Meta

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-Pues bien, tal y como se decía en el artículo, el objetivo de la compañía que había emprendido la búsqueda era que dichos individuos, aquellos a los que hacían el llamamiento, supuestamente dotados de cualidades sobresalientes como pudieran ser la resistencia a ciertas enfermedades, la capacidad de curación, o la facilidad extraordinaria para la cicatrización, por poner algunos ejemplos, pudieran conducirlos al desarrollo de nuevos medicamentos que pudieran beneficiar a otras personas.

-¡Vaya!

-Como puedes ver, la idea de que los seres humanos estamos dotados de súper cualidades está ya muy extendida y asumida por la práctica totalidad de la comunidad científica. Fuera del ámbito académico apenas se habla del tema, cierto, y por alguna razón que desconocemos, la mayoría de gobiernos, en la mayor parte de los países,  no quieren ni oír hablar de la posibilidad de que los seres humanos no estén utilizando todo su potencial y es como si… Bueno, ya hablaríamos de eso más adelante si se da la ocasión.

-Pero Gabriela ¿qué personas tienen esas cualidades? ¿te refieres a las que busca esa empresa farmacéutica?

-En realidad Josué, todas las personas las tienen, lo que ocurre es que en algunas personas están, como decirlo… afloradas, y en otras no. Lo que la empresa farmacéutica busca son sólo algunas de esas cualidades en personas que ya hacen uso de ellas, para transformarlas en medicamentos que las puedan activar en todos los demás.

-¿Todos tenemos súper cualidades, entonces?

-Todos, Josué. Hoy ya nadie en nuestro campo de investigación duda de ello. Las evidencias son incontestables.

-¿Y qué son exactamente las súper cualidades? ¿Hablamos de resistencia, fuerza, una vista y oídos excepcionales, y … cosas así? ¿Cómo Súperman?

-Bien, por qué no, pero no va por ahí nuestra línea de trabajo. No estamos hablando de héroes de cómic exactamente. Podemos ir si te parece viéndolas de poco a poco si es que decidimos dar continuidad a estas charlas pero, a modo de introducción, podría decir que se trata de un conjunto de cualidades humanas que están construidas sobre habilidades personales. En la mayoría de casos desconocemos que las tenemos,  y que nos permitirían mejorar nuestras vidas y las de las personas que nos rodean si consiguiéramos manejarlas. La mayoría de estas habilidades se hallan en nosotros al nacer, pero ocurre que las dejamos que se vayan apagando poco a poco al no utilizarlas. Después, cuando ya somos adultos, no nos vemos capaces de sacarlas a la superficie, de tenerlas a nuestra disposición.

Perdona Josué, no te ofrecí nada ¿te apetece un poco de agua?

-Eh… Sí, gracias.

-Como te decía –prosigue, después de servir los vasos- son como talentos que no hemos trabajado pero que subsisten. Es, por ejemplo, esa parte oculta de uno mismo que, sin saberlo, en más de una ocasión lleva a tu boca la respuesta a una pregunta que no sabías que sabías, o la que te ofrece la certeza de la mejor decisión posible para un problema que parecía altamente confuso para ti hasta ese momento. A veces te hace entender de repente una frase en una lengua que no conoces y  que nunca habías estudiado, y es también como cuando lees sobre algo y de repente sabes que aquello que se explica ya lo sabías, si bien no eras consciente de ello hasta ese momento. ¿No sé si me vas siguiendo?

-Sí, sí, sé a qué te refieres. A veces estás como iluminado ¿no? Como cuando sabes la dirección correcta que debes tomar en una ciudad desconocida para llegar a tu destino, o encontrarte con alguien que necesitabas ver ¿Sí? También cuando piensas en alguien y ese mismo día te llama por teléfono ¿Verdad?

-Efectivamente, como tú dices, a veces sucede, a lo largo de la vida, que éstas se presentan en forma de episodios de “inspiración”, que es como más habitualmente las conocemos, pero después de que aparecen espontáneamente, no somos capaces de retenerlas y conservarlas y, tal y como vienen, desaparecen, dejándonos un agridulce recuerdo. La sensación es clara; “yo fui”, “yo lo hice” “lo tenía claro” “fue fácil” pero, lamentablemente, la pregunta que viene después es siempre la misma ¿Por qué ahora no?

-¿Te ha pasado a ti también Gabriela?

Echa su cuerpo hacia atrás y me mira reflexivamente. Parece no se esperaba una pregunta tan directa. A mí, por el contrario, me ha parecido normal preguntarlo.

-Vaya, supongo que es lógico que lo preguntes. Está bien, no sé por qué pero te contaré algo que en muy pocas ocasiones he compartido. Ciertamente en mi vida he tenido varias experiencias de ese tipo, momentos de “inspiración”, como creo le debe haber pasado a todo el mundo, pero la más emocionante me ocurrió a la edad de 18 años. En aquel entonces me estaba aplicando con auténtica fruición en mis estudios, al tiempo que devoraba una novela de gran interés, con una trama ciertamente enrevesada de múltiples personajes y complejas redes, y todas las tardes dedicaba una media hora a la meditación trascendental. Además hacia cortas tablas de ejercicios físicos y paseos regulares por la playa. Estaba sola en una casa que mis padres tenían por aquel entonces en la costa, en Punta Bermejo, un lugar de veraneo. Era invierno, así que no había casi gente viviendo por allá en aquellos meses, por lo que apenas hablaba con nadie durante el día y no miraba la televisión ni leía la prensa. Las horas de lectura diaria, entre la novela y los estudios, no eran menos de seis cada día, habitualmente hasta ocho horas diarias. Entonces, de manera progresiva, empecé a notar que cada vez me era más fácil asimilar los conceptos que estaba estudiando y, para mi sorpresa, cuando durante toda mi vida las matemáticas se me habían mostrado insufribles, operaciones matemáticas estadísticas, el entendimiento de fórmulas y su aplicación empezaron a resultar claras, diáfanas, fáciles de entender, sumamente fáciles, Josué, cómo decirte; las cifras se volvieron amistosas, parecían colaborar para hacerse comprensibles. De repente me manejaba en los números como en las letras, todo era asimilable, mi mente y mi consciencia estaban abiertas, como si dejaran el paso libre a áreas de mí personalidad, de mi Yo, que hasta ese momento hubieran permanecido cerradas, como habitaciones a oscuras en las que ahora entraba la luz.  A mi mente acudían sin problema todos los conocimientos que hasta ese momento había adquirido, desde la infancia, con extraordinario lujo de detalles, tanto como decir que podías no sólo dar la respuesta a un pregunta sobre, por ejemplo, geografía, sino que mientras lo hacía recordaba perfectamente el día en que en el colegio, de niña, había aprendido ese dato, recordaba el momento preciso en que esa información llegó a mí, el instante en que el maestro impartía esa lección o la manera en como lo había leído en un libro, cómo se había almacenado en mi ser y como ahora brotaba en forma de palabras desde mi boca.

