrew se desvaneció. Desaparecido. Puf.

Unos gritos de sorpresa subieron in crescendo, una sinfonía de chillidos de emoción y sonidos de confusión. Los conductores miraban boquiabiertos desde el interior de sus vehículos y la gente se detenía a mitad de un paso en la abarrotada acera, provocando un efecto dominó.

Andrew reapareció en su auténtica forma. Con sus casi dos metros de estatura, su cuerpo brillaba con más fuerza que cualquier estrella del cielo o luz de La Franja. Una pura luz blanca con un matiz azulado en los contornos. Su luz era como un faro que obligaba a todas y cada una de las personas de la calle a mirarlo.

Silencio.

Demonios, estaba tan silencioso que podría haberse oído a un saltamontes dándole un golpe de kárate a una mosca.

Y entonces un aplauso atronador ahogó mis tacos. Andrew estaba ahí arriba, frente a un maldito barco pirata y brillando como si alguien le hubiera metido un arma nuclear por el culo, ¿y la gente se ponía a aplaudir?

Paris rio entre dientes mientras se situaba detrás de nosotros.

—Supongo que habrán visto cosas aún más extrañas en las calles de Las Vegas.

Vaya. Puede que tuviera razón.

Los suaves flashes de las cámaras centellearon por toda la multitud. Andrew, que aparentemente llevaba el espectáculo en la sangre, hizo una reverencia y después se puso recto. A continuación bailoteó un poco.

Puse los ojos en blanco. ¿En serio?

—Vaya —dijo Kat, y los brazos le cayeron a los costados—. No puedo creer que acabe de hacer eso.

—Es hora de unirme a la diversión —dijo Paris, avanzando hacia él a zancadas. Llegó hasta el coche que había en el carril de al lado, un BMW rojo conducido por un hombre de mediana edad, y después tomó su verdadera forma.

El hombre saltó del coche y retrocedió arrastrando los pies.

—¿Qué demo…? —dijo, mirando fijamente a Paris—. ¿Qué demonios está pasando?

Con su auténtica forma, Paris caminó entre los coches, en dirección a la multitud que se congregaba frente a Andrew y el barco pirata. Se detuvo en seco y su luz palpitó una vez, intensa y resplandeciente. Desprendió una oleada de calor, forzando a varias de las personas que lo observaban boquiabiertas a dar un paso hacia atrás apresuradamente.

Dee saltó sobre uno de los coches unos metros más allá y se puso recta. La ligera brisa agitaba su largo pelo, que se arremolinaba alrededor de su cara. En unos segundos, adoptó su verdadera forma. La pareja del coche salió rápidamente y corrió hasta la acera, desde donde se giraron para mirar a Dee con la mandíbula desencajada.

Dawson fue el siguiente. Se encontraba cerca de Beth y de Ash, al otro lado de la concurrida carretera. Cuando cobró su auténtica forma, varias personas soltaron chillidos sobresaltados.

—Lo digo en serio, gatita. Permanece cerca de mí.

Ella volvió a asentir.

En la distancia podía oír el helicóptero. Sin duda, estaba volviendo para cubrir otra vez el bulevar. Estaba a punto de liarse bien gorda.

La intranquilidad creció entre los humanos, tan espesa como el aire cargado de calor. Se coló en mi interior, haciendo que el cuerpo me picara mientras dejaba atrás mi forma humana.

Como si alguien hubiera presionado un botón de pausa universal, los humanos a nuestro alrededor parecieron quedar congelados. Sus manos se aferraban a sus cámaras y teléfonos móviles. La admiración en sus rostros cambiaba de la sorpresa a la confusión, y entonces el miedo comenzó a colarse lentamente. Muchos estaban intercambiando miradas y algunos empezaban a alejarse de Andrew, pero tampoco podían ir muy lejos en las aceras abarrotadas.

«Tenemos que aumentar un poco el nivel». La voz de Dawson se filtró entre mis pensamientos. «¿Ves el cartel del hotel Treasure Island? Voy a cargármelo».

«Asegúrate de que nadie salga herido», le respondí.

Dawson flotó un paso hacia atrás. Alzó un brazo, y parecía que fuera a estirarlo hasta el cielo para coger una estrella. La energía chisporroteó en el aire, cargándolo de estática. La Fuente resplandeció, envolviendo su brazo como una serpiente, y un estallido de luz salió disparado desde la palma de su mano, subiendo muy alto en el cielo y recorriendo los cuatro carriles. Trazó un arco sobre el barco pirata y golpeó el cartel blanco.

