Next

Next


C070

Página 75 de 105

C

0

7

0

Alex llevó a su hijo a una hamburguesería de la cadena In-N-Out, donde pidieron una hamburguesa, patatas fritas y un batido de fresa desde el coche. Se le pasó por la cabeza volver a llamar a Lynn, pero antes le había parecido bastante ocupada, así que decidió no molestarla.

Pagó en efectivo y luego se fueron a un drugstore Walston’s, uno de esos edificios que ocupan una manzana entera y donde puede encontrarse de todo. Le compró a Jamie ropa interior y una muda, y lo mismo para ella. También adquirió un par de cepillos de dientes y pasta dentífrica.

Se dirigía hacia la caja cuando vio las armas en exposición junto a las cámaras y los relojes y decidió ir a echar un vistazo. Había acompañado a su padre a campos de tiro durante muchos años, por lo que sabía manejar un arma. Le dijo a Jamie que fuera a dar una vuelta al pasillo de los juguetes y ella se dirigió hacia el expositor de pistolas.

—¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó un tipo con aspecto apocado y bigote.

—Me gustaría ver esa Mossberg de doble acción —dijo, señalando a la pared con un gesto de cabeza.

—Es nuestro modelo 590, calibre 12, ideal para la defensa del hogar. Esta semana la tenemos a un precio especial.

Alex la sopesó.

—De acuerdo, me la llevo.

—Necesitaré un documento de identidad y un depósito para la reserva.

—No, quiero decir que la compro ahora.

—Lo siento, señora, pero en California hay un período de espera de diez días.

Alex le devolvió el arma.

—Me lo pensaré.

Fue a buscar a Jamie, le compró el muñeco de Spiderman con el que estaba jugando pero, al salir al aparcamiento, vio a un hombre agachado junto a su coche, en la parte de atrás, mirando la matrícula y apuntando el número. Era un tipo mayor vestido de uniforme que parecía el guardia de seguridad de la tienda.

Lo primero que se le pasó por la cabeza fue echar a correr y desaparecer de allí de inmediato, pero eso no habría tenido sentido. Necesitaba el coche, así que tendría que pensar en algo, y rápido. Le dijo a Jamie que subiera al vehículo mientras ella se dirigía a la parte de atrás.

—Sabe de sobra que es un mentiroso de tomo y lomo —dijo.

—¿Quién? —preguntó el guardia.

—Mi exmarido. Actúa como si el coche fuera suyo, pero no lo es; me está acosando. Conseguí una orden judicial para pararle los pies y una sentencia a mi favor contra el guardia de seguridad de un WalMart.

—¿Qué me dice?

—No se haga el tonto —lo increpó—. Sé que lo ha llamado. Se hace pasar por abogado, por avalista de fianzas o por agente judicial diciendo que lo único que quiere es confirmar si mi coche está en el aparcamiento. Suele alegar que se trata de un tema legal pendiente.

—Bueno, sí…

—Miente y lo hace a usted responsable. ¿Le dijo que yo era abogada?

—No, solo me…

—Bien, pues lo soy, y usted es cómplice de haber infringido la orden judicial, por lo que pueden imputársele daños y perjuicios: violación de la intimidad y acoso. —Sacó una libreta del bolso—. Su nombre es… —Entrecerró los ojos para descifrar el nombre que aparecía en la placa de identificación y empezó a escribir.

—Señora, yo no quiero problemas…

—Entonces deme esa hoja de papel en la que ha escrito mi matrícula y déjeme en paz. Será mejor que le diga a mi marido cuando vuelva a llamar que deje de molestarme o nos veremos en los tribunales y, se lo prometo, tendrá suerte si lo único que usted pierde es su trabajo.

El hombre asintió y le tendió el papel con manos temblorosas. Alex subió al coche y se alejó de allí.

Mientras salía del aparcamiento iba pensando que tal vez funcionaría. O tal vez no. Sin embargo, lo que más le sorprendía era la celeridad con que ese cazarrecompensas la había localizado.

Estaba convencida de que el tipo había estado siguiendo su coche un par de horas antes de darse cuenta de que lo había intercambiado con su ayudante. Él y los suyos conocían el nombre de su colega y tenían acceso a la información de tráfico, así que a esas horas ya sabrían qué coche conducía en realidad.

Además, había utilizado la tarjeta de crédito, de modo que el cazarrecompensas no debía de haber tardado más que unos minutos en localizarla y establecer su posición en un motel de San Juan Capistrano. Sabiendo que necesitaría provisiones, seguramente el tipo había llamado a todas las tiendas en un radio de ocho kilómetros del motel y les habría contado cualquier cuento a los de seguridad para que estuvieran atentos por si aparecía un Toyota blanco con matrícula tal y cual.

Y encima el guarda del aparcamiento había dado con ella.

En menos que canta un gallo.

A menos que fuera muy desencaminada, el cazarrecompensas se dirigía a Capistrano en esos momentos. Si venía en coche, se presentaría allí en unas tres horas, pero si disponía de un helicóptero, podría aparecer en cualquier momento.

En ese mismo instante.

—Mamá, ¿podré ver la tele cuando lleguemos al motel?

—Claro, cariño.

Aunque, por descontado, no iban a volver al motel.

Aparcó a la vuelta de la esquina, desde donde veía la recepción y al joven del mostrador, que estaba hablando por teléfono y mirando a su alrededor al mismo tiempo.

Encendió el móvil y llamó al motel.

El joven apretó el botón de llamada en espera y atendió la suya.

—Best Western.

—Sí, soy la señora Colson, me he registrado hace un rato.

—Sí, señora Colson.

Parecía nervioso. Miraba a todas partes, agitado.

—Me ha dado la habitación 204.

—Sí…

—Creo que hay alguien en mi habitación.

—Señora Colson, no sé…

—Quiero que venga a abrir la puerta o ¿tengo que llamar a la policía?

—No, estoy seguro de que… Voy enseguida.

—Gracias.

El joven recuperó la llamada anterior, dijo algo a toda prisa y abandonó la recepción para echar a correr hacia las habitaciones de la parte de atrás.

Alex bajó del coche y, sin perder tiempo, cruzó la calle, entró en la recepción, dio la vuelta al mostrador, cogió el arma y salió de allí. Se trataba de una Remington recortada de calibre 12. No era la que ella habría elegido, pero por el momento le serviría. Ya compraría los cartuchos más adelante.

Volvió a subir al coche.

—¿Para qué es la pistola? —preguntó Jamie.

—Por si acaso —contestó su madre.

Puso el motor en marcha y se dirigió hacia Camino Real. Por el retrovisor, vio que el joven regresaba a la recepción, desconcertado.

—Quiero ver la tele —protestó Jamie.

—Esta noche no —dijo su madre—. Esta noche vamos a vivir una aventura.

—¿Qué tipo de aventura?

—Ya lo verás.

Se dirigió hacia el este, lejos de las luces, hacia la oscuridad de las montañas.

Ir a la siguiente página

Report Page