Meta

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-Ah, ya entiendo. La verdad, creo que sí, pero está ahí de una manera intuitiva, como si fuera hacia un destino, por un camino, que desde siempre supiera que he de recorrer, pero no es algo que haya hecho de forma consciente. Es decir, no me he sentado a trazar un plan, simplemente estoy siguiendo el plan, algo así como aquello que siempre supe que tenía que hacer, o que iba a hacer, aunque no tenía claro el cómo iba a ser. Ya sé que suena un poco confuso…

-No, no, adelante, háblame más de ello.

-Es como cuando te reparten cartas en una partida. Sabes las opciones que tienes, sabes lo que tienes que hacer si te salen después estas o aquellas cartas, con cuáles te quedarás y cuáles será mejor que te desprendas, lo que no sabes es cuándo va a ser, ni cómo, pero tienes bastante claro hacia dónde te va a llevar. La edad influye, claro está. Cuando eres más joven, ves tu destino de otra manera. Es el mismo lugar, pero das por hecho que lo vivirás de cierto modo. El destino al final, las cartas, te llegan a veces mucho más tarde y con distinta intensidad de cómo lo habías imaginado, pero en resumen, sigue siendo el plan del principio, sólo que ahora sabes que lo vivirás todo de otra manera, desde otra distancia, con otra perspectiva.

-Dime Josué ¿Crees que están aflorando en ti algunas de tus súper cualidades?

-No sé Gabriela, eso de las súper cualidades… Si reconozco que estoy más centrado, pero como ya te dije una vez, era una cuestión de vida o muerte. El cambio era inevitable, estaba anunciado. Mi vida no podía continuar igual. No iba a continuar. Para mí la pregunta sigue vigente ¿Me cambia el programa o los cambios latentes que empezaban a hacer erupción me llevaron hasta el programa? ¿El cambio vino a mí o yo fui al cambio cuando llegó el momento? Ahora se habla mucho de eso, de las causalidades.

-Dime ¿Precisas de los binomios de pensamiento?

-Oh, no, ya no….

-¿Ya no?

-No, así es. Reconozco que los utilicé durante unas semanas ¿Era parte del trato, verdad? Me comprometí a ello y lo hice. No sé si fueron útiles para mí, pero los puse en práctica tal y como acordamos. Pero hoy seguro que ya no. No estoy en esa etapa. Tengo voluntad. La voluntad y yo somos la misma cosa. Siempre fue así, pero por un tiempo lo había olvidado. Lo que sí diría es que después de una etapa gris, me he devuelto a mí mismo. He recuperado mis capacidades, mi instinto, mi determinación. Soy más yo, más como era de niño, aunque ya no soy un niño. Lo que quiero decir es que no he cambiado, sino que he vuelto, o algo así. Espero que me entiendas.

-Y yo quiero sobretodo que lo entiendas tú, Josué. Me alegro en cualquier caso de escuchar lo que me cuentas  ¿Recuerdas cuando iniciaste el programa que hablamos de la importancia de desarrollar las súper cualidades, para, a partir de ellas, desarrollar súper comunidades?

-Eh…. Sí, lo recuerdo –como iba a olvidarlo si aquel día estaba preciosa-.

-Hablamos entonces de que Meta se fundamenta en ese principio. La idea que nos mueve es la de crear sociedades más capaces, donde todos sus miembros tengan acceso a los beneficios de esta nueva Era de la humanidad. El compromiso de cada uno de los participantes es pues asegurarse de que los beneficios que obtiene por su participación en el programa sean revertidos a su comunidad. Dime ¿qué enfoque te gustaría darle a esa experiencia?

-¿Qué experiencia?

-Me refiero a la vivencia de recibir un tesoro, el de las súper cualidades, y tener el privilegio de poderlo prodigar entre los miembros de la comunidad, de repartir ese poder.

-¿Cómo podría hacer yo algo así? De todos modos ¿Cómo decirte? Creo que mi situación no es esa. No me veo henchido de súper cualidades y mi negocio está en su fase inicial, no soy un magnate, ni nada parecido.

-No hablamos de dinero, Josué, hablamos de poder.

-Yo creo cosas, creo empresas,  Gabriela, como un artista crea un cuadro. Eso ya es de por si beneficioso para todos ¿no crees? A veces pienso que los científicos subestimáis la experiencia de crear que experimentamos los empresarios y los artistas.

-Oh, no, eso no es cierto. Sois los empresarios los que olvidáis que la investigación es el arte de transformar los recursos en medios. Los medios que vosotros precisáis para “crear” empresas. Pero lo más importante, Josué, es que veo que ignoras la maravillosa experiencia que supone ponerte al servicio de los demás… Es orgásmica –dice mientras extiende los brazos en cruz y abre exageradamente los ojos-. El solo acto  de decir ¿en qué puedo ayudarte? proporciona instantáneamente una liberación de serotonina que inunda todo nuestro sistema sanguíneo. Al mismo tiempo, renunciar a nuestros intereses particulares provoca una liberación tan plena que el alivio que genera produce escalofríos de placer por todo el cuerpo. La liberación de tensión se extiende por todos los músculos del cuerpo, desde las puntas de los pies, hasta los poros de la piel en nuestra nuca. Ayudar a los otros produce una sensación de plenitud tan inmensa que a veces la emoción te supera y piensas que no puede entrar más aire en tus pulmones. Es un orgasmo minuto a minuto, durante todo el día y durante toda la noche. Sientes una emoción en el vientre que te proporciona toda la energía que necesitas, sientes un aliento a tu espalda que te impulsa hacia adelante. Nada te falta. Todo lo das. Pruébalo, Josué, con sinceridad, di varias veces en un día, tantas como puedas, a tantas personas como te encuentres. Haz la pregunta mágica ¿En qué puedo ayudarte? Pruébalo, una y otra vez, siente la experiencia. Cuanto más sincero sea el sentimiento con el que lo expreses, mayor será la liberación de serotonina ¿En qué puedo ayudarte? ¿En qué puedo ayudarte? ¿En qué puedo ayudarte?

