Louise

Louise


«ÉL»

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«ÉL»

 

Empecé a rezar, aunque  no creo en esas tonterías. No me gusta perder el tiempo pensando en cosas que no existen... Para colmo, aquella tarde, el que cubría el puesto  de «Pesadilla de los humanos» vino a verme. Nunca había estado frente a una sensación espectral tan fea en mi vida. Intuí lo que aquel puesto supondría a la larga. Era una  mezcla de espantapájaros invisible, que solo me hablaba de dolores de muelas, de velatorios, de trampillas que se abren cayendo al infierno y de gente que se ahogaba en un lago siniestro. Era un tipo muy raro.

—Hola, «Sueño de los humanos», solo venía para decirte que no sabes la que te espera. Yo no siempre he sido la pesadilla de los humanos, ¿sabes? Un  día también acepté el contrato divino de los superiores del «Mucho más allá» y fracasé. Yo antes era «La sensación de relax de los humanos», imagínate lo que supuso  el cambio para mí. Este trabajo es horrible, la gente no para de gritar cuando  me ve. Cuando entro en sus habitaciones, siempre encienden la luz para que me vaya. No sé por qué lo hacen, deben creer que eso me ahuyenta, pero solo me voy porque soy fotosensible. Bueno, solo quería desearte suerte y que en tus primeras jornadas te lleves un buen pack de pañales, porque los niños cuando te ven siempre se hacen pis en la cama. Y que el mejor momento para meterte en sus mentes es cuando han  cenado mucho, la sangre les baja al estómago y tienes más espacio en la cabeza para empezar con tu función macabra.  Mira, aquí te dejo una lista con las cosas que te vendrán bien. Una muñeca de El exorcista que le dé vueltas la cabeza, una careta con el ojo de besugo bizco de Igor, esta aterra a los más peques, es infalible, y una mesa con una tabla Ouija para que te metas  debajo y les muevas el vaso. Parece mentira, pero hay humanos a los que les gusta esta clase de magias negras. Y nunca te olvides de acostarte al amanecer, cuanto más mugriento, pálido y entumecido estés, mejor. Bueno, «Sueño de los humanos», ha sido un placer conocerte. No pensaba que la luz que desprendes fuera tan resplandeciente como me habían contado, pero sí que se te ve bien lúcido. Madre mía cómo brillas, una lástima... Ahora sabrás lo que es vivir siempre entre las sombras.  Cuídate, amigo.

Cerré la puerta y me entraron ganas de llorar, pero ni siquiera un ser supremo como yo puede disfrutar de tal lujo.

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