Limbo

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Tercera parte » Capítulo 12

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Pasillo abajo, llegaron a una puerta que exhibía las palabras: LABORATORIO DE CONTROL DEL PÁNICO: RESPIRACIÓN YOGA Y RELAJACIÓN MUSCULAR. A través del panel de cristal, Martine pudo ver en el interior una hilera de literas, donde se hallaban tendidos una veintena de uni-amps y bi-amps, todos ellos desnudos, todos con sus prótesis quitadas. Se detuvo y estudió la escena.

—¿Acaso los amps tienen que volver a aprenderlo todo? —preguntó.

—Oh, por supuesto —dijo Jerry—. La gente nunca supo antes cómo respirar ni cómo dormir. La guerra proviene de la respiración agitada, la tensión muscular y el insomnio.

—Acostumbraba a haber —dijo Martine— gente de mente sencilla que tenía la creencia de que la respiración agitada, la tensión muscular y el insomnio provenían a veces de la guerra. De la guerra, y de los rumores de guerra.

—Alguien hubiera debido explicarles la teoría de las emociones de James-Lange… no corremos porque tengamos miedo, sino que tenemos miedo porque corremos. Lleve eso un paso más adelante y encontrará un enfoque fisiológico al problema de la guerra.

Martine se sacó un pañuelo y se secó la frente. Sudor; excesiva opresión muscular en la garganta, la nuca, los hombros: respiración poco profunda y forzada… tenía todos los síntomas del pánico, sin lugar a dudas, un conjunto de tropismos estaban actuando en él. ¿Cómo eludir

esas malditas apisonadoras internas? Pero en el momento en que se planteó de esta forma la pregunta a sí mismo, sintió que los músculos de su nuca y hombros se tensaban aún más. Se hallaba en una situación infernal, semántica y psicosomáticamente: su gran apisonadora interna era la propia palabra «apisonadora»… una contingencia que ni el señor James ni el señor Lange habían previsto.

—¿Podemos entrar y echar un vistazo? —dijo—. Es algo fascinante.

—Vamos —dijo Jerry—. Nos quedan aún unos minutos antes de la última conferencia.

Había docenas de electrodos aplicados al cuerpo de cada estudiante, a los dedos de las manos y de los pies, a los muslos y a los antebrazos —donde quedaba alguno—, a la pelvis, al cuello, a la frente, casi por todas partes. Los cables de estos terminales iban a morir en hileras de enchufes a lo largo de cada litera, y parecían estar conectados a bancadas de indicadores de tono en la pared de atrás, una serie de diales para cada litera.

El instructor, un joven tetra-amp, volvió la cabeza cuando entraron los visitantes, les hizo una advertencia llevándose un dedo a los labios para que guardaran silencio, luego siguió con su clase.

—De acuerdo, hombres —dijo—. Lo repetiremos. Simplemente concentraos en el diafragma. Dejar de sentir que estáis respirando a través de una máquina que no controláis.

Vosotros respiráis.

Vosotros hacéis que el diafragma se contraiga y se distienda,

vosotros obligáis a los pulmones a abrirse y cerrarse. No «él» respira a través de vosotros,

vosotros respiráis. ¡Dejad de ser tiranizados por vuestro diafragma! ¡Podéis dominarlo si lo queréis! A través de él podéis disminuir vuestro pulso, reducir la actividad de la tiroides y la pituitaria y las suprarrenales, bloquear el sistema nervioso parasimpático, cualquier cosa. ¡Sois dueños de vuestro propio metabolismo! ¡Vuestro cuerpo es vuestro instrumento! Aprended a controlarlo y podréis caminar sobre carbones encendidos, atravesar vuestras lenguas con agujas. Lo habéis visto demostrado una y otra vez en la hipnosis… un psíquico, un hipnotista psíquico, utiliza un cuerpo humano como si fuera un juguete, lo paraliza, crea erupciones en la piel, extirpa verrugas. El siguiente buen paso Immob es hacer de vosotros mismos

vuestro propio hipnotizador, colocar

vuestra propia psique en la silla de montar de vuestro cuerpo. Concentraos en eso. Recordad: vosotros estáis al mando. Pensad ahora en vuestro diafragma, esa indefensa, carente de voluntad, impotente membrana. Ahora vais a controlar todos sus pasos. Preparaos. Todo el mundo preparado. Uno. Dos. Tres. ¡Respirad! Adentro… afuera. Adentro… afuera. Diafragma arriba… diafragma abajo. Pulmones abiertos… pulmones cerrados. Hacedlo vosotros mismos… hacedlo vosotros mismos. Cuerpo relajado… cuerpo relajado. Corazón relajado… glándulas relajadas. Adentro… afuera. Músculos sueltos… nervios sueltos. Deeeeentro… fueeeeera. Ahora despacio. Uno… dos… uno… dos…

