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Capítulo 21

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Capítulo 21

 

Miré el cabello de Noa otra vez. Rodeándola con los brazos y con el rostro hundido en mi pecho, sentí cada una de sus lágrimas clavárseme en el corazón. La había arrastrado hasta allí forcejeando con ella. Luchó con todas sus fuerzas a pesar de saber que nada lograría que la soltase. Me golpeó, chilló y pateó hasta la extenuación. Después, una vez encerrados de nuevo en el remolque y con el camión en marcha, alejándonos, se dejó caer junto a mí y me abrazó para dejarse llevar por el llanto. La mantuve lo más lejos posible del resto, a los que observé discutir acaloradamente con el EBO.

—¡Hazlo! —Ordenó Zeta.

—Aún no puedo hacerlo si queremos despistarlos.

—Si no usas ahora mismo ese arco con Marla, lo usaré yo contigo —amenazó Will sorprendiéndonos a todos con el tono perentorio que utilizó.

El EBO, de pie frente al cuerpo aún inconsciente de Marla, sujetó la pieza metálica tras de sí. Sólo cuando les oí hablar sobre ello caí en la cuenta de lo qué era en realidad: la versión reducida de los arcos de seguridad que usaban para dejar inservibles temporalmente cualquier aparato electrónico al enfrentarnos a alguna de las pruebas en el Centro de Estudios.

—Seguirán su señal durante un rato, eso les otorgará el tiempo necesario para escapar —defendió el robot.

—¡O para que nos atrapen! —exclamó Zeta exasperado—. Si eso llega a suceder, puedes estar seguro de que convertiré tus piezas en polvo. No se te podrá reconocer ni bajo un microscopio.

—Solo respondo ante Manfred y Rose. Ella me lo ha entregado por una razón. Si desactivo ahora a Marla, sabrán de inmediato que hemos descubierto su plan y pondríamos en peligro la fuga de Monique. Tan importante es ella como todos vosotros.

—Tiene razón —dije desde donde me encontraba sentado—. Dejadlo tranquilo.

—¿Cómo puedes ponerte de su parte? —se quejó Will.

—No me pongo de parte de nadie. Solo quiero que os calléis —dije mirando a Noa significativamente—. No estáis haciéndole ningún bien. Además, si no fuera por él seguramente ahora estaríamos todos de nuevo en esos sillones del infierno esperando ser insertados.

Mi breve intervención pareció hacerlos entrar en razón.

—Solo serán unos minutos —volvió a explicarse el EBO—. Después la desactivaré.

—¿Es absolutamente necesario que lo hagas? —Noa apenas giró el rostro unos centímetros para formular la pregunta, dejándonos a todos atónitos.

Aunque había dejado de llorar su piel aún mostraba las rojeces alrededor de los ojos más tristes que había visto en mi vida.

—Noa… —me quejé, no era posible que aún pensara en Marla como su antigua amiga.

El robot asintió.

—Tengo órdenes de velar por vuestra seguridad —añadió a lo que Zeta respondió con un bufido.

—Me habría gustado que respondiera a algunas preguntas.

—La desactivación dejará anulada su inserción durante algo más de veinticuatro horas, pero puedo intentar satisfacer tu demanda si encuentro una toma para mis baterías.

Tal como prometió, pasados unos minutos y después de intercambiar algunas palabras con el conductor, el EBO procedió a inutilizar la nanotecnología que había convertido a Marla en una magnífica espía. Fue entonces, durante aquellos escasos minutos de respiro, cuando empecé a lamentar haber sido tan estúpido como para ceder a su petición y conducirla hasta el refugio, junto a Noa, la noche en la que la encontré en el garage que Peter Crew usaba como trastero. Creyendo que me apuntaría un buen tanto a mi favor al llevarle a su querida amiga, la había puesto en peligro. Me negué a pensar en otras posibilidades. No supe o no quise evaluar de ningún modo las consecuencias de aquella decisión, cegado completamente por el dulce presente que recibiría a cambio.

