Meta

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-La meditación regular –continua- conviene practicarla Josué al menos durante veinte minutos, dos veces al día. Durante ese tiempo, mediante la repetición continuada de un mantra (una palabra, una oración…) vamos a intentar dejar nuestra mente libre de cualquier otro pensamiento. Al menos de momento, pues como luego veremos, utilizaremos ese estado para introducir más adelante pensamientos que nos convengan en nuestro propósito de crecimiento –observo que sigue hablando mientras se levanta y camina hacia el fondo de la sala, dándome la espalda por unos instantes-. Ahora, no obstante, este es el objetivo primordial; liberar a la mente del continuo rum-rum que impide que, igual que un músculo puede ser relajado, dejándolo en reposo, hagamos lo mismo con la mente. Esto no es sencillo –continua mientras ya está de regreso en la silla- y no tan sólo en las primeras veces que uno medita, pues incluso los que llevan años meditando, tienen a menudo dificultad en conseguir que el rum-rum se detenga durante mucho tiempo seguido. La función del mantra es precisamente ayudarnos a reconducir la situación cada vez que nos desviamos del objetivo como más adelante te voy a explicar.

Cruza sus piernas e inclina su cuerpo ligeramente hacia mí. Me llega su aroma, inspiro como un ladrón y lo atrapo.

-¿Qué finalidad tiene entonces detener la mente, Josué? Pues además de los beneficios para la salud que se derivan y que están ampliamente demostrados en estudios clínicos, ralentizar el “engranaje consciente” es necesario para sincronizarlo con el “engranaje inconsciente” que, por decirlo así, tiene un nivel de revoluciones inferior –y dibuja un círculo con su mano izquierda en el aire-, y para que ambos puedan entrelazarse e interrelacionar entre ellos, es necesario aproximar ambas velocidades. La mente consciente está adaptada al entorno físico e intelectual que requiere la supervivencia de la especie, desde antes incluso de que lo fuéramos. En este sentido la mente se mantiene alerta, sensible a toda clase de estímulos exteriores del mismo modo que cualquier animal se mantiene alerta a cualquier signo de sus depredadores; como pudieran ser movimientos entre las ramas, olores, ruidos sospechosos… -casi murmura creando una extraña atmosfera- Así, del mismo modo, nuestra mente, acorde con lo que ahora le toca vivir -continua elevando el tono de voz- está alerta al tránsito de vehículos, al reclamo de un bebé, a las amenazas en el trabajo… Pero la mente continua siendo a su vez sensible a nuestro apetito, a si tenemos frio o calor, etc. pues obviamente este mecanismo de alerta se ha ido adaptando al nuevo entorno que hemos ido construyendo entre todos. Las amenazas han cambiado sustancialmente a lo largo de la historia de la humanidad, nuestro modo de responder a ellas, pues la verdad, no tanto ¿No te parece?

Por su parte, el subconsciente vive en un plano más transcendente, más propio del escenario que recientemente la física cuántica nos ha descrito, donde las leyes físicas de espacio y tiempo son mucho más elásticas. Una dimensión donde las partículas pueden estar en dos lugares a la vez, donde la relatividad del tiempo se manifiesta de manera constante. En ese plano, el concepto de “prisa” no existe. En ese lugar nuestro potencial no depende de nuestra mente, sino de nuestra dimensión transcendente conectada con todo nuestro entorno –hace una pausa para tomar aire. Yo estoy petrificado y desubicado al mismo tiempo-. Del mismo modo que la vitalidad y potencialidad de una planta depende conjuntamente de la luz del sol, del aire y la humedad ambiental de su entorno, del agua y del suelo que la sostiene, del mismo modo el subconsciente y las Súper Cualidades que éste atesora dependen de la interrelación con su entorno, de su interdependencia. El consciente se encarga de “negociar” con el entorno que lo rodea que es físico, mientras que el subconsciente se encarga de mantenerse en contacto e interdependiente con su entorno que no es sólo físico ¿Me vas siguiendo? –Me pregunta mientras se dispone a llenar los vasos con agua-.

-Sí, creo que sí. Se trata de poner todas las partes de uno a un mismo nivel ¿Verdad?

-Pero ambos planos, Josué, como he dicho, “giran” a ritmos diferentes y para poder crear un flujo mayor de comunicación entre ambos, de tal modo que se vayan progresivamente vertiendo potencialidades desde el subconsciente al plano consciente, para que así éstas puedan ser administradas en nuestro día a día, debemos intentar acercar las velocidades entre ambas identidades. Pero vayamos por partes, primero asegurémonos una práctica de la meditación regular y fructífera, después veremos cómo obtener partido de ella.

-Sí, creo que voy a necesitar tu ayuda en esto. No acabo de verme en esos estados que defines.

-Cuenta con mi ayuda Josué, y no te preocupes por cómo te ves, recuerda que hay mucho más que eso -abre los ojos y ladea la cabeza mientras aprieta los labios- hay mucho más de ti ahí detrás –y señala con su mirada hacia mis ojos, atravesándolos-.

Aprovecha entonces para hacer una pausa y beber agua al tiempo que me alcanza un vaso para que la imite.

-Mirá, cualquier momento de la mañana o de la tarde es bueno para meditar. Como decía antes, no es el propósito de esta sesión enseñarte el arte de la meditación, sino convertirla en una herramienta al servicio del desarrollo de tus Súper Cualidades. Pero podemos apuntar algunas reglas que son básicas y de gran utilidad, sobre todo si se vas a empezar a meditar por primera vez. En cualquier caso, lo recomendable es acudir a algún taller práctico y leer previamente algunos de los manuales al respecto que luego te pasaré para adecuar la postura y la respiración, si bien meditar no requiere de ningún aprendizaje complejo ni siquiera de ningún entrenamiento previo para empezar a obtener resultados. En realidad, a lo largo de nuestra vida,  en diversas ocasiones podemos encontrarnos en momentos de absoluta abstracción y plena transcendencia sin ni siquiera proponérnoslo.

