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Capítulo 23

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Capítulo 23

 

Aún no había amanecido del todo cuando me despertó el ruido de varias piezas metálicas al estrellarse contra el suelo del pasillo. Despertar no es la palabra, para ser más exactos casi caigo de pie del salto que pegué. Automáticamente después rechiné los dientes para no salir disparado hacia Henry y golpearlo hasta el final de los tiempos al ver que él había sido el causante de semejante alboroto.

—¿Qué pasa? —preguntó Noa resistiéndose a abrir los ojos.

—Nada —la besé en la frente—, vuelve a dormir.

Algunos compañeros, entre ellos Mark y Lorean, elevaron la cabeza y volvieron a dejarla reposar cuando me levantaba para exigir orden. Me dirigí hacia la parte posterior del refugio, por donde había salido el escandaloso hombre.

Lo encontré enfrascado en su trabajo y maldiciendo continuamente. Como era de esperar, mascullaba incoherencias acerca de la señal que ahora sabíamos procedía de la Corporación pero que le era imposible descifrar pues argumentaba que la variaban a diario, al tiempo que se daba manotazos aleatoriamente por todo el cuerpo. Siempre que veía cómo Henry se apaleaba a sí mismo sin ton ni son se apoderaba de mi un instante de parálisis seguido del impulso de sujetarlo e impedir que continuara. También aquella vez. Pero desapareció en el momento en que metió media mano en la hendidura de su trasero para rascarse con fruición.

—Vámonos de aquí antes de que decida aromatizar el ambiente. Estamos en su trayectoria de tiro —habló Zeta tras de mí.

Asentí y lo seguí, rodeando la construcción.

—No esperaba que regresaras tan pronto.

—No lo habría hecho de no ser por las malas noticias: la maniobra para tratar de despistar a los perseguidores no funcionó y Manfred, Rose y Monique han sido capturados. Lili pudo escapar gracias al conductor, por lo que sé está de nuevo en la residencia con su abuelo —soltó sin anestesia previa.

El aire abandonó mis pulmones e incluso tuve que apoyar una mano en la pared para amortiguar el golpe que supuso el terrible informe. De inmediato pensé otra vez en el peligro que acarreaba para los científicos tener a Marla con ellos.

—Sasha y Lex...

—No te preocupes. El EBO la mantuvo a raya el tiempo suficiente para neutralizar la señal que emitía. Ya están trabajando con la solución activada de nanorobots que Marla lleva en la mollera.

—¿Crees que podrán inutilizarla?

—Si alguien puede lograrlo, son ellos.

—Sí, de todos modos, ahora lo más urgente es pensar en cómo comunicar a Noa la captura de su madre.

—Te recomiendo que lo hagas lo antes posible. No des oportunidad a que alguien se te adelante.

Me dejó solo, sin añadir nada más, pues entendí perfectamente a qué se refería. Era mucho mejor que lo supiera por mí. En ese instante entendí porqué no habían caído sobre nosotros como moscas sobre la miel. Ya tenían lo que querían.

Aquel sería un duro golpe que encajar, lo estaba siendo incluso para mí sobre todo sabiendo que, en Monique, no encontrarían las respuestas que buscaban. Se me erizó la piel al pensar en el paso por el escáner de aquellos tres valientes. El procedimiento sería aún más complejo y severo que los habituales. Corrían rumores de conmociones cerebrales y algunos casos de derrames, no quería pensar en las consecuencias que tendría un escaneo más exhaustivo en busca de la información que creían que guardaban. Preferí no lanzar hipótesis acerca de qué harían con ellos después.

Del interior comenzaron a emerger los sonidos de la mañana y los desayunos de los más jóvenes. Oí al hermano de Zeta dándole la bienvenida con alivio antes de confesar que había tenido una pesadilla con él de protagonista. Tomé aire, preparándome para enfrentar otra dura prueba en la que, de nuevo, saldría malparada la dueña de mi corazón.

Me disponía a empujar la puerta cuando una mano en el hombro me detuvo. Giré el rostro para comprobar a quién pertenecía.

