Joy

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1975 » Capítulo 66. Julio 6, domingo

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Julio 6, domingo

Que Elpidio vaya contigo y te dé una mano. ¿Y dónde está Elpidio? Acaba de pasar hace un momento por aquí. Iba pa’ la cafetería. El responsable del vivero silba durísimo. Luego se pone las manos como bocina: Dile a Elpidio que se asome. Y Elpidio queriendo desayunar pero no terminan de freír las tortillas. ¿Quién me llama? Alberto. ¿Y quién es Alberto? Ese nuevo que hay ahora en el almacén. Ah, ya sé. ¿Qué se les habrá ocurrido ahora a estos comemierdas? ¡Dale, abuela! ¿Qué hubo de mi tortilla con pan? ¡Fíjate que yo no tengo más que dos manos, y bastante hago! No vengas aquí a agitarme como siempre. ¡Vieja bolluda! Setenta años y todavía quiere ir a la escuela. Déjame hacerla rabiar un rato. ¡Oye Carmita! ¿Ya te sacaste el muchacho que te hicieron en los carnavales? Y los otros lo celebran. Vive eso, tú: Elpidio bonchando otra vez a la vieja: ¡Vete pa’l carajo, tú! Ahorita le mete un espumaderazo, ya tú verás. ¡Jua, jua, jua! ¡Dame mi pan con tortilla, mi amor! Mi amor se murió hace mucho. ¿Y entonces por qué sales preñada todos los años? ¡Y miren la vieja esta las blusitas floreadas que se pone ahora pa’ trabajar! ¿Te gusta la blusita, cabrón? Óyeme: la verdá qu’ está de lo más chévere. Pues mira: están vendiendo también pa’ hombres. ¡Qué va, vieja! Los tipos duros no nos ponemos blusitas con flores. Y la vieja: Yo te lo decía por si querías comprarle una a tu novio, so maricón. ¡Tremendo bicho la vieja! No se deja joder. Bueno, ¿y qué relajo es este? Esto no es un cabaré, es un centro de trabajo. Tenía que venir el comemierda este a joder la pava. Y Elpidio, decidido a darle coba: oiga, jefe, no lo tome a mal. Fue una ocurrencia mía y la gente se echó a reír. El jefe tira su teque de reglamento y se marcha. Bueno, vieja, trae p’aquí el pan con moco ese, que me lo voy comiendo por el camino.

¡Y tener que irme pa’l Norte! ¡Si el bacilón está aquí, coño! A esta vieja hija ‘e su madre la voy a envenenar igual que a un perro. En cuanto salga del lío de las yemas le meto mano. Esta sí que no llega a sexto grado. Dame un cigarro ahí, Barbarito. Otro gil: le pico y le pico y nunca dice que no. ¡Elpidio! Pa’ este una sonrisa Kolynos. Dígame, jefe, je, je. Ve al almacén que t’está esperando Alberto, pa’ que lo ayudes en el camión a traer unos materiales de Pinar del Río. ¡Coño: se me jode lo de las yemas de hoy! Bueno, da igual: mañana les meto ración doble y pa’l carajo. Está bien, jefe: voy p’allá.

Y en el camión: ¡Cómo no! Años y años trabajando en el campo. ¿Qué tú hacías antes, Elpidio? Pasar hambre, viejo: cortar caña, hacer carbón, ya tú sabes cómo era esto pa’l pobre antes de la Revolución. ¿Y tú eres de dónde? De Oriente. Pero tú hablas como la gente de La Habana. No, no: vira por allá; por aquel lado está mejor el camino. Sí, yo vine a vivir a La Habana con catorce años y entonces se me pegó el modo de hablar, ¿me entiendes cómo es? ¿Y dónde cortabas caña en La Habana? Bueno, cuando el hambre apretaba me iba pa’l campo a buscar suerte. ¿Y nunca te casaste, Elpidio? Rejuntao estuve muchas veces, pero casao nunca. ¿Y ahora con la Revolución…? ¡Qué va! ¿Con el miedo que le tengo al tarro? Y antes de llegar a Pinar del Río un hombre hace señas desde el camino. El camión para pero Elpidio no se mueve. Hagámosle sitio al compañero, Elpidio. Suba, suba, jefe. ¡Otro comemierda de los que se joden por los demás! Este país ya no tiene arreglo. Y el tracatán del coronel, el Guillermo ese queriendo meterme el cuento de que van a botar a los comunistas de Cuba. ¡Esto está podrido ya! Y entonces, como t’iba diciendo, corté caña como loco pa’l central Toledo. En esos años había que batirse como una fiera, ¿eh, Elpidio? Sí señor, como una fiera. ¿Y al triunfo de la Revolución, Elpidio? Un patrullero se adelanta al camión. Al triunfo de la Revolución seguí en lo mismo de siempre: cortando caña… Yo sé lo que tú cortabas… ¿Cómo dice? Que sí, que te batías como una fiera, que eras una fiera… ¡No digo yo! ¡Coño, qué raro está este tipo! ¿Y esa perseguidora, por qué no se adelanta? Instintivamente lleva la mano al bolsillo de atrás, donde tiene el cuchillo de injertar, pero la detiene. No, no puede ser. Bueno, sígueme contando, Fiera. Yo me llamo Elpidio, compañero. Tú no te llamas Elpidio, tú te llamas Eladio. ¡Me cogieron, coño! ¡Contra esa rastra! Con la izquierda empuja el timón para provocar el choque y con la derecha intenta manotear el cuchillo. En vez del cuchillo se encuentra con otra mano que le dobla el brazo tras la espalda. La izquierda no consigue desviar el timón, que Paco sujeta fuertemente. Dos bocinazos. La perseguidora para. ¡Cómo recoño se habrá enterado el coronel! El traslado del prisionero se hace en forma rápida y discreta. El patrullero parte raudo hacia La Habana.

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