Hace una breve pausa que yo aprovecho para beber mientras los dos nos miramos fijamente, en silencio.

-La prueba física del cambio la obtuve un día inesperadamente. Estaba estudiando el temario, delante de mí tenía el libro y a la izquierda de este quedaba una libreta para tomar notas y a su izquierda un bolígrafo. Quise apuntar unas frases, así que sin dudarlo tomé el bolígrafo y lo hice. Empecé a escribir aquellas frases, casi sin levantar la mirada del libro. Y entonces me di cuenta. Dirigí mi vista a la mano que sostenía el bolígrafo y allí estaba, la mano izquierda de una persona diestra escribiendo en una letra perfecta, hermosa diría, con total naturalidad, en líneas paralelas perfectas, sin percatarme hasta entonces que todo había ocurrido con absoluta normalidad, espontáneamente, sin que hubiese sido necesaria una especial concentración, sin un esfuerzo extra. Escribir con la izquierda fue natural para mí, no requirió más atención que hacerlo con la derecha.

-¿Y qué ocurrió? -le digo abriendo los ojos e inclinándome hacia ella-.

-Bueno –responde con una ufana sonrisa en los labios- los días siguientes, durante tres o cuatro semanas, fueron una autentica orgía de Súper Cualidades, mi memoria funcionaba como un disco duro, mi cuerpo respondía a todo reto con facilidad, mi alma estaba en paz, las palabras fluían como nunca. Aquello que decía interesaba y encandilaba a quien me escuchara. Cuando me cruzaba con personas desconocidas en la calle, en ocasiones, de manera espontanea nos sonreíamos mutuamente, como dos amigos que se reconocen a lo lejos y se felicitan el uno al otro con una sonrisa. La palabra es “conexión”, conexión con mi cuerpo, conexión con mi mente, conexión con la gente que me rodeaba, en definitiva, conexión conmigo misma, de una manera plena y absoluta, sin filtros.

Ocurrió todo después sin darme cuenta, mis estudios acabaron, aquella novela también, los días en la costa y los paseos por la playa quedaron de recuerdo. La conexión se fue diluyendo y con ella las Súper Cualidades. Desde entonces, en los últimos veinte años, he tenido a menudo momentos de “inspiración” que me han hecho patente que aquello no fue una ilusión y, por ello, he dedicado todo este tiempo a intentar recuperar todas esas facultades extraordinarias e intentar descubrir cómo cada uno de nosotros podría conseguir conectar con las suyas. No alcancé el objetivo plenamente, ni mucho menos, el camino era largo, y todavía había mucho por hacer, afortunadamente. Más tarde me incorporaría a Meta y en ese devenir, junto con el equipo de personas que formamos el programa, hemos descubierto algunos instrumentos que facilitan la recuperación de las súper cualidades, y el cómo articularlos para facilitar la apertura de esos canales y, lo más importante, hemos descubierto también cuál es la clave para retener cada progreso que se realiza.

-¿Cuál es la clave?

-La clave está en la trascendencia de nuestros actos como miembros activos de nuestras respectivas comunidades, Josué. Hemos comprobado que las Súper cualidades que no se ponen al servicio altruista de la comunidad, se desvanecen, se diluyen, se retraen, pues éstas se nutren de las emociones intensas, las cuales nacen de las relaciones interpersonales. En otras palabras, lo que no se comparte, se acaba perdiendo.  Es como si las habitaciones del subconsciente estuvieran a oscuras, mientras que sólo la fuerza de la emoción puede iluminarlas abriendo sus puertas. Por eso, todos los investigadores que formamos parte del proyecto, estamos comprometidos con su difusión una vez vamos confirmando los resultados a través de las pruebas con cada uno de los sujetos, y por eso pedimos a todos los voluntarios que forman parte de la investigación recibiendo el programa de entrenamiento, que se comprometan a utilizar los recursos que obtienen en beneficio de las demás personas y no sólo en su propio beneficio. ¿Entiendes lo que quiero decir Josué?

VIII – But I’m a Creep

 

 

Salí de allí intrigado, lo reconozco. El lugar, rodeado de elevados árboles y frondosos jardines contribuía sin duda a crear un cierto halo de misterio alrededor de todo aquello. Así que a eso es a lo que se dedican; a “entrenar” a personas para que saquen a relucir supuestas súper cualidades que ni esas personas saben que tienen.  Con estas cosas me pasa como con ciertas películas horrendas. Después de verlas me pregunto cómo alguien ha conseguido la financiación necesaria para rodarlas y sin embargo, después, parece imposible que algunos proyectos que a todos nos parecerían de sentido común, como investigar una vacuna para alguna enfermedad que hace estragos en medio mundo, obtengan siquiera la mitad de ese dinero para llevar adelante su trabajo de investigación. Aunque por otra parte reconozco que, si llevan tantos años dedicados y con tantos países involucrados, algo debe haber, algo deben haber encontrado, de lo contrario, no se explicaría todo este aparatoso montaje alrededor tan sólo de una idea. En fin, tengo asuntos más importantes que atender ahora mismo, como averiguar cómo financiar la reparación de la motocicleta y encontrar un trabajo. Creo entonces que lo primero será ir al bar de Blasa. Qué mejor lugar para reflexionar si no. 