Todos los estudiantes tenían los ojos cerrados. Con cada inspiración de aire veinte pechos se alzaban, veinte abdómenes eran hundidos hasta convertirse en tensos cuencos de carne… en uno de los muchachos cerca del extremo, las paredes abdominales se hundían hasta dar la impresión de que estaban aplastando los intestinos y entraban en contacto con la base de la espina dorsal. Martine observó los diales de los indicadores de tono. Todos ellos habían empezado a caer cuando empezó el ejercicio respiratorio, en algunos casos casi hasta cero, otros tan sólo unos pocos grados.

El instructor iba arriba y abajo por el pasillo. Observaba los indicadores y, con una suave y rítmica cantinela, iba dando indicaciones a cada estudiante individualmente.

—Croly —decía—, tu embocadura está hecha toda nudos. Concéntrate en los labios, las mejillas, los labios, las mejillas… Anderson, los dedos de tus pies están crispados, vigila el tono de esos dedos, vigila el tono de esos dedos… Schmidt, tienes todavía un montón de hipertensión en la pelvis, la pelvis está contraída, la pelvis está contraída… Dunlap, por el amor de Dios, relaja esos esfínteres, tómatelo con calma, hombre, relaja esos esfínteres, o tendremos que enviarte de nuevo abajo para más narcosugestión…

—Hay algo que no comprendo —le susurró Martine a Jerry—. ¿Por qué todos ellos se quitan sus pros?

—Sencillo —contestó Jerry, también en un susurro—. ¿Cuáles son las emociones animales? Miedo y rabia. ¿Cuál es el estado corporal que las induce? La posesión de brazos y piernas. Porque, entienda, mientras uno tenga brazos, estos desearán ser usados como armas contra otros… y debido a que los brazos de todos los demás desean ser usados como armas contra uno, los pies de uno desearán echar a correr.

—¿Pero eso no se duplica en el caso de las pros? Son mucho más potentes que los auténticos miembros.

Jerry pareció ofendido.

—Supongo que estará usted bromeando, doctor. Hay algo en las pros que las hace completamente distintas de un miembro real… son desmontables, entienda, creo que ya se lo dije.

—¿Quieres decir… que el Immob no ha eliminado el pánico, simplemente lo ha hecho desmontable?

—Está captando usted la idea. En este laboratorio, los muchachos que son amps de primero y segundo grados aprenden que pueden empezar a controlar su pánico desprendiendo sus pros y luego dominando las glándulas y nervios y músculos mediante la respiración yoga y la relajación progresiva. Eso ayuda a reforzar el Ego, que es en sí mismo una cura segura contra el pánico animal. Fortalece la temblorosa megalomanía. Naturalmente, eso es tan sólo durante el período tran…

—Uno… dos —cantaba el instructor—. Deeeeentro… fueeeeera. ¡Dunlap! ¡Vigila esos esfínteres, muchacho!

—… es tan sólo durante el período transitorio.

—De acuerdo, hombres —prosiguió el instructor—. Eso es todo por hoy. Podéis volver a poneros vuestras pros.

Los estudiantes abrieron los ojos y se sentaron en sus literas, bostezando y desperezándose. Todos excepto uno, el joven cerca del extremo cuyo abdomen había parecido hundirse enteramente durante los ejercicios de respiración. El instructor se dirigió hacia su litera, lo tomó por los hombros, y empezó a sacudirlo.

—De acuerdo, Higby —dijo—. Higby. Salte ya. ¡Higby! ¡Salte ya te digo!

Casi todas las agujas indicadoras detrás de la litera de Higby habían caído a cero. Repentinamente todas saltaron y empezaron a agitarse locamente. El joven abrió los ojos con sobresalto, parpadeó rápidamente varias veces, luego se sentó.

