Lily

Lily


Capítulo 8

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Capítulo Ocho

Lily besó a Tilly en el cuello.

—No, Tilly, esta noche no, pero pronto volveré a trenzar tu crin con unas bonitas cintas. —Ella siempre sabía lo que su caballo estaba pensando—. Ahora debes estar tranquila, mi dulzura. ¡No lo asustes!

Peinaba el pelaje de su caballo mientras tarareaba una melodía suave, una que esperaba que tranquilizara a su propio corazón palpitante.

Había elegido el puesto de Tilly porque tenía dos puertas, una hacia el exterior y otra hacia el pasillo del establo. ¿Estaba loca por llevar adelante aquella aventura? No, necesitaba saberlo. Besar a Kyle había sido delicioso y se había sentido tan segura y querida cada vez que la envolvían sus brazos... Sin embargo, él la había rechazado. ¿Por qué su padre tuvo que estropearlo todo forzando de aquel modo las cosas? Un susurro interrumpió sus pensamientos.

—¿Lily?

Se sobresaltó al oír la voz de Cawley, pero enderezó los hombros, se frotó las manos en la ropa y se dirigió a la puerta. La destrabó y la abrió para recibir a Cawley.

—¿Sí?

—Molly dijo que me dejarías besarte. ¿Es eso cierto? —Su rostro mostraba la expresión más feliz que ella hubiera visto nunca.

Observó el alborotado cabello colorado del muchacho, sus pecas y su sonrisa. Realmente era un buen chico, estaría a salvo con él. Ella asintió y, antes de ofrecerle sus labios, este la rodeó con sus brazos para acercarla y besarla. Apretó su boca contra la de ella y la empujaba con la lengua mientras la saliva se acumulaba en su mejilla y en la barbilla. Ella lo empujó levemente en el pecho. No deseaba que su lengua húmeda se metiera en su boca, le recordaba a la lengua de uno de los sabuesos de su hermano. Él sonreía de oreja a oreja y ella dijo:

—Ya es suficiente, Cawley.

Él dio un paso atrás y la miró a los ojos.

—No me lo puedo creer. Te quiero de verdad, Lily.

Mientras se alejaba por el lateral de los establos silbando por lo bajo Lily se limpió la saliva de la mejilla y se retiró a la seguridad del puesto de su yegua. La miró con el ceño fruncido.

—Tilly, creo que hasta tú besarías mejor que él. Nuestro plan está fallando, esto me hace desear aún más los besos de Kyle.

Antes de darse la vuelta, otra voz la saludó desde la puerta.

—Lily, ¿es verdad? ¿Me permitirás besarte?

Henson estaba de pie frente a ella y apoyaba ansioso el peso de su cuerpo sobre uno y otro pie mientras aguardaba su respuesta.

Ella se encogió de hombros y se acercó a él, pero primero se detuvo y lo miró fijamente.

—No me babosees, Henson.

Él palideció.

—No, jamás, milady.

Se acercó cautelosamente dejando algo de espacio entre ambos para retroceder si fuera necesario.

—Y sin manos, Henson.

Él asintió con vehemencia llevándose las manos a la espalda.

—Lo que digáis.

Sus labios se posaron sobre los de ella, eran cálidos y húmedos y sabían a carne de jabalí. Ella se echó hacia atrás obligándose a sí misma a no escupir delante de él. Henson era un buen muchacho, pero sabía a jabalí, o tal vez a erizo... No lo sabía bien, nunca había probado un erizo, pero seguramente le recordaría al sabor de los besos de Henson.

—Muchas gracias, Lily. Ha sido un buen beso, ¿verdad?

La ilusión en su mirada la obligó a hacer algo de lo que se arrepintió al instante. Pronunciando una rápida plegaria pidiendo perdón por la mentira que estaba a punto de decir, lo miró y le respondió:

—Sí, Henson. Ha estado bien.

Volvió a contar con los dedos a su espalda. ¿Era la mentira número cinco o seis? Tilly resopló y sacudió la pata delantera sobre la tierra dos veces. Lily giró la cabeza y miró a su querida amiga.