-Hola…. ¡Hola, Sophie! ¿Qué tal? ¡Qué sorpresa!

-Hola, Josué. Sí, Armand quería merienda y hemos entrado a por unos croissants ¿Cómo estás? Nos quedamos un poco preocupados hier. ¿Te duele el golpe?

-Ja… no, qué va. No te preocupes, mi cara puede soportarlo. Lamentablemente la motocicleta no aguantó tan bien.  ¿Queréis tomar algo? Os invito.

-¿Aquí?

Lo dice abriendo unos sorprendidos ojos y caigo entonces en lo inapropiado del grasiento local de Blasa. No hay mucha gente, tampoco poca, pero la pátina que lo cubre le despierta a uno cierta incomodidad, cierto prejuicio.

-Sí, mamá -dice el pequeño Armand mientras ya se sienta en una silla dando por supuesta la concesión de la madre-.

-Oh, ça me va, gracias Josué.

Dice ella mientras busca acomodarse en la silla al lado de Armand. Sophie tiene siempre que la he visto esa atmósfera de recién aterrizada del cielo, como despistada, lista siempre para volver a volar. Tiene un aire de no haber hecho nunca nada malo. Grácil. Inocente. Su voz es a menudo casi inaudible, como una melodía de susurros, que mientras salen de su boca pudieras sostener en la palma de la mano.

Yo la miro allí sentada, esperándome, y por un momento me siento mareado. Me espera a mí, va a tomarse algo conmigo, voy a hablar con ella… y cuando me quiero dar cuenta ya llevo un incómodo y largo rato pasmado, de pie delante de ella, sin reaccionar. No me importa, ha sido un tiempo bien invertido.

Ella pide una cola. Yo iba a pedir algo con más alcohol pero finalmente decido imitarla.

Hacemos los comentarios habituales sobre el barrio, el grisáceo clima que no cambia y otras conversaciones tan preliminares como banales. Mientras hable conmigo a mi me parece todo mejor, hasta el local de Blasa tiene mejor luz y parece más limpio.

-Las cosas son complicadas aquí ahora, más aún para una madre soltera. A veces c’est dificile, ya sabes. Los gastos, los horarios… pas facile. Pago un alquiler muy alto por un piso muy pequeño, es realmente un ahogo para nosotros, pero no hay manera de encontrar algo más barato.

-¿Has pensado en volver a Francia?

-Bueno, alguna vez. Quizás en otras circunstancias, mais… Armand ha nacido aquí y, aunque le gusta ir de vacaciones a ver a sus abuelos, noto que aquí se siente más a gusto. En Francia, al cabo de unos días de estar con mis padres, ya veo que está añorando volver a Barcelona. Y… en realidad a mí también me gusta estar aquí. Es la ciudad perfecta en muchos sentidos. El clima c’est fantastique…

-Bueno, últimamente sólo llueve o está nublado.

-Ya, tienes razón, pero en París, esto es así la mayor parte del año y además hace mucho más frío que ici. Aquí el clima es bueno, y los niños son los primeros que lo disfrutan. Además se trabaja bien (cuando tienes trabajo, claro) y la comida es también muy saludable et bonne. Sí, no estoy mal aquí, pas du tout. Me gustaría quedarme, pero todo sería más fácil si no estuviera sola, je veux dire, sola criando a Armand, porque es todo más complicado cuando estás sola.

-Te entiendo… y….  ¿hay….? Digo… ¿No has encontrado aquí…? Esto….

-Ya, sí, o sea no. He conocido gente sí, peró la verdad es que ha sido muy decepcionante. O no tenían trabajo, o tenían trabajos que no daban ni para mantenerse ellos por sí mismos. No sé, no he tenido suerte

hasta ahora, parece que atraigo a hombres un poquito desastrosos. No puedes

plantear nada en serio con gente que no tiene trabajo o que tiene trabajos tan… bueno, ya sabes, un día aquí otro día allí.

Ni se ha dado cuenta del puñal que sus palabras me han clavado. A menudo los comentarios ingenuos son crueles porque en justicia no te permiten rebelarte ni reaccionar. Si hubiera futuro me gustaría defenderme, decirle que yo, a pesar de todo, me haría cargo, pero no puedo si ni siquiera es consciente de que me he sentido aludido.  Sigue hablando, lo sé porque se mueven sus labios, pero no la oigo, me he quedado tan aturdido que mi cabeza ha mezclado todos los ruidos del bar, con los de la calle, con los que hace Armand al dejar el vaso en la mesa y el estribillo de feria que hace una máquina tragaperras que reclama atención. A Sophie, no la oigo, pero la veo, aunque ahora me queda más lejos. Mucho más lejos.

-Entonces ¿vais a París en verano? -parece mejor opción hablar de costumbres que volver a la definición de su prototipo de hombre en la que, claro está, yo no encajo-.

-Oh, sí, bueno en verano y también en vacaciones del año. En realidad en verano vamos con mis papás a una casa que tienen en la Côte d’Azur….

Seguimos hablando de cosas insustanciales, ella hace pocas preguntas. Lo entiendo. Yo más. Comprensible también. Y como los culos de los niños tienen más movimiento que sus propios parpados, al poco, Armand ya clama por marcharse, pues parece ser que por la tarde hacen unos dibujos en la televisión que jamás puede perderse. Caso de vida o muerte según asegura Sophie.

