Online

Online


Capítulo 13

Página 15 de 29

Capítulo 13

 

Uno nunca sabe cómo va a reaccionar ante una situación fortuita, bien sea positiva o negativa. Se pueden hacer conjeturas en función de la personalidad de cada uno, y unas circunstancias bien definidas, que pueden ser más o menos acertadas. Sin embargo, es imposible plantear algo como seguro.

Quizá en otras circunstancias el encuentro con Marla habría terminado de forma muy distinta. Pero, hallándome en claro peligro y valorando sus palabras acerca de las consecuencias de mis posibles actos a la hora de ayudar a Peter, no hice más que dejarme llevar. Quizá no desde el primer momento, pero ese fue el resultado final.

Me detuve de pronto, conmocionado. La miré con atención pero la poca luz que se filtraba bajo el portón no me permitió verle los ojos, aunque era ella, no cabía la menor duda.

—Vamos, tenemos que salir de aquí —dijo en susurros.

—Pero…

—Ya no puedes hacer nada por él. Escucha —y se quedó en silencio para que pudiera hacerlo—. Ya no se le oye. Tenemos que irnos, no tardarán en registrar esta parte. Saben que entraste en la cúpula.

Marla empezó a caminar hacia el portón e imaginé que se había colado por él aprovechando que Peter estaba en casa. No obstante, siendo dos los policías, no podíamos saber si se habían separado para rodearme. Si era así atraparnos desde afuera les sería muy fácil. No habría nada que les entorpeciera la labor, así que descarté de inmediato esa opción.

—No —la advertí.

—No hay otra forma de salir.

—Sí la hay: por donde he entrado yo.

—¿Estás loco?

—Sígueme.

—Nos cogerán en cuanto abras.

Pero no quise escucharla, preferí poner todo mi empeño en apartar los enseres que obstaculizaban el recorrido de la hoja.

—Vamos —la avisé y titubeó—, ¿acaso no has dicho que ya no se oye nada? Rápido.

Pero no se movió de donde estaba, en cambio tomó un pequeño tornillo que había rodado hasta sus pies, Dios sabía de dónde, y lo lanzó al interior por la abertura de la puerta. Enseguida se oyeron pasos desde dos puntos distintos de la cúpula. Cerré rápidamente, sin pararme a calcular el ruido que haría, y Marla agarró un puñado de mi cazadora para atraerme hacia el portón. Ya no había más posibilidades, era salir por allí o ser atrapados. Tiramos de los asideros con fuerza hasta que el sistema hidráulico hizo su trabajo.

—¡Alto! ¡Policía! —exclamaron a nuestra espalda.

—¡Corre! —gritamos ambos a la vez.

Muchas veces he blasfemado en contra de la diosa fortuna, sin embargo en aquel momento le agradecí que no me guardara rencor. Conseguimos salir ilesos. Ambos. Lo cual se me antojó toda una hazaña después de que se nos parase el corazón al oír otro disparo. Nos refugiamos de la iluminación artificial de las farolas, que ya derramaban charcos de luz sobre el asfalto, saltando el murete de la siguiente casa. No cometimos el error de correr en línea recta y sin meta alguna, sino que hicimos lo que ellos pensaron que no haríamos nunca: ocultarnos en el primer lugar que encontramos, de forma que, cuando asomaron la cabeza al exterior, no encontraron rastro alguno de nosotros.

—Aquí nos atraparán en seguida. Deberíamos irnos ya —urgió Marla entre jadeos—, antes de que aparezcan drones.

—Un momento —pedí al notar movimiento en la entrada de la cúpula de Peter.

El hecho de que no se molestaran en buscarnos más allá de un metro alrededor me desorientó. No sabía qué pensar. Me cruzó por la mente incluso que la profesionalidad de aquellos representantes de la ley dejaba mucho que desear, aunque era evidente que había salido beneficiado con ello. Pero mis dudas adquirieron más importancia cuando, después de precintar la entrada, esperaron en el exterior charlando animadamente.