Se produjo un estallido de luz que convirtió la noche en día durante un breve instante. La energía recorrió la señal y después descendió, iluminando las cuencas vacías de la calavera gigante que había bajo la señal con una lluvia de chispas.

Andrew había echado un vistazo a la torre veneciana y todas las bonitas luces doradas que tenía encima. Se volvió hacia mí, y yo giré la cintura e invoqué a la Fuente. Realmente era como tomar un largo aliento después de haber permanecido bajo el agua durante varios minutos. La luz salió de mi mano en forma de arco y golpeó la torre, apagando todas las luces en una lluvia de fuegos artificiales.

Más o menos entonces fue cuando la gente se dio cuenta de que aquello no era ninguna clase de espectáculo, ni una ilusión óptica o cualquier otra cosa para quedarse a su alrededor y señalar con el dedo. Tal vez no entendieran lo que estaban viendo, pero, fuera cual fuese el instinto que tenían los humanos que los empujaba a huir, este se activó.

Todo se convirtió en una carrera por la supervivencia, por alejarse de aquella cosa desconocida, grande y malvada… al mismo tiempo que trataban de tomar fotos del espectáculo.

Hay que admirar la necesidad casi innata de los humanos por capturarlo todo en una imagen.

La gente corría como hormigas, en todas las direcciones, abandonando sus coches mientras huían. Salieron de las calles, una marea de diferentes formas y tamaños, empujándose los unos a los otros, cayendo al tropezarse con sus propios pies. Un tipo golpeó a Kat y la alejó del todoterreno. Durante un instante la perdí de vista en el pandemonio.

Corrí hacia delante, separando a los humanos como si fueran el mar Rojo. Sus gritos nerviosos eran un zumbido molesto en mis orejas.

«¡Kat!».

La respuesta llegó tanto en mi cabeza como en voz alta.

—¡Estoy aquí!

Rodeó dando traspiés a una mujer que se había quedado paralizada frente a mí. La expresión aturdida del rostro de la señora me hizo sentirme un poco culpable, pero entonces Kat se puso frente a mí, con los ojos muy abiertos.

—Creo que ya hemos atraído la atención de mucha gente —dijo, tomando aire.

«¿Eso crees?». Le toqué el brazo, enormemente feliz por el chispazo que me dio la bienvenida viajando desde su piel hasta la mía.

Luc apareció a nuestro lado, junto a Archer.

—Deberíamos apartar algunos coches de nuestro camino.

«Buena idea. Quédate con Kat».

Centré la atención en la caravana de coches que teníamos frente a nosotros. Cuatro carriles. Todos repletos de vehículos, que iban desde aquellos que estaban ya en las últimas, hasta los coches de lujo que realmente me daba mucha pena rayar.

Archer se unió a mí.

—Te ayudaré.

Él se ocupó de uno de los carriles, mientras que yo me ocupaba del que se encontraba frente al todoterreno. La habilidad de repeler cosas para alejarlas de nosotros era más fácil de utilizar que la de atraerlas. Era un lanzamiento de energía, como si se tratara de una onda sísmica.

Estiré los brazos hacia delante y vi que el coche que tenía enfrente comenzaba a temblar, con las llantas agitándose y los mecanismos rechinando. Entonces se movió hacia un lado. Uno tras otro, los coches se deslizaban hasta quedar fuera de mi camino, como si un gigante invisible hubiera barrido la carretera con el brazo. Llegué tan lejos como pude y después retrocedí, sabiendo que Dédalo ya tenía que ser consciente de lo que estaba sucediendo.

Me volví hacia donde se encontraba Andrew y lo vi lanzando ráfagas de energía como si no hubiera mañana. Un chico adolescente se hallaba oculto detrás de un autobús turístico vacío, grabándolo todo con su teléfono móvil.

Una oleada de agitación fluyó por mis venas: lo que estaba pasando estaría por todo YouTube en cuestión de segundos. Lejos, en la distancia, podía oír sirenas. Tal como estaba de embotellado el tráfico detrás de nosotros, dudaba que fueran a llegar en algún momento cercano.

—¡Mira! —gritó Kat, y señaló el cielo. Sobre nuestras cabezas había un helicóptero que volaba en círculo, iluminando a Andrew con los focos. No eran los militares: el logo de KTNV 13 News se encontraba en un lateral. Maldita sea. Habían conseguido llegar antes que la policía.

—Esto va a ser en directo —dijo Kat, dando un paso hacia atrás, con los ojos muy abiertos—. Van a emitirlo en directo… Va a estar por todas partes.