—Tilly, ¿tienes que recordarme todas mis faltas? De acuerdo, añadiré otra. —Tilly volvió a golpear con el casco—. De acuerdo, dos más, si es preciso.

Se volvió hacia Henson para descubrir que este seguía observándola con una sonrisa bobalicona en el rostro. Luego se fue corriendo no sin antes decir «es tu turno» a la otra persona que estaba en la puerta.

¿Tu turno? ¿De qué demonios estaba hablando? Lily Asomó la cabeza por la puerta y se encontró con una fila que se extendía hasta más allá de los establos. Muchachos, muchachos y más muchachos. Unos que se amasaban las manos, otros que se acicalaban el pelo, que hinchaban el pecho o que incluso le guiñaban el ojo.

¡Rayos! Se había metido en una buena esta vez.

Kyle había ahuyentado a todas las personas que intentaron hablar con él. Había estado espiando a Lily sentada en el estrado. En aquel momento tenía la mirada perdida y estaba sola. ¡Cuánto deseaba poder sentarse a su lado y devolverle su hermosa sonrisa! Pero se dio cuenta de que solo sus labios sonreían, no sus ojos, y supo entonces que estaba afligida.

¿Cómo había tomado todo un rumbo tan desafortunado? Hacía solo unos días estaba exultante con su nueva vida. Había sido nombrado segundo de su mejor amigo, un ascenso que le había garantizado el derecho a estar siempre cerca de la muchacha que amaba, pues su trabajo era protegerla.

Fue maravilloso durante un breve período de tiempo, pero luego el desastre se había presentado en la forma de la petición de matrimonio de Quade Ramsay.

Torrian llegó a su lado.

—Tu expresión lo dice todo.

—¿De qué estás hablando?

—Si frunces más el ceño, te saldrán arrugas por toda la cara. Todos sabemos por qué eres infeliz.

Kyle fulminó a su amigo con la mirada.

—Si tanto sabes, ¿por qué no me advertiste de lo que tu padre iba a pedirme?

—Porque no lo sabía. Me preguntó sobre tus intereses, pero nunca mencionó ningún compromiso. Lily es su hija, no la mía.

—Pero ahora ella me odia. —Dirigió una rápida mirada hacia donde estaba Lily sin poder evitarlo.

—Entonces, ¿por qué la rechazaste? Siempre pensé que amabas a mi hermana en secreto, y sé que ella siente algo por ti. Creo que seríais perfectos juntos. —Torrian se encogió de hombros.

Kyle se volvió hacia él.

—No quiero renunciar a mi trabajo como tu segundo.

—Pero nadie ha dicho que tuvieras que hacerlo, puedes casarte y seguir siendo mi segundo.

—Torrian, veo cómo es tu relación con tu nueva esposa. Tu mente divaga a menudo. Yo no puedo permitirme eso en esta etapa tan temprana. Tú eres el heredero del jefe, tu posición no está en riesgo, pero hay muchos esperando para ocupar la mía.

—¿Así que piensas que no recompensaría a alguien que siempre ha sido leal y consecuente?

—No, no es lo que estoy diciendo. Pero ¿seguiría siendo así si tuviera una muchacha a la que cuidar todo el tiempo?, ¿una muchacha que me distrajera de mi propósito?

—Sí. No veo por qué no. Mira a tu alrededor, muchos de los hombres de mi padre están casados.

—Seamus nunca se casó. Tal vez ser el segundo del laird sea demasiado como para soportar también un matrimonio. —Kyle observó la sala, parecía que había parejas felices por todas partes—. Si me hubierais dado tiempo para pensar, tal vez habría preguntado a tu padre si era posible posponer el compromiso por un año o dos, hasta que estuviera listo. Todo sucedió demasiado rápido —dijo frotándose la nuca.

No sabía si sería capaz de mantenerse alejado de ella sin sentirse miserable, y ya le dolía tanto el pecho que tenía deseos de vomitar.