—Buen trabajo, Higby —dijo el instructor—. Con hoy hace diez días, diez días seguidos, en los que te has relajado tan completamente a mi señal que has perdido la consciencia. Le has cogido el truco. ¡Hombres! —Se volvió en redondo y se dirigió a toda la clase—. Hombres, tengo un importante anuncio que haceros. Higby ha dominado perfectamente las técnicas de respiración y relajación… algo que prácticamente no ocurre nunca antes del estadio tera-amp. Nunca más estará tan dominado por su cuerpo que tenga que tenderse en la cama y aguardar a caer dormido. El dormir no volverá a ser más una experiencia pasiva para él. Ahora puede enviar su Atman dentro del Brahman siempre que lo desee. Nunca más deberá

perder la consciencia, simplemente la arrojará lejos de sí. Higby no volverá a conocer el pánico. Ha eludido la apisonadora. Voy a extenderle su certificado C. P. y, lo que es más, voy a recomendar que se le permita la amputación total, se la ha merecido.

Los otros miembros de la clase habían vuelto a encajar sus prótesis en sus alvéolos. Ahora todos permanecían de pie, desnudos todavía, con una intensa emoción en sus rostros. Volviéndose hacia Higby, todos empezaron a aplaudir, gritando frases como «¡Bravo!», y «¡Así se hace, Hig!», y «¡Bien hecho, muchacho!». El instructor permanecía de pie junto a la litera de Higby, con una complacida sonrisa en su rostro; Higby estaba sentado inmóvil, un poco soñoliento y desconcertado pero tremendamente emocionado. Sus labios temblaban.

—Vaya suerte —dijo Jerry con envidia—. ¡Un certificado de Control del Pánico y una recomendación para tetra a su edad! Ese muchacho tiene auténtica madera de campeón psicosomático.

¿Qué es el Immob?, preguntó el último orador. El Immob es la dialéctica cibercito… la distancia cada vez menor entre los cibernéticos y los citoarquitectónicos. El puente que cruza el abismo entre lo mecánico y lo humano… el descubrimiento del Guión entre la máquina y el hombre… que permite finalmente al hombre triunfar sobre la máquina porque es el

hombre quien posee el Guión y no la máquina.

Siempre hubo una gran paradoja en la historia pre-Immob, señaló el conferenciante. ¿Por qué el cerebro humano solamente ha de poder producir perfección fuera de sí mismo… en las máquinas que concibe y construye? Si puede concebir y proyectar tal perfección, ¿por qué no puede aplicar la misma grandiosidad de visión hacia sí mismo, reconstruirse a sí mismo? La respuesta es que puede, una vez deje de sentirse abrumado por sus propias creaciones. El eslogan: «¡Médico, cúrate a ti mismo!», cede paso a la advertencia Immob: «¡Cibernético, rediséñate a ti mismo!».

Sobre la mesa de demostraciones había dos modelos de plástico del cerebro humano. El orador se volvió ahora hacia ellos, y señaló al más pequeño.

—He aquí —dijo— un clásico cerebro de

Homo sapiens de los alrededores de 1970… los albores de la guerra EMSIAC. Es un cerebro de pájaro, un cerebro cacahuete. Padece una fatal debilidad: en EMSIAC ha producido una fantástica imagen mecánica de su propio sueño de perfección pero, debido a que está atrapado y espoleado por sus brazos y piernas, no posee ningún Guión susceptible de relacionarlo con su sueño metálico. En consecuencia, el sueño está a punto de volverse contra el soñador y la apisonadora a aplastarle…

El conferenciante se volvió hacia el cerebro mayor.

—Ahora observen el segundo modelo. Es un cerebro Immob de los alrededores de 1990. Es mucho más grande, pesa muchos, muchísimos gramos más que el otro. Tras la agonía de la Tercera, la guerra en la cual los sueños de perfección se convirtieron en una pesadilla aplastante, este cerebro ha descubierto finalmente cómo relacionarse con su propia visión proyectada… se ha librado de sus ataduras animales.

El conferenciante hizo una pequeña pausa, y luego prosiguió:

—Eso originó el repentino e impresionante descubrimiento de que la perfección de EMSIAC y de otros cerebros robots reside en el hecho de que son cerebros sutiles y sin fallos de interconexiones, carentes de brazos y piernas, todos ellos líneas de comunicación y circuitos realimentadores… y ésa es la imagen básica del robot. Incidentalmente, éste no es un cerebro hipotético… es la copia exacta de un cerebro real, el del gran atleta olímpico de nuestra época, el Hermano Theo. Este cerebro ha comenzado a realizarse a sí mismo. Observen las zonas corticales específicas que han empezado a crecer, ahora que no se le extraen más energías… aquí, en los centros sensoriales… aquí, en los centros manuales… aquí, en los centros locomotores…

