Loki

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Capítulo uno » El sacrificio de Odín

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El sacrificio de Odín

Yggdrasil se elevaba por encima de los Nueve Mundos. Siempre había existido y existiría para siempre. Era tan grande que sus ramas rozaban los altos cielos y sus raíces terminaban en el inframundo.

Una raíz se hundía en Niflheim, serpenteando hacia un manantial negro y fétido. En aquella tierra rebosante de cadáveres y descomposición vivía Nidhogg, el dragón que devoraba a los muertos por el día mientras por la noche masticaba la raíz de Yggdrasil, amenazando constantemente la vida del árbol eterno. De vez en cuando dejaba de roer, aunque sólo para dictar insultos a una ardilla que se escabullía por el tronco y los transmitía al águila majestuosa encaramada en la cima de Yggdrasil.

Otra raíz penetraba en Asgard, bajo el Pozo de Urd, donde las tres Nornas residían y decidían el destino de dioses y mortales por igual. Las Nornas —Urd, Skuld y Verdandi— rociaban el árbol con el agua vital procedente del pozo, contrarrestando así el daño del dragón. Para dar forma al destino, tallaban un fino canal en la madera por cada uno de los seres de la creación. En la parte superior del canal daba comienzo la vida; cuando alcanzaba el extremo inferior dejaba de existir. Algunos canales eran largos, lo que indicaba una vida plena, y otros eran misericordiosamente breves. Tal es la senda que recorre el destino de dioses y hombres.

Una tercera raíz se abría camino hacia Jotunheim, donde habitaban los gigantes, y se hundía bajo el Pozo de Mímir. Sus aguas otorgaban sabiduría a quien bebiera de ellas.

Frente al pozo, con su manto gris y con su poderosa lanza Gungnir camuflada como si fuera un bastón, Odín codiciaba los conocimientos que obtendría si bebía del pozo. Alzó la mano y extrajo un ojo de su cuenca, arrojándolo a las aguas a cambio de un único sorbo. Ya era sabio y poseía grandes conocimientos, pero sólo le servían para tener sed de más.

Solo, se acercó a Yggdrasil y se empaló en el árbol con su propia lanza. Allí colgó durante nueve largas noches, sacrificando su vida para poder levantarse de nuevo con el conocimiento de lo que estaba por venir. Terminada su prueba, el Alto se alzó más sabio y también más triste y melancólico, porque no sólo lo había aprendido todo sino que también había visto su muerte y la muerte de todos los dioses en el Ragnarok. Arrastró esa pesada carga con gran tristeza, abrumado por la certeza de que aquel destino no se podía alterar. Y así Odín regresó a Asgard para reflexionar sobre el futuro que podía ver, pero no evitar…

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