XXXVI – La Función hace al Órgano

 

 

-Doctor, ¿Qué opina usted sobre la reencarnación? Yo he pensado mucho en ello desde las últimas sesiones con Gabriela, y no acabo de aclararme. No es un tema sencillo, porque aún conviniendo con ella, con la idea de la reencarnación quiero decir, parece que, atendiendo a una cuestión puramente numérica, la única reencarnación posible sería la indirecta, lo cual es también coherente con el principio de que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Si somos energía, esa energía debe ir en alguna dirección, hacia algún destino, hacia una nueva forma una vez nos morimos. Digo que me parece la única válida porque si no, no podría explicarse el aumento de la población mundial, salvo asumiendo que ésta lo ha hecho a costa del número de animales. Vale, hasta ahí sí, pero…

-¿Qué entiende usted por reencarnación indirecta?

-Pues la que mueve nuestra energía a otra forma de vida, sin que necesariamente esa nueva vida tenga que ser humana. Es indirecta porque no pasas de ser una persona a otra, sino que puedes pasar a ser cualquier otro animal e incluso, por qué no, una planta ¿No lo ve usted así?

-Verá, aquí no importa como yo vea las cosas, sino trabajar en las sesiones para que juntos entendamos cómo las ve usted.

No me leí la letra pequeña del contrato que firmé para entrar a formar parte de Meta. Supongo que porque era mucha y pequeña, obviamente. Bien,  lo reconozco. Y según dicen Gabriela y Schulze, acudir simultáneamente a las sesiones de un psicólogo es parte ineludible del programa y el complemento apropiado. El Dr. Teodoro Vinyals, al que conozco desde hace ya bastantes años, no parece un mal tipo. Serio y circunspecto, pero con ese aire de persona confiable, al que nombrarías tesorero de tu cofradía o asociación de petanca. Es muy delgado y alto, algo encorvado y de pecho hundido, huesudo y de ademán tranquilo. Detrás de unas gafas metálicas goza de una mirada inteligente y confiada de sí misma, como si siempre supiera que vas a fallarle, pero no le importara.

-He de decir Doctor que yo ya sé cómo veo las cosas. Conozco mi mente, o eso creo, aunque haya aceptado que hay algo más, es decir, que yo soy más que mi mente. Será más bien que el psicólogo ha de investigar cómo funciona la mente del paciente, para después poder diagnosticarlo ¿No es eso lo normal?

-¿Así lo ve usted?

-Honestamente…. la psicología no deja de ser para mí una suerte de juego de malabares.

-Defínalo por favor.

-Lo que quiero decir es, si no eres relojero, por más que te muestre el mecanismo de un reloj, difícilmente podrás arreglarlo. Pues algo así me parece con la psicología, por más que yo me desnude, desnude mi psique, de nada servirá si usted no sabe cómo es mi mecanismo interior.

-¿Cómo cree que es?

-Esa es una buena pregunta. No sabría decirle, pero si sé que es complicado, muy complicado.

-Cuanto más complejo es un mecanismo, más probabilidades hay de que se estropee.

-¿Me ve estropeado?

-No, porque yo no veo la mente como un mecanismo. Es usted el que ha dicho que la ve así. ¿Se ve usted como un mecanismo estropeado?

-¿Yo? No. Me veo mejor que nunca –digo sin mucho convencimiento mientras presiono con mi mano izquierda la carne inferior de las costillas-.

No es la consulta clásica de un psicólogo. Es más bien la gran sala de espera de unas oficinas, como si estuviéramos utilizando un espacio de paso. Las ventanas tienen gruesas cortinas que dejan pasar poco la luz del sol, pero lo suficiente. Hoy hace bastante calor. Junio ha entrado con fuerza y estar protegido del sol se agradece. El mobiliario es sencillo, pero lo más curioso es un rincón que tiene habilitado para niños pequeños en una de las esquinas de su despacho. Hay toda clase de juguetes y peluches esparcidos en unos pocos metros, que quedan enmarcados por una alfombra con cuadros de vivos colores de unos dos por dos metros. Dicen que es un buen psicólogo infantil. Yo me volteo sobre una amplia butaca de eskay negro que gira sobre un trípode con ruedas. Con cada balanceo hacia la izquierda atisbo el rincón de los juguetes, allí en el suelo y, curiosamente, ello te permite sentirte más cómodo. Como si todo fuera un poco menos serio y más familiar. Los juguetes, estés donde estés, aún en otro país, siempre te hacen sentir un poco como en casa.

Mi balanceo sobre la silla giratoria debería sacar de quicio a cualquiera, pero el Dr. Vinyals parece inmune a todo. Mejor. Mi cabeza bulle y moverme me ayuda a descargar los pensamientos. Si fuera un niño, seguro que me diagnosticarían “déficit de atención” y acabarían sedándome para conseguir domesticarme.

-¿Por qué está aquí? ¿Qué espera de las sesiones?

-Creo que es cosa del alemán. De él y su obsesión con los biocampos y los test de seguimiento. Dice que conmigo obtiene resultados atípicos, pero creo que son celos. Babea siempre que está junto a Gabriela y….

-Hábleme de su relación con él.

-¿Con el alemán?

-Sí ¿Cómo se llama?

-Aja… Usted tampoco se acuerda del nombre. Es complicado de pronunciar bien, aunque ahora que estoy practicando alemán no me resulta ya tan difícil. Schulze, se llama Schulze, perdón, Dr. Schulze, aunque bien podría llamarse Kant. De hecho debe ser el mismísimo Immanuel Kant reencarnado. Estoy seguro.

-¿Qué es lo que no le gusta de él?

-¿A mí? No, nada. En realidad no es que haya algo en particular. Quizás todo él ¿Vale eso como respuesta?

