Mala

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Dos semanas atrás

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DOS SEMANAS ATRÁS

Miércoles, 19 de agosto de 2015

Archway, Londres

Le doy un besito a Mr. Dick, lo guardo en su cajón, doy media vuelta en el futón y me tapo con el edredón. Hace años que es mi juguete erótico favorito. Más que eso, es un amante, un amigo. Está a mi lado cuando necesito a alguien con quien hablar o cuando necesito un día ludicofestivo entero con él en la cama. Nunca me ha dicho que no. Nunca me ha dado por muerta. Tenemos un vínculo especial, más cercano que entre gemelos. De vez en cuando se le acaban las pilas y eso es un rollo, claro; pero no me quejo. Siempre ha sido un profesional. Siempre cumple. Es un perfecto caballero.

¿Te acuerdas del día en que te compré cuatro pilas Duracell Plus Power nuevas? Me proporcionaste ese orgasmo múltiple legendario y estuve corriéndome durante cinco minutos. ¿Y de la vez que estuvimos en el hotel Travelodge de Wembley y vimos varias películas seguidas de Brad Pitt? A mí me gustó Thelma y Louise, y a ti Snatch, cerdos y diamantes. Jamás olvidaré el día en que te encontré colgando de aquel gancho en una tienda del Soho: fue amor a primera vista. Eras rosa y brillante, y la luz de neón te hacía resplandecer. Veintiocho gloriosos centímetros de látex. Anatomía perfecta. Olías a nuevo, como una goma de borrar. Eras el último que quedaba en la tienda. Estaba ansiosa por llegar a casa y sacarte del embalaje para descubrir tu potencial entre las sábanas. El resto, ya lo conoces; sabes cuánto nos hemos divertido. Sé que tú no te marcharías. No como otros…

Meto la mano en la tote de Primark y cojo el paquete de Marlboro Lights. Mierda, solo me queda un piti. Tengo que comprar más. Rebusco el Zippo violeta. Tiene que estar por aquí. Pero ¿dónde? ¿Dónde? Lo encuentro debajo de la cartera y, por fin, enciendo el cigarrillo. Retengo el humo, cierro los ojos y lo suelto poco a poco. Espero a notar el subidón de nicotina, como si con eso arreglara algo. Como si fuera una poción mágica.

Y no logro contenerme.

Abro la cartera y saco la foto. La llevo doblada detrás de los billetes viejos de autobús, las tarjetas de fidelidad de cafeterías y los tíquets de vodka de algún bar. La despliego encima de mis rodillas y la contemplo. Está arrugada. La sacaron en Lower Slaughter, en diciembre de 1987. Mis padres posan delante de la iglesia, en el corazón del pueblo. El típico paisaje de los Cotswolds. La imagen perfecta. Como una caja de bombones. Casas hechas de piedra caliza del color de la miel, prados verdes y represas para molinos. Alvin estaba muy elegante el día de su boda: esmoquin negro, sombrero de copa y zapatos de charol calado. Estaba tan guapo como el príncipe azul. Era el novio ideal. Supongo que mi madre también estaba guapa, pero él jugaba en otra liga. Tenía el pelo liso y negro, espeso. Era ágil y esbelto. Hace veinticinco años que no lo veo. Hoy hace veinticinco años…, al menos, eso es lo que dice mi madre. Yo no me acuerdo.

Apago el cigarrillo en una taza.

¿Sabes qué? A tomar por culo. Que le den.

Ya encontraré a alguien que nunca se marche. Alguien leal.

Rompo la foto en cientos de pedacitos.

Se me escurren entre los dedos como si fueran arena.

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