Louise

Louise


UN DÍA CUALQUIERA

Página 37 de 53

UN DÍA CUALQUIERA

 

Hoy me he levantado y me he mirado en el espejo. Tengo las marcas de la tristeza tan marcadas en el rostro que apenas recuerdo la última vez que sonreí. He salido de casa y me he encontrado con un viejo amigo pidiendo en la calle. He hecho un ademán de meterme la mano en el bolsillo para sacar el monedero pero me he acordado de que tiempo atrás había abandonado su trabajo. He seguido caminando mientras me rogaba caridad con su cartel de cartón. Luego me he subido al autobús. Solo quedaba un sitio libre. Me he sentado. A los pocos segundos a entrado un chico veinte años más joven que yo, pero se le notaba fatigado. A pesar de mis problemas de espalda, me he levantado y le he cedido el sitio. Los demás pasajeros mayores me han empezado a mirar con rencor, pensando que aquel gesto podría obligarles a tener que hacer lo mismo. Me he bajado en Plaza España y me he metido en un bar a almorzar. Al acercarme a la barra me he dado cuenta de que uno de los comensales estaba siendo grosero,  abusando del camarero.  Más tarde me he enterado  que dicho comensal sigue viviendo en casa de sus padres con cuarenta años y su madre le pone la comida en la mesa todos los días. He dejado una propina a nombre del camarero y me he ido sin decir nada. Al rato, estaba leyendo tranquilamente en un parque y unos niños han empezado a jugar con una pelota cerca de mí molestándome. Discretamente, he cerrado el libro, me he levantado y me he marchado, sabiendo que escoger mi paz es lo más importante por encima de todo. No sin antes dejar una nota encima del banco que decía: «Detrás de este parque hay otro más grande donde jugaréis mejor» Me imagino que los niños habrán sonreído al leerla, aunque yo ya no estaba para verlo. Y después me he vuelto a casa, parece que mi boca no sabe moverse hacia arriba, las marcas de la tristeza ahondan aun más en mi rostro, pero mi mirada en el espejo lo dice todo.

Ir a la siguiente página

Report Page