La negra noche pone ahora nuestros reflejos en el interior de las ventanas. Veo su espalda y su nuca repetidas en todas las ventanas que quedan a su espalda, como un laberinto de espejos que multiplica el infinito. Yo reconozco la abstracción y la reconozco a ella, pero no sé si sabré ser lo que ella me pide.

-Josué, elegir el momento de la mañana o de la tarde depende de cada uno, pero es aconsejable que el momento esté debidamente insertado en tu agenda. No es necesario que todos los días lo hagas a la misma hora, pero sí que tengas establecida una pauta. La cuestión es que esté integrado en nuestro día a día y te comprometas con ello. Si lo dejas como algo para hacer “cuando tengas un momento libre”, créeme, nunca lo tendrás. Si te falta la disciplina necesaria para ser regular, ya sabes, acude a los binomios de pensamiento. Las sugestiones. Están ahí para ayudarte.

No hay por qué limitarse a meditar dos veces al día o hacerlo sólo durante veinte minutos, pero mantener este mínimo de duración y frecuencia te ayudará sin duda a adquirir el hábito y a alcanzar un provechoso nivel de transcendencia. ¿Me seguís?

-Sí, sí, adelante. Me interesa.

-Bien. Elegí un mantra. No importa cuál, sino que a vos te sirva, pero utiliza siempre el mismo. Es importante la familiaridad con tu mantra como ahora veremos. Que sea corto, mejor una sola palabra o un sonido. Internet te hará varias sugerencias con solo poner en un buscador la palabra “mantra”. Selecciona para ti una de ellas si lo crees conveniente. Que contenga un mensaje positivo será muy provechoso: gracias, estoy feliz, ohm… son sólo algunos ejemplos.  En definitiva, la función del mantra es ayudarte a silenciar el flujo de pensamientos que se agolpan en tu mente en cuanto cierras los ojos, siendo que al final, también el propio mantra queda neutralizado y tu mente en reposo. Del mismo modo que las personas que llevan gafas, al final, si no ponen especial atención en ello, no ven la montura de las gafas cuando observan su entorno, sea este próximo o distante, puesto que existe una función del cerebro que se encarga de anular en nuestra conciencia aquello que, si bien podemos percibir claramente si nos lo proponemos, no es relevante para nosotros pues ya está asimilado; así la montura de las gafas, el tren que pasa cerca de casa siempre a la misma hora o el tic tac del reloj del salón. Tanto es así que, cuando falta ese objeto en nuestro campo de visión o ese sonido habitual, es precisamente cuando nuestra alerta se dispara. Pues bien, de la misma manera actúa el mantra. Por un lado nos sirve para tener una guía en la que concentrar nuestra mente para que no divague entre todos los pensamientos que quieren captar nuestra atención mientras meditamos o mejor dicho, nos proponemos hacerlo. Y, cuando ya lo hemos conseguido, cuando estamos focalizados, el mismo ritmo repetitivo del mantra hace que éste se vaya auto anulando en nuestra conciencia dejándola completamente en blanco o muy próxima al reposo. En este sentido, sirve a mucha gente como mantra el propio sonido de su respiración, pues se ve en este caso con claridad cómo, si queremos, la escuchamos y podemos poner en ella toda nuestra atención, lo cual ayuda a no distraerse con otros pensamientos o cosas que ocurran a nuestro alrededor, mientras que, una vez vamos entrando en un estado transcendente, sin mayor dificultad, vamos dejando de estar focalizados en nuestra respiración, pues así de hecho lo hacemos la mayor parte del día; no pensamos en ella y ni siquiera oímos nuestra respiración si no nos lo proponemos. Fijate, como puede verse, el mantra es una especie de conserje o escudero que nos acompaña hasta la puerta del estado transcendente, la habitación oscura donde habita nuestro subconsciente, librándonos de las interrupciones y distracciones hasta ese momento y permitiéndonos el paso hacia el interior, mientras que, llegados a ese punto, él se queda en el umbral de la puerta para no perturbarnos mientras nosotros estamos ahí.

Toma un respiro y echa su cuerpo hacia atrás apoyando su espalda en el respaldo de su silla. Por un momento fija sus ojos en el techo de la sala, como buscando inspiración. Después vuelve a posarlos sobre mí, en su objetivo. Sus labios quedan como siempre a un suspiro de cerrarse, húmedos y brillantes.

-Y bien, ¿Cómo saber si estás transcendiendo? Primero, no te apures si ves que de los veinte minutos pasas diecinueve liberándote de pensamientos, es normal. Un minuto de meditación es un tesoro y hasta los monjes más experimentados sufren divagaciones de la mente hasta que consiguen llegar a la puerta del subconsciente. Segundo, la meditación es especialmente beneficiosa cuando ésta se practica con regularidad, por lo tanto no esperes resultados inmediatos ni deslumbrantes en las primeras semanas. Si a pesar de intentarlo no consigues transcender en las primeras ocasiones o, incluso en alguna sesión cuando ya estés experimentado, tampoco desesperes: es normal; nada realmente bueno se obtiene sin un mínimo tránsito. Ahora bien, puesto que como decíamos al principio, lo último que debes hacer es intentar tomar conciencia del proceso de transcendencia dada su naturaleza antagónica, por cuanto que al intentar estar consciente para percibirlo se frustra precisamente el objetivo de la meditación, identificar entonces algunas señales te ayudará  a saber si has transcendido, lo cual puede ser muy útil para que puedas medir tus progresos y aprender a manejar cada situación. Por ejemplo, cuando sueñas sabiendo que sueñas, estás en el límite de la transcendencia, dejarte caer está entonces en tu mano, toma en ese momento tu mantra y da los últimos pasos. Aquí el mantra te ayudará a no caer en el sueño, pues la línea que separa el sueño del acto de meditar es muy fina. En una sesión de meditación, cuando no sabes en qué posición están partes de tu cuerpo, estás transcendiendo. Por ejemplo, si no te ves capaz de decir en un momento dado si tu mano derecha está mirando hacia arriba o hacia abajo o si está apoyada sobre una pierna y, has de moverla para recuperar el control sobre ella y así reactivar el flujo de  la información desde la mano hacia tu mente para saber cómo estaba,  entonces, si habías perdido la conexión con tus extremidades, estabas en un estado transcendental.

