Lola

Lola


CAPÍTULO 17

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CAPÍTULO 17

Si algo tenía Lola, era una voluntad de hierro. A lo largo de todo ese día, Julia y Mario respetaron su intimidad y no intentaron llamarla; le dieron un poco de espacio. Lola se encerró en su casa, y como hacía siempre que su amor por Mario la superaba, se puso la canción que, estuviera como estuviera, siempre la animaba. Con solo escucharla, en la mayoría de las ocasiones, olvidaba el motivo de su decaimiento y le daba un subidón tan grande que olvidaba la tristeza. Repitió tantas veces aquella canción que estaba segura de que todos los vecinos de medio barrio la cantaban a coro con ella.

Margaret volvió a casa y, en cuanto escuchó desde la calle y a todo volumen Boys Don't Cry, de The Cure, supo que algo le sucedía. Conocía tan bien a Lola que, según el volumen de la música, sabía su estado de ánimo. En cuanto entró en casa, fue directamente al salón, donde Lola estaba cantando como si estuviera poseída.

—¿Se puede saber qué ha sucedido? —le dijo acercándose a la tablet y bajando el volumen—. Vamos a sorpresa diaria desde hace unos meses. ¿Qué ha hecho esta vez el cretino de Mario?

—Esta vez no ha sido él. Esta vez, la cretina he sido yo.

—¿Qué le has hecho? Y no es que me apene, porque se merece cualquier cosa.

—¡Le he confesado todo!

—¿Cómo? ¿Todo, todo?

—¡¡Todo, todo!!

—¿Y qué ha pasado? ¿Qué ha hecho cuando le has revelado el secreto de tu vida?

—El muy cretino es capaz de decir cualquier mentira para mantenerme como su marioneta. Resulta que después de ignorarme durante años, ahora le intereso, quiere estar conmigo. Pero lo que realmente le pasa es que ha dejado a su novia, y como le sucede siempre cuando deja a una mujer, necesita altas dosis de adrenalina, y ha debido pensar «Convenzo a esta tonta de que me interesa y ya tengo compañera para días». Pero lo que no sabe es que ya me he cansado de ser su mascota y de que juegue conmigo. ¡Se acabó!

—¡Ya veremos! ¡No cantes victoria tan pronto! Mario puede ser muy insistente y tú muy tonta, y además estás enamorada, la peor combinación —sentenció Margaret.

—No me voy a dejar convencer porque no voy a verlo. ¿Ves qué fácil? Además, en dos días nos vamos y estaremos fuera casi una semana. Seguro que cuando volvamos, Mario ya tiene a otra mujer con la que entretenerse.

Margaret no dijo nada más porque Lola tenía razón. En una semana, Mario era capaz de conocer a una mujer, dejarla y empezar a salir con otra. Era un perfecto casanova.

Y dos días después estaban a punto de salir para Begur, un pequeño y tranquilo pueblecito de la Costa Brava donde disfrutarían con tranquilidad de unos días de playa y de confidencias con sus amigas. No había visto a Mario y tampoco había hablado con él a pesar de sus constantes llamadas, a las que ella, claro estaba, no contestaba. A Julia le mandó un mensaje diciéndole que les contaría su secreto durante sus vacaciones, pero también le pidió un par de días para desconectar y asimilar lo sucedido. Necesitaba centrarse y tomar las riendas de su vida, que hacía aguas por todos los lados. Y eso fue lo que tuvo durante esos dos días. Ninguna de sus amigas le dijo nada, y sus hermanas, aunque la vieron rara, ninguna dijo nada; claro que estas no sabían nada de lo que había sucedido. No pensaba dejarlas al margen. Cuando volviera de su corto viaje, hablaría con sus hermanas y las pondría al corriente. Bueno, Blanca estaba al tanto de su vida amorosa, pero las demás desconocían la identidad del hombre de su corazón.

