Limbo

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2. Eco, él » 6

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«Las cosas —también los humanos— cuando mueren no cambian sino que se convierten en la esencia de lo que eran. El proceso es similar a un destilado». Tal pensamiento peculiar lo oí hoy en una teleserie. Yo cenaba un wok de fideos y el cocinero, Bob, veía con atención esa teleserie. Después, en el porche, observé que la superficie del desierto de Mojave presenta a veces una textura de estrías similares a las que aparecen en los muslos y glúteos de personas que engordan y adelgazan súbitamente. El desierto es un cuerpo. Aquí animales e insectos andan buscando una sombra que no encuentran. Ahí veo una mantis religiosa. Tras la cópula, la mantis religiosa come en primer lugar la nuca del macho, continúa con el tronco, después las patas y sólo deja las alas. ¿Qué tienen esas alas? ¿Qué parte del mundo, incapaz de ser digerida por el estómago de una mantis religiosa, tienen esas alas?

México D. F. se levanta sobre una gran bolsa de gas natural. Podría haber hecho la prueba en el jardín de casa: un tubo hueco que profunda y verticalmente se clavara en la tierra, acercar una cerilla a la boca del tubo y la ciudad hubiera saltado entonces por los aires. En un principio había muchas bolsas de gas ahí abajo, independientes, «atomizadas», dijeron los diarios. El terremoto de 1985 las desplazó y unió en torno a un centro común; la gran bolsa de gas sobre la que hoy temblamos todos. Yo estaba en la incubadora cuando la tierra tembló, me sacaron viva de bajo los escombros. Mi hermana nació dos años más tarde.

El gas también se incubó, pero hace millones de años, cuando una gran cantidad de animales se extinguieron de repente, en masa. Algo, no se sabe qué, los cubrió a todos, y eso también incluye la vegetación de la que se alimentaban. La materia orgánica entonces se descompuso y generó el gas, que ya no pudo salir. Miro con prismáticos a los casi niños y casi viejos manejando carne viva y carne muerta y me digo que ese matadero es una bolsa de gas futuro. Gas futuro, el fósil más perfecto, se cuela por todas las rendijas. Veo a mi padre a través de los prismático», abre una res en canal pero no caen las tripas porque las tripas sólo caen en los cómics y en las películas. Las tripas hay que arrancarlas, se necesita mucha fuerza para arrancarle el interior a un ser vivo, aunque esté muerto. En contra de lo que la gente piensa, la muerte no descompone las cosas sino que suelda y solidifica lo que ya tenían dentro. Mi padre se ayuda de un cuchillo con forma de media luna, pero todo instrumental es insuficiente a la hora de desprender y hacer caer esas visceras —nunca trajo ese cuchillo a casa, nunca habló de ese cuchillo en casa; salvo yo, nadie en casa supo que él manejaba ese cuchillo—. Arranca tripas, una tras otra, un algoritmo, un sacerdote, un orador que conoce su discurso de memoria. Lo difícil no es que el mal se introduzca en el bien, sino lo contrario, que el bien entre en el mal y ahí prenda. Es muy difícil también arrancar esa clase de bien una vez que ha prendido en el interior de las personas, no basta con abrir y esperar a que caiga. Ni el bien es una fruta ni el mal un árbol.

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