—¿No tuviste suficiente y vienes buscando más? Añadiré masoquista a la lista, justo después de estúpido.

Sean resopló antes de responder.

—No me siento orgulloso de mi conducta al dejarme llevar por los instintos más bajos, contagiado por tu arrogancia y mala educación.

—Pues con respuestas como esa es muy posible que te de una nueva oportunidad de probarte a ti mismo —respondí mirándolo de reojo.

—Tienes la gran suerte de que no soy rencoroso y nunca cometo dos veces el mismo error.

—¿A qué vienes entonces?

—¿Acaso tienes miedo a que Noa piense que no eres el adecuado para cuidar de ella?

Di rienda suelta a mi primera reacción y, girándome, lo sujeté por la pechera para intercambiar posiciones, pegando su espalda a la pared. Aunque su rostro no transmitió emoción alguna, pude ver una sonrisa de triunfo bailotear en sus ojos. Había vuelto a perder los papeles.

Lo solté. No iba a darle el gusto.

Observé con desagrado cómo se arreglaba la ropa para disponerse a entrar pero interpuse mi brazo impidiéndole el paso.

—No hasta que me digas a qué vienes.

—No tengo porqué justificarte mis idas y venidas. Después de todo, esto es de mi propiedad —respondió con autosuficiencia.

Respondí a su chulería con una sonrisa irónica pero continué usando el brazo de barrera.

—Tampoco yo seré rencoroso contigo —dije adoptando una pose indolente—. Te daré un consejo: más vale que vayas pensando en cómo cubrirte las espaldas, ricachón de tres al cuarto.

—¿De qué estás hablando? ¿Me amenazas?

Me encantó notar su desconcierto así que me relamí mentalmente ante el banquete en plato frío que me disponía a servirle.

—¿Cuánto crees que tardará la Corporación en relacionarte con nosotros cuando descubran que esto te pertenece? Si no lo han hecho ya… A pesar de que dejas tu vehículo a bastante distancia, solo tendrán que recalcular rutas gracias el kilometraje para atar cabos. Dudo mucho que antes vinieras tanto por aquí a juzgar por la cantidad de mierda que hemos limpiado.

—¿Y la Corporación cómo relacionaría este lugar con vosotros?

El estirado no tardó en captar cual era la incógnita que faltaba en la ecuación.

—Digamos que… Usando tus mismas palabras: no tengo porqué justificar mis informaciones, después de todo es un dato que me pertenece.

—¡Hijo de…!

—Cuidadito —advertí interrumpiéndole—. Podrías mencionar al progenitor que respeto y lograr que reconsidere lo de volver a partirte el cráneo.

Me complací viéndole luchar consigo mismo.

—¿Y bien? —lo animé a soltar la lengua.

—¿Recuerdas la excusa que usaron para explicar la desaparición de la mayoría de vosotros?

—Sí, imagino que para el ignorante público continúa la cuarentena. ¿Qué pasa ahora? ¿No han podido salvarlos? —pregunté alzando los dedos índice y corazón para gesticular unas comillas.

—No exactamente —alcé las cejas un instante incitándolo a continuar—. Se preparan para anunciar una vacunación masiva de toda la población.

—¿Vacunación? —reí—. ¿Contra una enfermedad letal pero inexistente?

—Vamos Jared. Puedes hacerlo mejor —esta vez le tocó a él el turno de sonreír con cinismo.

Viendo la gravedad de las noticias que trajo Sean, cumplí con mi parte, poniendo en su conocimiento todo lo ocurrido con Marla y la captura de Monique, Manfred y Rose. Eso no impidió que discutiéramos acaloradamente, después de retirarnos varios metros del refugio, sobre cuál sería la mejor forma de comunicárselo a Noa.

—Podríais ser un poco más discretos, se os puede oír perfectamente desde el patio trasero —dijo Zeta acercándose—. Pero tranquilos —añadió—, me he encargado de que nadie salga.

—¿Cómo?

—Solo he tenido que decirles que Henry no tiene un buen día y que es preferible no cruzarse en su camino.

