Joy
1975 » Capítulo 68. Julio 8, martes
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Julio 8, martes
«Mi madre era una puta de Guantánamo, pero esa no fue la que me crio. A mí me crio María de la Caridad, que era puta en El Cobre. Ahí estuve hasta los siete años. Después, mi madre me llevó con ella a Guantánamo. Me mandaba a la calle a buscarle marineros y yo se los llevaba pa’l cuarto que ella tenía en el bayú. Por cada uno que le llevaba me daba una peseta y con eso yo tenía que resolver mi comida, y si no conseguía marineros, no había comida. Tuve que aprender a robar y a batirme en lo duro. Después, vino el Chino a vivir con mi madre. El Chino decía que me había cogido cariño. Eso decía. Y me dijo que iba a ser mi padre, y que yo tenía que ser un tipo duro, como él. Una vez, me hizo subir a un escaparate alto que había en el cuarto del bayú. Yo tendría unos nueve años. Abrió los brazos y me dijo: “¡Tírate que aquí está tu padre, pa cogerte!”. Cuando yo me tiré él quitó los brazos y yo caí desparramado sobre el piso de baldosas. “¡Eso es pa’ que aprendas a no creer ni en tu propio padre!”, me dijo.
»Anduve como un mes todo descojonao. Desde entonces, no creí en nadie y me hice enemigo de todo el mundo. Eso es lo que yo soy. Al hijoeputa del Chino me lo llevé de un machetazo como a los dos años. Lo cogí durmiendo. Quedó que parecía que estaba mordiendo el machete, como los piratas, pero por la nariz. Como yo ya sabía lo de las huellas por las películas que veía, las borré del machete con un trapo. Le echaron la culpa a Polito el Rubio que había querido matarlo en una bronca del puerto, porque el Chino le había levantado unas pupilas. El pobre Polito murió en la cárcel».
El mayor apagó la grabadora. No resistía aquello.
—Lo único que él sabe —explicó Paco— es que un día llegó a Guantánamo un tal Guillermo, que venía de Miami, de parte del coronel Paredes, y lo presionó para que colaborara con ellos, bajo amenaza de denunciarlo como torturador y alzado del Escambray. Después, dice que le dieron cinco mil pesos por tirar unos cien pomos de «piojos», como les llama él a los pulgones, y por dar las señas de un socio que hiciera el mismo trabajo en el vivero de Camagüey. Al tipo lo cogimos ayer, y sabe menos que Elpidio.
—Me lo imaginaba —comentó el mayor.
—Al tal Guillermo, dice haberlo visto por última vez hace unos quince días, cuando le hizo entrega de las yemas infectadas…
—Oigamos esa parte —propuso el mayor.
Paco volvió a encender la grabadora.
«Sí, como quince días. Me dijo que las guardara en el frío y que aquel sería mi último trabajo; y que cuando terminara me preparara para salir del país. Yo debía estar el 20 de julio a las diez de la noche en Malecón y Galiano. Allí me iban a dar los dólares y a llevarme al lugar de donde íbamos a salir. Yo pensé que lo que me iban a dar era guiso. ¿Por qué no me citaban en el Capitolio a las diez de la mañana? Aquello no me gustó, pero le dije que sí. No iba a ir nada. Pensaba coger vacaciones en agosto y con un mes de tiempo me iba a echar a cualquier tipo que no tuviera familia, como hice con Elpidio. Lo iba a enterrar bien para que no lo encontraran. Entonces, con los documentos del tipo, iba a ver si conseguía trabajo en algún lugar de la costa, donde hubiera embarcaciones, y con la plata en mano y una pistola… ¡No digo yo si me les pierdo!».
Paco volvió a parar la grabadora.
—De lo que sigue, lo único que interesa es el final, mayor.
«¡Coño! ¿Ustedes se creen que yo me voy a aguantar ahora a que me disparen dos mil narices y cinco mil orejas? ¡No, hombre, no! Ya mismo les estoy diciendo cómo es el tal Guillermo. Coger a ese tipo es lo más fácil del mundo. Búsquense un retrato del flaco ese que es comentarista de pelota. ¿Cuál de ellos? ¡Coño, ese que tiene la cara pa’ dentro, como una cuchara! ¿Tony Marcial? No, no: ese es el grandote de las orejas. Yo digo el flaco, ¿cómo se llama ese hombre? ¿Freddy Sorbona? ¡Ese mismo es! Sí señor: Freddy Sorbona. Consíganse un retrato del tipo, que el Guillermo ese es cagao a él. Un poco más gordo y algo bembón pero tiene la misma cara de cuchara que Freddy Sorbona».