Olga

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Segunda parte » 19

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Una expedición que no encontró lo que buscaba y un puñado de postales creadas en su momento como instrumento de inspiración nacional y que hoy son poco más que curiosidades: ¡qué caprichosos giros puede tomar nuestro destino!

Medio año después de la noticia sobre aquella nueva expedición recibí una carta de Berlín, en la que una tal Adelheid Volkmann me pedía una cita. Su padre le había hablado de Herbert Schröder y de Olga Rinke, y una noticia en el periódico la había empujado a retomar la búsqueda de Olga (que ya había abandonado en su momento por infructuosa), en esta ocasión con ayuda de un detective, que la había conducido hasta mí, su heredero.

Al mismo tiempo recibí un correo electrónico de Robert Kurz desde Sinsheim, otro coleccionista de postales: aquellas estampas de los soldados alemanes en el Sudoeste habían despertado mi vieja pasión por el coleccionismo. A mi mujer le encantaban los mercadillos, y mientras ella buscaba, abierta a todo, yo rebuscaba en los cajones de viejas postales. Poco a poco he ido familiarizándome con el mundillo del coleccionismo de postales, que se especializa por temas, acontecimientos y lugares, domina a la perfección sus revistas, reuniones, bolsas, páginas web y conversaciones de chat y conoce al dedillo los criterios que determinan el valor y el precio de cada postal. No me he convertido en un coleccionista serio. Los coleccionistas serios se especializan y los más ambiciosos aspiran incluso a la integridad, a conseguir todas las postales, por ejemplo, del monumento Kyffhäuser o del Golden Gate Bridge. Yo me fijo también en lo que hay escrito en el reverso. Los coleccionistas serios lo consideran irrelevante, pero a mí me gustan las postales que cuentan una historia.

Mi colección incluye una postal con el faro de Boston, conocido como Boston Light, en la que, en septiembre de 1918, una madre advierte a su hijo, que se encuentra en Casablanca, de que se ha declarado una gripe letal y le pide que regrese a Boston. En octubre de 1926, Gilbert, de Belfast, le mandó a su amigo Haakon, de Oslo, la imagen de una copa de vino llena y le pidió que no dejara de votar por el hecho de estar de vacaciones: tan solo iría a visitarlo a Noruega cuando se levantara la ley seca en el país. Una postal de junio de 1936 muestra a Napoleón en Santa Helena; en el reverso, James, desde Santa Helena, saluda a su hermano Phil, que está en Oxford, y le cuenta que ha encontrado restos de arsénico alrededor de la tumba donde enterraron a Napoleón antes de trasladarlo a París. Tengo también una vieja postal del monumento a Bismarck en la que pedestal y busto aparecen rectos. Pero estoy divagando.

Hace tres años encontré una postal de mayo de 1913 con una imagen del Reichstag alemán dirigida a Peter Goldbach, Tromsö, poste restante. El tipo del mercadillo no sabía de dónde había salido. Publiqué mensajes en todos los medios que leen los coleccionistas de postales: ¿alguien sabía dónde podía conseguir postales enviadas entre 1913 y 1914 a Tromsö poste restante? No recibí ninguna pista útil, pero no me di por vencido y seguí publicando el mensaje de forma regular. Unos días después de recibir la carta de Adelheid me llegó el correo electrónico de Robert Kurz: su hijo acababa de volver de un crucero por Noruega y le había llevado un montón de postales que había encontrado en un anticuario de Tromsö, todos con destinatarios en Tromsö, poste restante. Su hijo no recordaba el nombre del anticuario.

En internet encontré un anticuario de Tromsö: llamé, pregunté en inglés y me respondieron también en inglés. No, el hijo de mi remitente no había comprado las postales allí. ¿Había otros anticuarios en Tromsö? Sí, uno, pero el propietario estaba de traslado y reforma, y el negocio todavía no estaba operativo. Lamentablemente, no podían proporcionarme ningún nombre, dirección ni número de teléfono.

Le escribí a Adelheid Volkmann, le propuse una reunión al cabo de dos semanas y le di mi número de teléfono y mi dirección de correo electrónico. Entonces compré un billete de avión y dos días más tarde volé a Oslo y, desde allí, a Tromsö.

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