—Gracias.

—No lo he hecho por ti —respondió mi amigo al insufrible de Sean acompañando sus palabras con un encogimiento de hombros.

—Veo que todos sois igual de agradecidos —comentó el ofendido.

—La Corporación ha decretado una vacunación masiva contra la enfermedad que usaron como excusa para explicar nuestras desapariciones —informé al oriental—. Supongo que no es necesario que te diga que la inyección debe administrarse justo bajo el hueso occipital.

—Bueno..., ya imaginábamos que algo así sucedería. Un proyecto como ARNA no se activa solo para un puñado de estudiantes. El objetivo es demasiado atractivo. Controlar por completo al ser humano, sus pensamientos, sus decisiones, significa el sumun del poder.

—Sí, era de esperar —acordó Sean.

—¿Pero tan rápido?

—Como tú mismo has dicho, ya tienen a Monique, la única que, según ellos, podría significar un problema. Seguro que ya han descartado que Noa pueda saber algo, no sería normal que un hombre como John entregara el secreto de sus investigaciones a una niña —Zeta tenía razón, Spencer jamás lo habría hecho—. Así que, muerto el perro se acabó la rabia. No hay razones para demorar más la inserción de toda la población.

—Pero Noa me dijo que Monique no sabía nada —rememoré sin darme cuenta de que lo hacía en voz alta.

Seguía sin fiarme de Sean y me maldije por ser tan descuidado.

—Más razón para no retrasar sus planes —concordó Sean.

—En cualquier caso tenemos que informar al resto —dije aunque en mi pensamiento solo se reprodujo el rostro de Noa y el dolor que le produciría la noticia.

—Hacedlo —aprobó Zeta, no queriendo tomar partido sobre quién debía—. En cuanto hable con mi hermano, regresaré de inmediato al laboratorio para informar, aunque es posible que ya se hayan enterado.

—Ahora más que nunca necesitamos esa cura.

—Sí y más vale que se den prisa —añadió Sean—, lo anunciarán hoy. Ya empiezan los preparativos. Por lo que sé, calculan que todo habrá terminado en un par de días.

Volvimos al refugio y Zeta se encaminó directamente hacia su hermano. Busqué con la mirada la preciosa figura de mi guerrera, quien volvería a hundir en el abatimiento y la desesperación. Suspiré profundamente al encontrarla atareada, como siempre, en el orden e intendencia. Tanto me preocupaba lo que tenía que comunicarle que ni siquiera me importó que Sean se me adelantara un paso, como si inconscientemente le cediera aquella responsabilidad. Después de todo, ¿cuantas veces había sido yo el portador de malas noticias? Y, ¿cuantas otras le había pedido que confiara en mí? ¿Para qué? Únicamente para tener que volver, en el mejor de los casos, al punto de partida.

Sin embargo alguien se nos adelantó. Sam, mostrándole un grafeno, intercambió con ella unas palabras y Noa se lo arrebató con rapidez. Comprobé cómo la sorpresa, por lo que fuera que le había dicho, abandonaba su rostro para dar paso al horror, al tiempo que leía. Entonces supe que llegábamos tarde: la Corporación ya había publicado su anuncio en la prensa del día.

Sean también percibió el cambio y en tres zancadas se colocó a su lado, cogiéndole una mano. Los observé hablar. Bueno..., más bien habló Sean. Noa se limitó a escucharle mientras clavaba sus ojos en los míos. Un quejido escapó de entre mis labios al sentir que se me rompía el alma en mil pedazos.

—Las buenas palabras no podrán ayudarla esta vez. Déjaselas a Sean, tú y yo tenemos cosas más importantes que hacer. Acompáñame, serás de más ayuda en el laboratorio —me pidió Zeta poniendo su mano sobre mi hombro.

Fue extraño entrar en el laboratorio y que mi amigo no recibiera los acostumbrados y cariñosos besos de Sasha. Tampoco yo fui diana de los envenenados dardos de Lexter, quien parecía reservarlos en ese momento en exclusiva para su pareja. Ambos se encontraban enfrascados en una dura discusión. En una esquina, al otro lado de la estancia, vi al EBO de Manfred, apoyado en la pared y de brazos cruzados, espectador involuntario como nosotros, del inusual suceso.