También y en línea con la señal anterior, cuando no piensas en ti, cuando tengas esa sensación de ser una suerte de humo o vapor deambulando por un espacio infinito del cual formas parte, siendo a la vez ese espacio infinito todo tu Yo, entonces, sin duda, puedes estar seguro de que estabas trascendiendo.

Si al acabar una sesión, de repente percibes de una manera nueva todo tu ser físico, cada parte de tu cuerpo, tomas conciencia de tu estatura, percibes tu espalda más erguida, te sientes más vital, entonces también puedes estar seguro de haber transcendido durante la sesión. Esta es una sensación habitual, como si reestrenaras tu cuerpo, como si lo redescubrieras. Esta sensación es precisamente clave para mostrar que una buena sincronización de todo tu organismo te brinda una excelente oportunidad de empezar a trabajar con éste como si de una hoja en blanco se tratara, nueva arcilla para moldear, un nuevo material para esculpir.  Con una notable diferencia, ahora sabes lo que quieres lograr de ti mismo, estás encaminado. ¿Cómo lo ves Josué? ¿Te ves capaz de intentarlo?

-Bueno, es todo un reto pero, estamos aquí para eso, ¿no? Tal y como lo explicas parece que ha de valer la pena. Tengo mis dudas, lógicamente, me conozco y sé que me resultará difícil no acabar deambulando de un pensamiento a otro, pero… bueno, sí, ya te digo, creo que merece la pena intentarlo.

-Estoy tan convencida de ello Josué que no nos vamos a ver mañana, ni siquiera pasado mañana. La próxima sesión será de aquí a una semana y siempre y cuando durante esos siete días hayas meditado al menos dos veces cada día. ¿Aceptás el reto?

-Ehh… Sí, claro ¿Una semana? Bueno, pero te voy a echar de menos… -le digo riendo tratando de poner una mirada pícara-.

Sonríe sin apartar sus ojos de los míos.

-Mmm…. No sé, no lo creo. Por cierto, en nuestra próxima cita estará también el Dr. Schulze para llevar a cabo los test de seguimiento –dice dejando caer su mirada sobre los apuntes anotados en el bloc que sostiene sobre las rodillas-.

Nos despedimos mientras me dicta unas cuantas direcciones de internet relativos a la meditación. Mientras dejo el Palau de les Heures a mi espalda, bajando por la escalinata, y mientras el frio se adhiere de nuevo en mi cara, caigo en la cuenta de que sorprendentemente, durante la sesión, había olvidado por completo que esta mañana Sophie me ha respondido el whatsap y hemos acordado vernos al final de la semana, para tomar una tapa por el Born. Ahora toda mi atención está en ese momento. La ciudad me espera ahí abajo. Me recibe con los brazos abiertos. Es mi ciudad.

 

XIII – Para ascender hace falta un ascensor

 

 

El negocio de la mensajería no para de crecer. Cada día hacemos nuevos servicios para nuevos clientes. Puesto que mis gastos son muy bajos, puedo competir fuertemente en precio y, hoy por hoy, un precio más bajo que tu competidor parece ser la clave para vender. Estoy fuera de la ley, lo sé, pero las circunstancias son las que me están empujando y me cuesta ahora detenerme a poner las cosas en orden. Mi prioridad es que esto no se pare, seguir incorporando nuevos clientes y nuevos mensajeros para hacer nuevas rutas y servicios al precio que me he marcado. Ahora mismo ya estoy ganando la misma cantidad que cuando hacía yo mismo de mensajero y, además, cobro el subsidio de paro. Pero lo cierto es que tengo la sensación de que esto es como ir en bicicleta, si dejo de pedalear y crecer, el castillo se me viene abajo. Los mensajeros quieren más servicios, los clientes quieren ampliar rutas y horarios, si a unos y a otros les digo que no, acabarán marchándose con algún competidor. Yo ya me daría por satisfecho con lo que consigo ahora, pero el mecanismo ha tomado cierta inercia y no parece fácil detenerlo. Me atropellaría. Además, cuando no se tienen otras salidas, la única opción es ser perseverante.

Utilizo los binomios de pensamientos cada día, aunque cada vez me hacen menos falta, estoy bastante motivado. Estoy leyendo diversas obras relacionadas con la gestión empresarial. Necesito cierta orientación urgentemente así que leo de cinco a ocho horas cada día, normalmente hasta altas horas de la madrugada. No obstante, a pesar de dormir no más de cinco o seis horas cada noche, me levanto fresco y despejado. Ocurre que cuando cierro los ojos caigo en un profundo sueño sin apenas demora, en segundos, y me despierto unas pocas horas después, completamente lúcido, sin necesidad de remolonear en la cama y sin tener consciencia de haber soñado absolutamente nada, como si la mente se apagara por completo al cerrar los ojos y se volviera a encender al cien por cien, unas horas después.

Esta mañana he meditado por primera vez en mi vida. Lo iba a dejar para otro día porque hoy realmente tengo muchas otras cosas que hacer y el teléfono no para de sonar, pero mirando uno de los links que me facilitó Gabriela he visto que un monje decía; debes meditar 2 veces al día, durante 20 minutos cada vez, salvo que te encuentres muy ocupado y sin tiempo libre, en ese caso, deberás entonces meditar al menos una hora cada vez. Ha sido muy persuasivo, la verdad.