Miré a Zeta y a Will, atentos al proceder del EBO mientras se preparaba para cargar la energía que necesitaba para subsistir, y me maldije en silencio por mi incompetencia intelectual cuando se trataba de Noa. Nuevamente había sido yo quien los había puesto al borde del precipicio. Quizá Sean tuviera razón, comenzaba a darme cuenta de que yo era la nota discordante en el grupo, el idiota que no veía más allá de su propia nariz.

—No podías saberlo —dijo Noa, leyéndome el pensamiento—. Cualquiera en tu lugar habría hecho lo mismo.

—Sabes que eso no es cierto.

—Yo lo habría hecho.

Acerqué su cabeza a mis labios con la intención de depositar un suave beso en su cabello, para no sentir el dolor que me produciría su rechazo si intentaba hacerlo en los labios.

—No te merezco —dije sin más, sabiendo que con toda probabilidad aún no me había perdonado—. Por eso entenderé que no quieras seguir conmigo. Todavía no sé cómo puedes estar sentada a mi lado después de todo lo que he hecho.

—Tienes razón al pensar que aún estoy enfadada. Pero a pesar de que tus decisiones no hayan sido las más acertadas fueron tomadas pensando en el bien común y, aunque esté mal que yo lo diga, sobre todo pensando en mi.

—Al menos me queda ese consuelo, aunque no sea todo lo altruista que me quieres hacer aparecer.

—No he dicho que lo seas. En realidad —dijo después de una pausa—, ninguno de nosotros lo somos.

—Tú…

—No —me cortó—, yo tampoco. Tengo que admitir que en ese aspecto Zeta tenía razón aquella tarde en “El local”. Consciente o inconscientemente todos buscamos algo a cambio de nuestras acciones.

A una señal del robot, Zeta y Will se acercaron, pero éste no procedió a lo prometido hasta que Noa se levantó alejándose de mi lado para ir a buscar las respuestas prometidas. ¿Qué esperaba ella a cambio de permitirme volver a abrazarla? A aquellas alturas pensé que después de lo sucedido no tenía la mayor importancia saber nada más, seguramente para no sentirme más imbécil de lo que ya me sentía. Pero una mirada de mi guerrera bastó para que abandonara mi aislamiento y me uniera a ellos.

—Quizá nos sirva para obtener alguna información que pueda sernos útil —dijo volviendo a leerme como si fuera un libro abierto.

El EBO conectó con los nanorobots que habitaban en el cerebro de Marla no sin dificultad y comenzó a recabar información. Todos guardamos silencio durante el proceso, como si ante nosotros tuviéramos a un cirujano realizando una complicada intervención a corazón abierto. Sumido en una especie de trance navegó por el interior de su mente escarbando, escudriñando cada rincón para averiguar la verdad sobre ella. Por un instante pudimos ver en su semblante un resquicio de duda que nos hizo perder la fe en su propósito, pero frunciendo el ceño pareció encontrar otra vía. Continuó de aquel modo varios minutos más hasta que al fin abrió los ojos y asintió hacia Noa, otorgándole la palabra.

Mi guerrera titubeó un momento antes de hablar.

—¿Cuándo fue insertada?

—Marla se entregó a la inserción a manos de la doctora Demarino el día posterior a vuestra fuga.

Aquella primera respuesta fue una jarra de agua fría sobre el corazón de Noa. Supuse que había esperado algo de lucha por parte de su amiga aun cuando ella misma le había dicho que lo haría.

—Tranquila —dije—, sabes que estaba dolida y no era dueña de sus decisiones. Si se hubiera dado tiempo para pensarlo mejor…

—Siempre ha sido muy obstinada pero tenía que haber hecho algo… Podría haber…

—Es un poco tarde para eso —añadió Zeta—. Continúa.

Noté que apretaba los puños, haciendo de tripas corazón. Como si aprovechar aquella debilidad de Marla para averiguar la verdad fuera traicionarla de alguna manera que yo no podía llegar a comprender. Busqué su mano y entrelacé sus dedos con los míos, en silencioso apoyo.

—¿Qué sucedió después? ¿Qué pasó el día que fuimos a rescatarla? ¿Me reconoció?

