Legendary

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La isla de los sueños » Capítulo 9

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Cuando salió de la cama a la mañana siguiente, Tella seguía pensando en distintos modos de dañar o avergonzar a Dante. Lo buscaría aquella noche en el baile, cuando Caraval comenzara, y le derramaría el vino encima accidentalmente. Por supuesto, dado que a Dante le gustaba tanto el negro, sería un desperdicio de vino y casi seguramente solo serviría para hacerla quedar como una torpe.

Puede que, en lugar de eso, lo pusiera celoso llegando del brazo de algún chico atractivo con un aspecto arrebatador. Pero dudaba de que tuviera tiempo suficiente para encontrar a un joven atractivo que fuera con ella al baile, y poner celoso a Dante debería ser la menor de sus preocupaciones.

Tenía que concentrarse en la reunión con su amigo después de medianoche, cuando lo convencería para que le diera una semana más para jugar Caraval y descubrir el nombre de Legend.

Entonces volvería a ver a su madre.

Había pasado tanto tiempo que ya no recordaba el sonido de la voz de Paloma, pero sabía que era dulce y fuerte a la vez, y en ocasiones la echaba tanto de menos que no quería nada más que volver a oírla.

—Señorita Dragna. —Un guardia llamó con fuerza a su puerta—. Ha llegado un paquete.

—Dame un minuto.

Tella buscó sus baúles, ya que necesitaba un vestido, pero al parecer se habían perdido o no habían permitido que se los llevaran a la torre. Lo único que tenía era el feo baulito que había llevado consigo en el barco, y no había guardado ropa limpia en su interior.

La joven abrió la puerta cuando terminó de ponerse el vestido del día anterior.

El rostro del guardia estaba oculto detrás de una caja nacarada tan alta como un pastel nupcial, con un lazo de terciopelo enorme en la parte superior, grueso como un glaseado.

—¿Quién lo envía? —le preguntó Tella.

—Hay una nota. —El guardia dejó la caja sobre un diván capitoneado del color de la luz del puerto.

En cuanto se marchó, Tella tomó el fino sobre de vitela. No notó en la piel el hormigueo de la magia, pero algo no estaba bien. Aunque el paquete entero era tan blanco como los besos castos y las intenciones puras, la sala de estar parecía más oscura desde la llegada del regalo. El resplandor del sol ya no se vertía a través de las ventanas, lo cual dejaba una penumbra que teñía el elegante mobiliario de recelosos tonos de verde.

La joven abrió el sobre con cautela. La carta estaba cubierta por una apretada letra negra.

MI QUERIDA PROMETIDA:

 

QUÉ SORPRESA HA SIDO DESCUBRIR TU LLEGADA… ¡Y YO QUE TEMÍA NO TENER CON QUIÉN BAILAR ESTA NOCHE EN EL BAILE PREDESTINADO! ESPERO QUE NO TE IMPORTE QUE HAYA ELEGIDO UN VESTIDO PARA TI. QUIERO ESTAR SEGURO DE PODER LOCALIZARTE DE INMEDIATO. PREFERIRÍA NO TENER QUE PERSEGUIRTE ANTES DE QUE ANUNCIEMOS OFICIALMENTE NUESTRO COMPROMISO.

 

HASTA ENTONCES

No había firma, pero Tella sabía de quién era el mensaje. El heredero de Elantina. Parecía que tenía espías en el palacio.

Nada bueno podía salir de aquello.

Tella abrió la caja con los dedos fríos y húmedos, casi esperando encontrar un sudario o alguna otra creación monstruosa. Pero, para su sorpresa, el vestido no parecía ni remotamente amenazador. Parecía una fantasía que había llorado un jardín.

La falda era amplia y cómoda, formada por enormes peonías de un azul crepuscular. Peonías de verdad. Rebosaban una fragancia dulce y limpia, todas ellas únicas, desde los sutiles cambios de tonalidad al tamaño de las flores. Algunas seguían unidas a tensos capullos de un azul bígaro que todavía no estaban preparados para abrirse al mundo, mientras que otros habían explotado en estallidos de alegres pétalos. Tella se imaginó dejando un rastro de pétalos azules mientras bailaba.

El corpiño parecía incluso más etéreo, de un tono azul pálido prácticamente transparente cubierto por un complicado bordado con abalorios del color del zafiro, que terminaba en varias hileras de collares que colgaban sobre la espalda descubierta.

No debería haber pensado en ponérselo.

Pero era espléndido y regio. Se imaginaba la cara que pondría Dante cuando apareciera en el baile como si fuera la verdadera prometida del heredero.

Esa sería la venganza perfecta.

Releyó la nota que acompañaba al vestido. Saber que era del heredero la hacía verla amenazante, pero en realidad nada en ella lo era. El remitente sonaba más curioso que otra cosa; quizá lo había impresionado la audacia de su afirmación y solo quería conocerla. Aunque seguía pareciéndole arriesgado usar el vestido, como tanto le gustaba decirle a su hermana, la vida no podía limitarse a quedarse a salvo.

No obstante, se preguntaba si no estaría asumiendo demasiados riesgos aquella noche.

Justo después de colgar el vestido, otro guardia llamó y le entregó una carta de su hermana.

Querida Tella:

 

Me he sentido muy aliviada al descubrir que conseguiste llegar a salvo al palacio, y más que un poco sorprendida al enterarme de que te han alojado en la torre dorada. ¡No puedo esperar a que me cuentes qué ha ocurrido!

Espero que no te importe, pero he quedado en pasar la tarde con Julian. No obstante, todavía planeo que vayamos juntas al Baile Predestinado para el inicio de Caraval. Me encontraré contigo en el jardín de piedra que hay junto a la cochera una hora antes de medianoche.

 

Con amor,Scarlett

No era lógico que aquella carta la preocupara más que el mensaje del heredero, pero casi había olvidado que le había pedido a Scarlett que jugara con ella. Lo hizo antes de enterarse de que debía reunirse con su amigo en el baile.

La joven se derrumbó sobre la cama. Aquello complicaría las cosas.

A menos que le confesara a Scarlett todos sus secretos.

Era una idea aterradora. A su hermana no le gustaría descubrir que Armando la había engañado durante Caraval, ni que Tella había estado buscando a su madre. Y ni siquiera imaginaba qué pensaría de su nuevo y falso prometido. Pero Scarlett era la persona más leal que conocía: se enfadaría, pero aun así la ayudaría a ganar Caraval.

Y Tella necesitaba lograrlo.

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