Joe

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En Sevilla…

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En Sevilla…

 

Carmen Reina, morena de pelo largo y ojos verdes, de 1,60, Lola Benjumea, con media melena castaña más clara que Carmen y ojos grandes color miel, 1, 65 y Martina Arenas, también de pelo castaño por debajo de los hombros, 1,63 más o menos y ojos verdes distintos al color de Carmen.

Acababan de salir de la universidad de Sevilla. Habían hecho un curso superior de cocina y protocolo. Se conocieron en el curso que duraba tres años.

Y se hicieron muy amigas, vivían en pueblos cercanos del Aljarafe sevillano.

Y salían los fines de semana durante toda la carrera. Tenían apenas 22 años. Y su sueño era montar un restaurante o una cafetería. El problema es que no tenían un euro. Así que tuvieron que ponerse a trabajar en distintos restaurantes y ahorrar durante dos años.

Un día Carmen, le dijo que por qué no se iban a Estados Unidos, a Nueva York u otro lugar, allí podían montar un negocio pagando menos impuestos que en España. Algo español, distinto. De desayunos, tapas y merienda. Podían pedir un crédito y …

-Carmen- le dijo Martina. No sueñes con Nueva York, eso es carísimo, no tendríamos para el local, siquiera.

-¿Qué tal si vamos a una asesoría a que nos informe de todo cuanto nos costaría montar algo las tres solas en Estados Unidos?

-De Nueva York te olvidas.-Dijo Lola.

-Con lo que me gusta…- dijo Carmen.

-Eso no nos lo podemos permitir, yo apenas tengo 15.000 euros, si los cambo a dólares no me llegan a 20.000.- seguía diciendo Lola.

-Y tú Carmen…

-También tengo 15.000 euros.

-Yo también- dijo Martina.

-Vamos a una asesoría.

-Sí.

-¿Y nuestros padres?

-Pues somos mayores, tenemos que independizarnos ya.

-Con ese dinero tendremos que pedir. Y veremos a ver si nos lo dan.

-Bueno lo importante es dónde ir. Eso es lo que tenemos que ver…

-Cogemos ciudades bonitas, las metemos en una caja y que una mano saque dónde vamos. Cada una que diga cinco.

-Estupendo.

Y cuando tenían las quince ciudades, mientras estaban en una cafetería del centro de Sevilla, la camarera les sacó el papel con su destino: San Francisco.

-Allá vamos San Francisco. Es bonito, tiene playa, mira… vamos a ver precios de vuelos y calles tranquilas para alquilar y turísticas donde montar nuestra cafetería, ya te digo que un restaurante no podemos. Sabemos inglés.

-Afortunadamente.- dijo Martina.

Y en una semana salían de una asesoría importante americana que les informó de todo. Tenían que preparar un informe para que el banco les concediera un préstamo. Debían tener una sociedad y un local, y una lista inmensa de documentos además de la lista que luego necesitarían para poner su cafetería estilo español.

-Me gusta esta calle, dijo Carmen, mira esas casitas victorianas tienen 3 dormitorios, la alquilamos y vivimos juntas de momento.

-Eso ni lo dudes, ahora a pagar todo.

-Echamos a suertes la habitación principal.

-Podemos hablar con el dueño, mandarle un WhatsApp.

-Lo vamos a hacer.

-Sí, pues tenemos quince días para despedirnos, pedir el finiquito, que nos echen y cobrar el paro todo junto, que será otro pico. A ver si llegamos a 20.000 cada una y ponemos eso de fondo común. El resto, es de cada una.

-Tenemos que sacarnos una tarjeta conjunta que opere allí y otra cada una independiente.

-Eso cuando cobremos el paro, y empezamos a llamar a la casita- dijo Lola.

Los padres se echaron las manos a la cabeza, todos, ¿cómo iban a irse tan lejos a montar un negocio que no sabían si les iba a salir bien?

Pero al final cedieron, cuando tenían todo listo, y reservada la casita en la calle Fillmore Street, sacaron sus pasajes, iban con sus tarjetas, y unas llevaban más dinero que otras, porque sus padres les dieron algo de dinero.

Pero allí estaban, en el aeropuerto, el 3 de mayo, con sus maletas, dispuestas y entusiasmadas, con sus padres preocupados por ellas, pero ya tenían 24 años. Eran mayores y quizá les fuera bien.

Se abrazaron y emprendieron un camino incierto.

Al día siguiente llegaron a San Francisco y un taxi las llevó a la casa victoriana donde un agente, las esperaba para hacerles el contrato y darles las llaves.

Las tres tenían una tarjeta igual con 60.000 dólares. Luego cada una aparte tenía la suya propia. Habían metido 20.000 dólares cada una para empezar.