-Preferiría que fuese un poco más preciso.

-Lo imaginaba. Quizás debería cambiar mi pensamiento al respecto.

-Un pensamiento no se anula con otro pensamiento, sino con la acción.

-¿Ha oído hablar sobre Pim van Lommel, Doctor? Es un reputado cardiólogo que investiga experiencias después de la muerte. Van Lommel opina que cuando mueres solo cambias de conciencia. Él es además un estudioso de la física cuántica y, entre otros fundamentos sostiene su tesis sobre ciertas experiencias después de la muerte que han sufrido sus pacientes. En esas experiencias, la muerte clínica no ha tenido lugar más que durante tres minutos de duración, pero después, los que las han “vivido”, precisan de semanas para explicar todo lo que han hecho durante ese tiempo. Lo que han experimentado no cabe en tres minutos. Es decir, que la persona que en teoría ha hecho ese “viaje”, que ha tenido la experiencia de estar muerto y emprender el camino,  ha tenido una experiencia vivida de varios días, y no sólo de tres minutos ¿Se da cuenta? Los últimos avances de la cuántica también quedarían avalados por esos descubrimientos. Sólo estaríamos viendo, experimentando, una dimensión del tiempo y del espacio. Aquella que observamos conscientemente. A la que nos liberáramos de la consciencia, podríamos estar viajando fuera de la materia, y no estaríamos expuestos al tiempo, no al menos como lo conocemos ahora. Es como el cine, como los fotogramas del cine. Lo que vemos no son más que fotografías estáticas que nosotros mismos creamos al observarlas. Nuestra mirada sería algo así como un rayo petrificador que crea fotogramas. Al dirigir nuestra mirada a algo, lo dejaríamos temporalmente, mientras lo observamos, petrificado. Y esos fotogramas, uno detrás del otro, nos darían la sensación de una secuencia temporal. Es como si usted mueve la cabeza lentamente de izquierda a derecha y observa detenidamente esta habitación. En cada microsegundo usted haría una fotografía que congelaría la aparente realidad que tiene al frente, pero que ciertamente es móvil, se está moviendo en varios planos a la vez. Ese escritorio no sería en realidad como lo vemos, sino un montón de moléculas cargadas de energía que están aquí, pero a la vez en otros planos y que se están moviendo. Cada micro-foto nos serviría para crear una realidad física experimentable. Con experimentable, supongo que ya sabe lo que quiero decir, que podamos tocar, ver, oler, esas cosas.

-Veo que elude usted la pregunta relativa al Dr. Schulze. Ya volveremos a ella. Observo que le preocupa especialmente la experiencia misma de la muerte, como es natural ¿Es así? Es normal que así sea…

-No, no. De verdad que no. Me preocupa más bien…. Lo que me interesa es saber quiénes somos. Antes no me lo preguntaba. Ahora sí. Ahora no duermo.

-¿No duerme? ¿Padece insomnio?

-Al contrario. Es solamente que no tengo sueño. Con muy poco me basta para estar de nuevo despejado.

-¿Piensa en la muerte por las noches?

-Eh… no, pienso en…. En realidad estudio y leo. Me interesa ahora la física cuántica. Creo que la ciencia está a punto de hacer un descubrimiento que cambiará toda la humanidad. Estamos muy cerca. Creo que los humanos nunca habíamos estado tan cerca de saber quiénes somos, de averiguar qué hacemos aquí. No quisiera perderme ese momento.

-Entiendo.

-Oiga, es mucho más que entenderlo, porque si lo hiciera, créame, le apasionaría ¿Se da cuenta? Estamos a poco, quizás no más de una década, de poder lanzar hipótesis solventes sobre el origen del cosmos, de la vida y del por qué de la conciencia. Estamos muy cerca de saber qué es el alma, de dónde viene y a dónde va. O al menos, tener una idea aproximada bastante razonable. Diez mil años de religiones, si no más, pueden desmontarse de la noche a la mañana como un castillo de cristal y no digo porque sí lo del cristal. Lo digo porque hará ruido, mucho ruido. El Bosón de Higs es sólo el principio, no es en realidad nada comparado con lo que viene detrás ¿Cree que estaremos preparados? Yo creo que no.

-¿Le preocupa?

-En realidad no tanto como me apasiona.

-Entiendo

Detrás de cada “entiendo” toma notas sobre una libreta que apoya sobre su mesa.  Apenas levanta la cabeza, sólo cuando hace una pregunta, y enseguida vuelve a hundir la mirada sobre el papel. Me sería más fácil describir su pelo ralo, que es lo que más veo, que su enjuta cara surcada de sombras y dudas.

-¿De verdad no ve la mente como un mecanismo? Pues yo ya no puedo verla de otro modo; un instrumento de la conciencia. Es… pues…. ¿No tiene la sensación de que cada acción ha de tener un propósito? Pues en mi opinión, la mente es el mecanismo que se ocupa de eso. No es que le de sentido a la vida, no quiero decir eso, pues el propósito puede ser del todo absurdo, pues hasta la auto destrucción entra dentro del abanico de actos que la mente es capaz de proponernos, como en el caso de un suicida, por ejemplo. Sólo digo que la mente sería el mecanismo que se encargaría de que cada uno de nuestros actos en la vida tuviera un propósito, pero un propósito para la vida “representada” tal y como decía Gabriela, una vida de experimentar cosas, algunas buenas, otras malas… pero no porque la mente hiciera en sí misma la existencia. Creo que ahí Gabriela tenía razón. No es el pensamiento el que nos confirma, no existimos porque pensemos como creía Descartes. La mente es sólo un síntoma, un producto, una manifestación de la conciencia.

-¿Tiene la sensación de ser alguien distinto de su mente?

-¿No debiera ser así?

-Déjeme que haga yo las preguntas, por favor. Recuerde que es usted el que nos interesa hoy.