No sé por qué no lo comprendí hasta ese momento. No era como si no entendiera del todo las consecuencias de lo que estábamos haciendo, pero ver el helicóptero de las noticias dando vueltas sobre el bulevar fue lo que me hizo asimilarlo realmente. Las imágenes estarían siendo enviadas a la cadena de televisión, y se emitirían al país entero en cuestión de unos segundos. El Gobierno podía borrar unos cuantos vídeos aquí y allá, incluso un centenar de ellos, pero ¿eso?

Eso no serían capaces de detenerlo.

Lo más probable era que en ese momento la gente se encontrara sentada frente a sus televisores, observando cómo sucedía todo y sin idea alguna de lo que estaban viendo realmente, pero sabiendo que debía de tratarse de algo serio.

—Algo épico —soltó Luc, lo que significaba que el muy cabrón me estaba espiando los pensamientos—. Lo has conseguido, tío. No pueden controlar esto. El mundo sabrá que los humanos no son la única forma de vida inteligente que disfruta de este planeta.

Sí, iba a ser… épico.

Recorrí la carretera con la mirada y vi que aún había mucha gente con los ojos fijos en lo que estaban haciendo Andrew y Dawson. Ambos estaban yendo de un lado a otro de la carretera a toda velocidad, prácticamente rebotando sobre los coches que había tras nosotros, como si fueran las pelotas de un partido de tenis alienígena.

Eso era lo que estaba viendo la gente a lo ancho de todo el mundo.

No había forma de que pudieran explicar eso. Dédalo iba a flipar.

—Esto es lo que querías, ¿verdad? —preguntó Archer, frunciendo el ceño mientras un hombre atravesaba la carretera corriendo—. Salir al público. Tienes…

Un helicóptero oscuro llegó volando desde el espacio entre dos hoteles grandes, como un enorme pájaro negro. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que ese sí que era un helicóptero militar. Voló sobre nuestras cabezas, pero no nos iluminó con ningún foco como sí hacía el helicóptero de noticias, que seguía los movimientos de Dawson y Andrew.

Trazó un círculo alrededor del Treasure Island y desapareció detrás del gran hotel. La sensación de intranquilidad se magnificó. Estiré el brazo para rodear la muñeca de Kat con los dedos, y al mismo tiempo llamé a mi hermano de un grito.

Él se detuvo sobre un BMW rojo, agachado en su auténtica forma. Cuando captó lo que estaba sintiendo, salió disparado de encima del coche y cogió a Dee desde el vehículo que se encontraba tras él para llevarla al nivel de la carretera.

Lo consiguió por los pelos.

El pájaro negro seguía volando en círculo, subiendo alto en el cielo mientras volaba de lado, como si estuviera colocándose…

—Tengo un muy mal presentimiento sobre esto —dijo Luc, caminando hacia atrás—. Archer, ¿no creerás que…?

Primero lo vi; una pequeña chispa en la parte inferior del helicóptero militar. No era nada, tan solo un mínimo destello de luz que no debería haber congelado mi interior ni hacer que me detuviera en seco. Lo que salió del helicóptero se movió demasiado rápido como para que lo siguieran ojos humanos. El chorro de humo blanco recortado contra el cielo azul oscuro me dijo todo lo que necesitaba saber.

Me giré rápidamente, sujeté a una aturdida Kat contra mi pecho y nos tiré a los dos sobre el cálido asfalto, cubriendo su cuerpo con el mío.

Un fuerte sonido como de algo rajándose hizo que diera una sacudida entre mis brazos, y yo la abracé con más fuerza.

El horror se acumulaba en mis tripas como si fueran piedras, y la furia parecía ácido en mis venas. El helicóptero de las noticias giraba erráticamente mientras una nube de humo salía de su cola. Dio vueltas por el cielo, con los focos subiendo y bajando sobre el barco pirata y más allá. Continuó girando, cayendo desde el cielo, dirigiéndose directamente al Treasure Island.

La explosión hizo que los coches dieran una sacudida. Kat gritó mientras se retorcía entre mis brazos, tratando de levantar la mirada, pero yo no quería que lo viera. La mantuve en el suelo, apretando su cara contra mi pecho. Sabía que mi tacto era ardiente y debía de ser casi insoportable durante tanto tiempo, pero no quería que lo viera.

«Oh, Dios mío…». Los pensamientos de alguien reflejaban los míos. ¿Dawson? ¿Dee? ¿Archer? ¿Luc? ¿Uno de los Thompson? No lo sabía.

Salían llamas del centro del hotel, un resplandor anaranjado que trepó rápidamente por la estructura temblorosa. Unas columnas de humo espeso se alzaron y oscurecieron el cielo.

Archer estaba paralizado junto al todoterreno.

—Lo han hecho. Joder… Lo han derribado… Los militares lo han derribado.

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