Pagaron el alquiler de la casa, que era maravillosa, de dos plantas, tres dormitorios y tres baños dos pequeños arriba y la parte de abajo de concepto abierto y un salón de estanterías en una pared, al otro lado la cocina con una barra, y tres taburetes y una mesa con cuatro sillas, fuego debajo y una salita pequeña, con una mesa ovalada, un sofá, sillas y otras dos estanterías, que dejarían como despacho para las tres. Era perfecto.

No iban a gastarse un dólar en nada, tenia de todo, ellas sus móviles y pc nuevos y solo necesitaban una buena compra. De momento.

Domiciliaron la casita, que les salía por 2000 dólares. No tenía comunidad, pero había un parquin más abajo donde podían alquilar plazas de garaje, si se compraban coches.

La calle era justo lo que buscaban, turística, tranquila comercial y preciosa.

Una vez domiciliado todo, pidieron wifi, y el chico tardó dos horas, en venir un par de cerraduras más, fax e impresora y materiales para el despacho, y fueron al super más cercano a hacer una compra y el resto. Todo del fondo común.

-Colocaron y a Carmen le tocó la habitación grande.

-¡Qué suerte, hija!- le dijo Martina.

-Bueno lo hemos echado a suertes…

-Las otras son bonitas.- dijo Lola.

-Anda vamos a comer que estoy molida.- Dijo Martina.-Salimos a comer.

Y después de dejar la compra, se dieron una ducha, y salieron a comer. Miraron bien la cafetería.

-¿Habéis visto? y los precios…Apuntó Martina.

-He hecho fotos con el móvil. -Dijo Lola.

-Ya veremos más, vamos a desayunar en todas, o a comer. En cuando nos levantemos, descansemos y deshagamos las maletas y lo primero es buscar un local y alquilarlo, asesoría y banco. – no dejaba de hablar Martina.

-En la asesoría nos hacen el informe. Le llevamos qué queremos y nos hacen un presupuesto.- Dijo Carmen.

-¡Madre mía!, estoy nerviosa…- dijo Lola.

Al día siguiente salieron de su casa habían deshecho las maletas e iba a desayunar y a gestionar todo.

Al salir de la casa, de la de al lado, salía un señor alto y fuerte, que las saludó.

-¡Hola guapas!

-¡Hola vecino! -y el hombre sonrió.

-Sí, solo estoy yo de vecino en esta casa.

-¿Su mujer?- le dijo Carmen.

-Murió hace unos meses.

-Lo sentimos.

-Bueno, yo también, cosas de la vida… ¿No sois de aquí?

-No, venimos de España, queremos montar una cafetería- dijo Lola entusiasmada.

-¿En serio?

-Sí en esta calle. Vamos a buscar un local y una asesoría, tendremos que hacer un proyecto.

-Bueno nos presentamos, soy Donald Evans, bombero jubilado desde ayer.

-¡Ah encantadas! Soy Carmen, -y le estrechó la mano.

-Yo Lola.

-Yo Martina-encantada.

-Si necesita algo, y vive solo, ya sabe dónde estamos.

-Sí, en la casa de arriba.

Y se rieron.

-Vamos a desayunar- le dijeron ellas.

-Yo voy a hacer lo mismo.

-¿Nos acompaña? Dijo Carmen, le invitamos y así nos puede orientar donde poner mejor nuestra cafetería. Si vive en este barrio.

-Toda mi vida. Así que bueno, estaría encantado, con tres chicas guapas… Tengo curiosidad por ver qué hacen.

-Vamos señor Evans. Usted nos dice la mejor cafetería, tenemos que superarla.

-Venga os voy a ayudar. No tengo nada que hacer y conozco a mucha gente, os puedo echar una mano, claro si queréis.

-¡Ay gracias, pues claro!

-No puedo estar sin hacer nada. Voy a ver qué vais a poner en San Francisco estas tres chicas guapas que son mis vecinas.

Y lo cogieron del brazo

-Vamos vecino, usted dirige,- dijo Lola.

-He dirigido el centro de bomberos 25 años.

-Pues ha sido una suerte encontrarlo y tenerlo al lado, tendrá desayunos gratis.

Y Donald se reía.

Y anduvieron diez minutos calle abajo.

-Aquí vamos a empezar.- Dijo Donald.

-Ya podéis ir mirando y haciendo fotos, los detalles niñas.

-Sí, señor Donald.- habló Martina.

-Nada de señor Donald. Donald. No soy un viejo, Tengo 65 años.

-¡Está bien!

-Lleváis zapatillas, eso está bien porque vamos a andar esta mañana y bastante.

Y ellas se reían.