-Ya, pero ¿Piensa usted acaso que la vida no es más que un estado de la mente? Sería muy poco estimulante ¿Verdad?

-¿Le afecta?

-Sí, realmente sí. Lo reconozco. Me deprime la idea.

-¿Por qué?

-Si la vida no fuera más que un estado de la mente, ello significaría que la vida no es más que un conjunto de combinaciones químicas. Ya sé que eso, a sus colegas psiquiatras, les pueda resultar reconfortante. Pera a mí no, desde luego. Si sólo somos el resultado de un puñado de ecuaciones químicas, entonces no tenemos ningún futuro. Las diferencias no serían más que combinaciones aleatorias de encimas, algún coctel innovador en algún momento de nuestra evolución y… entonces, nuestro tiempo, nuestro tiempo sería sólo prestado, no habría transcendencia alguna ¿Qué sentido tendría entonces el arte, o las emociones? El mismo concepto de Ley sería un absurdo. Sólo seríamos carne pensante en movimiento. El nuestro sería efectivamente un tiempo prestado sin ningún propósito, hasta que nos destruyéramos por nosotros mismos, o hasta que otro coctel químico, más evolucionado, fruto de algún laboratorio, o proveniente de otro planeta, de otra galaxia, venga a exterminarnos. No habría razón para que no lo hicieran. Seríamos pues el parásito de un planeta rico en recursos naturales, un planeta con grandes dotes para la vida en comparación con lo que nos rodea. Esto está lleno de vida a pesar nuestro. Usted puede verlo; animales, plantas por doquier, insectos, virus, bacterias,… aquí, en la Tierra, vive todo. Exterminarnos sería lo más racional y saludable que podría hacer cualquier otra forma de vida con capacidad para hacerlo. Somos el mayor peligro para el planeta y para nosotros mismos. No exterminarnos sería tan poco razonable como que se cosiera de nuevo al paciente sin haber eliminado la infección que se hallaba en el interior.

-¿Piensa en ello a menudo?

-¿En qué?

-En lo que para usted supondría que la vida sólo fuera un estado de la mente.

-No ¿Para qué?  Seleccionar los pensamientos es uno de los pocos privilegios que tenemos. Cuando perdemos esa opción, es cuando enloquecemos. Eso ya lo debe saber usted, doctor.


XXXVII – Al Ganador no se le juzga

 

 

-La suma que solicitan por su aplicación está muy por encima de lo que resulta de los informes de nuestros analistas. Debemos pedirle que reconsideren su petición. Estoy seguro de que juntos podemos encontrar una cifra que acomode bien a todos y que se ajuste al valor de mercado de la aplicación.

-Sr. Baumberg, deberíamos hacernos algunas preguntas para valorar si merece la pena continuar nuestra conversación. Sé que están ustedes muy ocupados y no quisiéramos malgastar su tiempo. La primera cuestión es si de verdad creen que el valor de mercado calculado por sus propios analistas, va a tener alguna influencia en el curso de esta negociación. Discúlpenme por ser tan rudo. Seguro sabrán entenderme.

Aaronovitch, sentado a la derecha de Baumberg, abre sus ojos como platos, para después mirar de reojo la reacción de Baumberg. Este, mucho más sagaz, apenas se inmuta y sostiene su mirada frente a la mía.

-Otra cuestión que debemos dilucidar cuanto antes Sr. Baumberg es qué entendemos por valor de mercado. Comprenderán que siendo una empresa en crecimiento, considerar el valor de mercado de la empresa a día de hoy, sería ignorar el valor de mercado que este proyecto va a alcanzar en los próximos años.

En su primer mes de actividad en la ciudad de Barcelona, Haulap ap ha obtenido un rotundo éxito, habiendo experimentado un crecimiento de la facturación espectacular desde las primeras semanas. Es necesario expandirla rápidamente a otras ciudades para poder asegurar una implantación global lo más ágil posible en la mayoría de mercados del planeta. Necesito socios locales que inviertan en cada una de dichas ciudades, en cada país, a cambio de un porcentaje de participación en la empresa que se crea exprofeso en cada uno de esos mercados.

Estoy negociando la venta del cuarenta y nueve por ciento de la sucursal del Reino Unido con los representantes de un importante grupo inversor judío afincado en Londres. Baumberg es bastante obeso, con las mejillas sonrosadas y el pelo canoso y ralo, peinado hacia atrás, dejando delante una frente sobredimensionada que encierra una lúcida mente. Su nariz es proporcionada y centra dos ojos de un azul muy claro, coronados por dos cejas pobladas y de color ceniza, como dos matorrales. A su derecha se sienta Aaronovitch, mucho más delgado, de nariz aguileña y enjutas facciones. Su pelo negro brilla repeinado hacia atrás de tal modo que parece que le estira todas las facciones hacia arriba. Sus labios son tan finos que casi no se aprecian y su mentón está tan retraído que se confunde con su cuello. Aaronovitch es nervioso y constantemente se frota las manos y se remueve en su silla. Continuamente mira los papeles que tiene sobre la mesa y busca la aprobación de su colega en todo lo que hace y dice. Baumberg es lo opuesto completamente. No se mueve, a veces pareciera que apenas respire. Sus manos están ocultas debajo de la mesa, apoyadas sobre los reposabrazos de su butaca. No tiene ningún papel frente a él, ni un bolígrafo, nada. A menudo sonríe, pero de manera tan estudiada que produce cierto escalofrío. Baumberg está siempre reclinado sobre el respaldo de su silla, y por eso, Baumberg es siempre impredecible.

-¿Quiere decir que debemos ignorar todo análisis financiero y tomar la decisión, digamos, de una manera “instintiva”? –dice Baumberg sin mover ni un solo músculo del cuerpo, excepto los que rodean su boca, y sin dejar de mirarme ni un segundo directamente a los ojos-.