Nos levantamos, nos intercambiamos los números de teléfono “para lo que pudiera ser” y me despido de ella mientras ajusto cuentas con Blasa. La veo salir hacia la calle, con su silueta recortada justo debajo del umbral de la puerta. Lleva una chaqueta roja ajustada como un guante a su cuerpo, con unos pantalones negros que le hacen justicia. Entre el cielo gris parece que el sol quiere abrirse camino. Queda todo tan poético como patético. Me siento absurdo. Giran a la derecha y la veo pasar a través del escaparate acristalado. Va diciéndole algo a Armand. No se gira, no mira hacia el interior, no me ve, no me mira. Ya se ha ido.

El aliento agrio de Blasa me devuelve al mundo. Tomo el cambio sobre la barra y reniego en voz baja de mi lamentable economía. Mientras me voy a casa, por la calle me digo; yo soy de esos “un día aquí y otro allí”. De esos con los que Sophie no quiere tratos. La entiendo ¿cómo no hacerlo?

Cambios, cambios Josué, la vida te pide cambios como un cobrador en la puerta de tu casa. Pero…. me digo, la vida siempre exige cambios pero en realidad nada parece cambiar. Todo depende de la distancia con la que te mires las cosas. Pero has de reconocer que en los últimos diez años no ha habido ningún cambio sustancial en tu vida. Creo que esto le pasa a todo el mundo en los treinta. Es esa edad en la que uno ya no es un estúpido pero al mismo tiempo eres aún joven y claro, quién va a querer cambiar si esas son las condiciones de la partida. Pero según se acaba la década empiezas a aburrirte de ser tú mismo. Sí, eso le pasa a la mayoría. Por eso les da a todos por casarse y tener hijos. Se sienten tan autosuficientes y aburridos que deciden entonces complicarle la vida al prójimo, bien sea casándose con su pareja o trayendo un hijo al mundo. Y entonces… ah amigo, entonces llegan los cuarenta y, aunque ya no eres estúpido, muy a menudo sientes que lo eres, y aunque ya no eres joven, quieres sentir que sí.

Y entonces todo ha cambiado. ¿Ves? Ésa era la perspectiva de la que te hablaba. Pero ocurre que esos cambios te han ocurrido con sigilo, nocturnidad, como una enredadera que, trepando por el tronco de su huésped, con los años acaba asfixiándolo sin que éste tenga ya la manera de deshacerse. El tiempo es así; echa raíces en la piel. Al principio te hacen sentir más sólido y más fuerte. Después notas cómo te van debilitando, cómo se apoderan de ti.

Ésos no son los cambios que te interesan, Josué. Los cambios que te pide la vida son los que debes propiciar tú, lo sabes, no regatees más. ¡No regateo! Lo que ocurre es que uno puede saber que ha de cambiar, que ha de cambiar algo, pero hacia dónde, para ser qué y, además, cómo cambiar, qué cambiar… ¿Acaso queda tiempo ya?

¡Ah, no! Ya me he leído tres o cuatro de esos libros de autoayuda. Qué tedio, si al menos fuera una literatura digerible... Pero no, todos parecen ser el programa electoral de algún iluminado. El club de los gurús donde al final, el único mérito de todos ellos es el de haber escrito un libro de autoayuda. Y siempre es lo mismo, organícese así, cambie este hábito, diríjase hacia la luz… ¡Pero si es una verdad matemática que el orden de los factores no altera el producto! Cambie lo que cambie, seguiré siendo yo… Para llevar adelante un cambio verdadero deberían cambiarme algún órgano, o un par mejor; recircular los humores del cuerpo, alterar la fecha de mi nacimiento e incluso el lugar. Lo que sea tiene que moverse desde bases más profundas que algo tan simple como el hábito o la actitud. La actitud es producto mío. Años cultivándola. Nos pertenecemos. Somos uno. ¿Cómo decirle que se marche si ella es yo? Es cómo pedirle a tu amada que cambie. Si no te valía, te hubieras buscado otra. Ahora es tan injusto como tarde.

Entro en casa y voy directo al ordenador, me lo dejé encendidocon el reproductor de música en función “aleatorio”. Suena Creep, la versión coral de Scala & Kolacny Brothers. Creo que no me apetece que la casualidad sea tan socarrona conmigo, pero al final acabo dejando que suene. No es tan grave. Al menos eso creo.

 

But I'm a creep, I'm a weirdoWhat the hell am I doing here?I don't belong here

I don't care if it hurtsI want to have controlI want a perfect bodyI want a perfect soul…

 

De niño me refugié en la razón para protegerme de mis miedos. Es un mal negocio pues la razón inventa después monstruos aún peores que te persiguen durante toda la vida. Son nuestros monstruos personales. Están ahí. Están siempre ahí, aún cuando creas que los has olvidado, siempre que sopesas dar un paso nuevo, ellos aparecen. A menudo no dicen nada, sólo te miran a los ojos, agazapados desde el rincón oscuro. A veces es su olor. Huelen a costra y a pañales usados. Otras veces es como respiran, a tu espalda, justo encima de tu hombro y entonces tu brazo se queda quieto, rígido, pegado al cuerpo. Continuamente parece que vayan a hablar pero no se oye más que un ahogado lamento. Viven dentro de ti y contigo, comen de ti.  Mis queridos monstruos. Me queda el consuelo de saber que cuando yo muera vosotros moriréis conmigo.

Empieza a retumbar el suelo, apenas consigo escuchar la música de mi reproductor, pues desde abajo sube con fuerza el sonido del Hallelujah de Leonard Cohen, pero en una versión que no reconozco.

 

Hallelujah, HallelujahYou say I took the name in vainI don't even know the nameBut if I did, well really, what's it to you?There's a blaze of lightIn every wordIt doesn't matter which you heardThe holy or the broken Hallelujah…

 

No es una voz desgarrada aunque el sentimiento sí lo es. Afinando el oído confirmo que no es Leonard ni ningún otro que yo conozca. Sin duda la música viene desde el piso de abajo, del piso de Gabriela.

-Sí, voy. ¿Quién es?

-Hola Gabriela, soy yo, Josué.

-Oh, Josué, perdoná, no me di cuenta de que tenía la música tan alta.

