Nora

Nora


Capítulo 37

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El arribo a tierras británicas fue inesperado. Varios carruajes aguardaban por ellos, sin que ninguno se hubiera puesto de acuerdo. Los rostros de bienvenida no mostraban ni el más mínimo asombro ante el aspecto amenazador de Miler, con su parche, su herida de carimbo y las manos rígidas enguantadas. Sabían a quién esperaban y la historia detrás de cada cicatriz. Lo admiraban, y se encontraban satisfechos ante el cambio que avecinaba.

El bastón de Lord Richmond, marqués de Shropshire, resonó sobre los adoquines poniendo orden.

—Lo siento, milores, miladies, haré uso del protocolo para poner orden. —Lady Thomson bufó con humor.

—Si no fuera tan encantador, diría que es un déspota. Pero sin duda, lady Katherine no se hubiese casado con usted, de modo que le otorgaré el beneficio de la duda.

—No lo haga, Lady Mariana… —intervino Lady Katherine—, mi esposo es todo un déspota. Aunque también tiene razón en lo de encantador.

—Querida —se quejó el marqués, sin reprenderla—, no espantemos a los recién llegados.

—¿Espantarlos? —Lord Webb descendió del tercer carruaje de recepción—. Ya han conocido a los Grant, eso es imposible. Señor Miler, Lord Webb, a sus servicios. Espero en breve poder decirle milord.

—Y que pueda usted bajarle los aires a Richmond… será agradable tener otro marqués a su altura —agregó Lady Thomson—. Ahora, si es tan amable de dejarnos ver a su esposa. Estamos muy, muy intrigados.

Miler hizo una reverencia a la inesperada comitiva, gesto que hizo reír a Nora por lo bajo. Le salía a la perfección, muy bien lograda, pero recordó cuánto le había costado a ella quitarse esa costumbre de tratar a todos como si fueran esos lores que tenía ante sí. Se hizo a un lado, le dio el espacio a Nora, y antes de que ella pudiera imitarlo, Lord Webb irrumpió por encima de protocolos y títulos.

—¡Niña, tú sí que has crecido!, pero mira nada más. Tan pequeñita e indefensa, y te marchas para devorarte América y regresas para comerte Inglaterra.

—Lord Webb… —atinó Nora a decir conteniendo las ganas de romper las normas.

—Colin, siempre Colin para ti. Hemos cumplido condena de grumetes juntos. —Charles lo observaba y sus facciones se endurecieron, no le agradaba demasiado que ese lord de rostro tallado por los ángeles se comportara de un modo tan amistoso con su Nora.

—Colin, querido —lo reprendió Emily, que aprovechó a descender también con ayuda del cochero. Charles la reconoció de inmediato, era una auténtica Grant—. Deja a nuestra niña en paz, que ya no es niña, es señora… y es señora Miler —remarcó con un codazo.

—Pues para mí siempre será una niña de dos trenzas.

—Deben estar muy cansados… —La voz de Lady Katherine Richmond fue bien recibida—, y como bien ha dicho mi marido, haremos el honor de ser sus anfitriones. Y, haciéndome eco de las palabras de Lady Thomson, como somos unos déspotas, no aceptaremos un no por respuesta.

La marquesa de Shropshire tomó el brazo de Nora y, con delicadeza, la arrastró hacia el carruaje. La situación pudo ser incómoda; no lo fue. Cuando la tuvo a su lado, Katherine le susurró:

—Necesito saber cómo está mi Amy, soy la más hambrienta de información de las tres comitivas. Apiádese de mí, señora Miler. —Y Nora no pudo negarse, sabía que esa refinada Lady amaba a la señorita Brosman como a su propia hija. Volteó su rostro para asentir a su marido, y de ese modo, quedó sellado quién los hospedaría.

—Bien… dado que gané la disputa —expresó Lord Anthony Richmond—, lo festejaré con una cena en Shropshire house.

—Excelente idea, extraño ver a su madre. —Lady Thomson subió a su propio carruaje y aceptó ver a los recién llegados en la hermosa mansión del marquesado.

Lord y Lady Webb hicieron lo mismo, no sin recibir instrucciones de comunicarle la invitación a los Witthall. El matrimonio Miler estaba ansioso por conocer a los excéntricos condes, hablar de libros y de controversiales publicaciones. Lord Sutcliff también se haría presente.

Lord Simon Gordon era el único en desconocer que su poderío rozaba a su fin. La amenaza acababa de pisar el puerto de Londres y, en menos de media hora, ya tenía a la mitad de la cámara de lores a su favor. ¿Por quién se decantaría la reina?

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