-Por lo que sabemos, suele ser así como tomamos las decisiones de acuerdo con los resultados de las investigaciones más recientes, Sr. Baumberg. Probablemente ustedes ya han tomado una decisión al respecto. Probablemente ustedes ya tienen acordada una horquilla de precio máximo que están dispuestos a pagar por el cuarenta y nueve por ciento del capital de Haulap App en Reino Unido, y probablemente, usted, Sr. Baumberg, consciente o inconscientemente, ya ha decidido que ese tope es un “agradable” objetivo que le haría muy feliz conseguir, pero que hará todo lo que sea necesario para quedarse con este proyecto para su grupo, aunque para ello tenga que pagar mucho más de lo que se había fijado. Yo no le pido mucho más, por suerte para usted, le pido simplemente que pague su precio.

-Los judíos tenemos un proverbio muy útil que nos advierte que es mejor perder un buen negocio que hacer un mal negocio.

-Si usted creyera que este es un mal negocio no estaríamos los cuatro aquí sentados ¿No le parece?

- Tengo un amigo, de nuestra comunidad, que siempre me recuerda que a partir de una Libra todo es una fortuna –interviene Aaronovitch-.

-Yo también conozco a un judío, a un tal Albert Einstein, que me recuerda constantemente que todo es relativo.

-Las cosas tienen su valor. El valor responde a su rendimiento económico, al coste de producirlos...

-Las cosas tienen el valor que cada uno les da Sr. Baumberg. Dígame, ¿Qué valor tienen los diamantes que su grupo compra en África y revende aquí, en Londres? ¿Qué valor tienen allí, y cómo cotizan después, una vez caen en sus manos?

Aaronovitch se mueve inquieto en su butaca. Baumberg sigue con su mirada clavada en mis ojos, y es ahora que me doy cuenta, ahora lo noto, no parpadea, no lo ha hecho desde que he entrado en su despacho y en ningún momento ha apartado su atención de mi.

El despacho está situado en Fox Court,  en Gray's Inn Road, en el límite de la City, uno de los lugares más céntricos y prestigiosos de Londres. Está profusamente decorado con maderas nobles que cubren incluso las paredes. Las persianas son también de láminas de maderas y están entreabiertas dejando pasar muy poca luz. Es un despacho realmente grande, de unos setenta metros cuadrados. Hay una enorme librería que cubre enteramente una de las paredes de la sala, la que queda al lado contrario de la pared que orienta hacia la calle. Al fondo, con una amplia mesa también de madera y pulcramente ordenada se halla el despacho de Baumberg. A la espalda de la butaca que hay frente a ésta luce a media luz un oleo de metro y medio de altura con una silueta que parece obra del Greco, si bien no puedo asegurarlo. Nos sentamos Aaronovitch, Baumberg, Pedro y yo alrededor de una gran mesa ovalada, de madera de cerezo americano con incrustaciones de una madera más clara que no acabo de reconocer.

-Estamos hablando de un proyecto empresarial, aún por consolidar –dice Aaronovitch echando su cuerpo hacia adelante y mostrando cierta inquietud-.

Ignoro entonces el comentario de Aaronovitch y continúo en silencio con mis ojos sobre los de Baumberg. Ninguno de los dos dice nada, ninguno parpadea. Pedro y Aaronovitch pasan alternativamente sus miradas entre Baumberg y yo, esperando alguna reacción de alguno de los dos.

-Considere al menos que por esa cantidad, nuestro porcentaje sea de al menos el cincuenta y uno por ciento -dice Aaronovitch rompiendo el silencio, en un último y patético punto y final-.

Baumberg oye la última súplica de su socio como un latigazo en sus últimas defensas, que se deja sentir en forma de un ligero movimiento de su ojo izquierdo.

-Querido amigo –dice girándose hacia Aaronovitch- creo que nuestros amigos ya han tomado una decisión y ahora nos corresponde a nosotros debatir internamente si su propuesta nos convence o no. Si le parece bien, podríamos estar respondiéndole al final de esta semana. Yo mismo me pondría en contacto con usted por teléfono para informarle de nuestra decisión.

-Me parece una excelente idea Sr. Baumberg. Esperaremos su llamada con mucho gusto.

Nos levantamos y nos estrechamos la mano en el umbral de la puerta. Por encima de su hombro, veo la luz que se cuela por entre las persianas y que ilumina ahora completamente la mesa sin que la entorpezca la sombra de ninguno de nosotros. El contraste de las maderas combinadas produce un reflejo de gran belleza que proyecta una luz muy especial sobre el resto de la gran sala, creando un efecto de gran riqueza, material y espiritual.

Según Pedro y yo nos dirigimos hasta el viejo ascensor con su centenaria persiana metálica y su cubil de madera oscura tallada, me digo que las mesas en las que nos sentamos nos hablan de cómo es nuestra vida.

-Creo que esto está hecho, Josué. Sin duda les interesa –me dice Pedro mientras descendemos con el chirriante acompañamiento del viejo ascensor-.

-En estas ocasiones Pedro, me viene a la cabeza una conocida frase de Kant  “no des nada por hecho mientras quede algo por hacer”. Llama a los principales medios económicos británicos y filtra la noticia de que Espress App prepara un agresivo despliegue en Reino Unido debido al enorme interés que la aplicación ha despertado en diversos grupos inversores de Londres.

-¿Podemos hacer eso, Josué?

-En el amor y en los negocios, todo vale. Estamos aquí para vencer.

-Pero… ¿Qué conclusiones sacarán ellos de nuestro proceder?

-Los rusos suelen tener una frase para estos casos: Al ganador no se le juzga.

-¿Crees que funcionará? ¿No deberíamos esperar su reacción durante la semana que viene?

-Pedro, un buen plan para hoy es siempre mejor que un plan perfecto para mañana.