—¡Es lo más adecuado! —defendía la mujer.

—Sabes que no. Lo ideal es esperar al siguiente proceso para evitar que pierdan...

—No perderán nada. He recreado perfectamente la solución.

—Para los comunes, pero ¿qué pasa con los nodos? ¡Es imposible estar seguros!

—¡Lo estoy al cien por cien! ¡He usado su ADN! —exclamó señalando el cuerpo inconsciente de Marla.

Tratando de no hacer el más mínimo ruido para no entorpecerlos, rodeé a la pareja y me acerqué al biorobot.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

—No se ponen de acuerdo en cuándo deben extraer la siguiente muestra —explicó, pero supongo que mi rostro evidenció de inmediato la opinión que me merecía y añadió: —Es la última que tolerará Marla sin correr riesgos.

—¿Riesgos? —repetí sin comprender.

—Es probable que cuando lo intenten obtengan lo que quieren pero ella morirá. Los nanorobots que deben extraer están totalmente integrados en su cerebelo. Extraerlos producirá fallos en su sistema.

—¿Y si esperan existe la posibilidad de que viva?

—No —su respuesta me dejó aún más atónito de lo que ya estaba—. Pero si Sasha no ha conseguido reproducir correctamente el medio en el que viven, perderían información vital y no podrán repetir otra vez la extracción. Al morir el cerebro mueren también los agentes implantados.

No podía creer lo que aquella pareja discutía tan acaloradamente. No lo hacían por la vida de Marla, si no por la de aquellos asquerosos bichos biomecánicos. No es que Marla fuera santo de mi devoción pero, ¡por todas las estrellas! ¡Era un ser humano! ¿Cómo podían ignorar por completo que moriría después de la intervención?

—Es algo más complejo —explicó el EBO al notar mi inquietud y la creciente ira que comenzaba a invadirme—. Se trata de que tenga o no sentido.

—¿Qué quieres decir?

—La muerte de vuestra amiga es inevitable. Ocurrirá. Lo que intentan evitar es que tal sacrificio no sirva de nada.

La explicación del EBO llamó la atención de todos los presentes. Sasha olvidó momentáneamente la acalorada conversación con Lexter y abrazó a Zeta. Todos permanecimos en silencio durante unos minutos, no sabiendo qué decir.

—¿No existe ninguna posibilidad? —pregunté finalmente.

—La habría si tuviéramos entre nosotros a un neurocirujano experto —respondió Lexter esta vez.

—¿Y si buscáramos uno en...?

—No hay tiempo —me interrumpió Sasha—. Sabes tan bien como nosotros que ya han empezado los preparativos para la primera fase de la inserción. No podemos perder ni un segundo, es nuestro deber emplearlo en crear la cura.

—No podemos permitirnos el lujo de buscar a alguien que salve a Marla mientras perdemos en el proceso la vida del resto de la población —añadió Lexter—. ¿Lo entendéis verdad?

No. No entendía por qué habíamos llegado a aquel extremo. Porqué una potencia como la Corporación hacía algo así a quienes con su trabajo la habían levantado y la sustentarían en el futuro. Pensé en Marla. Y también pensé en mi mismo, en lo que quería, lo que deseaba y por encima de todo, a quién amaba. Si Marla y yo habíamos tenido algo en común en nuestras vidas era Noa y si había alguien por la que ambos habríamos dado cualquier cosa esa era ella: nuestra guerrera.

—Entonces tampoco perdamos el tiempo con esta conversación.

Cruzamos las miradas todos con todos hasta que el EBO dio por terminado aquel escandaloso silencio.

—La prepararé para la intervención —dijo encaminándose hacia la camilla al tiempo que el resto también se ponía en movimiento.

Lo seguí, sintiéndome sobre todo fuera de lugar, queriendo ayudar sin saber en qué.