Lo primero en la agenda de hoy es una reunión de vecinos convocada nada menos que a las ocho de la mañana. La dichosa propuesta de un ascensor es el único asunto del orden del día. Ramirez, el presidente de la comunidad, aspira a desbloquear el proyecto, paralizado por los vecinos de los pisos de la primera planta, y asunto de primer orden para los vecinos que viven en las plantas superiores y que resulta, claro, vital para los vecinos de los áticos. Ramirez vive dos pisos por encima de mí. Nunca asisto a las juntas vecinales, menos aún si estas se convocan por la mañana, pero hoy, antes del alba, ya estaba despierto, no necesitaba dormir más, y oyendo el movimiento de vecinos escaleras abajo para reunirse en el replano de la portería he pensado que quizás podría ser hasta divertido ver sus caras y oír sus somnolientos argumentos. Cuando me ha asaltado ese pensamiento he creído que se trataba de un sorpresivo y matutino sarcasmo, pero después he visto que me vestía y me dirigía hacia la puerta, incluso con cierto entusiasmo, así que me he dejado llevar; el espectáculo quizás merezca la pena.

Al salir al rellano me encuentro con doña Esperanza, cuya cara esta mañana no hace honor a su nombre. Viste batín, zapatillas y una permanente imposible, y vive en el penúltimo piso. Intercambiamos un par de frases de cortesía y enseguida me hace ver arqueando las cejas y torciendo la boca que no tiene ninguna fe en que esta reunión sirva para nada. Las cosas seguirán como hasta ahora, parece querer decir con su cara de juez de guardia. Después se pone a hablar de chismorreos varios. Le encanta hablar, de todo y de los demás, por supuesto.

Abajo ya están la mayoría de los vecinos reunidos en el rellano de la planta  baja, formando un círculo que deja en su interior un enorme vacío de mutua desconfianza. A algunos de ellos hacía años que no los veía pues no viven en el edificio y tienen su piso alquilado, como es el caso del propietario de la vivienda en la que está residiendo Gabriela. Otros creo que sí que viven, pero ciertamente tengo la sensación de no haberlos visto en muchos meses. Siempre he procurado no coincidir con los vecinos al entrar y salir del edificio, y supongo que al final he tenido cierto éxito en tal propósito. 

Ramirez hace una especie de recuento visual de todos los asistentes, algo así como que busca confirmar que hay quórum suficiente para empezar la reunión. Por su parte, los demás se miran entre sí para averiguar si unos darán su brazo a torcer y aprobarán el proyecto y los otros para ver si los de los pisos superiores por fin se desaniman y aceptan su derrota.

-Gracias a todos por venir. Sé que la hora de la reunión no es cómoda para nadie y de que no disponemos de más de media hora puesto que la mayoría de nosotros tenemos que marcharnos a trabajar. Pero he optado por convocar esta junta vecinal de propietarios con carácter de urgencia pues, como ya sabéis, tenemos sobre la mesa el presupuesto más bajo que jamás nos hayan hecho para la instalación del ascensor y, por otro lado,  el plazo para la solicitud de subvenciones para la reforma de edificios históricos como es el nuestro, y que cómo ya se explicaba en la circular que os remití, supondría una ayuda del 35% del presupuesto, expira a finales de esta semana.

Ramirez es abogado y eso ya era de por sí suficiente delito como para castigarlo nombrándole Presidente de la Comunidad de Vecinos de por vida. Ha intentado dejar el cargo en varias ocasiones, con excusas corteses pero a conocimiento de todos harto de soportar el egoísmo de todas las partes y las interminables quejas, algunas rozando el infantilismo. Sin embargo, no le ha quedado más remedio que continuar en el cargo al no haber nunca ningún incauto que se postulara para sucederle. Digamos que ahora es algo así como el Presidente en funciones de un gobierno dimitido que continua en el cargo hasta que algún insensato lo libere. Una suerte de Prometeo.

-Todos conocemos las posturas de todos -hace una pausa para mirar a todos en círculo, mientras mueve la mano derecha de forma afectada, para luego continuar-. Los vecinos de las dos plantas inferiores tienen el mayor coeficiente al ser sus pisos los más grandes ya que sólo hay dos pisos por cada rellano y los que tienen por tanto más voto y una mayor contribución al presupuesto de la comunidad, mientras que los de los pisos con más viviendas, cuatro por cada rellano, quedan en los pisos superiores y obviamente la instalación del ascensor es del todo necesaria para ellos, más aún para las personas más mayores, mientras que tienen individualmente un coeficiente del presupuesto comunitario menor.

Ramirez es un tipo bajito, de no más de metro sesenta, quizás incluso menos, de unos treinta y cinco años y de constitución magra, tiene una apariencia esbelta a pesar de su corta estatura y su piel es blanca. Tiene unos  descoloridos pero carnosos labios, el pelo castaño, corto y unas incipientes patillas que a cada lado escoltan un par de tremendas pestañas negras que sombrean unas huesudas y enjutas facciones.  Indisimuladamente homosexual y sutilmente amanerado, viste siempre trajes oscuros como hoy, o cara ropa de sport los fines de semana y las noches de los jueves a las que parece estar abonado todo el año, según cuentan. Vive sólo y hasta ahora yo al menos nunca le he conocido pareja alguna. Nada estable, vamos.

-En este punto  señores y señoras, y considerando las fechas límites que he comentado, creo que ha llegado el momento de que todos nos mostremos flexibles y aportemos, si alguno la tiene, cualquier propuesta a discusión que nos permita ofrecer una solución asumible para todas las partes y desbloquear esta situación tan incómoda y frustrante para todos.

Se hace el silencio en toda la sala. Las miradas se vuelven unas hacia otras, interrogándose si alguno cometerá de nuevo la temeridad de presentar una propuesta que a bien seguro acabará vapuleada por los de uno u otro bando, como de costumbre. Y entonces, viendo que nadie tomaba la iniciativa, para mi sorpresa, Ramirez cede ante su propio reto.

-Está bien, pienso que si lo vecinos de las plantas inferiores no quieren el ascensor y menos aún sufragar su coste, la solución pasa por instalar un ascensor que no tenga parada en las plantas primera y segunda, y asumir los vecinos de las plantas superiores el coste total del presupuesto.

