Loki

Loki


Capítulo veinticinco

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La línea de asgardianos resistió, ajenos en su mayoría a todo salvo a la necesidad de cortar, acuchillar y apuñalar cualquier carne gigante que se acercara, sin saber de la caída de su líder. Sin embargo, varios de los gigantes más grandes avanzaron y retiraron los cuerpos, creando una abertura. Al entrar un gigante enorme en el agujero creado en la barrera, varios guerreros se apresuraron a cubrirlo con sus espadas destellantes. Hicieron cortes profundos en la pierna de su enemigo y fueron recompensados con un rugido de dolor e ira que fue seguido poco después por un pisotón del otro pie, que los aplastó en el suelo.

Las filas de atrás se adelantaron y atacaron al brutal gigante, pero la brecha fue suficiente para que algunos de los más pequeños la atravesaran y se enfrentaran a los hombres. A medida que los guerreros luchaban contra los gigantes más pequeños, que sin embargo se alzaban por encima de ellos, el descomunal coloso se agachaba y recogía un hombre tras otro, aplastando a unos con sus manos y derramando su sangre y sus vísceras con su puño apretado, arrancando las piernas de otros y mordiendo la cabeza de algunos más.

Finalmente la línea se rompió y los guerreros cayeron sobre los gigantes que intentaron sobrepasarla, pero se vieron obligados a luchar en dos frentes, pues la línea de gigantes continuaba presionando hacia adelante. Lucharon valientes y desesperados y muchos, muchos fueron los gigantes masacrados. Pero lentamente, uno a uno, los hombres fueron aplastados, golpeados, pisoteados, desmembrados e incluso devorados, y con cada muerte un guerrero tenía muchos más enemigos con los que lidiar.

Cuando el río de legiones ávidas de muerte atravesó el sangriento campo de batalla, nadie se detuvo a contemplar los cientos de colosos muertos ni las pocas docenas de guerreros asgardianos que ahora no eran más que cadáveres dispersos y quebrados como manchas de sangre sobre el una vez exuberante campo. Ningún hombre sobrevivió y, pese al tránsito incesante de enemigos sobre la llanura, Heimdall no se movió del lugar donde había sido aplastado bajo el peso enorme del gigante.

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