Lara

Lara


VIII

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V

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Fracaso

 

Llegué temprano ese día a la oficina, preparé todo, la Junta comenzó sin retraso, el debate se extendió por tres horas. Mientras tanto, analizaba mentalmente nuestras chances y la verdad inexorable cayó sobre mí. No tenía votos suficientes. No lo conseguiría. Por Dios esto no podía estar peor, Yannick me mataría, o peor aún, se suicidaría, no era sólo trabajo, esto era su vida, por lo que respiraba cada día.

—Bueno —dijo Janet —creo que hemos hablado suficiente, estoy lista para votar

La votación comenzó y sucedió lo previsible, nos faltaban 3 votos. Clarisa y David se miraron con una sonrisa cómplice. Yannick no podía disimular su enojo y creo que yo tampoco.

—Esto era seguro que sucedería —señaló Eric hablando muy bajo, —los malditos han puesto a la Junta en contra de Yan, siendo honesto, a mí tampoco terminaba de convencerme

Lo miré con cara de fastidio, comencé a reunir mis cosas, en ese momento, Paul Hurst se acercó

—La propuesta es interesante y sumamente osada debo admitir, no es algo que pueda tomarse a la ligera, es una inversión fuerte

—¿Acaso piensa que Yannick expondrá esto, que es su vida, caprichosamente? Creo que merece que confíen un poco más en su criterio.

—Lara, te prometo que veré el tema con detenimiento, si me convence no dudaré en apoyarlos la próxima vez

—Creo que ya es tarde, nos vemos Sr. Hurst

Estaba furiosa, no podía creer lo que había sucedido, luego pensé un instante, tal vez ellos tenían razón, tal vez la propuesta estaba incompleta, después de todo, yo estaba enamorada de mi jefe y eso, indudablemente podía tener consecuencias en mi juicio, tenía convicción de que esto no era algo que se había gestado de la noche a la mañana, Yannick había trabajado con tantos profesionales estos últimos años por esto, era su creación, sin embargo podían existir pequeñas grietas, aquellas no puedes advertir cuando estás ensimismado viendo únicamente lo que tú crees correcto.

La situación no era fácil. No sabía cómo encontraría a Yan en el departamento, un escalofrío recorrió toda mi espalda, tenía miedo...

Llamé a Isaac quien rápidamente me llevó al departamento, cuando ingresé, me topé con un desastre… era como si un huracán hubiera pasado. Yan, con una furia incontrolable, había arrasado con todo lo que tenía a mano.  El, estaba sentado en el piso, al lado de aquel ventanal que daba a la más maravillosa vista de Londres, descalzo y con su camisa semi —abierta

—Yan por favor esto no es el final —lo consolé mientras me colocaba de rodillas a su lado.

—Has trabajado bien Lara, ha sido en vano pero bueno, has hecho bien tu trabajo

—Ven por favor, levántate

Lo ayudé a ponerse de pie y se sentó en el sillón blanco de la sala, le preparé un café y traté de consolarlo.

—Lara, he contemplado todo, llevo dos putos años trabajando en esta mierda, llévate ese café y tráeme un whisky ahora, estos imbéciles, ¡no sé qué diablos les pasa!

—Algo no los convenció deberíamos hablar con los que votaron en contra tal vez si logramos conocer su postura —el rostro de Yan se distorsionó completamente

—No puedo creer que estés diciendo esto, soy tu jefe ¡se supone que estás de mi lado!

—Lo estoy, pero también trato de analizar…

—¡Una mierda! —me gritó furioso —¡no tienes porqué entenderlos a ellos, me tienes que entender a mí!, cuánto he luchado por esta adquisición, pero ¿sabes qué?, estaba seguro de que no podía confiar en ti, como no puedo confiar en ninguna mujer, tu solo vienes con tu disfraz de niña buena  y luego…

—¡No!, ni siquiera te atrevas, no trates de hacerme culpable de tu tormento, de tus fracasos, de las mujeres que han sido una basura contigo, no me compares con ella, eres tan egoísta, Dios —caminé por la sala y me agarré la cabeza, di media vuelta y fui directo a él, le diría todo lo que sentía, y que todo se desmoronara si era preciso —Estas murallas que construiste a tu alrededor aislándote de todos los que te aman, no somos perfectos Yan, lo sabes ¿verdad? eso no significa que no queramos lo mejor para ti; tu madre, Janet, Eric y yo te queremos. Yo… te amo… tan profundamente, tanto que me duele. —mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía contenerlas —escucha, no puedo decirte como manejar tu vida, no tengo derecho a hacerlo, pero lanzar tu odio sobre nosotros no es la solución. Estos meses me han servido para darme cuenta de muchas cosas, y, no puedo negar lo que siento por ti, sería una hipócrita si lo hiciera, pero tampoco puedo no decirte la verdad sobre tu conducta, sobre tus defectos, sobre tu tonto rencor a la gente que te quiere…

—¿Quién carajo te crees para hablarme así?, ¡soy tu jefe, maldita sea! —exclamó encima de mi rostro

—Tu niñera… ¿acaso no me dijiste eso la primera vez que entré aquí? —Su cara ardía de furia, pintada de un color rojo, lo que vino después, realmente no lo esperaba

—Quiero que te vayas de aquí y no vuelvas, no quiero verte de nuevo, estás despedida y no, no tienes derecho, no sabes por lo que he pasado, lo que he sufrido, ya vete de aquí, puedes pasar por la compañía a buscar tu cheque.