Antes de acabar de explicar su propuesta ya se ha levantado por todas partes un tumulto de alegatos con trasfondo de imprecaciones. Soy el único que se queda en silencio. Los de los pisos justo por encima del segundo y tercero, que han de subir escaleras pero no tantas como las de las últimas plantas, consideran una barbaridad que tengan que asumir a prorrata la parte proporcional del presupuesto que no asumirán los cuatro vecinos de las primeras plantas. Estos por su parte ven un despropósito tener que soportar unas obras y ceder espacio comunitario para un ascensor que no van a poder utilizar. A los vecinos de más arriba les preocupa la falta de quórum necesario para celebrar una votación con el porcentaje necesario para hacer legal la propuesta y tener por tanto derecho a la subvención del  treinta y cinco por ciento, y ya se han agolpado alrededor de Ramirez para discutir los flecos legales, pues parece ser que los vecinos de las plantas inferiores tendrían que renunciar a su derecho de voto. En definitiva, una nueva y esperpéntica asamblea de vecinos con una declaración de guerra vigente desde ya nadie recuerda cuándo. 

Y entonces, ¡Ay entonces! no se me ocurre otra cosa mejor que dirigirme al centro de la sala, en el centro del ya medio desfigurado corro de hienas y levantar mi mano derecha, dejándola ahí, erguida, a lo Juana de Arco. Me vuelvo hacia Ramirez, al que dada su escasa estatura apenas puedo distinguir rodeado como está de mandíbulas y ojos acerados. Pero él parece verme y dirige sus ojos hacia los míos entre la rendija que le dejan los hombros de dos orondas mujeres que están de espaldas a mí. Abre sus ojos como adivinando sorprendido mis estúpidas intenciones y entonces él levanta también su mano y empieza a pedir a todos un momento de silencio.

-¡Perdonad, perdonad! Creo que Josué tiene alguna propuesta que hacer ¿Es así Josué?

Me pregunta anhelante dando unos pasos hacia el centro de este nuestro circo e interrogándome también con la mirada. Como no asisto a ninguna reunión de vecinos, tengo el privilegio de la novedad y por ello todos se quedan en silencio, supongo esperando más de uno oír mi voz por primera vez y permitiéndose una tregua de quizás no más de unos segundos hasta que se dé abruptamente por levantada la sesión, como es costumbre. El paradigma de un despropósito es cuando este además se convierte en rutinario. Nada es más humano que fastidiarte la vida cotidianamente.

-Sí, así es. Escuchadme todos un minuto por favor. En mi opinión es bien sencillo. Los de las plantas superiores tienen un interés mayor en el ascensor pues tienen que subir más escaleras, eso está claro para todos. No dividamos pues el presupuesto de instalar el ascensor de manera proporcional a los metros cuadrados que cada vivienda tiene, como se ha hablado hasta ahora, sino de forma aritmética, es decir, dividiendo el presupuesto exactamente por el número de viviendas que hay. Esto significa que en proporción, de acuerdo a sus metros cuadrados, lo de los pisos superiores, donde hay cuatro pisos por rellano, pagarán mayor parte del presupuesto, lo que está de acuerdo con la mayor utilidad que para ellos tiene el ascensor, mientras que los de las plantas primera y segunda pagarán proporcionalmente menos, pero a la vez la misma cuota, lo que significa que el esfuerzo que unos y otros hacen es similar. Por otra parte, entiendo que habría que compensar los desajustes entre los pisos terceros y cuarto y también de los áticos. Os propongo para ello que el total del presupuesto no se aporte en el mismo momento por parte de todos, sino que los de los pisos de más arriba hagan sus aportaciones primero que los demás, para cubrir los primeros tramos del presupuesto, es decir, los primeros pagos que ya se tienen que hacer a la constructora, y se hagan progresivamente los aportes de los pisos inferiores por orden descendente según vamos avanzando con la obra. De este modo, financieramente, los de los pisos de más abajo, tienen un coste menor que los de los pisos de más arriba, que una vez más es coherente con la mayor utilidad que estos tienen del ascensor, y de alguna manera se conseguiría así, más o menos, reequilibrar los esfuerzos que todos los vecinos tienen que hacer, en función del interés que tienen en la obra, sin que nadie quede excluido, ni unos más perjudicados que otros.

Se hace un primer silencio, seguido de ciertos murmurios introspectivos. La mayoría tienen ahora la mirada puesta en el suelo o en el techo. Algunos miran a ninguna parte. Mientras no me miren a mí, pienso, conservaré la opción de salir huyendo hacia la calle. Toma entonces la palabra Ramirez.

-Amigos, creo que la propuesta de Josué merece cómo mínimo nuestra reflexión. Puesto que hemos agotado el tiempo del que disponíamos e imagino que todos tenemos otros asuntos que atender esta mañana, os propongo que a lo largo del día cada uno pensemos en esta opción. Por la noche, antes de la hora de la cena intentaré visitaros a todos en vuestras respectivas viviendas para recoger vuestra opinión y comprobar si tenemos quórum suficiente ¿Os parece bien?

Se palpa en el ambiente un cierto asentimiento acompañado de algunos gestos afirmativos difusos, seguidos de algunas tímidas despedidas mientras la concentración se va disolviendo. En el fondo están rendidos, no ante mi propuesta, sino ante sus propias contradicciones. Ramirez se acerca entonces decididamente hacia mí.

-¡Josué, qué novedad! Tendrías que haber venido también a las reuniones anteriores. Ha sido muy refrescante. Necesitábamos savia nueva, ya no veía la manera de reconducir esto. Muchísimas gracias, de verdad.

-Bueno, lo cierto es que no sé muy bien cómo ha sido. Me ha parecido oportuno y en ese momento me ha venido la idea a la cabeza. Ciertamente no lo había pensado antes, lo he de reconocer.

-Pues tu inspiración ha sido, cómo tú dices, muy oportuna. No sé qué van a acabar decidiendo los vecinos, pero por primera vez en mucho tiempo no hemos acabado la reunión con insultos y mordiscos. Además, diría que les ha parecido razonable, a mí al menos me lo ha parecido. Te estoy muy agradecido – acaba diciendo mirándome a los ojos con lo que parece una cierta admiración y un sincero interés-.