—Yo mismo me casé y asumí el cargo de jefe al mismo tiempo. —Torrian aferró el hombro de su amigo—. Piénsalo, Kyle. Mi padre no la ha prometido a nadie más y sé que Lily te echa de menos. Reconsidera tu respuesta. Creo que mi padre estaría dispuesto a retrasar la boda, aunque no dos años. Y, mientras lo haces, ¿por qué no disfrutas de la compañía de otras muchachas? Veo a muchas aquí que te han estado observando. —Torrian ladeó la cabeza en dirección a dos jóvenes que miraban a Kyle.

—No, no me interesa ninguna de las dos —dijo Kyle en voz alta, casi tanto como para que se lo escuchara desde toda la sala.

—Eso confirma que tengo razón. —Torrian le guiñó un ojo antes de irse—. Sabía que te negarías. No puedes vivir tu vida diciendo siempre que no.

Kyle se descruzó de brazos e intentó corregir su expresión. Sorcha, Maggie y Molly se habían sentado junto a Lily y estaban riendo con ella. Él se obligaba a apartar la mirada, pero le resultaba cada vez más difícil. ¿Tenía razón su amigo? ¿Había otras muchachas interesadas en él? Recorrió la sala con la mirada y descubrió que Torrian estaba en lo cierto, había unas cuantas mirándolo. Nunca les había prestado demasiada atención.

Se acercó a una mesa al fondo de la sala para coger otra copa de cerveza. Había mucha gente bailando aquella noche, pero él no estaba de humor para eso. De repente, tres muchachas se pararon frente a él.

—Buenas noches, Kyle.

Una joven de cabello oscuro agitó sus pestañas hacia él.

—Buenas noches.

—No pareces feliz. ¿Qué te preocupa?

Él bebió un sorbo de su cerveza.

—Nada. Me lo estoy pasando bien. ¿Vosotras no?

—Bueno, esperábamos que bailaras con nosotras. Podríamos turnarnos, ya que somos tres.

Kyle les dedicó una sonrisa torcida.

—¿Queréis que baile con las tres?

—¡No al mismo tiempo! —rio una de ellas.

Pero ni siquiera las bromas subidas de tono podían distraerlo. Volvió la vista al salón y descubrió que Lily había desaparecido.

La muchacha de pelo oscuro le susurró:

—¿Estás buscando a Lily? —Él sacudió la cabeza negando apresuradamente la verdad. ¿Cómo diablos lo había sabido?—. ¿No te has enterado de lo que está haciendo Lily esta noche?

Las muchachas se rieron al unísono y tres manos se levantaron para cubrir las tres carcajadas. Él tardó unos segundos en reaccionar a su pregunta.

—¿Lily? ¿A qué os referís? Estaba en el estrado hace un momento...

La muchacha de cabello oscuro, claramente la líder del grupo, respondió con una expresión de deleite y un tono de suficiencia que no le agradó.

—Lily está dando besos a todo aquel que quiera uno.

Kyle pensó que su cabeza saldría disparada y se estrellaría contra la viga más alta del techo. Luchó por controlar sus emociones y consiguió pronunciar:

—¿¡Qué!? ¿Puedes repetir eso?

—He oído que Lily está repartiendo besos a cualquier muchacho que quiera besarla.

—¿Dónde está? —preguntó con los dientes apretados.

—En los establos. No creímos que te interesara, ya que vosotros dos no os habláis, todos lo saben —dijo la pelirroja—. Pero hay muchos que sí están interesados en besar a Lily.

Kyle le entregó su copa vacía a una de las guapas muchachas y se volvió para correr hacia la puerta sin mirar atrás. Empezó a contar, algo que su madre le había enseñado a hacer cada vez que la ira o la impaciencia se apoderaban de él. Por lo general, funcionaba, pero esta noche tendría que contar hasta un millón para que lo hiciera. En el rincón más oscuro de su mente se agolpaban las visiones de una multitud de muchachos con las manos encima de Lily y no podía liberarse de ellas.

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