—Asegura bien esas correas —pidió el robot mientras pasaba otra por el perímetro de la cabeza.

—¿Sufrirá? —pregunté horrorizado al ver que todas sus extremidades estaban fuertemente sujetas.

—Intentaré bloquear sus movimientos todo el tiempo que pueda, pero debo retirarme antes de la extracción para no interferir en la actividad normal de los agentes que necesitan sacar. De otro modo la muestra podría verse afectada.

Cuando empezó la intervención preferí alejarme lo máximo posible, incluso estuve tentado de pedirle a Zeta que me dejara salir al exterior cuando Marla empezó a convulsionar. Me es imposible describir cómo me sentí en aquel momento, por un lado sabía que estábamos haciendo lo correcto y por otro..., únicamente podía pensar en Noa y qué habría hecho ella de estar en aquella sala. Estando allí Sasha, Lex y el EBO probablemente el resultado habría sido el mismo, pero habría peleado hasta el final para impedir que Marla sufriera de aquella forma.

¿O no? ¿Y si estaba equivocado? Siempre pensamos que conocemos a los más cercanos a nosotros, pero la verdad es que no nos conocemos ni a nosotros mismos. Confiamos en comportarnos de una forma concreta cuando se nos impone un supuesto futuro, pero la verdadera respuesta se da cuando ese futuro llega y debes tomar una decisión. Por no hablar de lo mucho que nos habían cambiado los últimos acontecimientos.

Acepté la invitación de Zeta a salir unos minutos para que nos diera el aire. El ambiente en el interior comenzaba a notarse demasiado viciado y necesitaba que el viento secara las lágrimas que amenazaban con desbordarse de mis ojos. No podía dejar de darle vueltas a la idea de que le estábamos arrebatando la vida a una compañera para salvar las nuestras, aún sabiendo que no existía otra alternativa.

El silencio se alzaba entre nosotros como un muro impenetrable, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Miré a mi amigo de soslayo, debatiendo si debía o no preguntarle su opinión acerca de lo que estaba pasando tras la puerta metálica sobre la que teníamos la espalda apoyada. Podía apostar a que Zeta veía aquella intervención de un modo distinto al mío. Estaba seguro de que no se sentía ni de lejos tan sucio como lo hacía yo.

—Esta noche ya tendrán preparado el programa definitivo —dijo con los ojos cerrados—. Podremos llevárselo a Henry para que lo adapte y difunda mediante ondas de baja frecuencia. Aun no sabemos cómo piensan activarlos pero aunque los sometan a la segunda fase de la inserción nada más después de inyectarlos, en cuanto salgan del edificio dejarán de formar parte de ARNA. Será un visto y no visto.

Si había albergado alguna duda sobre la forma en que pensaban propagar la cura, con el comentario de Zeta quedó resuelta.

—¿Y no crees que se darán cuenta cuando los primeros inyectados no se comporten como esperan?

Por el rabillo del ojo comprobé que se encogía de hombros.

—¿Y qué? Lo importante es que su proyecto se irá a la mierda sin que puedan evitarlo. He echado un vistazo al trabajo que ya han avanzado, es sencillamente perfecto. No deja lugar a parches, han tenido en cuenta cualquier posibilidad de contraataque. Es invulnerable. No es que deje completamente inservibles a esos bichos: los empuja a autodestruirse. No queda nada que arreglar. Es..., brillante.

Horas más tarde, casi al finalizar el día, después de tragar el amargo nudo que me produjo despedirme silenciosamente del cuerpo inerte de Marla, cubierto por una blanca tela a modo de mortaja, regresamos al refugio. En el bolsillo de mi amigo se encontraba la esperanza, adquirida bajo coste de una vida, en forma de un pequeño grafeno portátil que sería insertado en el sistema de Henry para que pudiera trabajar con él.

Mientras sus ojos rasgados se concentraban en elegir la mejor ruta para llegar hasta allí sin levantar sospechas, los míos se cerraron incapaces de soportar, ni un momento más, el peso de lo que habían tenido que contemplar.

 

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