Kanada

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Capítulo 14

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El Vecino que aún no llega pero que se resiste a marcharse del todo. Basta pegar la oreja contra la pared del despacho para sentirlo tan cerca, a no más de un metro de distancia. Escuchas su voz. Escuchas sus pasos. Escuchas la percusión de su pierna impedida. Lo escuchas rezar durante horas esa noche en que la Esposa comienza a gritar y la casa se llena de carreras y de voces de mujer, de órdenes y de timbres de teléfono, y por último del llanto lejano de un niño. Un llanto que no cesa, que no se calma con nada. También él tiene hambre. Sientes lástima y luego indiferencia. Qué puede esperarse de una especie que desde el mismo instante en que viene al mundo ya lo hace sufriendo.

No tienes sueño pero te quedas dormido, arrullado por las nanas con que la Esposa no logra calmar a su hijo.

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