Retrocedimos poco a poco, saltando algunos muretes más para alejarnos del lugar. Marla también comprendió qué significaba aquel precinto amarillo cruzando la puerta de Peter y guardó silencio durante nuestra huida. El hombre era mayor, probablemente no soportó los golpes.

No puedo explicar cómo me sentí en ese momento porque, aunque no fueron mis puños los que lo llevaron a la muerte, fui indirectamente responsable. Y una vez más odié al ricachón al recordar su advertencia de no involucrar a nadie ajeno. Yo mismo había valorado las posibilidades de que algo saliera mal, pero jamás pensé en muertes, al menos no de ese modo. Me repetí mil veces que había sido lo más precavido posible a la hora de mantenerme oculto de las cámaras, a la de elegir momentos en los que el tránsito en las calles había desaparecido… Pero nada de todo aquello logró quitarme el malsano pensamiento de que Peter había muerto por mi culpa. Fui un estúpido al pensar que podría lograrlo sin consecuencias. Estúpido por partida doble pues era capaz de anticiparme a otros detalles menos importantes, como el que la Corporación tuviera o no conocimiento de los equipos de Henry, y no fuera capaz de ver el peligro cuando lo tenía delante de las narices. Me cegó el empeño en conseguirle a Noa la ansiada comunicación con su madre. No lo hice para que escarbara acerca de los conocimientos que pudiera tener Monique sobre la muerte de su marido. No. Todo mi empeño se centró en cubrir las expectativas y deseos de Noa para situarme un escalón por encima del lugar donde solía colocar a Sean.

—Pobre Peter, podía ser muchas cosas, pero no merecía esto.

Casi me había olvidado de la presencia de Marla, pues caminaba un par de pasos por detrás de los míos. Sin embargo al oírla hablar y una vez lejos la amenaza de aquellos policías, regresó la ingente cantidad de preguntas que le tenía reservada. Desvié el camino hasta encontrar un lugar lo suficientemente oscuro como para que nadie pudiera vernos a simple vista y me detuve, obligándola a hacer lo mismo.

—¿Qué hacías en el garaje de Peter? —pegunté a bocajarro.

—¡Esperándote!

—¿Cómo…?

Marla puso los ojos en blanco por un segundo y suspiró, como si con aquella escueta explicación tuviera que entenderlo todo.

—Durante estos días he estado paseándome por los alrededores de la cúpula de Noa, esperando ver a alguno de vosotros. Sin embargo fue Peter quien me vio a mí y no tardó en acercarse para decirme que estaba en contacto contigo. Me dijo que esperaba que vinieses hoy, así que decidí esconderme en su garaje a la primera oportunidad que tuve, para esperarte —hizo una pausa al notar que mi rostro no transmitía nada.

—¿Por qué iba a hablar precisamente contigo?

—¿Y por qué no? ¡Vamos, Jared! ¡Soy la mejor amiga de Noa! —Volvió a hacer una pausa solo para negar repetidamente con la cabeza—. Esos tipos —añadió refiriéndose a los policías—, han estado dando vueltas por la zona durante horas. Creo que también sabían que vendrías.

—Peter estaba empeñado en que hablara con ellos. No creyó ni una sola palabra de la verdad cuando se la conté—dije a mi pesar.

—¿Y aún te extraña que hablara conmigo? Al parecer lo hizo con todo el mundo y lo único que ha conseguido es meterte en más problemas. Estoy segura de que hallarán la forma de cargarte el muerto. Nunca mejor dicho —añadió componiendo un gesto triste.

Su razonamiento no estaba equivocado, para mí también era evidente que no les bastaba con el expediente de investigación. Buscarían la manera de abrir una orden de captura en base a una acusación de asesinato. Sin embargo, en todo aquello había algo que no terminaba de comprender. Algo se me escapa, algo que tenía justo delante y no podía ver con claridad.

