Louise
«ÉL»
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«ÉL»
Me parecía curioso leer todo esto. Me encantaría poder decírselo a los humanos, pero claro, no tengo voz. Se quedarían de piedra si le vieran la cara a la muerte, como cuando paso por su casa para avisarle de la reunión de vecinos. Siempre va vestida de blanco, aunque la limpieza es algo que no conoce demasiado. Cuando me abre la puerta, parece como si llevara una semana sin dormir. Será debido a que nunca deja de trabajar, porque, como yo, siempre tiene algún pedido pendiente.
Hay algo que me llama mucho la atención. Tiene una vieja guadaña en el jardín de su casa y siempre tiene la yerba perfectamente rasurada. No sé cómo consigue cortar el césped con semejante armatoste. Al igual que yo, también viaja mucho de un lado para otro. El otro día, mirando en su buzón, vi un panfleto que decía: «Reciba su descuento para viajar a todos los cementerios del mundo». A pesar de conocerla desde hace siglos, desde que llegó el primer humano, sigo pensando que es un poco rara e impredecible, porque aunque le digo que se esté tranquila, a veces sale de casa hecha una furia...