—Eres un cobarde, eso es lo que eres —repliqué casi con un hilo de voz —¿sabe qué Sr. Tolman?, puede irse a la mierda. No se preocupe, no volverá a verme, aunque sin duda, yo sufriré más por esto que usted, ¡maldito infeliz sin escrúpulos! —vociferé con todas mis fuerzas, queriendo que aquellas palabras lo desgarraran, como él lo había hecho conmigo

No se atrevió a mirarme, solo bajó la mirada y tragó saliva. Mi corazón se rompió en mil pedazos, me había dado por vencida antes de luchar, la renuncia era el peor de mis dolores, mi mayor fracaso. Tomé mis cosas y me fui del lugar, puse mis ojos en él por última vez ahí, en medio del desorden, cerré la puerta y fue como si estuviera cerrando una etapa de mi vida, no me molestaba empezar de cero, de hecho, siempre lo hice, me indignaba terminar sin él.

****

Es increíble lo que el amor le hace a la gente, lo que me había hecho a mí. En lo que me había convertido en un solo instante. En aquel segundo era solo una pieza más en su vida, un engranaje más en su juego y no estaba dispuesta a aceptarlo. No de esa forma. Tenía que ver la realidad, me había entregado en cuerpo y alma a un hombre que solo pensaba en sí mismo, que estaba demasiado encerrado en la angustia para ver más allá.

Jamás derramé tantas lágrimas en mi vida como las dos semanas siguientes, Tanya estaba muy preocupada pensó incluso que me enfermaría, la situación era un desastre, no tenía amor, no tenía dinero y, sin duda no conseguiría empleo a corto plazo. Mi vida se había destruido

—Lara, te buscan —la voz de mi prima resonaba mientras trataba de levantarme de la cama

—Por favor déjame en paz, no se quien sea, pero no me interesa

—Lara, soy yo, Janet —agregó la mujer con voz temblorosa

Mis ojos se desorbitaron, di un salto de la cama

—¿Janet? —pregunté con voz entrecortada

—¡Mujer! al fin te encuentro —suspiró aliviada —Eric me dijo donde vivías, he venido muchas veces, nunca abriste la puerta, por favor, debes regresar —tomó mis manos fuertemente —Yan…te necesita…

—Lo lamento, pero no creo que pueda… en verdad desearía hacerlo, pero… —en ese momento, después de tantos días tenía un brillo de esperanza que se dibujaba en mi rostro, era incontenible.

—Él también te ha llamado…

—¿Yan?, lo lamento, he tenido apagado mi celular, no quería saber nada con… todos ustedes. –  alegué con resentimiento —además, si ustedes no pueden hacer nada que lo conocen, ¿que podría hacer yo?

—Mira, yo entiendo, estás dolida, le confesaste tu amor y el tipo te despidió como si todo le importara una mierda, y, aun así, sé que quieres volver

—El… ¿les contó? —mis mejillas ardían de vergüenza

—Estaba desesperado, necesitaba que te encontráramos, no tenía otra opción, mira cómo te sonrojas, Lara no puedes negar que lo sigues queriendo, solo vuelve ¿sí? Por favor…

La idea de volver estremecía mi ser, quería verlo, pero tenía demasiado miedo, vergüenza, un cúmulo de sentimientos...

—Para volver... tengo mis condiciones —Janet dio un salto de alegría.

—Las aceptamos, a cada una de ellas.

—Oye, ni siquiera sabes que voy a decir…

—Hablaremos de eso luego, lo prometo… ven …

—Pero mira la hora… él debe estar durmiendo

—Lara hace 15 días que no duerme, ven y deja de poner excusas

Tanya me abrazó fuertemente dándome toda su energía, salí del departamento y subí al auto de Janet rápidamente, tenía un dolor en el pecho, apenas respiraba, llegué a la puerta del edificio y esperé un momento para bajar del auto.

—Vamos, te acompaño

—No —agregué rotundamente —debo hacer esto sola

—¿Estás segura?