—¿Dices que han estado todo el día merodeando por allí?

—Así es.

Volví a pensar en ello, tratando de dar con la pieza que faltaba para completar el rompecabezas sin conseguirlo. Los acontecimientos más recientes se me amontonaban unos sobre otros en la mente y no era capaz de ordenarlos adecuadamente.

—Entonces no comprendo por qué no se han limitado a detenerme en cuanto he aparecido —formulé el comentario sin darle demasiadas vueltas, y solo después de exponerlo en voz alta caí en la cuenta de que esa era una de las piezas que no me encajaban.

—Evidentemente —respondió con la voz de marisabidilla que tanto me molestaba—, os quieren a todos. No se van a conformar con uno solo.

—A todo esto… ¿Cómo es que tú…?

Marla volvió a mirarme como si estuviera contemplando a un niño que preguntaba acerca de la concepción humana, detalle que no me gustó en absoluto. ¿Cómo es que parecía tan normal? ¿Qué había pasado con ella?

Recordaba a la perfección el momento en que, junto al Centro de Estudios, tratamos de rescatarla. Y también la reacción que tuvo cuando lo probamos de nuevo frente a su casa, tras la insistencia de Noa.

—¡Vamos! Tú y yo nunca hemos sido precisamente amigos, así que empieza a largar por esa boquita —pedí recomponiendo mi determinación—. ¡Te insertaron! Te vimos entre ellos.

—¿Crees que si aún lo estuviera te habría ayudado a escapar de la cúpula de Peter? —preguntó ladeando la cabeza.

Examiné su pose y su indumentaria. Aún portaba la anodina y grisácea ropa con la que todos ellos se vestían, pero su cabello se encontraba algo despeinado gracias a los rizos que se le formaban en las puntas. Por otra parte, sus ojos volvían a brillar y el rostro demostraba emociones. Si los insertados eran capaces de fingir, ella lo estaba haciendo de maravilla.

—No puedes negar que has pertenecido a ARNA —defendí mi postura.

—No lo niego —dijo encogiéndose de hombros—. Volver a ver a Noa me devolvió a mi ser.

—Mientes. Eso no es posible. Ellos no pueden tener ra… —dije y rectifiqué antes de meter la pata—, no puedes hacerme creer que el cariño pudo con esos chismes que llevas en la cabeza.

—Lo sea o no, aquí estoy.

—Fuimos hasta tu casa. Nos viste y no reaccionaste.

—Lo recuerdo, pero no podía hacer nada. Deseaba con todo mi corazón abrazar a mi amiga, pero me estaban vigilando. Sonia se percató al instante de que algo me ocurría, así que tuve que fingir. ¿Qué crees que habría pasado si me hubiese comportado como esperabais?

No respondí enseguida.

—Yo nunca he esperado nada —dije al fin.

—Sin embargo acompañaste a Noa hasta allí.

—Lo hice por ella, estaba empeñada en… Ella cree que… —me di cuenta de que estaba a punto, otra vez, de ofrecer a Marla la explicación que deseaba, la misma que ella defendía para demostrar que su inserción había quedado sin efecto.

—Si me hubiese ido con vosotros aquella tarde, nos habrían seguido hasta el lugar donde os ocultáis. Sin quererlo os habríais delatado. Preferí continuar con la farsa y esperar otra oportunidad —dijo antes de hacer una pausa para clavar la mirada entre sus pies—. Noa y yo nos dijimos cosas muy feas. Yo las dije —confesó muy afectada—, y lo lamento. Pero jamás podría odiarla —añadió levantando la vista para mirarme a los ojos—, es como una hermana para mí. Cuando la vi, lo recordé todo, fue como salir de un pozo hondo y oscuro donde jamás estás sola porque te acompañan voces e imágenes que no te pertenecen. Es horrible, Jared. Ni siquiera puedo recordar qué he hecho, ni qué ocurrió desde que me entregué y me hicieron pasar por ese maldito aparato del demonio.

