Igor

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Capítulo veinticuatro

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Capítulo veinticuatro

Pasaron varias semanas después del susto que su padre les había dado; su salud no era la mejor, pero continuaba batallando para que su vida se extendiera un poco más; sin embargo, el desenlace no estaba tan lejos y Emerson sabía que ese día, además, sería el final de su relación con Grayson, porque no habría manera de detenerlo para que no fuera con ella y, obviamente, de más estaba decir que, entonces, él finalmente sabría quién era ella en verdad.

Acababa de hablar con su madre y estaba con los ojos cerrados y las manos sosteniendo su cabeza, cuando sintió esa sensación que sólo experimentaba cuando Grayson estaba cerca de ella. Abrió los ojos y lo vio de pie junto a la jamba de la puerta. Parecía un dios; él era su dios.

Supo una vez más que ella era capaz de sentir la energía de su cuerpo antes de verlo.

Emerson se puso de pie y fue a su encuentro, se arrojó a sus brazos y lo entró, tironeando de su ropa, a su despacho, cerró la puerta de un puntapié tras ellos y lo besó famélica.

—¿Qué pasa, cariño?

—Hazme el amor. —La petición que salió de su boca fue casi una orden—. Necesito que me hagas olvidar de todo —le rogó, pensando que estaba a punto de volverse loca.

—¿Qué ocurre?

—Sólo necesito sentirte. Por favor, Gray, hazme tuya.

Grayson siempre estaba listo, y jamás le podía negar un polvo, sin importar el lugar en el que estuvieran, así que accedió enseguida a complacerla.

Sin quitarse del todo la ropa, sólo desajustando lo necesario para conseguirlo, la empaló primero contra la pared y luego la dejó sobre el escritorio, donde la folló como un poseso, hasta lograr que ambos llegaran al orgasmo.

Se abrazaron. Gray sentía que el ánimo de ella era muy frágil, pero, por más que le preguntó varias veces, lo único que Emerson hizo fue abrazarse más fuerte a él, sin contestarle.

Salió de ella a regañadientes; no quería sacar su pene de su interior, pues presentía que precisaba que la magia del momento permaneciera intacta algunos instantes más, ya que parecía que el contacto físico la sosegaba.

—Eres un gran hombre —le acarició el pecho con una mano, y luego se inclinó para dejarle un beso a la altura del corazón—, y me siento muy afortunada de tenerte a mi lado —acabó diciéndole mientras lo miraba a los ojos y con la mano, en ese momento, le acariciaba las líneas del rostro.

Él la cogió por el mentón y le regaló algunos besos rápidos en sus carnosos labios; luego entrecerró los ojos y estudió su gesto.

—¿Qué sucede? —volvió a insistir—. Sé que te pasa algo, pero no quieres decírmelo.

Ella negó de manera leve con la cabeza, conteniendo el nudo que se le había formado en la garganta, y se quedaron mirándose, absorbiendo las réplicas del orgasmo, que aún permanecían de una extraña manera en sus cuerpos.

—No me hagas caso… Ya sabes, las mujeres nos ponemos un poco raras cuando se acerca nuestro período. Creo que mi estado de ánimo se debe a eso; estoy próxima a esos días y mis hormonas están haciendo cortocircuito —lo engatusó.

A Emerson le dolió el pecho por continuar envuelta en una gran mentira, una que cada minuto crecía más y más, y de la que no sabía cómo salir.

Minutos después, en el ambiente aún podía percibirse el olor a sexo; ellos estaban algo acalorados, terminando de vestirse, cuando Abby abrió la puerta y chilló:

—¡Sorpresa! Mira a quién te traigoooo. Uy, perdón, no sabía que Grayson estaba contigo. Lo siento.

Emerson palideció cuando vio a la persona que estaba detrás de Abby y se tocó el pecho. Ella había tenido una premonición de que algo malo ocurriría cuando colgó el teléfono con su madre, pero no imaginó que todo fuera a suceder ese día.

Abby se apartó de la puerta y le dio paso a la hermana de Emers para que ésta accediera al despacho, y un silencio sepulcral cayó de golpe sobre ellos. Grayson y Arya no dejaban de mirarse.

—¿Qué puta broma es ésta? —preguntó él, rompiendo el silencio, reconociéndola de inmediato.

Abby, por supuesto, no entendía nada y miraba a uno y a otro sin saber qué pasaba.