El viaje hasta Begur fue tranquilo y, como si no pasara nada, nadie atosigó a Lola para que hablara, y eso que tanto Julia como Elena estaban más que impacientes por saber qué le sucedía a Lola. La tristeza y el dolor que reflejaban sus ojos debían tener una potente causa. Pero también sabían que dentro de un coche no era el lugar más adecuado. Así que, pacientemente, esperaron a llegar y acomodarse.

El hotel tenía un encanto especial. Situado en la misma orilla del mar, las habitaciones daban a una gran terraza desde la cual podías bajar directamente al mar. Tenían la opción de comer o cenar en ella, así que, sin pensarlo dos veces, pidieron para comer en la terraza, y mientras esperaban, bajaron por unas escaleras para darse un baño en las frescas aguas de la Costa Brava. Subieron, de nuevo, y esperaron tumbadas cómodamente en unas hamacas a que les trajeran la comida.

—¿No crees que ya debes darnos una explicación de lo que está sucediendo? Creo que hemos sido demasiado prudentes, así que empieza —le preguntó Julia, incapaz de esperar un segundo más.

Lola sabía que Julia tenía razón. Habían tenido mucha paciencia esos días y debía sincerarse con ellas. Estaba deseando hacerlo. No se encontraba cómoda ocultándoles un secreto así y tenía muchas ganas de descargar aquel enorme peso que durante años había soportado.

—Tenéis razón, ya ha llegado el momento, y antes quiero agradecer la paciencia que habéis tenido conmigo. Todo empezó… Bueno, en realidad, no tengo ni idea de cuándo empezó, porque siempre he tenido estos sentimientos hacia él.

Lola empezó a contarles cómo, año tras año, los sentimientos hacia Mario cambiaban y cómo pasó a ser algo más que un compañero de juegos y travesuras para ella. La historia iba más o menos bien, hasta que llegó la parte más difícil, sobre todo porque Julia era su hermana.

—¡¿Que te acostaste con mi hermano hace tres meses?! —exclamó sorprendida. Bueno, eso era poco para describir su cara. Si hubiera visto un marciano, no estaría tan asombrada.

—¡Julia, cállate, leche! Es muy difícil contar este secreto como para que estés repitiendo todo lo que digo. Has entendido perfectamente, pero te lo repito para que no quede duda. ¡Me acosté con tu hermano!

—Te ha faltado confianza conmigo, y eso es lo que más me duele. Durante tantos años siendo amigas y yo pensando que lo compartíamos todo, pero no era cierto.

—Eso no es así. Conoces todo de mi vida, excepto ese insignificante detalle que no cambia nuestra relación.

—Te faltó confianza, aunque fuera solo en eso.

—Vamos a ver si lo entiendes, Julia. Mi silencio ha sido con todo el mundo y no solo contigo, y la razón para ello está más que justificada. ¿Tú te conoces bien? Eres incapaz de guardar un secreto. ¿Cuánto tiempo crees que habría tardado en enterarse Mario? Yo te lo digo: una semana, un mes a lo sumo. Habría sido una situación muy vergonzosa para mí.

—¡No habría dicho nada! —protestó Julia.

Lola no dijo nada al respecto. Asintió con la cabeza afirmando y siguió con la historia, que a partir de entonces era más dolorosa de recordar. No pudo evitar que en ciertos momentos las lágrimas hicieran acto de presencia, pero nadie dijo nada ni trató de consolarla. La conocían, y ella misma se reponía más rápidamente que si la trataban de animar.

Terminó su relato con la última vez que estuvo con Mario y volvió a acostarse con él, y con todo lo que se desencadenó en ese momento. Cuando terminó, ni una pregunta hicieron. Todas siguieron en las tumbonas tomando el sol y sin moverse. A Lola, ese silencio la estaba poniendo de los nervios. Era como si sus amigas estuvieran censurando su comportamiento, ¡o simplemente se habían dormido del aburrimiento!