XXXVIII – La Soledad del Cambio

 

 

En nuestra última sesión Gabriela insistió en hacerme ver los beneficios de ayudar al prójimo. Ella habló de un efecto liberador de serotonina e incluso de una experiencia orgásmica. Lo cierto es que he investigado un poco al respecto y he encontrado una investigación de la Universidad de Michigan, publicada en Health Psicology, que avalaría la tesis de Gabriela. En su estudio, los investigadores de la Universidad llegan a las mismas conclusiones que ella y afirman que además se produce una mejora general de la salud y se consigue una vida más longeva. Eso me interesa muchísimo. He decidido cambiar algunos de los nombres de las botellas de agua que hay etiquetadas en mi nevera. Ayudar a los demás, es ayudarse a uno mismo; eso parece.

-¿Cómo fue tu sesión con Teodoro Vinyals, el psicoanalista?

-Puf, la verdad, decepcionante, Gabriela.

-¿En serio?

-Sí, no acabo de verle el sentido. Siempre he pensado que un psicólogo sólo puede serme útil si éste es más inteligente que yo, si no ¿qué lógica tiene? Cuando eres niño, entrar en la consulta del psicólogo impresiona. Ahora, me resulta poco estimulante, la verdad.

-A mí siempre me ha parecido que la psicología, de algún modo, se ocupa de descubrir los trucos de Dios cuando practica la magia sobre los humanos. Pero reconozco que es una visión poco ortodoxa.

-Desde luego tú eres en general poco ortodoxa, Gabriela, sorprendente cuando menos.

Creo que nunca antes los científicos habían mencionado tanto a Dios como lo están haciendo en la última década, y Gabriela es el paradigma de ese “movimiento”. Es como si fueran preparándonos para algo que van a tener que revelarnos próximamente.

-¿Por qué lo dices? No es que me ofenda, al contrario, es casi un halago para mí, pero… quisiera escuchar tus razones.

-¿Estás siendo vanidosa ahora, Gabriela?

-Jajajaja…. Vos sos cada día más vanidoso, ya sabes.

Echaba de menos su risa, cómo la echaba de menos… Viste hoy una blusa oscura que deja sus brazos desnudos, y un pantalón tejano que acaban en unos pies descubiertos, sobre unas sandalias invisibles.

-Está bien, pero recordá que yo también estudie psicología así que….

-Tu caso es distinto, Gabriela.

-¿Por qué?

-¿Otra vez la vanidad?

-Ay, dale, no te hagás el enigmático.

-Es distinto porque…

-¿Sí?

-Bueno, seguramente tú eres más inteligente y…. contigo no me canso de estar. Tienes otros atributos, otros recursos.

-Ahora no te entiendo ¿Qué querés decir?

-Pues…

-Cuanta elocuencia trajiste hoy –dice sarcásticamente, entornando los ojos y dibujando una de sus maliciosas y ladeadas sonrisas que todo lo iluminan-.

-Pues que aunque no lo fueras, más inteligente, quiero decir, lo cual no dudo, tú igualmente podrías acceder a mi psique, mientras que otro psicólogo, Vinyals por ejemplo, no lo haría si yo no lo permito. Puede intentarlo, pero es fácil cerrar puertas a un intruso menos capacitado.

-¿La capacidad es la clave para ti?

-No…

-¿Es por la confianza? ¿Estás diciendo que confías en mí?

-Bueno, sí, también. A estas alturas la confianza juega un papel.

-¿Entonces, qué?

-Entonces… están ocurriéndome cosas inusuales últimamente, ya sabes… y…. cómo decirlo. Cuando quieres a alguien le abres todas las puertas para que esté contigo. Cuando amas a alguien querrías que estuviera presente en todos los momentos de tu vida en los que te sientes dichoso y…

Sus ojos se han quedado fijos en mí. La cerviz más tiesa que nunca, y su semblante serio e impertérrito me está ajusticiando con la mirada. El gélido silencio se me hace insoportable. No sé muy bien qué he dicho ni porque lo he dicho, pero ella apenas hace un ligero movimiento para echar un rápido vistazo a los apuntes que tiene sobre la carpeta que descansa sobre sus piernas. Se levanta sin dejar de mirarme y se dirige entonces hacia la puerta. Pocos metros antes de salir hace un breve ademan con la mano derecha sin dejar de mirar hacia la salida, sin mirar atrás.

-La sesión ha acabado por hoy, Josué. Ya te avisaré para concertar la próxima entrevista.

 

XXXIX – He tomado una decisión

 

 

Pedro me ha llamado entusiasmado esta mañana. Quería contarme inmediatamente que, después de la nota de prensa que enviamos a distintos periódicos británicos explicando nuestra intención de desembarcar en el Reino Unido con fuertes inversiones, y de que varios inversores locales se habían mostrado interesados por adquirir una participación en la división británica de la empresa, ese mismo día por la tarde se publicaba en el Financial Times una entrevista a Baumberg donde este afirmaba que su grupo ya había cerrado el acuerdo para representar Haulap App en Reino Unido. A Pedro le parecía todo un acontecimiento que el grupo de Baumberg y Aaronovitch se hubieran apresurado a confirmar la información a los medios ayer por la noche. Lo habían hecho antes incluso de darnos su confirmación a nosotros, lo cual había sucedido esta mañana a primera hora. Efectivamente Baumberg ha llamado personalmente a nuestro despacho hoy muy temprano. Al no encontrarme allí, le ha adelantado la noticia a Pedro para asegurarse de que el asunto estaba acordado entre nosotros, comprometiéndose a llamarme personalmente más tarde. El acuerdo con el grupo de Baumberg en Reino Unido incentivará las reuniones que ya están programadas en Berlín, Ámsterdam y Lyon, y sin duda nos pondrá más fácil llegar a acuerdos con cada uno de los inversores de esos países. Cada uno de esos grupos ya sabrá de antemano que no pueden pedir más de lo que ha obtenido el grupo de Baumberg y Aaronovitch.