-No hay de qué.

-Nos vemos a la noche pues, Josué. Gracias de nuevo –me dice mientras me alarga la mano y acaba estrechándomela con las dos, pasando su mano izquierda por mi muñeca-.

Estrecho la mano de un par de amansados vecinos más antes de volver a casa, incluyendo la de doña Esperanza que muestra ahora una amplia sonrisa, como si se alegrara de ser mi vecina, lo cual me resulta desconcertante.

Al llegar a casa no dejo de preguntarme qué ha pasado allí abajo. Yo sólo había acudido a la reunión con la intención de ver sus caras hambrientas de odio, distraerme un poco, no quería involucrarme, menos aún ningún protagonismo. ¿Estás idiota Josué? ¿Cómo se te ocurre hacer una propuesta en medio de ese enjambre de avispas? Seguramente ya les caías mal a la mayoría. Ahora qué pensaran de ti ¿qué además de idiota eres un presuntuoso? ¿Tiene esto algo que ver con el programa, con Meta?

El resto de la mañana lo paso atendiendo el teléfono y controlando las rutas de cada uno de los servicios. El día transcurre sin mayor novedad salvo que empiezo a tomar consciencia de que voy a necesitar a alguien que me ayude con el teléfono, pues me ocupa la mayor parte del tiempo y no me deja espacio para mucho más.

Después de comer he intentado volver a meditar, pero ha sido un esfuerzo vacuo pues a las cinco y media tengo cita con Sophie y mi cabeza es incapaz de serenarse. Hemos quedado para dar una vuelta por el Born y tomar una copa por allí. Particularmente prefiero otros barrios como Poble Sec, que son más genuinos, más enteramente descarnados, sin una verdadera patina de carácter pero con ganas de serlo. El Born ha perdido un poco de su alma en favor de los turistas, y aunque está estéticamente mejor que nunca, te sientes como paseando por el interior de un centro comercial con aires de nuevo y estrenado esnobismo. Como extranjera que es, entiendo que a Sophie le atraiga el Born, tiene todo lo que un turista quiere encontrar; mentiras y precios desorbitados que le recuerden que paga por ello, por su condición de foránea. Como hijo de esta ciudad yo prefiero los barrios que todavía parecen barrios y acogen a gentes de aquí y reflejan algo de su espíritu. Los ciudadanos pertenecemos al final a la ciudad que nos ha criado. Los países te dan la nacionalidad, pero el verdadero carácter te lo da la ciudad en la que vives.

 


XIV – Fly me to the Moon

 

 

-Hola Sophie ¿Qué tal? Estás realmente preciosa.

-Hola Josué, gracias. Disculpa si llego tarde, he tenido que dejar a Armand con una vecina y nos hemos entretenido un poco hablando.

-No te preocupes, lo entiendo. En realidad acabo de llegar.

Mientras la esperaba en el lugar acordado, me ha sorprendido a mi espalda el perfume que viene y se va con ella, más intenso que de costumbre. Al girarme la he visto radiante, con sus ojos de azul invierno y su mirar de deliciosa víctima. Su melena rubia cae hoy sobre un abrigo largo oscuro con el cuello forrado de piel. Debajo viste una blusa blanca tan ajustada como un elástico, con unos pantalones negros también haciendo de piel. Enseguida noto todas las hormonas de mi cuerpo descontroladas, un nudo sobre el pubis y se me eriza la piel y hago imposibles para que no perciba mi excitación. Me abalanzaría sobre ella ahora mismo.

-¿Te parece que caminemos un poco? He estado todo el día encerrado y tengo la sensación de que he de estirar las piernas y deshacer algunos pensamientos.

-Oh, oui, Ça me va. A mí también me irá bien caminar un poco. Además, aunque hace frio, luce el sol, debemos aprovecharlo ¿no?

-Sí, deberíamos aprovecharnos de todo ¿verdad? Y dime Sophie, ¿te gusta el Born?

-Oh oui, je l’adore. Es realmente un sitio fantástico. Los locales, las tiendas, todo es tan chic. Y es a la vez un lugar con tanta historia. Realmente me encanta…

Caminar a su lado es aún más doloroso, estoy empeorando. Desde sus hombros y su cuello me asaltan fragancias que atrapan toda mi atención. La respiración se me acelera y me cuesta estar callado, así que hablo sin descanso preguntándole sobre esto y aquello. Me siento un privilegiado torturado por su propia fortuna. Sin darnos cuenta nos hemos salido del Born y ya caminamos hacia el interior del parque de la Ciudadela. Supongo que la opresión de la ciudad hace que al final saltemos en busca de la verde hierba como cabras recién liberadas.

Mis fantasías empiezan a atropellarse en mi cabeza y ya sólo veo árboles y rincones detrás de los matorrales donde podría estrecharla entre mis brazos y besarla desenfrenadamente. Con tales pensamientos agitándose en mi interior no me parece grave apoyar mi mano derecha sobre su hombro por detrás de su espalda. Me decido, allá voy…

Durante unos segundos no dice nada y deja mi mano ahí pero, por la tensión que percibo en sus hombros, me doy cuenta de que el gesto no le ha pasado desapercibido y le causa cierto desasosiego. No tarda mucho entonces en ponerse de cuclillas y señalar un reguero de hormigas, lo que le sirve para deshacerse de mi brazo alrededor de sus hombros.

-Mira Josué ¿has visto? Cuantas hormigas juntas. Mira qué camino han hecho en la tierra, han hecho un surco de tanto pasar arriba y abajo ¡Qué excitadas están!

-Sí, es cierto ¿ves que las que van hacia la base del árbol llevan semillas a cuestas?

-Sí, es verdad, ¿las llevan al hormiguero, no?

-Sí, así es y cuando la actividad es tan frenética que no se paran por nada y hacen senderos tan concurridos es porque en las próximas horas va a llover.