-Ah, no, no es por eso…. Por cierto ¿quién la canta?

-Ah… ¿Te gustó? Es el Hallelujah de Jeff Buckley. Está grandioso ¿No es cierto? Se me pone la piel de gallina cada vez que la escucho.

-Tomo nota, ya me haré con esta versión. No la conocía.

Sigue tan atractiva como la última vez, si bien ahora la piel de su rostro está ligeramente más húmeda y tiene un cierto rubor en las mejillas que antes faltaba.

-Gabriela, sé que me dijiste que amistades de los investigadores no pueden formar parte del programa Meta, y he estado pensando en ello. En realidad no sé si somos amigo ya, pero estoy seguro de que si no lo fuéramos y entrara a formar parte del programa, lo acabaríamos siendo.

Se me queda mirando pensativa, mientras mis ojos van cayendo por su garganta hasta pararse en el canal que se hunde entre el cierre de la blusa. También su piel está ahí más húmeda. Ha debido estar danzando o cantando y se le nota la respiración ligeramente acelerada. Tengo entonces la reacción instintiva de respirar el aire que ella exhala y aprovecho el gesto para volver a mirarla a los ojos. Ella no ha dejado de mirarme.

-Entiendo…Dejame hacer un par de llamadas y te cuento. ¿Te parece?

-Sí, claro, me parece perfecto. Entonces…. Bueno, ya me dirás… ya sabes dónde encontrarme –acabo diciendo con una mueca cómica que recuerda lo patético que soy-.

-Sí, lo sé. Sos el vecino de arriba.

Lo dice poniendo su ladeada sonrisa de complicidad mientras va cerrando la puerta frente a mí y deja que su mirada se escurra hacia el interior sin dejar de mirarme a los ojos. Cuando me retiro escaleras arriba siento que vuelve a subir el volumen del tocadiscos. Definitivamente debo hacerme con esa versión de Hallelujah.

IX - Estornirosas de colores 

 

 

Lunes. Luce el sol. Palau de les Heures. Vuelvo a estar sentado en la misma silla, en la misma gran sala. Su silla está vacía. Según me ha contado quiso comentar mi candidatura al programa con sus colegas para ponderar los “riesgos” de mi participación, considerando nuestra condición de vecinos y mi edad un poco por encima del rango que buscaban. Acordaron telefónicamente que otro investigador también trabajaría regularmente en la fase de “campo”. Por el nombre, aunque no lo recuerdo, es alemán. Hoy nos presentarán.

Gabriela entra en la sala. Sola. Hoy lleva un suéter negro de cuello alto, con unos ajustados pantalones también negros. Hoy me perderé observar la piel de su cuello mientras me habla. De esta guisa no es tan carnal y queda más aséptica a las bajas pasiones, si bien no pierde en elegancia.

Lleva un par de carpetas bajo el brazo y de la otra mano sostiene una botella de agua de cristal con un par de vasos de papel. Me fijo en que la botella lleva una etiqueta adhesiva blanca, como las que se utilizan para las direcciones postales de los sobres de empresa, pero no puedo leer qué pone pues el anverso me queda del otro lado. Supongo que llevará escrito su nombre; es muy común que la gente etiquete su propia botella en las empresas y lugares de trabajo.

-Josué, voy a hacerte una primera introducción a ciertos fundamentos del programa Meta. Me gustaría que me dijeras si los entendés y si crees que podés llegar a compartirlos. Si llegás a esa conclusión, entonces mi colega, el Dr. Schulze, pasará a continuación para que juntos completen unos test de seguimiento y tomemos una primera imagen de tu biocampo ¿Te parece?

-Sí, me parece bien. Estoy impaciente.

-Bueno, aprovecho tu comentario para decirte que el programa tiene una primera fase de implantación de tres meses, y después va seguido de un programa de seguimiento y modulación durante veinte meses más. A partir de ahí el seguimiento se realiza durante varios años pero ya son entonces no más que entrevistas personales cada tres meses. Hay pues que tener cierta paciencia. ¿Me seguís?

Pues ciertamente es mucho más tiempo del que había pensado. Un libro de autoayuda se lee en un par de días. Veo que aquí gustan de complicar un poco más las cosas. En cualquier caso, ya estamos metidos. Digamos que le digo que sí y después si lo encuentro muy pesado ya inventaré alguna excusa para dejarlo.

-Sí, claro Gabriela. Veo qué vais en serio -lo digo buscando en el gesto una complicidad que ella voluntariamente ignora-

-Josué, seguir un método, si bien no es un requisito fundamental, nos permitirá avanzar desde aquel punto en el que nos encontramos hacia aquel que queremos llegar –dice marcando dos puntos en aire con su dedo índice- de una manera progresiva, ordenada y consecuente, donde cada paso dado, pone la base para el siguiente, así como al caminar el impulso hacia delante de un pie aporta la energía necesaria para que el otro pie se vaya despegando del suelo, lo que es requerido para dar el siguiente paso y encaminarnos hacia allí donde queremos llegar.

Mmm… ya lo había entendido, no hacía falta ese rodeo, pienso, pero veamos a dónde quiere llegar.

 

-Así pues, poner en orden nuestras ideas y trazar un plan de objetivos es siempre una excelente base para iniciar un cambio. Pues si el cambio es una cualidad permanente de la naturaleza humana, estar preparados para el cambio debe ser una constante. ¿Me seguís?

-Sí, creo que sí.

-Sin embargo, esto no es siempre una tarea sencilla, Josué, dado que la gran cantidad de información disponible, las múltiples experiencias vividas por cada uno de nosotros, y la contradicción de mensajes, deseos y -hace una pausa estirando la “y”- …frecuentemente objetivos, dificultan sobremanera el trabajo de reflexión necesario que debería hacer cada uno para proceder con dicha organización de ideas y establecer sus metas. ¿Sí?

Me mira fijamente a los ojos buscando una respuesta que no espera para seguir hablando. Mejor, porque no hubiera sabido qué responderle.