-Juan ¿he de pagar impuestos por la venta del cuarenta y nueve por ciento de las acciones de la sucursal en Londres?

-No, ya que lo haremos como una ampliación de capital, por lo que no constará como un ingreso tuyo. Todo legal.

-Me alegra oír eso. En el último trimestre hemos pagado una gran cantidad de impuestos, demasiado a mi juicio ¿Qué sentido tiene pagar por todo? Paga la empresa, pagan los trabajadores, pago después yo….

-Hasta ahora no tenías optimizada una estructura fiscal adecuada. Es más normal que pagues por tus ingresos personales. De hecho así debería ser, pero en lo que respecta a la empresa, la ley permite docenas de modos de reducir el porcentaje de impuestos a pagar. Con una estructura internacional podemos llegar a limitar los impuestos a menos del cinco por ciento de los ingresos. El problema es que hasta ahora estabas mal asesorado. No te preocupes, a partir de este momento tienes al mejor asesor en derecho fiscal de la ciudad. Lo vas a notar enseguida, en tu próxima liquidación de impuestos –dice mientras me besa en el cuello-.

Efectivamente estoy de nuevo desnudo, tumbado junto a Juan. Esta  vez no tengo la excusa del alcohol, he llegado aquí por mi propio pie, tras mi propio deseo. Estaba eufórico por la noticia recibida de parte de Pedro. Quería compartirla con alguien. Y estaba cerca de mi antiguo piso. Gabriela no estaba en su apartamento y ciertamente, tras nuestra última sesión no sé si hubiera sido la mejor compañía. Por su parte, Juan estaba sólo unos pisos más arriba y como abogado que había elaborado los primeros contratos de la empresa con los desarrolladores informáticos, era la persona más propicia para comprender mi alegría. Un abrazo ha dado lugar a otro abrazo, este a un beso en la mejilla que se ha ido rápido hacia al cuello. A partir de ahí, enardecidos, cada uno ha hecho lo propio para darse su dosis de placer, tomando cada uno del otro lo que le convenía, hasta que una media hora después nos hemos encontrado desnudos, en su cama, hablando relajadamente sobre las nuevas implicaciones que para la empresa iba a suponer la expansión hacia otros países. Distendidamente, intranscendentemente, como dos colegas que discuten en la sauna particularidades de un negocio. Camaradas, colegas, que se ocultan a sí mismos su condición de amantes. Nadie sabe, quién sabe… ninguno de los dos comenta. No soy de ti, tú no eres de mí, pero ahí estamos. Nadie renuncia, nadie acepta, y eso nos parece bien. Ya no soy quien era, pero estoy bien conmigo, ahora.

-¿Menos de un cinco por ciento? Eso suena realmente bien, Juan. ¿Pero, qué sentido tiene un sistema fiscal así? ¿No te parece que al final sólo genera burocracia y que los costes de la misma no compensa lo que se ingresa por ello?

-En cierto modo tienes razón. Pasa además que mientras las empresas tributan a tipos fiscales muy inferiores, mientras no repartan los beneficios entre sus accionistas, estos no tienen que tributar por ellos y lo que ocurre al final es que la clase media y los más pobres son los que finalmente sostienen al sistema, ya que ellos no tienen mecanismos similares para reducir su factura fiscal.

-Me pregunto Juan, si teniendo en cuenta lo que tú dices y que las empresas no dejan de ser instrumentos que constituyen las personas para llevar adelante sus negocios y proyectos, si tiene sentido que las empresas paguen impuestos, y si no sería más eficiente para el sistema que nos ahorrásemos todos ese proceso. A cambio, claro está, de que las empresas estuvieran obligadas a repartir sus beneficios cada año. De este modo, los accionistas, los verdaderos beneficiarios, pagaríamos por los beneficios realmente obtenidos, y lo haríamos al tipo fiscal que a cada uno realmente le toca. Creo que puede llegar hasta el cuarenta y cinco por ciento en ese caso ¿no es cierto?

-Si así es. Desde luego el Estado recaudaría más con tu propuesta y sería un modelo más equitativo ya que en el impuesto de la renta, en lugar del de sociedades, el porcentaje de impuestos a pagar crece según se incrementa la renta de cada persona. Sin embargo he de explicarte primero la diferenciación entre persona física y persona jurídica…

Mientras Juan se adentra en una especie de clase magistral sobre la naturaleza jurídica de las empresas, yo ando ya trasteando con mi móvil. Me ha llegado un whatsap de Sophie que requiere mi atención inmediata.

-  ¿Cuántos besos me merezco hoy?

-  Tantos como alcanzare mi boca.

-  No me digas esas cosas…

-  Cómo me gusta haberte conocido, Sophie…

-  ¿Te das cuenta de que tu manera de decir las cosas enamora, Josué?

-  Bueno, es que yo digo lo que realmente pienso. No sé mentir.

-  Quisiera verte mañana, pero sobre todo quisiera que tú quieras verme.

-  Quiero verte siempre, todos los días, todas las horas. Quiero hacerte cosas….

-  ¿Cosas? ¿Qué cosas?

-  Quiero cubrirte el cuerpo de besos, Sophie…

-  Uhmmmm

Juan ve de soslayo mi conversación con Sophie en la pantalla del teléfono. Hace un gesto de comprensible resignación y deja su diatriba sobre derecho mercantil para dirigirse a la cocina a preparar café.

-  Quiero que mis dedos se aprendan tu cuerpo…

-  Sigue, pero no sé si es buena idea, me he de ir a trabajar ahora… bueno, da igual, sigue, no pares, cuéntame más.

-  Voy a susurrarte al oído todo lo que te voy a hacer

-  Aishss….. y qué viene después?

-  Prepárate, porque ya no me controlo. Estoy fuera de mí y lo vas a pagar…

-  Qué malvado eres. Dime más…

-  Morderé tu cuello y tus hombros

-  Voy a saborear cada una de las gotas que empapen tu cuerpo, Sophie.