—Por supuesto —murmuró Martine a Jerry—. Theo era ya muy braquicéfalo desde un principio…

—Éste es el desarrollo de la madurez… la humanidad se desarrolla a partir de este córtex. Este cerebro Immob está empezando a alcanzar a las mejores máquinas. Pronto las superará. Luego, naturalmente, inventará otras máquinas aún más fantásticas que superar, porque la máquina es eternamente el sueño de realización del cerebro…

Pero, advirtió el conferenciante, antes de que un territorio pueda desarrollarse, necesitamos tener una imagen preliminar de él, un mapa. Esto se aplica al territorio del cerebro del mismo modo que se aplica al territorio de la Guayana Británica o de Tombuctú. Es gracias al genio de Brodmann y de todos los investigadores neurológicos inspirados por él que esa necesidad fue comprendida, y se inició la ingente tarea de cartografiar la complicada topografía cerebral.

El orador pulsó algunos botones en la pared y, desde grandes rodillos suspendidos encima de la pizarra, se desenrollaron dos grandes láminas a todo color. Ambas eran mapas citoarquitectónicos, una un esquema post-Brodmann perteneciente al período anterior a la Tercera, la otra un producto Immob de 1990.

—Durante años —prosiguió el conferenciante—, Brodmann y sus seguidores ejecutaron sus difíciles lobotomías, sus leucotomías transorbitales, sus ablaciones selectivas, sus estimulaciones con agujas eléctricas y sus sincronizaciones para estimular las neuronas corticales. Al principio estaban demasiado interesados en materias esotéricas subjetivas, pero pronto se vieron obligados a corregir este énfasis unilateral. Los hechos importantes se estaban produciendo en otro campo que también les interesaba vitalmente. Cada vez se hacía más necesaria la ayuda de máquinas calculadoras electrónicas superveloces… para guiar los equipos de rastreo del radar, para actuar como cerebros mecánicos operando pilas atómicas totalmente mecanizadas, para dirigir proyectiles por control remoto, para resolver los increíblemente complejos problemas matemáticos planteados por los físicos nucleares, y por encima de todo para poder hacerse cargo de las crecientes complejidades que interesaban a los grupos gerenciales, tanto de la industria como del gobierno. La cibernética avanzó a pasos agigantados. Y al hacerlo tuvo que arrancar a los citoarquitectos de sus fútiles investigaciones subjetivas y obligarles a dedicarse a cosas más prácticas: para construir cerebros mecánicos que desplazaran a los cerebros humanos, había que conocer antes más y mejor esos propios cerebros humanos. Los ingenieros habían llegado a un punto en el que tenían que escuchar la antigua advertencia griega:

conócete a ti mismo. Así, los wieneristas necesitaban urgentemente a los brodmanistas. El resultado de este matrimonio fue la dianética… una sorprendente técnica para hacer del cerebro humano una máquina calculadora relámpago, librándolo de sus demonios inhibidores y lanzándolo a la recapacitación.

La dianética describía con claridad los rasgos más sobresalientes del cerebro óptimo de una forma nueva y atrevida, pero antes de que este modelo de cerebro pudiera ser de utilidad práctica había que localizar enteramente la anatomía del Id, del Ego y del Superego. Sólo cuando se dispusiera de esa imagen de conjunto podría construir el cerebro humano cerebros electrónicos mejores que él mismo, para luego modificarse a su vez de acuerdo con estos esquemas. Cerebros sin aberraciones, sin un inconsciente debilitante. La más apremiante necesidad era explorar las uniones neurales, de una importancia absoluta. Hasta que no se realizara esto no quedaría claro, como demostraron más tarde los hechos, que el inconsciente animal persiste únicamente a causa del «Ello» animal formado por brazos y piernas. Y que el cerebro electrónico es puro y autodeterminado porque no está encadenado a ningún tipo de brazos y piernas.

—El gran trabajo a lo largo de esas líneas —prosiguió el orador—, fue realizado por un hombre del que todos ustedes han oído hablar. Aunque era un científico muy joven antes de la Tercera, apenas al inicio de su carrera, había conseguido ya trazar muchas redes neurónicas que nunca antes habían sido imaginadas.

El orador se volvió entonces y agitó dramáticamente su mano en dirección al mapa citoarquitectónico Immob.