-¿A llover? Pero si hoy está soleado Josué. Y he visto la previsión del tiempo, soleil hoy y mañana. Creo que te equivocas o se equivocan las hormigas.

-Créeme, ellas lo saben y por eso están acopiando alimentos y moviendo sus reservas a un sitio más seguro.

Rompe en una carcajada deliciosa mientras achica sus ojos cristalinos.

-No puede creerte Josué, me estás tomando el pelo.

Paseando sin rumbo volvemos a las grutas del Born y en uno de sus locales pedimos una copa de vino blanco y unas tapas variadas para cenar. Le cuento con un poco de exageración y cierta falsa modestia mis incipientes movimientos como empresario del sector de la mensajería. Ella me explica su aburrido día trabando para una editorial. Las copas de vino acaban siendo dos y media para ella, tres y media para mí. Con cierta recreación le hablo de mi apoteósico momento de esta mañana en la junta de vecinos. Pago la cuenta y la acompaño hasta el portal de su casa. La noche es cerrada y oscura sobre nuestras cabezas. Las copas de vino no sólo no han apaciguado mis deseos sino que según caminamos de regreso me siento de nuevo completamente excitado, como un pastor alemán fuera de control. Sé además que desde que le he contado mi pequeña aventura empresarial, ella ha empezado a mirarme con otros ojos, no sabría decir cómo, más receptiva. Lo cierto es que volviendo nuestros cuerpos están mucho más juntos, mientras caminamos uno al lado del otro y nuestros hombros se apoyan al caminar rozándose constantemente cuando no se recuestan directamente. Nuestros rostros están más cerca y es más fácil sentirnos mutuamente la respiración mientras hablamos, teniendo próximas las bocas. El camino se me hace terriblemente corto cuando descubro que ya estamos frente al portal de su casa.

-Bueno Sophie, pues ya estás en casa.

-Oh, sí. Gracias por la velada Josué. Ha estado très bien

-Si te parece podemos repetirlo. Cuando tú quieras, como tú quieras.

-Oh, oui, estaría muy bien ¿hablamos por el whatsap?

-Sí, claro, estaré esperando.

Me acerco a su cara para darle los dos besos reglamentarios. El primero cae en su lugar, el segundo intencionadamente se lo doy muy cerca de la comisura de los labios, casi rozándolos. Noto que se queda un segundo reteniendo ese momento sin separarse. Cuando lo hace noto cierto rubor en su rostro y sus ojos achispados seguramente por el alcohol me miran por debajo de unos párpados a medio caer.

-Buenas noches, Sophie. Qué descanses.

-Bonne nuit Joshue, que descanses tú también.

Espero entonces a que entre en el portal. Cuando lo hace me doy media vuelta con una maliciosa y satisfecha sonrisa en el rostro. Empiezo a caminar hacia casa y noto unas livianas gotas de agua de lluvia caer sobre mi cara y mis hombros. Dos minutos más tarde se precipita sobre mí un aguacero mientras el cielo truena y relampaguea. Mi casa queda cerca, en unas zancadas podría estar ahí y ahorrarme el chaparrón sobre la espalda. No me importa. La sonrisa permanece ahí. Sigo tranquilo mi camino por el paseo de la gloria hasta mi destino. Con un poco de suerte el agua me apagará el fuego que me quema por dentro.

Al llegar a casa me deshago de la ropa mojada, me seco el cabello y me abotono un pijama con la idea de sentarme a repasar las fichas de servicios previstos para mañana.  Suena el timbre de la puerta. No esperaba a nadie.

-¿Sí, quién es?

-Hola Josué, soy yo, Juan.

-¿Juan?

-Sí, Juan Ramirez.

-Ah, hola Ramirez, digo Juan, disculpa. Lo había olvidado por completo. He tenido un día algo agitado.

Ramirez lleva una camisa blanca con los puños remangados y unos tejanos. En una mano observo que lleva una bolsa con la marca estampada de un delicatesen que queda próximo, a un par de manzanas de nuestro edificio.

-No te preocupes. Como había propuesto esta mañana, he pasado a visitar a todos los vecinos para comprobar si aprobaban tu propuesta. Te he dejado para el final pues he dado por hecho que tú no te opondrías a tu propia idea.

¡Claro, no tendría sentido! Aunque en esta comunidad todo es posible…

Se ríe conmigo.

-Sí, qué me vas contar. Las he visto ya de todos los colores.

-Y bueno, dime ¿Cómo ha ido?

Lleva la mano derecha al interior de la bolsa, y agarrándola del cuello saca una botella de cava mientras grita,

-¡Tenemos quórum!

-Ooohhh, eso es fantástico Ramirez, quiero decir Juan. ¡Enhorabuena!

-¿A mí? No, felicidades a ti ¿Lo celebramos? ¿Es mal momento? ¿Te ibas a dormir ya?

-No, no. Iba a revisar unos documentos. No, para nada, es perfecto, pasa por favor. Voy a buscar unas copas y la cubitera.

Mientras activo el reproductor de música en modo aleatorio voy a buscar las copas y le propongo que se ponga cómodo y me de detalles. Cuando regreso al sofá, a sentarme a su lado para conocer su periplo por todos los pisos, suena de fondo el Baby Love de las Supremes que sintoniza con nuestro buen humor.

 

Baby love, my baby loveWhy must we separate, my loveAll of my whole life throughI never loved no one but youWhy you do me like you do?I get this need…

-Y dime ¿cómo ha ido? ¿Han aceptado todos?

-No, en realidad no, Francisco, el del primero, el del perro ese tan feo, se ha negado en redondo. Y también Eleonora, la del tercero. Pero contando con tu voto favorable y el mío, tenemos quórum suficiente y quedarán obligados por el acuerdo de la Junta. Quieran o no quieran tendrán que pagar y no podrán bloquear el proyecto. Con un poco de suerte podríamos aprovechar la obra misma del ascensor y acabar pintando los rellanos. Con la obra que se hizo en la fachada, es una pena que el interior esté ahora tan demacrado.