—Sí, lo estoy, más que nunca

—Bien, buena suerte entonces, aquí tienes la llave —era la llave que había recibido de la mano de Marcia el día que comencé a trabajar, tenía la pequeña hada que yo misma había puesto como llavero, había sido un regalo de mi hermana: “es para que te cuide siempre, como yo lo haría”, fueron las últimas palabras que esbozó antes de abrazarme y verme marchar de mi hogar. El día que abandoné el departamento de Yan dejé las llaves y no me percaté que aquello era mío.

Descendí del auto, cada paso era eterno, como si estuviera escalando una montaña, llegué a la puerta, dudé un momento y respiré profundo. Golpeé 2 veces y luego introduje la llave. Ingresé y encendí la luz, todo estaba como aquel día que me fui, no había dejado que nadie arreglara el departamento, había vidrios por doquier, apenas se podía caminar en el desorden, vi manchas de sangre, debió haberse lastimado mientras andaba descalzo. Llegué a la sala y lo vi ahí, recostado en ese sillón blanco, donde lo despedí aquel día, ya no lucía impecable, pero su belleza seguía intacta. El olor a alcohol era insoportable, reparó en mí fijamente, creo que no podía creerlo, así como yo no podía asimilar que estuviera parada frente a él nuevamente.

—Tú… regresaste

—Sí, por ti… solo por ti —respondí sin avergonzarme —no se parece al hombre que vi la primera vez —acoté mientras me sentaba a su lado, en el pequeño espacio que quedaba vació del sofá

—¿No? ¿Y quién soy entonces? —toqué su cabello suavemente, enredando mis dedos en aquellas ondas que se formaban

—Un espectro, una imagen borrosa, cualquier cosa menos el ser que impactó a mi corazón y a mi ser, aun así, te ves malditamente hermoso

El solo sonrió y se reincorporó, tomé su mano y la apoyé en mi pierna sin pensarlo…esperando que se entregara, y que me dejara ser su sombra, su esclava, su musa. Fue casi instintivo, el sutil movimiento que hizo tomándome de la cintura, haciendo que me moviera a su regazo para luego susurrar en mi oído.

—No vuelvas a abandonarme

—No te atrevas a humillarme de nuevo, porque la próxima vez, aunque sangre por dentro, no regresaré Yannick —agregué firmemente, el olfateó mi cuello e instintivamente traté de alejarme de aquel cosquilleo que producía, sin embargo, el me sostuvo con fuerza y lo impidió

—Me encanta como pronuncias mi nombre, nunca te lo dije ¿verdad?

—No, no lo hiciste —el color carmesí se instaló en mis mejillas

Delineé sus labios con mis dedos, mientras Yan dejaba un dulce beso en ellos. Podría haber unido mi boca a la suya, hacer aquello que anhelaba. No lo hice, pensé que era demasiado repentino, él tampoco lo intentó, solo se aferró a mi cuerpo como si no hubiera un mañana, ese abrazo bastaba, hubiéramos permanecido así, eternamente...

Esa noche me quedé a su lado, lo ayudé a tomar un baño, deleitándome con cada centímetro de su estructura, lavé su cabello mientras él se encontraba tendido en la enorme bañera, masajeé su espalda, acaricié su cuerpo, para luego acompañarlo a su cama. El simplemente se quedó inmóvil, disfrutando, completamente entregado a mí, con tanta necesidad como la que yo tenía. No era pasión, era ternura la cual destilaba de ambos en aquel instante, tendríamos tiempo para cumplir nuestros deseos carnales, pero allí, con el a mi lado, durmiendo serenamente, no pude haber tenido mayor plenitud.

 

****

Aquella noche fue demasiado corta, con mis párpados que apenas se sostenían abiertos me levanté y comencé a organizar todo nuevamente. No podía creerlo, había vuelto a la vida.

Ninguno de los dos volvió a hablar de aquel encuentro durante la semana. No sé porque, supongo que teníamos miedo, no al presente, no al pasado, sino a la posibilidad de un futuro.

La rutina volvió a adueñarse de nuestros cuerpos, las jornadas de trabajo se hicieron maratónicas, recuperar el tiempo perdido era nuestra prioridad. La pasión de Yan por el trabajo era desbordante, asombrosa, vivía por él, entendía el motivo, había sido su amor durante mucho tiempo, el lugar donde se había cobijado cuando los vendavales habían arrasado con todo lo que poseía.

Las actividades eran tantas que comencé a dividir mi tiempo entre la compañía y su oficina, nunca me molestó, disfrutaba tanto verlo así, aunque sea con una pizca de felicidad. Una tarde de jueves tuve que quedarme más de lo esperado trabajando en unos documentos en la compañía, estaba a punto de retirarme cuando David entró a la oficina sin permiso, casi todos se habían ido, solo estábamos él y yo en ese piso y algunos empleados en planta baja. Me quedé atónita, y un escalofrío invadió mi cuerpo. Esto no era bueno…

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