—Éste es el mapa de mapas —prosiguió—. Sobre su terreno se lucharán las guerras del futuro. Las guerras cibercito. El hombre del que estoy hablando sabía eso. Nos dio los elementos principales de este mapa como un testamento viviente de su visión. ¡Qué otros sensacionales descubrimientos hubieran podido brotar de su inspirado escalpelo, si su vida no hubiera sido segada bruscamente, casi a su inicio, por la guerra EMSIAC! Y sin embargo, haciéndonos donación de este mapa, triunfó en un cierto sentido sobre EMSIAC. Porque, armados con su revolucionaria herramienta, podemos ahora avanzar hacia el futuro cibernético en el cual nos convertiremos en nuestros propios EMSIACS, el cerebro humano superará y reemplazará a nuestras propias grandezas proyectadas. Sí, el mundo Immob nunca olvidará su deuda al mayor héroe cibernético de todos, a ese enorme genio, a ese mártir inmortal. Él, más que cualquier otro, fue el responsable de la revolución cibercito del Immob. El doctor Martine fue el primero y el mayor adversario de la apisonadora…

Vapor silbando, rodillo trepidando. Deeeeentro… fueeeeera.

—Hay un descanso para el almuerzo —dijo Jerry.

Déjenme hablarles de mi aberración…

—¿Quiere venir a la cafetería y meterse algo en el estómago?

Mi estómago está hecho un nudo. Esto hace que mis esfínteres estén muy tensos. El enigma de los esfínteres, digo yo, no el de Edipo, es tomar por locos a los espíritus…

—Hey, doctor —Jerry se detuvo y miró atentamente a Martine—. Tiene usted un aspecto muy raro, está horriblemente pálido. ¿Pasa algo por su cabeza? Parece como si se estuviera murmurando a sí mismo.

—Lo siento, Jerry. Sí, pasa algo por mi cabeza… quiero decir, hay algo que está intentando pasar por mi cabeza… ¿Qué estabas diciendo?

—Sólo que es hora de ir a tomar un bocado. ¿Le parece bien?

—Por supuesto.

¿Qué era lo que estaba intentando recordar, qué maldita confusión estaba agitándose, dando vueltas, ardiendo, anhelando, suspirando en su anacrónico inconsciente? ¿Qué infiernos quería decir aquel tipo, hablando de aquel modo acerca de Martine? ¿Podía alguien convertirse en un héroe simplemente por haber escrito unos cuantos informes técnicos sobre los circuitos corticotalámicos en los primates superiores? ¿Un mártir? Oh…

En la terraza, unos cuarenta y tantos pisos por encima del nivel del suelo, encontraron una mesa libre a un lado del enorme restaurante acristalado. Toda la ciudad se extendía ahí abajo, ruedas dentro de ruedas: directamente a la derecha estaba el círculo del parque que formaba el eje de las ruedas, con la estatua de la apisonadora irguiéndose masivamente en el centro.

Estaba hambriento, y el bocadillo de pavo (carne oscura, con guarnición, al estilo de la Unión del Este) era maravillosamente sabroso, pero al cabo de un momento lo apartó a un lado y suspiró: mirando hacia abajo, hacia la estatua, descubrió que había perdido todo interés en la comida. ¿Qué tenía aquel encerebrante símbolo que trastornaba todas sus funciones gástricas?

—Toda esa palabrería acerca de Martine —dijo.

—¡Gran hombre! —exclamó Jerry reverentemente—. ¿Le dije que yo nací el 19 de octubre? Mi madre dice que con un principio como ése no puedo ser menos que una gran figura mundial.

El 19 de octubre. Oh, Dios, sí, y de vuelta al barco una tarde, cuando Jerry había dicho algo acerca de

otra fecha, había dicho, sí, seguro,

todo el mundo conoce a alguien que ha nacido un 16 de julio. Y… de vuelta a la isla, con todos los atletas amps llevando grandes «M» azules en sus camisetas. Unas «M» que difícilmente podían significar Man, hombre…

—Como Martine. Él arrancó el mal de este planeta, e inició la era definitiva precisamente un día 19 de octubre.

—¿Lo hizo realmente? Sí, entró de golpe en la inmortalidad… —Martine decidió cambiar de tema: estaba empezando a sudar de nuevo: Helder roncaba de un modo tan terrible—. Esas conferencias —empezó.

—¿Qué piensa de ellas?