-Oh, eso es genial, Juan. Ya iba siendo hora. Me alegro de haber podido aportar mi granito de arena.

-¿Granito de arena? Tu propuesta de esta mañana ha sido crucial. No podías estar más oportuno hoy. Deberías ser el nuevo Presidente de la Comunidad ¿Qué? ¿Qué me dices? ¿Te animas?

Rompo en una sonora carcajada sin dejar de mirarle. Él se sonríe imaginando mi respuesta.

-¡Ni lo sueñes, Juan! Nadie lo haría mejor que tú.

-Oh, ya… bueno, al menos lo he intentado ¡Qué suplicio, no te puedes imaginar!

-Claro que me lo imagino, por eso no me verás ahí, hahaha….

Vamos llenando las copas y bromeando. En realidad no me sorprende que sea un tipo tan divertido y de tan buena conversación. Al ser un poco pequeño de estatura me parece estar hablando con alguien más joven, una especie de veinteañero que me hace sentir a mí también mas joven. Las Supreme ceden el turno a la Chanson de Satie de Arthur H. creo que del álbum Adieu Tristesse.

 

Approche-toi de moiMonte le son plus fortJe veux sentir une dernière fois ton corpsContre moi…

-Entonces ¿todos los demás han estado de acuerdo?

-Bueno, ya te puedes hacer a la idea; todos han refunfuñado, se han quejado de esto y de lo otro, le han visto esta pega aquí, aquella otra allá… y por supuesto, prácticamente todos sin excepción han aprovechado mi visita para criticar a algún otro vecino. Siempre es igual. Todo el mundo tiene una opinión, ya sabes. Pero bueno, al final, casi nadie ha querido ser esta vez el “enanito gruñón” y creo que, la mayoría, por no perder la subvención, han acabado diciendo que sí.

-Espero que mañana no hayan cambiado de opinión. Sería decepcionante.

-Bueno, eso ya no importará. No he querido arriesgarme, así que los he visitado después de tener redactada el acta de la Junta y he ido recogiendo hoy mismo todas sus firmas en ella. En la bolsa está el documento esperando la tuya. Yo ya he puesto mi firma. 

-Bien hecho Juan –digo con una carcajada- es mejor no dejarles margen de maniobra.

Seguimos hablando de esto y aquello, tiene muy buenas historias por explicar y es dicharachero. Cuando se ríe lo hacen también sus ojos, que quedan achinados mientras te invitan a reír con él. Tiene su brazo derecho recostado sobre el respaldo del sofá, cayendo por detrás de mi espalda. Volviendo a hablar del acuerdo de la junta, alargo mi mano y se la pongo sobre el hombro como signo de aprobación.

-Buen trabajo Juan, de verdad, sé que no te lo han puesto fácil, has estado picando piedra durante varios años para conseguir este acuerdo. Te felicito.

Hace un pequeño asentimiento con la cabeza mientras se le percibe cierta emoción en las mejillas. El cava hace efecto y empieza a ser muy tarde y el cansancio se nos nota a los dos. Acerca entonces su mano derecha hasta mi nuca y enreda sus dedos en mis cabellos, acariciándolos. Le miro a los ojos. Me sorprendo de no rechazar instintivamente el gesto, pero lo cierto es que ha sido un día lleno de tensión y agradezco una porción de calor humano. Además, me relaja muchísimo que me toquen la cabeza, así que le dejo hacer. Entre el alcohol y el cansancio mis ojos se cierran como los de un gato ante una caricia y quedo ahí suspendido por segundos. Siento entonces su desplazamiento sobre el sofá y el calor de sus labios sobre los míos mientras su cuerpo felinamente se me arrima. Una vez más me declaro en huelga de reacciones. He anhelado los labios de Sophie toda la tarde y ahora este sucedáneo me consuela. Mientras no abras los ojos unos besos no van a hacerte ningún daño, me digo. Concédele a Juan también unos minutos, pues también ha sido un gran día para él. En un instante nuestras bocas se están comiendo apasionadamente, su mano derecha sigue acariciando mi nuca mientras la izquierda ha bajado hasta mi entrepierna y me acaricia con una habilidad intensa y sumamente excitante. Lo abrazo convencido de que el deseo que me impulsa le pertenece a Sophie, pero esta noche ella no está y Tony parece saber lo que necesito.

El calor llena mi cara, mi cuerpo este enfebrecido y siento que necesito más. En un instante la boca de Tony se separa de la mía para bajar sus labios a una entrepierna que su mano izquierda ya se ha ocupado de liberar. Abro entonces los ojos por un momento y los fijo a través de las ventanas. Los relámpagos encienden la noche en el horizonte. Con el temblor del trueno en los cristales siento su boca apresar mi sexo, y mis ojos vuelven a caer en una profunda y soporífera atmosfera, mientras es mi mano la que acaricia ahora su nuca.

Suena Fly me to the Moon de Frank Sinatra y la lluvia rabiosa en los cristales.

XV – Ya no es tiempo de esperar

 

 

-Buenos días, Josué ¿Cómo estás?

-Hola Gabriela. Bien ¿y tú?

-Bien, gracias. Me alegro de verte de nuevo.

-Sí, yo también. ¿Empezamos? Voy un poco justo de tiempo hoy…

-¿Ah, sí? Cuéntame ¿Qué hay de nuevo? Por cierto, me han comentado que por fin va a instalarse el ascensor en el edificio y que vos tenés algo que ver con el “milagro”.

-Uhm, bueno, no creas. Pero sí, parece que el proyecto tira adelante ¿Empezamos con la sesión?

-Oh, lo siento Josué, tienes antes la entrevista con el Dr. Schulze y los test de seguimiento. En cuanto termines y toméis la imagen del biocampo empezamos la sesión ¿Te parece?

-Ah…. Schulze… claro.

Con el insufrible alemán no contaba. Estoy realmente ocupado con el negocio y contaba con poder volver pronto, y lo cierto es que los test llevan mucho tiempo y… además, está claro que no es lo mismo pasar parte de la mañana con Gabriela que con el Furher.

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