Liberty

Liberty


Capítulo 17

Página 37 de 92

 

 

 

 

 

17

 

 

 

 

 

Cuando regreso a mi habitación en la residencia, ahí está, mirándome desde encima de mi cama. El calendario de Vladimir Putin. ¡Ja! Supongo que Katerina me habrá conseguido una copia después de que en el club secreto asegurase borracha que deseaba tener uno.

Esta chica se ha propuesto conquistar mi corazón.

Tenéis que ver el calendario.

Julio: Vladimir Putin pescando con mosca y sin camiseta. Marzo: Vladimir Putin oliendo una flor. Noviembre: Vladimir Putin con un cachorro en brazos. Hablo en serio. ¡Un cachorro en brazos!

Me río para mis adentros. Katerina sabe lo que me gusta. Puede que sea mi mejor amiga incluso después de que regrese a Estados Unidos.

Un momento. ¿Tengo una nueva amiga?

Mejor dicho, ¿tengo una amiga?

Hay unos Beats rojos en mi maleta. Ya sabéis, los auriculares del Doctor Dre que a todo el mundo le chiflan. Y a mí también me chiflan. El único problema es que... yo no tengo unos Beats rojos. Qué interesante.

Los agarro y los inspecciono.

Debajo llevan pegada una nota: Para ti, Bryn Mawr.

Mmm.

Me los pongo e inmediatamente oigo a Madden.

—Sal. Ahora.

Ah. Ya lo entiendo. Instrumento de comunicación de subterfugio. Qué inteligente.

El río Moscova no está lejos, así que supongo que podría fingir que corro junto al río. Mientras escucho a mi jefe el espía.

—¿Qué sabes de tu compañera de habitación? Tú habla. Yo te escucho.

—Mola. Es guapa. Me ha conseguido un calendario de Vladimir Putin para que pueda masturbarme. —Juro que oigo cómo Madden se sonroja.

—¿Crees que es del FSB?

—No estoy segura. Aunque desde luego tiene la elegancia suficiente para ser una espía.

—¿Y qué hay de ese tal Uri? El del club secreto.

—¿Hablas en serio? ¿Cómo sabes lo de Uri?

—Oh, ¿me olvidé de decirte que llevas un micrófono oculto en el bolso? Y también una cámara. Por cierto, no sabes beber, Bryn Mawr. Tenemos algo que puede ayudarte con eso. Ya te lo daré.

—Gracias. Entonces, ¿habéis visto a Raynes esta mañana?

—Sí. Bien hecho. Espera un par de días antes de volver. No querrás parecer desesperada.

—Eh, gracias por tus consejos de hermana, amiga mía. Por cierto, me encantan mis aposentos de mierda.

—Queremos que tengas una experiencia auténtica. Oye, estate atenta a ese tal Uri. Acércate a él. Trata de encajar. Aunque jamás podrías encajar en ninguna parte.

—¡Ay! ¿Eso significa que no vas a llevarme a tu casa a conocer a tu madre?

—Paige, puede que te sorprenda oír esto, pero a mi madre le encantarías.

—¿De verdad?

—Sí. Le encantan las causas perdidas. Buenas noches.

Y clic, se corta la conexión con Madden y con Estados Unidos. Puede que esto suene patético, pero quizá en unos días lo eche de menos. Es curioso. Me considero muy cosmopolita, pero, cuando voy a alguna parte, empiezo a sentir morriña a los cuatro días. Totalmente patético.

Supongo que tendré que buscar un café que pretenda ser estadounidense y pedir un sándwich de queso y unas patatas fritas. Pero todavía no. Esperaré. Debería esperar al menos una semana, de lo contrario no me respetaré a mí misma por la mañana.

El sol está empezando a ponerse sobre el río Moscova y las nubes se han vuelto rosas y azules. Un barco blanco de recreo pasa por el puente. He de admitir que no estaba preparada para la belleza de esta ciudad. ¿Venecia? Sí. ¿Kioto? Por supuesto. Pero ¿Moscú? Sinceramente, ¿quién lo hubiera dicho?

Todavía no he llegado a la residencia cuando veo a Katerina.

—Ah, has salido a correr. Qué sana, chica estadounidense.

—No es justo que sea yo la que corre y tú la delgada, pero intento no centrarme en eso ahora mismo.

Ella sonríe.

—¿Te gusta calendario?

—Me encanta calendario —le digo. Es posible que tenga corazones de verdad en los ojos cuando lo digo.

—Esta noche tenemos invitación, ¿verdad?

Pasamos por delante del estanque de camino a la residencia. A nuestro alrededor los estudiantes van y vienen acelerados, con esa emoción que se siente al atardecer. ¿Qué ocurrirá? ¿Qué ocurrirá esta noche?

—¿Tenemos invitación? ¿A dónde?

—Al club. Nos invita tu novio, Uri, el chico gánster.

—¿Deberíamos ir?

Katerina se encoge de hombros.

Madden acaba de decirme que intente encajar.

—¿Sabes qué? Venga. Vamos.

—¿Estás segura? Su padre no es cosa de broma. Esto es Moscú, no Disneylandia.

—Katerina, en serio, ¿por qué crees que quiere ser amigo nuestro?

—La respuesta está en tus bragas.

Yo vuelvo a hacer un gesto con la mano para quitarle importancia a sus palabras.

—Hablo en serio, Paige estadounidense... Estos lugares, sobre todo con un gánster, no son moco de pavo. Y todo el mundo sabe que los estadounidenses son como bebé pequeño que no sabe lo que pasa.

—Sí, soy bebé pequeño. Llévame al club. Dame bibe.

Katerina sonríe.

—Supongo que eres un bebé aventurero.

Yo sonrío.

—Da.

Ir a la siguiente página

Report Page