—Son jugosas, de acuerdo. —Miró a las lonchas de pavo que surgían de su bocadillo—. Pero contienen mucha comida para el pensamiento. —Permaneció en silencio por un instante, la mente en blanco—. Quiero hacerte una pregunta importante. ¿Recuerdas ese bosquimano africano del que te hablé hace un rato?

—Sí, ¿qué pasa con él?

—Bien, estaba intentando imaginar cómo reaccionaría si hubiera asistido a todas las conferencias de esta mañana. Se hubiera sentido terriblemente impresionado, por supuesto, pero de todos modos creo que hubiera captado una cierta contradicción.

—¿Una contradicción? Me parece que todas las teorías encajan limpiamente entre sí.

—Puedes apostar sobre ello: es absolutamente sorprendente. Conceptos cuadrados son introducidos en agujeros teóricos redondos y, por algún milagro de la lógica no aristotélica, parecen encajar. Pero un tipo ingenuo como Ubu podría decir que las dos mitades del cuadro teórico no parecen encajar como debieran.

—¿Qué mitades?

—La mitad Yogi y la mitad Comisario. Déjame explicarte lo que quiero decir… visto a través de los ojos infantiles de Ubu, por supuesto. El Immob fue fundado sobre la idea de la inmovilización, ¿correcto? Es decir, el nuevo ideal era simplemente la inmovilidad, la condición pasiva… el no-hacer-nada Yogi.

—Eso lo saben los niños —dijo Jerry—. ¿Dónde está el problema?

—A él voy. Veamos, esa tendencia Yogi está fundada en un auténtico desdén hacia el cuerpo, es un intento de humillar el cuerpo, aplastarlo, petrificarlo, escapar de él. Pero hay otro aspecto en Immob. El aspecto Comisario. El lado febrilmente activo, inquieto, de movimientos rápidos. Todo eso parece estar basado en la adoración del cuerpo, no en su rechazo. De todos modos, el resultado es que el inmovilizado adquiere una mayor movilidad y el pasivo va más que nunca de un lado para otro. Entiende, para alguien que ve todo esto desde fuera, como Ubu, tiene que parecerle un tanto inconsistente.

Jerry se lo quedó mirando.

—¿Por qué?

—Mira, la gente empieza a mutilarse a sí misma a fin de liberarse del mundo… y son capaces de ligarse a él más que nunca. Ubu se rascaría el cuero cabelludo intentando imaginar cómo un programa de liberación puede metamorfosearse en un programa hacia lo oceánico.

Jerry frunció el ceño; parecía irritado ante aquella discusión.

—Yo le hubiera dado a su señor Ubu una respuesta muy sencilla —dijo—. Le hubiera dicho que no se metiera en política.

—¿Política? —dijo Martine, asombrado.

—Ajá. Eso de lo que está usted hablando, esa llamada contradicción a la que llegaría Ubu, es la espina dorsal de la disputa entre nuestros dos grandes partidos.

—¿Tenéis partidos?

—Vaya, ¿no ha oído usted hablar de los Pro-Pros y de los Anti-Pros? Son exactamente lo que sus nombres implican: los Pro-Pros están a favor de las prótesis, y la mayoría de las grandes figuras del Immob pertenecen a esa facción, mientras que los Anti-Pros están vehementemente en contra de las prótesis desde el principio porque piensan que tales desarrollos deshonran los principios originales del Immob.

—Supongo —dijo Martine— que tú perteneces a los Pro-Pros.

—No suponga tanto, doctor. No pertenezco a ninguno de los dos. La política, cualquier tipo de política, me pone enfermo… es una actividad demasiado verbalista, sólo sirve para los charlatanes. Pero de todos modos, creo que los Anti son una pandilla de chiflados extremistas. ¿Qué puede hacer usted con un tipo después de convertirlo en un héroe y darle todo este carisma… meterlo en una canastilla sin siquiera un par de pulgares que menear? ¿Es ése el agradecimiento que merece por su sacrificio?

—Ubu —sugirió Martine— tal vez diría que, tal como él entiende el Immob, se supone que el amputismo es un privilegio y no un sacrificio.

—Habladurías —dijo Jerry firmemente—. ¿Qué sentido tiene engañarnos a nosotros mismos? Todo eso no es más que una dificultad semántica. En la Edad del Guión tendemos a elaborar formas de unir tales polaridades. A través del materialismo-idealismo dialéctico, quiero decir.

—¿Crees que reconciliaréis todas las polaridades? ¿Incluso el Polo Norte y el Polo Sur?

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