-Una vía de solución, –continúa- un primer recurso para salir de la situación de estancamiento producida por la multiplicidad de objetivos, como consecuencia de la diversidad de opciones de que disponemos en las sociedades modernas, es concentrarse en aquello que es esencial para nosotros y para cualquier ser humano. La identificación de quién y cómo es uno mismo y cómo y de qué forma se integra en el conjunto, cómo forma parte y contribuye al conjunto social, universal, del que indiscutiblemente todos formamos parte –y con sus brazos dibuja una especie de abrazo en el aire que a mí no me atrapa-. La identificación apropiada de uno mismo –continua- no es una tarea encaminada a describir al individuo en la forma y cualidades que actualmente manifiesta, es decir, en la forma que se están expresando hasta el momento, sino en identificar la verdadera esencia potencial que nos permitirá la expresión plena y absoluta de todas nuestras cualidades, de tal suerte que, gracias al proceso de  tomar conciencia sobre el Superhombre (o de la Supermujer) que hay en cada uno de nosotros, podamos contribuir activamente al desarrollo de Súper Comunidades, altamente capaces, sostenibles y evolutivas que abran el camino a una nueva era, más humana y transcendente.

-¿Súper comunidades? –pregunto impulsivamente frunciendo exageradamente el ceño-.

-Sí. Así es, Josué, las Súper Comunidades son sociedades donde la mayoría de sus miembros son capaces de expresar un cierto número de cualidades destacadas, el ejercicio de las cuales, vuelcan principalmente en beneficio de la comunidad.

Habla con pasión, pero desde luego ha cambiado la manera de comunicarse. La científica que lleva dentro ha salido a la superficie. Sus ojos miran fijamente, no sueltan la presa hasta que están seguros de que lo que quería decir ha entrado en la mente del otro. Ha sido comprendido. Veo su piel blanca, tan blanca alrededor de sus rojos labios pintados de carmín, y su pelo rizado, inmóvil, parece alinearse con su discurso. Parece un Modigliani en blanco y negro, pero su mirada, claro, es mucho más penetrante.

-Fijate que, el fundamento sustentador, que es a su vez uno de los principios de la Meta Genealogía, reside en la distinta dimensión vital de ambos elementos; mientras que el hombre es mortal, la humanidad no lo es y es por eso que esta última es la única que puede proporcionar dimensión y perdurabilidad vital a las acciones que sus miembros realizan, pero… –Gabriela abre aquí teatralmente sus ojos- siempre y cuando éstas lo sean en su beneficio, en beneficio de la comunidad, de una u otra forma, directa o indirectamente, pero siempre de una manera clara. Siendo así que se justifica que, como han concluido y ejercido, tanto en el pasado como también ahora, ilustres científicos, artistas, políticos y filántropos, el fruto de las Súper Cualidades deba necesariamente revertirse en beneficio de la humanidad en su conjunto, en la comunidad, con el fin de crear más y mejores comunidades, superiores a las anteriores, en definitiva Súper Comunidades, que actúen como reflejo de las Súper Cualidades individuales de todos. 

Hace una pausa y me mira con la duda de si estoy siguiendo su discurso o ya me he dormido por dentro.

-Pero, ciertamente, todo gran viaje empieza aquí, donde están nuestros pies, -lo dice bajando la mirada al punto del suelo donde coinciden en enfrentarse los nuestros - …con un primer paso, y el descubrimiento del Superhombre o la Supermujer que hay en cada uno de nosotros, tal y como F. Nietzsche lo definiera, representa ese primer paso imprescindible que ha de poner las bases para hacer el camino, al tiempo que nos servirá para escapar de la asfixiante multiplicidad de opciones que antes comentaba y de toda duda interior, si acaso es eso posible -dice mientras arquea sutilmente las cejas- una vez que sabemos quiénes somos, cómo gobernarnos y hacia dónde dirigirnos para alcanzar nuestro destino.

Esto último me ha sonado a soflama de libro de autoayuda. Creo que no ha notado el rictus en mi cara, y si lo ha hecho, ha disimulado muy bien. No he leído a Nietzsche. Bueno, lo intenté una vez, pero no pasé de las primeras páginas. Me pareció insufrible.

Se queda en silencio y el silencio es hasta cierto punto incómodo. Llena dos vasos con agua y me alcanza con decisión uno de ellos. Mientras bebo me sigue mirando ininterrumpidamente a los ojos. Luego continúa.

-Definidas estas premisas; somos pues cada uno de nosotros  a un mismo tiempo,  el motor, el instrumento y el viajante y siendo el destino nuestra personal contribución a la Súper Comunidad, resulta pues más claro y por tanto más fácil y satisfactorio emprender el camino.  En otras palabras, Josué, si sabés que formás parte de algo, incluso aunque no podás verlo, sabes que no estás solo ¿No te parece? –pregunta poniendo una inesperada ternura en su tono de voz-.

-Bueno, sinceramente, no sé qué decir, pero entiendo por dónde vas. Es cómo una deuda ¿verdad? ¿Cómo un pacto de retorno de aquello que se te ha dado? Devuelves a la comunidad aquello que tu condición de miembro de…., pues eso, de la comunidad humana te ha otorgado ¿Es así?

-¡Estupendo! Veo que vamos bien Josué –exclama dibujando una gran sonrisa-. Pero qué son entonces las Súper Cualidades, te estarás preguntando ¿Verdad? Lo iremos descubriendo a lo largo del programa, pero… a modo de introducción, podemos decir que se trata del conjunto de cualidades destacadas, construidas sobre la base de habilidades personales que en muchos casos desconocíamos que poseíamos,  y que nos permitirán mejorar nuestra vida y el de las personas que nos rodean –dice frunciendo ligeramente el ceño-. Esto ocurrirá de una forma a veces sutil y otras de manera mucho más evidente. La mayoría de estas habilidades se hallan en nosotros al nacer, Josué, pero se cultivan unas en detrimento de otras cuando en el periodo que va de los tres a los trece años, conducidos por el camino de la especialización. Ocurre después a menudo, en nuestra vida adulta,  que no somos capaces de explotarlas para construir las Súper Cualidades que han de facilitarnos un mejor conocimiento de nosotros mismos y una mayor y mejor contribución a la sociedad.