Em se apoyó con una mano en el escritorio para sostenerse; no podía hablar.

—Grayson, ¿eres tú? —planteó Arya, confundida, sin estar segura de no estar alucinando… Aunque estaba cambiado, aún podía reconocerlo.

—¿De qué la conoces? —inquirió él, enfrentando a Emers.

—¿Cómo que de qué me conoce? Es Emerson, mi hermanita, ¿no la recuerdas? Siempre estaba conmigo.

—Cállate de una puta vez, Arya —gritó la fotógrafa, y le ordenó a Abby que se fuera y cerrara la puerta.

Ésta obedeció, pero, presintiendo que algo muy malo estaba a punto de suceder, fue corriendo a buscar a Cristiano, que estaba en el

set, y le contó lo que estaba sucediendo.

—Joder, no puede ser verdad que a la descerebrada de Arya se le haya ocurrido aparecer para darle una sorpresa a Em.

Mientras tanto, en el despacho, ya no había nada que Emerson pudiera hacer, así que lo único que al parecer le quedaba era rogar. Lo cogió por el cuello, sin importarle humillarse, y quiso hacer que la escuchara.

—Gray, perdóname, por favor… Sé que tendría que haber hablado de esto contigo hace tiempo; sólo te pido que me dejes explicártelo.

—Suéltame, eres una jodida embaucadora, igual que ella. No, si yo debo de ser el tipo más idiota sobre la faz de la tierra, caer con una y luego caer con la otra hermana. —Se tocó la frente y luego cogió por los hombros a Emerson para escupirle en la cara—: Me mentiste con tu nombre, me dijiste que te llamabas Emerson Klein, y has estado jugando conmigo todo este tiempo. ¿Con qué fin? ¡Dimeeee! —le gritó, exigiendo una explicación.

—No te mentí, no lo hice… Me dijiste que habías visto mi web, cuando salimos la primera vez, y supuse que habrías leído el nombre que utilizo profesionalmente y lo usé. Omití información, pero déjame explicarte… Es el apellido de mi abuela; lo adopté como nombre artístico y tú no me reconociste y yo sólo me callé.

Emerson lloraba mientras intentaba justificarse, pero sus explicaciones estaban oscureciéndolo todo, más de lo que lo aclaraban. Por suerte, Arya había decidido quedarse callada después de que su hermana le gritara que lo hiciera, y poco a poco iba desmadejando el lío y entendiendo lo que estaba pasando allí.

Emers intentó volver a acaparar la atención de él cogiéndolo por el rostro, pero éste se alejó de ella y desechó sus manos como quien se despoja de un hierro candente. Miró a ambas hermanas, sintiéndose un gran estúpido, y decidió que necesitaba salir de allí, antes de que acabara cometiendo una locura.

—¿Por qué? —volvió a preguntarle—. ¿Qué retorcido motivo tuviste para mentirme así?

Se alejó de ella, Arya se apartó del camino cuando lo vio moverse, y él abrió la puerta, fuera de sí, y se marchó sin mirar atrás.

—Lo siento, Em. Cálmate, por favor, te hará daño ponerte así —le rogó Arya cuando se quedaron solas.

—Siempre arruinando todo lo que tocas, siempre ensombreciendo mi vida. Siempre has sido la preferida de papá y mamá, y también de la abuela. Nunca existí para nadie, porque tú siempre eras la que brillabas —le gritó la fotógrafa, buscando un poco de desahogo. Lo cierto es que necesitaba culpar a alguien, aunque seguramente, cuando se tranquilizara, se daría cuenta de que ella era la única culpable por no haber sido sincera desde un inicio.

—Em, estás nerviosa, y angustiada. ¿Qué dices?, si tú siempre has sido la mejor de las dos; yo no he hecho más que meterme en problemas durante toda mi vida, y defraudar una y otra vez a mamá y papá. Cálmate, ¿quieres?

Aunque tardó en reaccionar, después de espetarle todo eso a su hermana, salió corriendo tras él con la esperanza de poder detenerlo; sin embargo, cuando llegó a la calle, por más que se acercó a toda prisa hasta donde él estaba ya montado en su coche y se atravesó frente a éste, apoyando las manos en el capó, no logró nada, ya que Grayson, tremendamente ofuscado y dolido, maniobró el automóvil, dando marcha atrás, y, esquivándola, partió a toda marcha.

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