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Retales madrileños » 13. Pascual Madoz

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13 Pascual Madoz

(Pamplona, 1806-Génova, 1870). De todo cuanto se ha escrito de Madrid acaso nada tan admirable como el tomo dedicado a la capital en su gran y voluminoso Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar , conocido como el Madoz. Lo empezó a escribir en 1835, y lo componen volúmenes en folio y apretadísima tipografía a dos columnas con numerosísimos cuadros sinópticos, estadísticas y grabados. Es como los libros de Mesonero, pero sin literatura, lo cual no quiere decir nada, porque se lee con mucho menos agobio y mayor aprovechamiento. Madoz fue uno de aquellos admirables políticos progresistas del siglo XIX que pagaron sus ideas con cárceles y exilios. Cuando la suerte política le sonrió (revolución del 54 o vicalvarada ), presidió el Ministerio de Hacienda y vio aprobado su proyecto de desamortización, la segunda en importancia después de la de Mendizábal. La revolución le hizo gobernador de Madrid y le llevó a Italia en la delegación española que trataba de convencer al duque de Aosta para que cubriera la vacante del trono de España, y allí le sorprendió la muerte. En su diccionario no hay aspecto de Madrid que no se trate. Es, además de un escrutinio exhaustivo, fuente de toda clase de informaciones: desde el número de perdices o reses que llegaban cada día a los mercados, a las arrobas de cera que quemaban los madrileños en los altares de sus vírgenes y santos predilectos. Las costumbres de los madrileños están entre líneas con un rigor científico que para sí quisiera la literatura: en el momento de su publicación había contabilizado para un Madrid de trescientos mil habitantes 610 tabernas, 552 tiendas de vino, 281 chamarileros, 132 buhoneros y 246 carboneros, y así con más de cien oficios, para acabar su diagnóstico: «Madrid, una ciudad con un 80% de analfabetos, no puede ser considerado como centro industrial y mercantil de la nación española». No es de extrañar que Galdós lo tuviera como obra de cabecera para escribir sus Episodios nacionales . Sánchez Mazas adoraba su prosa, y su admiración la heredó el hijo de este, Sánchez Ferlosio. A ambos les amenizó los larguísimos veranos de la Coria de posguerra.

277. Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar , 1847.

Un precedente del Madoz fue el exitoso Viaje de España de Antonio Ponz, un historiador ilustrado con maneras de abate (lo era). Se llamó a sí mismo «modernario» y jamás puso en duda su buen gusto (que le llevó a detestar todo lo que en arquitectura llevara la impronta de Churriguera). De los diecisiete tomitos de su obra (1772-1794), dos los dedicó a Madrid. Estos se reimprimieron incontables veces. Son a un tiempo el inventario artístico de palacios, iglesias y conventos y la defensa de las políticas urbanas de Carlos III, a quien sahúma de continuo. Se crece también en reprobaciones que a menudo no obedecen más que a manías propias: «Así como los vicios son más visibles en las personas más altas, de la misma suerte causan mayor descrédito las obras disparatadas en las Cortes y Grandes Ciudades, y por consiguiente merecen otra censura que si estuviesen en pueblos pequeños o poco conocidos».

Tras el Ponz y el Madoz se han publicado, claro, muchas obras sobre Madrid, guías o enciclopedias. Entre mis preferidas están la Guía de Madrid de Juan Antonio Cabezas (1954), que cuenta además con las fotografías del mejor Català-Roca (uno de los grandes trabajos fotográficos sobre Madrid) y Madrid , enciclopedia coordinada por Carlos Sambricio y Concha Hernández. Y los compaginaría con el Diccionario enciclopédico de Madrid (2002) de María Teresa Gea, lleno de pistas, y con el más extenso Diccionario de Madrid (1997), de Francisco Azorín, José Montero Alonso y José Montero Padilla (cuidándose de sus atribuciones falsas). De una u otra forma todos rinden tributo al Madoz.

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