-Sí, recuerdo que hablamos de esto la semana pasada; tu experiencia personal, la mano izquierda, pero, realmente, si es cómo vosotros proponéis, quiero decir, que si hay realmente una especie de poderes especiales en todos los humanos… ¿Es de verdad posible sacarlas a la luz? ¿cómo se les manda a esas cualidades que salgan a flote?

-Querido Josué, tal y como habló Zaratustra  “… sólo se manda a quien no sabe obedecerse”.

-Ahora sí que me he perdido.

-Josué, el método es la respuesta. El método es la esencia de Meta. Y la disciplina la fuerza motriz de todo método.

-Cuéntame más…

-Uhm… Me temo que no más por hoy.

Lo dice ensanchando su mirada y dibujando otra de sus amplias y luminosas sonrisas. He visto el brillo de su ojo izquierdo que siempre queda detrás de los rizos que caen sobre la mitad de su cara. Ha vuelto la Gabriela del piso de abajo, la de las emociones humanas.

-Ahora es tu turno Josué. Si vas a entrar en el programa ya sabés cuáles son nuestras normas. ¿Estás dispuesto?

-¿Te refieres a los test?

-Sí, a los test, a la toma de imágenes del biocampo y a la firma de un par de documentos. Un contrato con la Fundación.

-¿Un contrato?

-Sí, por supuesto, se requiere un cierto compromiso por tu parte, ya sabés, con el programa y sus valores.

-Entiendo. Me preocupa Gabriela de este tipo de planes que… ¿Cómo decirlo? Que al final se me hagan largos, que me falten las ganas de continuar, no sé, la motivación… No quisiera defraudarte, sabes.

-Josué, sé perfectamente a qué te refieres. Por eso la “disciplina” es una de las variables principales del programa. La primera fase empieza precisamente con una serie de técnicas para favorecerla, para potenciarla. El método está íntegramente estructurado y las “debilidades” humanas -hace un gesto con los dedos para significar unas comillas en el aire- son una prioridad en el plan de acción, como ya irás viendo. De algún modo, hay una reconstrucción total del individuo. Entendemos que no es posible cambiar si no se cambian los fundamentos, si no desmontamos primero lo que está mal o no conviene, antes de empezar lo nuevo. Pero… puede que sí, puede que tengás razón y me haya equivocado contigo y no seas la persona adecuada ¿Qué opinas?

Qué sencillo es para una mujer inteligente manejar a un embobecido hombre, provocarlo y llevarlo a su terreno. ¿Que qué pienso? ¿Acaso me ha dejado opción? No tengo excusa, lo sé, he sido yo el que ha insistido en ponerse bajo su sombra y ahora, quedo a su alcance, vulnerable. Soy un tipo facilón, me dejo, es cierto, qué le voy a hacer, al otro lado sólo me queda la melancolía.

Unos minutos más tarde vuelve a entrar en la sala. Esta vez acompañada del alemán. Es un tipo joven, no parece siquiera llegar a los treinta. Lleva gafas de metal y cara de alemán, por supuesto. Es delgado y va con una bata blanca abierta. Debajo viste tejanos y una camisa de cuadros rojos y blancos. El pelo rubio, no muy espeso y muy corto. Según se acerca va dibujando una protocolaria sonrisa en el rostro. Contra todo pronóstico, sus ojos son marrones.

-Mirá Josué, dejá que te presente al Dr. Schulze. El Dr. Schulze está con nosotros desde hace un par de años y hoy ya nadie concibe el equipo sin sus aportaciones. Dr. Schulze, le presento a Josué, nuestro nuevo candidato.

Nos estrechamos la mano. Él con un poco más de efusividad que yo, debo decir. 

-Como te contaba viniendo, Josué ya ha tenido conmigo, lo que podríamos definir como dos sesiones introductorias. Preliminarmente tiene el perfil perfecto, lo que espero quede corroborado con tus test.

-Estoy seguro de ello, Gabriela, hasta ahora has acertado siempre. Sr. Josué, espero que podamos empezar pronto, hoy mismo si no es inconveniente para usted.

El alemán habla perfectamente el español, no tiene casi acento y siendo el más joven de los tres, muestra una cierta autosuficiencia frente a Gabriela ligeramente insultante. Parece como si estuviera un par de peldaños por encima de ella. Ciertamente no sé si él se ha situado por encima de ella o ella lo ha hecho por debajo de  él. En cualquier caso él disimula con dificultad el deseo que ella le provoca. Creo que no me va a caer bien. Decididamente no me cae bien.

-Sí, por que no. Ya estamos aquí ¿no? Veo que habla sin apenas acento alemán. Debo felicitarle. Creo que su español es mejor que mi alemán.

-¿Habla usted alemán?

Lo pregunta abriendo teatralmente los ojos y echando la comisura de los labios hacia atrás como si le estiraran el bocado.

-Eh…. No, no. Sólo bromeaba.

-Ja, Ja … -se ríe sin mucho convencimiento-. Oh, ya entiendo. Mi madre era española. Emigró en los setenta a Frankfurt y se acabó instalando con mi padre a unos cien kilómetros al sur, en la ciudad de Speyer, de donde yo soy. Después, con la caída del muro, nos mudamos a Leipzig, que es de donde vengo. Con ella siempre hablé en español y supongo que esa es la razón de que usted encuentre correcto mi español. Muchas gracias por observarlo.

Efectivamente, no me cae bien.