-  Y mi lengua escribirá mi nombre sobre la piel de tu sexo, mis labios apresarán tus labios, y también tu boca.

-  Voy a entrar en ti por todas partes. Estarás tan llena de mí que sudarás mi propio aroma.

-  Arêtteeeees…!

-  Embestiré contra ti como si quisiera llevarte conmigo, dentro de mí.

-  Y me vaciaré en ti mientras mi aliento cae sobre tu nuca, y mi pecho cubre tu espalda.

-  ¡Mon dieu! ¿Cómo quieres que me vaya a trabajar ahora?

-  Jajajajaja….

-  H e de cambiarme (otra vez). Hablamos luego para acabar de quedar. Bisous, amour.

-  Ahora un solo beso, un beso sólo…. pero más largo

 

El día amanece soleado, caluroso y radiante. El aroma del café llega hasta la cama a mezclarse con el olor del sueño. Suena de fondo “Miss Perfumado” de Cesaria Evora. No tengo prisa. Nada es más urgente que la vida. Y me doy cuenta entonces de que ya no soy ese hombre vendido a su mala suerte. He tomado una decisión. He elegido. Yo soy mi propio destino.


XL – Si yo cambio, todo cambia

 

 

Meta debía durar tres meses, según me dijeron en su día. Han pasado dos desde la última sesión de control con Gabriela, cinco desde que inicié el programa. La última vez que la vi fue en junio, ella salió por la puerta sin darme razón de réplica y me abandonó en el centro de la sala de la misma manera que se abandonan las cosas viejas, las cosas gastadas, las cosas que no te importan.

Antes de ayer me llamó para iniciar una nueva ronda de sesiones, las cuales van a solaparse con los controles que estaban previstos para los meses posteriores a la finalización del programa. Esa es la conclusión a la que han llegado después de discutirlo todo el equipo. Una prórroga, una extensión… ella misma no supo acabar de definirlo mientras hablábamos. Tampoco fue clara en las razones. Era “justificado de acuerdo a mi perfil” fue todo lo que alcanzó a expresar. Unas sesiones más, una oportunidad más de Gabriela. Su llamada, sin embargo, no me sorprendió. Era como si la esperara. Sabía que vendría a mí. No sabía las causas ni los motivos, pero la esperaba.

Las cosas van cambiando para que todo parezca lo mismo. La meditación me cambia. Las etiquetas de mis botellas de agua cambian, yo cambio. Todo sucede sigilosamente. Toda mejora es sutil, pero cada una de ellas es una pieza imprescindible para obrar el cambio. La unión de todos los pequeños cambios es lo que acrecienta el magnetismo, la capacidad de persuasión, la seducción, una suerte de magia invisible pero tremendamente eficaz.

El mes de agosto es sofocante en Barcelona. El viento trae del mar un aire cálido y húmedo que queda atrapado por las montañas que rodean la ciudad. La humedad se une al calor, el calor quema la ropa y esta se pega a la piel que no deja de sudar y pedir auxilio. La ciudad, aunque tiene menos tráfico durante el mes de agosto, se resiente asmática. El asfalto se abrasa bajo el sol y escupe fuego a todo el que sobrevuele su corteza, y todo el aire parece exhalado por una cachimba. Todo él es humo y calientes gotas grises, que todos respiramos ahogados, con los ojos enrojecidos y resecos. Agosto no es para Barcelona, quizás para algunos turistas inconscientes y ciudadanos sin escapatoria, pero hasta los pájaros caen contra las aceras,  sofocados desde los plataneros en los que se creían a salvo.

Hacia la segunda mitad del mes de agosto, por las tardes, suele llover estrepitosamente. Entonces todo cambia y todo vale la pena. El aire se enfría, las calles se mojan y una ligera brisa te permite empezar a dormir por las noches. Pero este año las lluvias no han llegado aún y yo estoy aquí, atrapado, como los pájaros, el smog y la desilusión de los que dejarán sus vacaciones para otro próximo año, otra vez.

Adentrarse entonces en los verdes y frondosos jardines del Palau de les Heures tiene el alivio de encontrar un oasis en el desierto, además de la familiaridad de los sitios reencontrados. El Palau significa para mí Gabriela y su boca es lo que ahora quisiera para recuperar el aliento. La última vez que nos vimos le dije que cuando amas a alguien quisieras que estuviera contigo en  todos los momentos de tu vida en los que te sientes dichoso. Ya no supe nada más de ella hasta hace dos días. Desde aquella última sesión hemos cerrado acuerdos en Londres, Ámsterdam y Berlín para expandir Haulap Ap y muy probablemente cerraremos la semana que viene un acuerdo en Lyon para todas las ciudades de Francia. Me hubiera gustado estar más cerca de ella todas estas últimas semanas, pero sólo lo ha estado en mis pensamientos, especialmente en las sesiones con el Dr. Vinyals, donde continuamente ocupaba mi mente. Ahora, que tengo el Palau justo enfrente de mí, puedo adivinarla más allá de los ventanales que salpican sus muros. No la veo realmente, pero la sola idea de imaginarla allí dentro produce una electrizante corriente por toda la piel de mi cuerpo.

El fuerte resol en el exterior hace que el hall de entrada se antoje aún más oscuro, hasta que los ojos no se acostumbran a la penumbra y empieza uno entonces a distinguir con claridad las baldosas blancas y negras y el estuco de las paredes. Como de costumbre, no hay nadie en la entrada y uno puede circular libremente por el interior del edificio sin dar explicaciones.

Piso con intención asesina cada una de las juntas que unen los baldosines hasta que llego a la escalera. Desde su pie, miro hacia arriba, hacia la luz que se cuela desde la planta superior. No se oye nada, ni un rumor, tampoco sus pasos, su taconeo, nada.

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