Aunque lo que me contaba no carecía de lógica, no terminaba de confiar en ella. Me resultaba inconcebible que la amistad que compartía con Noa pudiese provocar tan fuerte emoción como para desactivar los nanorobots que dominaban su personalidad.

En el otro lado de la balanza pesaba el hecho de lo que supondría llevarla conmigo al refugio, pues estaba muy claro que había huido conmigo con esa intención. De otro modo, podría haber seguido fingiendo su inserción y regresar a casa.

Empecé a caminar hacia el lugar donde había ocultado la moto y tal como esperaba Marla me siguió. Traté de emplear el corto camino en decidir qué hacer al respecto, pero una vez llegamos me di cuenta que de poco había servido estrangular mis neuronas con algo así: ella continuaba a mi lado, como si fuese lo más normal del mundo, como si su sola presencia no resultara ya lo suficientemente perturbadora.

Tomé el casco entre las manos para volver a colocármelo y ella suspiró con algo parecido al eco de una sonrisa. Puse los ojos en blanco y lo apoyé contra la cadera sin dejar de mirarla.

—Tus explicaciones serían bastante creíbles si no fuera porque no puedo imaginar siquiera que una máquina quede sin potencia solo por una emoción. No obstante, como ya he comprobado algo similar en otra ocasión —dije recordando el encuentro con el EBO de Manfred—, te daré un voto de confianza.

Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron.

—Pero…

—Ya decía yo… —murmuró volviéndose hacia la moto con un deje mustio.

—Deberás dejar que te cierre los ojos.

—¡Qué estupidez, Jared! —Respondió con diversión, con las manos apoyadas sobre el sillín mientras negaba reiteradamente con la cabeza—. Solo tendría que levantar la venda mientras conduces.

—No he dicho que vaya a vendártelos.

Repliqué antes de realizar un rápido movimiento y golpearle la parte trasera de la cabeza con el casco. El hecho de que estuviera prácticamente sobre la moto me ahorró el trabajo de tener que colocarla para poder llevarla conmigo.

Nunca había golpeado a una chica antes, al menos no a propósito, aquella fue la primera vez y la última pues no pienso volver a hacerlo. Desde luego tampoco fue la decisión más acertada que he tomado en toda mi vida, pero en ese momento no se me ocurrió ninguna mejor. Los remordimientos me acompañaron durante todo el camino de regreso, mezclados con una discusión interior acerca de si Zeta y Noa tenían razón o no. Aunque tuviera sobre las piernas la prueba viva de que era posible anular el efecto ARNA a base de cariño, yo seguía sin poder creerlo. Si así fuera, si cupiera la posibilidad de devolverles su entidad humana de esa forma, los padres de los que aún se encontraban insertados habrían provocado una regresión en masa de todos ellos. ¿O quizá estaban tan encantados con la idea de tener hijos perfectos que no necesitaban nada más? ¿O simplemente la sociedad era tan exigente con sus obligaciones laborales que no tenían tiempo para darse cuenta del cambio? Pensé en algunos de mis compañeros y la soledad que les rodeaba incluso en sus propias casas. Como en mi caso, con una madre que empleaba el noventa por ciento de su tiempo en trabajar y el diez restante en mantener la cúpula limpia y ordenada. Eché la vista atrás, intentando encontrar un solo momento de ternura compartida sin conseguirlo.

En cualquier caso tampoco soy un entendido, ni especialista, en cuestiones emocionales. Ni siquiera aprendiz de sentimientos. La relación con Noa y mis continuadas meteduras de pata lo atestiguan. Así que si ellos tenían razón y Marla volvía a ser dueña de sí misma, al despertar entendería y me perdonaría. Después de todo, ella misma había asegurado que prefirió continuar con la falsa identidad de insertada después de su encuentro por el bien de los refugiados.

 

Ir a la siguiente página

Report Page