Y fue precisamente ese momento el elegido por los camareros para traer la comida, preparar la mesa y poner un sombraje. Les trajeron sus platos y una cubitera con dos botellas de vino. Las cuatro ocuparon sus sillas, y fue entonces Elena la primera en reaccionar, ya que Margaret no iba a decir nada. Ella estaba al tanto de toda la historia.

—¡Joder, Lola, ¡me has dejado sin palabras! Todavía estoy conmocionada.

—Yo lo sabía. No tuvo más remedio que confesarme lo que le pasaba cuando la pillaba un día llorando y otro también, pero me dijo que no le contara nada a nadie.

—No sé qué decirte. Cuando Mario me pidió que hablara contigo y que intentara indagar qué te pasaba, no fue honesto conmigo, me ocultó lo que había sucedido entre vosotros. ¡Si lo cojo en este momento, te juro que…! ¡Me entran ganas de llamarlo y ponerlo verde!

—No quiero dramas, Julia. Quiero empezar una nueva vida, y este es el punto de partida. Ahora mismo estoy jodida, no lo voy a esconder, y os necesito. Todo lo demás quedará en el pasado —les dijo Lola muy entera, a pesar de estar rota por dentro.

—¡Claro, no quieres dramas! —la cortó Julia—. Pero ¿cómo te sentirías tú si tu mejor amiga está enamorada de tu hermano desde hace años, se lían y ninguno de los dos te dice nada? Bueno, mi hermano me lo dijo, me dijo que le habías confesado tus sentimientos. ¿No te fiabas de mí, Lola?

—Te lo repito, no era por eso. Mil veces he estado tentada a deciros la verdad. Pero yo te conozco desde siempre, Julia, y sabía que, si hubieras sabido que estaba enamorada de Mario, en cuanto este hubiera empezado a decir que salía con tal chica, tú no habrías podido aguantarte y le habrías soltado alguna fresca. Y eso es lo que yo quería evitar.

—No puedes saber mi reacción con tanta seguridad—protestó Julia—. Aunque me conozcas muy bien, y ya jamás lo sabremos con certeza. Pero puedo asegurarte que cualquier cosa es mejor que permanecer callada durante tantos años esperando un milagro. Sobre todo porque, durante todo ese tiempo, el cretino de mi hermano te restregaba por los morros cada nueva conquista

—Mejor dejamos de especular. Sea lo que sea, nunca lo sabremos. No quiero seguir en el pasado —le contestó Lola.

—¿Y ahora qué pasará? —le preguntó Julia, asustada.

—Todo va a seguir como antes. Una riña mía con Mario por cualquier cosa nos distanciaría. No quiero que ni mis padres ni los tuyos sepan nada. ¿Me has entendido, Julia? No le cuentes a Isabel ni una palabra. No quiero que lo pasen mal.

—Vale. Ni una palabra.

—Y ahora que todas conocéis la historia, necesito olvidarme de todo. En cuanto vuelva a Barcelona, tengo que tomar las riendas de mi vida con seguridad. Quiero disfrutar de nuestros días. No quiero lloros, porque bastante he tenido de eso. Tampoco quiero que nadie sienta lástima por mí. Soy fuerte y lo conseguiré.

—Lola, ¿y si Mario te quiere y no se ha dado cuenta? —le dijo Elena—. Nos has dicho que el último día que estuvisteis juntos te dijo que quería estar contigo. ¿Y si es verdad?

—¿Después de tantos años a mi lado no se ha dado cuenta de que me quiere? No sé si me puedo fiar de un amor así. Me da la impresión de que, si siente algo por mí, será muy insignificante para no haberse enterado antes, ¿no crees? Pero, de todas formas, yo ya no me fío, Elena. Estoy muy decepcionada. Creo que no le podría creer, aunque me lo jurara y perjurara.

Ninguna de las tres le llevó la contraria, y aunque podía ser posible, no era el momento de decirle nada; ya habría tiempo. Además, estas cosas se demuestran con hechos más que con palabras.

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