Le pagaron el desayuno, entraron al baño, miraron por fuera…

-A la asesoría, pero primero a ver locales.

-Si, eso es lo primero.- dijo Donald.- Venga tengo un amigo aquí cerca. Al menos no os va a robar.

-¡Que suerte!- decía Lola. Este hombre es un milagro para nosotras.

-¡Hola Nick!- le dijo nada más entrar a la inmobiliaria.

-¡Hombre!, ¿qué pasa Donald? Enhorabuena, me enteré de que te jubilaste ayer.

-Exacto. Ahora tengo un proyecto entre manos.

-No paras, hombre.

-No puedo.

-¿Qué quieres? Vienes bien acompañado - y Donald se las presentó.

-Estas niñas quieren un local para poner una cafetería en la calle.

-¿Sí?

-Si y quiero que me las trates bien, barato, ya sabes.

-Pues tengo un local vacío, en mitad de la calle y una cafetería que traspasan dos mayores que se jubilan, una pareja. Y ese está… Está para hacerle obra y reformarlo, si quieres algo nuevo recomiendo el local vacío, es nuevo y Jeff el contratista te hace lo que quieras, te pone la cafetería entera, con la decoradora.

-¿En serio tiene decoradora para cafeterías?- Dijo Carmen.

-Sí, señorita.

-¡Y cuántos metros cuadrados tiene el local?

-250, con eso tenéis para las tres, sin tener que meter a nadie. ¿Qué vais a poner?

-Desayunos, mediodía y cafetería.- Lola

-Eso se cierra sobre las seis. Y se abre también a las siete.

-Sí, está bien. ¿Y el precio?- Preguntó Martina.

-Puedo pedir una rebaja, pero no menos de 2000 dólares.

-¿Y nosotros hacemos la obra?

-Sí, luego lo pueden traspasar con la obra. O si les va bien, comprarlo.

-Está bien, ¿podemos verlo?- dijeron.

-Claro, vamos. No está muy lejos.

-Debemos tenerlo para hacer un proyecto para el banco.

-Para eso necesitas que el constructor haga el proyecto y el presupuesto de todo.

-Todo, todo…

-Todo, para compraros el uniforme y la comida.

-Pues si nos da el teléfono de Jeff. Y nos enseña el local.

-Es precioso.

-Vamos.

Y se llevó las llaves y en cinco minutos estaba en el local vacío, entraron y era perfecto.

Rectangular. Ahora teñían que meter de todo.

Pero estaba pintado y el suelo era precioso.

-Me gusta la pintura.

-Pues solo la obra de cómo quieres, está Jeff.

-¡Hola Jeff!, mira estas chicas quieren poner una cafetería.

-¿Entera?

-¿Con todo?

-Sí.

-Esto tiene 250 metros cuadrados.

-Muy bien, se la quedan. ¿Van a pedir préstamos al banco?

-Sí.

-Si se la quedan, vengo en dos días y les enseño el proyecto, el presupuesto y traigo a la decoradora para que elija todo.

-Así sabremos lo que les sale.

-Muy bien.

Se dieron los teléfonos y Jeff se quedó con una llave, mientras ellas, iba a la inmobiliaria a alquilar el local. De nuevo domiciliar los pagos, impuestos y demás.

-Cuando tengáis pasado mañana lo de Jeff y elijáis todo, ya vais a la asesoría- Le dijo Donald.

-¿Cómo vais? usted viene. Tiene que revisarnos la obra.

-Bueno si queréis…

-Claro que sí, si quiere…- le dijeron.

-Me encantaría.

-Tiene que ayudarnos.

-Vale.

-Venimos pasado mañana, además tiene que elegir cosas con nosotros. Y vamos a la asesoría y al banco.

-Conozco al director del banco, a ver si os puede dar el préstamo a bajo interés.

-Si es usted un chollo.- Y Donald se reía.

-Bueno hasta pasado mañana, no tenemos nada que hacer.

-¿Qué va a hacer ahora Donald?

-Voy a la Bahía, pero ahí voy solo, eché las cenizas de Sophie y hablo con ella.

-Pero hay playa mañana podéis ir.

-Gracias Donald.

Y lo abrazaron.

-Lo llamamos pasado mañana, desayunamos fuera y vamos a eso- le dijo Carmen.

-Claro, en mi casa estoy.

-Venga a cenar luego a casa.

-¿Comida española?

-Exacto.

-¿A qué hora? Eso no me lo pierdo.

-¿A qué hora cena?

-A las 8- le dijo él.

-Lo esperamos.

-¡Está bien! hasta luego mis niñas, tened cuidado.

-Nos vamos a casa, estamos cansadas, tenemos mucho papeleo.

-¡Hasta luego!

-Le esperamos.

 

 

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