Lo que pasó aquel día había sido asunto de discusión entre nosotros pues ella defendía que gracias a la amistad de tantos años la verdadera personalidad de Marla se había impuesto a la inserción. Por mi parte, eso no podía ser posible. Recordé que me había referido a aquel asunto con mi acostumbrado poco tacto: «no se puede encender o apagar una bombilla mirándola con amor», dije. Sabiendo de antemano que el EBO ofrecería una respuesta que se aproximaba más a mi versión que a la de Noa, apreté su mano un poco más, esperando con ello hacerle más soportable el aguacero.

—Sí, lo hizo.

—¿Cómo? ¿Eso es posible? —quise saber conmocionado por la sorpresa en frío.

—La inserción era muy reciente y las funciones cerebrales de Marla aún estaban adaptándose al cambio —respondió—. Según leo en sus registros,  la visión de Noa llamándole repetidamente consiguió abrirse paso en su conciencia. Tal reacción fue detectada por ARNA de inmediato. Marla se vio prácticamente rodeada por el resto de alumnos bajo las órdenes de llevarla de nuevo ante Demarino.

—Quizá por ello fueron menos los que nos siguieron hasta el local de Manny —pensó ella en voz alta.

—El escaneo a su cerebro reveló lo sucedido. Marla fue sometida a una nueva inserción, esta vez reforzada. La convirtieron en Nodo, en lugar de ser un simple terminal con la esperanza de que volvierais a tratar de contactar con ella. La idea era aprovechar tu debilidad para lograr atraparos. Sin embargo, la segunda intentona por vuestra parte se produjo en el mismo día, horas más tarde. Para entonces el nuevo sistema aún no estaba preparado del todo, por eso Marla no reaccionó a vuestra presencia. Se limitó a actuar del mismo modo que lo hubiese hecho un droide recién salido de fábrica, uno que aún debe aprender a comportarse, aprendiendo de cuanto ve y reforzado por las órdenes de ARNA.

»Durante los días posteriores, se limitó a cumplir con su directriz, dejarse ver por vosotros con la esperanza de que os acercarais. Para lograrlo se paseó por las cercanías de la cúpula de Noa a diario, esperando un nuevo contacto directo. Fue entonces cuando detectó que tratabais de comunicaros. Interceptaron frecuencias de onda que no habían existido antes. Les fue imposible descifrarlas pero reconociendo en ellas la marca de un antiguo empleado de la Corporación, Henry Farrell.

—Mierda —masculló Zeta—, estúpido engreído.

—En sus registros descubrieron lo sucedido años atrás entre el investigado y otra ex-empleada llamada Sasha Woo —Zeta dejó de soltar floridos insultos dirigidos a Henry al oír mencionar a la científica—. Eso hizo que reforzaran aún más los efectivos destinados a vuestro seguimiento y localización. Revisando las cámaras percibieron lo que podía ser la figura de Jared rondando el lugar. El reconocimiento corporal terminó de darles la razón. Además una conexión telefónica por parte de Peter Crew les rebeló que había sido testigo de la muerte de un civil la noche que escapasteis. El rastreo arrojó como resultado su cúpula, cercana a la de Noa. Y poco después, la contactada por el primero, una tal Carmen Padilla comenzó a amenazar a las fuerzas de seguridad ante la inexistencia de investigación por la muerte de su hermano José.

No me pasó por alto cómo el corazón de Noa se encogió al recordar la muerte de su queridísimo amigo a manos de Cesar, la escoria humana que había sido su padrastro. Aún sentí ira a pesar de haberle hecho pagar sus pecados con la muerte.

—Con toda aquella información acerca de vosotros, trazaron un nuevo plan a la espera de que volvierais a contactar con el señor Crew. Una patrulla lo visitó. El hombre, engañado, aseguró que Jared solo había actuado en defensa propia y para salvar a Noa de una muerte segura. Solicitó un juicio justo, ofreciéndose a sí mismo como testigo ocular de lo ocurrido. Los EBOP enviados, siguiendo las órdenes de la Corporación, aseguraron que así sería siempre que Jared se entregara a las autoridades o facilitara de algún modo su captura.