Minutos después y tras firmar uno de esos eximentes de responsabilidad y un extraño contrato que después me miraré con más calma, me he quedado de nuevo solo en la sala frente a unos rocambolescos test con una batería de preguntas que se supone he de responder con “sincera y absoluta libertad” según me han dicho. De algunas entiendo el propósito, como la que me pregunta qué pienso de la fama, o de la relación entre la ley y la justicia. Sin embargo hay otras un tanto desconcertantes, como la número doce.

12. Si unos metros delante de usted, ve un estornino y una mariposa que vuelan el uno alrededor del otro, danzando en continuos círculos rituales ¿Qué cree que va a suceder entre ellos en los próximos segundos?

Y, ciertamente, no sé qué responder ¿Que van a copular y tener estornirosas de colores? ¿Que el estornino va a comerse a la mariposa? O quizás que son libres de volar como les de la gana. No sé. Esto me va a llevar más tiempo de lo que pensaba.

Cómo se responde brevemente si no a la pregunta diecisiete: ¿Cuáles cree son las virtudes del poder? ¿Y sus defectos? Esto daría para toda una tesis; aunque también podría resumirlo diciendo ninguna y todos, o exactamente lo contrario.

Después de una hora y media recorriendo un itinerario de estrambóticas preguntas que dudo que el mismo Sigmund pudiera responder, llego a la primera de ellas. No es mi capricho, así lo indicaban las instrucciones: Lea la primera pregunta detenidamente, pero no la conteste hasta que haya respondido a todas las demás.

1. Imagínese sentado frente a una balsa de agua, de diez por veinte metros. Usted escucha el chapoteo que hace el agua que cae desde un generoso caño, un metro por encima del reflejo ondulante que se forma. La balsa está rodeada de unos altísimos árboles que sombrean más de la mitad de la balsa. Oye también el viento por encima de su cabeza moviendo las verdes hojas. Después de unos minutos ¿Qué cree usted que estará pensando?

En ese mismo instante me viene a la cabeza una frase que le leí una vez a un tal Peter Drucker: Las respuestas exactas son el resultado de plantear las preguntas correctas.


X – Binomios

 

 

Hoy me he levantado de mejor ánimo, sin sentir la nausea. Tanto que me he visto con fuerzas de intentar persuadir al mecánico para que fiara la reparación de la motocicleta. No lo he conseguido. La única confianza que sobrevive hoy día es la que se tiene sobre el propio sistema capitalista. Las demás, supongo, han caído en desuso. Uno se siente un poco traidor al dejar la motocicleta así, discapacitada, aparcada en la calle, delante del taller mecánico, como si quedara a su suerte. Las motocicletas acaban siendo como una prolongación de uno mismo, parte de uno mismo. Y al dejarla de ese modo, con la horquilla delantera doblada, lo que la obliga a estar como en una genuflexión reverente, parecía mirarme como un cíclope vencido y abandonado mientras me alejaba de allí. 

El aire es frio, pero hoy el perpetuo manto de grises nubes se ha roto y el sol ilumina la ciudad la mayor parte del tiempo. Supongo que eso influye en el ánimo de las personas y por eso me he levantado esta mañana con más convencimiento. Tengo sesión con Gabriela y confío en que hoy su precioso cuello quede a la vista. Tengo además curiosidad por saber hacia dónde quiere conducirme. Sé que es un ejercicio en vano, creo realmente que ella lo sabe y que los dos hemos aceptado este juego para, de algún modo, ponernos a prueba, no sé muy bien con qué finalidad. Ella debe jugar a algo así como a rescatar almas y poner a prueba teorías científicas muy poco prácticas, y yo… yo la verdad, bueno, tengo el tiempo, e intimar con ella no parece un mal plan. En verdad que mientras hace sus discursos queda poco espacio para intimar. Aparece sin preaviso una científica concienzuda y enérgica sin apenas rendijas por donde exhalar emociones, pero en los momentos previos y al final de las sesiones, vuelve a ser mi vecina de abajo y donde su cordialidad se desparrama. Creo que en general, en América del sur, sus gentes son más cordiales y sinceras en el trato que en Europa en su conjunto, pero en cualquier caso, me gusta especialmente cómo ella me trata. Me deja ser yo, de hecho, parece tener un especial interés en verme como soy. Está claro que le interesa la naturaleza profunda de las personas, principalmente, por razón de su trabajo. Sí, eso es cierto. Pero después de las sesiones se relaja y su curiosidad se muestra entonces sincera. Quiero creerlo. Sí, eso creo.

Entrar de nuevo en el Palau de les Heures tiene algo de familiar ya, sin embargo, el pasillo arlequinado y sin ventanas que parte del hall de entrada, con sus altísimos techos, sigue teniendo algo de antiguo orfanato, ligeramente siniestro. Pisar sobre las ranuras de las baldosas me produce cierta incomodidad y me he dado cuenta que siempre atravieso ligero el hall para saltar rápidamente sobre el primer peldaño de la escalera de mármol. La escalera y su barandilla parecen como un dique seco y seguro que te salva de acabar atrapado como un peón inútil en un tablero de ajedrez.

La planta superior es otra cosa. Hoy es aún mejor porque el sol luce a menudo y los grandes ventanales que quedan a ambos lados del gran corredor que lleva hasta la sala de sesiones muestran una vista privilegiada sobre los jardines que rodean el palacete y, más allá, sobre una parte de la ciudad. Sigo sin ver el mar.

La puerta está entreabierta y veo al fondo de la sala, frente a uno de los ventanales, a Gabriela hablando con el alemán (todavía no consigo recordar su nombre). Concentran la vista en unos papeles que él sostiene. Por los gestos que hacen parece que él le da la réplica sobre algo que no consigo entender. Sospecho que ha sido más contundente que lo pretendido pues seguidamente le pasa la mano por la espalda a Gabriela buscando atemperar su respuesta. Por encima del hombro Gabriela me ve entrar y con la mirada informa al germano de mi presencia. El alemán, mientras se gira hacia mí, vuelve a abrir los ojos y a echar atrás la comisura de los labios como si el jinete le diera el alto.

-Buenos días Sr. Josué. ¡Bienvenido!

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