Magic

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Parte I. Efecto » Capítulo 5

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Fats se hallaba tendido en un sillón, el último modelo de Variety. Corky salió del dormitorio. Había estado echado en la cama con los pantalones, que parecían arrugados, y la camisa, rasgada. Nadie dijo nada durante un momento. Corky se acercó lentamente a la ventana y abrió las ventanas. El sol de octubre no era fuerte, pero aun así, le hizo gritar de dolor. En seguida cerró las persianas herméticamente.

—¡Vaya! —exclamó Fats—. Tú y yo tenemos que hablar un rato.

—No, no tenemos nada que hablar —respondió Corky, al tiempo que consultaba su reloj—. ¡Cristo! Cuánto tiempo he estado ahí dentro?

—No lo sé, dos horas, tal vez más. Pero, ¿qué importa?

—Curiosidad, eso es todo.

—Lo que quieres decir es si estás empeorando.

—¿Me acusas de hacerme preguntas a mí mismo?

—Eres el único que puede responder a eso.

Hubo una larga pausa de silencio. Luego, Corky dijo: —Creo que sí.

—Eso significa dos jaquecas, ¿no? Las primeras jaquecas de toda tu vida, no lo olvidemos. ¿Y aún te quedas ahí diciendo que no tenemos que hablar?

—No hay nada de qué hablar. Ahora me siento muy bien.

—Desde luego. Tus manos se están retorciendo, tienes los ojos hundidos, tu cara tiene el color cremoso del trigo… Y todo es así cuando nos sentimos en forma.

Corky miró hacia otro lado.

—Fácil el sarcasmo, ¿eh?

—¡Cristo, muchacho! Estoy preocupado. Eso es todo.

—Lo sé.

—¿Fumamos?

Corky sacó cigarrillos para los dos, y los encendieron.

—¿Sucedió algo anoche? —preguntó Fats.

—¿Te refieres a algo tan poco corriente que me haya provocado esta asquerosa jaqueca? ¿No crees que es ir demasiado lejos?

Habla.

—Encontré una chica, la invité a un par de tragos y me llevó a su casa.

—¿Y…?

—¿Quieres que sea más gráfico? ¿Qué te informe sobre la textura de sus músculos?

—Deja que sea yo el tipo listo, ¿de acuerdo? Veamos, estuviste con esa muchacha, ¿y todo fue bien?

—Al menos para mí, sí. Creo que lamentó verme marchar. Incluso me sugirió que firmase en su libro de texto de latín.

Libro de texto. ¿Acaso te acostaste con una colegiala?

—No, no, era una maestra de Brearley… Ése me parece un lugar imaginario.

—También me lo parece a mí. Al menos, una de sus maestras es una buscona con afición a los autógrafos. Ésa es precisamente la clase de profesora que deseo contratar para que prepare a mis hijos a enfrentarse con la vida el día de mañana.

—Bueno, todo fue muy lógico… Vio el espectáculo Carson, le gustó, y… Bien, de todos modos tú no tienes hijos.

—Si los tuviera, no los enviaría a ese Brearley. ¡Dios del cielo! Me pregunto a qué se dedicará entonces la profesora de gimnasia que debe de haber allí.

Corky se echó a reír.

—No es para que rías así —le reprochó Fats.

—Creo que sí.

—No. Voy caminando hacia algo determinado y tú ratas de despistarme. ¿Te reconoció inmediatamente?

Corky dudó.

—¿Antes o después de…? ¿Cuándo te reconoció?

—Durante el coito.

—¡Oh, muchacho! Así tenía que ser…

—¿Acaso estás diciéndome que eso tiene importancia? Doctor, yo…

—¿Y tú me estás diciendo que no la tiene…? ¿Qué sucedió después de haberte reconocido? —Encendió la luz repentinamente y me miró.

—¿Y después de eso?

—¿Cuándo de nuevo se hizo la oscuridad? Bueno, creo que besé su cuello más de una vez. Hubo un largo silencio. Fats preguntó, finalmente: —¿Y luego?

Corky movió la cabeza y contestó: —Eso habría que verlo…

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