En ese momento fui yo quien notó cómo el alma se me caía a los pies y volví a sentirme responsable de la desaparición de Peter, acompañada de cada una de las palabras cargadas de condena que Sean me dedicó y que, sin duda alguna, merecía.

—La idea era esperar un nuevo contacto de Jared con Crew, capturarlo y someterlo al escáner para dar con la situación del lugar donde os ocultáis. Pero registraron una nueva señal de socorro desde el otro extremo de la ciudad. Conocían la existencia de otro grupo de huidos al contrastar el censo de población pero, a diferencia de vosotros, no habían logrado capturar a ninguno de ellos —añadió realizando un elocuente gesto hacia la inconsciente Marla.

—En ese momento fue cuando debieron cambiar los planes de acción —se adelantó Will.

—Eso mismo he pensado yo —acordó Zeta.

—En efecto. Así es. Crearon nuevas directrices para el Nodo Marla. Sabiendo que contabais con la ayuda y conocimientos de Farrell su prioridad entonces fue infiltrarse en vuestro grupo y notificar el momento en que captarais la señal de los otros para matar dos pájaros de un tiro. Crearon una onda de radio más potente para contrarrestar la de socorro y evitar una posible comunicación entre vosotros hasta que reorganizaran sus efectivos y, gracias al grafeno que Jared entregó a Crew, descifrar la frecuencia de Henry. Para acallar los rumores de una conspiración, que comenzaban a sonar fuertes entre la población adulta debido a las muertes sin investigar, abrieron además los expedientes y lanzaron la orden de captura de una cabeza de turco que os pondrían las cosas más difíciles, la de Jared Stampton.

—Pero los de Sun Valley... Los mataron —murmuró Noa con voz ahogada, con la imagen de las muertes demasiado recientes.

El EBO se encogió de hombros.

—Eran prescindibles. Tú eres la única a la que desean atrapar viva.

—Pero si Marla puede actuar de baliza, tal como ha hecho hoy, podía haberlo hecho en cualquier momento, podía haberles guiado hasta nuestro refugio —argumentó Zeta contrariado.

—¿Para qué hacerlo cuando sabían que trataríais de contactar con Monique? Ella es a quién quieren en realidad. Noa solo es un medio para llegar hasta ella. La única que puede lograr hacerla salir de su escondite y conectar su baliza supondría, como habéis visto, tirar por tierra su tapadera. El único error que cometió la Corporación se produjo al inicio de toda esta avalancha de acciones y reacciones: cuando la despidieron de Faster y desapareció del Sector Azul.

—Pero, ¿por qué? ¿Qué quieren de ella? —preguntó Will mirando alternativamente al EBO y a Noa, esperando que uno de ellos tuviera la respuesta.

—Esa información no está en los registros de Marla —respondió el biorrobot con una significativa mirada hacia Noa.

La miré pero ella mantuvo los ojos clavamos entre sus pies, en silencio, antes de darnos la espalda y alejarse hasta el final del remolque para volver a sentarse. Preferí dejarla a solas, ya habría tiempo de charlar en privado sobre lo que fuera que pasaba por su mente en aquel momento.

Me crucé de brazos mirando el cuerpo de Marla.

—¿Qué haremos ahora con ella? —preguntó Will poniendo de manifiesto la pregunta que nos hicimos todos.

—Terminar con ella sería lo más seguro —respondió el EBO.

—¿Matarla? —el empollón casi se atragantó con la palabra.

—El bloqueo de seguridad solo durará unas horas. Probablemente vuelvan a activar la baliza en cuanto se recupere, ahora ya no tienen nada que perder. No podéis llevarla con vosotros.

Zeta soltó una carcajada sin humor.

—Se me ocurre algo mejor —dijo.

—Sasha y Lex…

—Exacto. Marla tiene lo que necesitan: ese jodido sistema activo.

—Pero si la llevas allí también los pondrás a ellos en peligro —argumentó el EBO.

—Si se te ocurre una idea mejor no dudes en hacernos partícipes de ella —respondió con su habitual ironía.

—Hazlo —dije—. Will, Noa y yo regresaremos al refugio. Informaré de todo a Mark y Henry. Quizá él pueda hacer algo para confundir las ubicaciones.

 

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