Igor

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Capítulo veintinueve

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Capítulo veintinueve

Estaban en el vuelo de regreso.

—Aún no me puedo creer que ayer viniera al entierro de papá —le dijo a Cristiano.

—Ese hombre te ama, sólo tenía que asimilar todo lo que había pasado.

—No quiero ilusionarme, Cris.

Aterrizaron en el aeropuerto de San Francisco cuatro horas más tarde y, al salir, compartieron un Uber hasta Menlo Park. Ella bajó primero y, apenas Emerson entró en su nueva casa, sus mascotas le hicieron una fiesta. Jordan y Abby se habían encargado de alimentarlos en su ausencia.

Se sentó en la cama, muriéndose de ganas por enviarle un mensaje a Gray. Era tarde, pero quería anunciarle que ya había llegado.

Ya estoy en mi casa. Sólo quería avisarte, además de agradecerte que decidieras acompañarme en un momento tan triste, dejando a un lado tus rencores. No quiero pensar demasiado, pero me encantó verte.

Tal vez, lo que estaba escribiendo, era reiterativo, pero era mucho el tiempo que llevaba reprimiéndose para no decirle cada cosa que ella sentía por él, así que, en ese momento, cuando ya lo había dado todo por perdido, decidió que no tenía por qué continuar haciéndolo.

Vio que él estaba en línea y, de inmediato, los puntitos saltarines le indicaron que estaba escribiendo.

Se quedó esperando; su corazón latía de manera ensordecedora.

Intenta descansar, es tarde. Mañana hablamos. Te llamo y, cuando te sientas con fuerza, nos encontramos en algún sitio. Ahora duerme.

¿Cómo mierda pensaba él que ella podría dormir? Eso fue lo que pensó mientras leía y releía el texto, pero, al parecer, es lo que tendría que hacer, además de seguir esperando.

Pasaron otros dos días y no había sabido nada de Grayson desde la noche que ella había regresado de Chicago. Cada minuto que transcurría, se decepcionaba un poco más, y estaba casi convencida de que, seguramente, él se había arrepentido de haberse acercado a ella.

Esa tarde, cuando estaba en plena sesión fotográfica, su móvil empezó a vibrar en el bolsillo de su pantalón. Detuvo por un momento el trabajo y miró para ver quién era. Sus ojos buscaron de inmediato a Cristiano y él entendió de qué se trataba al instante; además, casi que pudo leer en su ansioso rostro lo que ella no estaba diciendo con palabras.

—Ahora vuelvo —anunció, y se apartó un poco de allí; luego tocó la pantalla y atendió.

—Hola.

—Hola, soy Grayson. ¿Te llamo en un mal momento?

—No, no estaba haciendo nada muy urgente —mintió descaradamente, intentando parecer casual.

—Entonces, ¿nos podemos ver hoy, cuando termines de trabajar? He pensado que podríamos encontrarnos para tomar algo en un sitio que se llama Left Bank; está cerca del estudio.

—Está bien; envíame la ubicación cuando llegues allí.

—¿A qué hora crees que podrás venir?

—¿Te parece a las seis?

—Te estaré esperando.

Cuando colgó, buscó en Google el lugar; era un local bastante elegante, donde se podía tomar una copa y también se podía cenar. Se dio media vuelta y no le extrañó tener a Cristiano espiando por encima de su hombro.

—Se puede cenar ahí… Eso promete.

—No te adelantes a nada.

—Yo no me adelanto, sólo te leo el pensamiento, querida.

* * *

Se preparó intentando no verse demasiado arreglada, sino más bien casual. Usó ropa que tenía en el estudio, para no tener que ir hasta su casa, y apenas Gray le envió la ubicación, se despidió de Cristiano y de Jordan.

—Deséame suerte.

—No la necesitas. Él es tuyo —le indicó su mejor amigo, infundiéndole un chute de confianza.

Antes de que ella se marchara, Jordan se acercó y le arregló el escote, bajándolo.

—No quiero dar a entender que me he vestido para él.

—Mátalo de un ataque al corazón en cuanto llegues. Esas tetas tuyas son para lucir, no para esconder.

Emerson miró a Cristiano y él también asintió, así que dejó su escote expuesto.

El local quedaba a tan sólo unos cinco minutos de su trabajo, así que no tardó en llegar. Había un parking público, por lo que dejó el coche aparcado frente al bar donde habían quedado en encontrarse.

Apenas bajó, vio unos metros más allá el Porsche amarillo de Gray. Caminó decidida, entrando en el establecimiento, y se quedó sin respiración en cuanto lo vio sentado a la barra. Iba vestido todo de negro, como el día que se vieron la primera vez. Él la vio apenas ella apareció y se puso de pie, esperándola. Cuando llegó, le dio un beso en la mejilla.

—Gracias por haber venido.

—Gracias a ti por llamarme y darme una oportunidad para que hablemos.

Emerson se acomodó en uno de los taburetes de la barra y, en cuanto miró el cóctel que le acababan de servir a él, lo reconoció de inmediato: un Vesper Martini. Tuvo la tentación de bromear, tal como había hecho la primera vez que salieron a cenar, pero se abstuvo; aún no había tanteado el terreno y no quería dar nada por sentado. Tal vez, después de todo, sólo la había citado para darle un punto y final a lo que ellos habían tenido.

Los primeros momentos fueron muy tensos.

—¿Qué va a tomar? —le preguntó el

barman.

—Un margarita, por favor.

—Algunas cosas nunca cambian —dijo Gray, rememorando que ella pidió eso mismo el día que salieron la primera vez, y Emerson se sintió feliz de que lo recordara. Había pedido esa copa a propósito, para ver su reacción.

Cuando le entregaron su copa, Grayson habló.

—Ven, he pedido una mesa apartada para que podamos hablar más cómodos.

Ella bajó del taburete y él posó una mano en su cintura, guiándola. Emerson estuvo a punto de caerse al suelo por ese simple contacto.

Se sentaron a la mesa y el silencio les sobrevino.

—Me mentiste, y eso aún no lo he olvidado —rompió el hielo Gray. Los días que había tardado en llamarla, después de que ella regresara, habían sido para escarmentarla un poco más por sus engaños.

—No esperaba que lo hicieras tan pronto. Sólo deseo que me dejes explicarte por qué lo hice.

Él asintió para que continuara.

—El día que todo salió a la luz, dije muchas cosas incoherentes. Te estaba perdiendo y no podía pensar con claridad. Grayson, tú eres el amor de mi vida. No me importa si hoy me has citado aquí para cerrar nuestra historia, sólo quiero que no te lleves un mal recuerdo de mí. Siempre te he amado.

La sacudida que sintió al oír esas palabras hizo que quisiera tirar de su brazo y sentarla en su regazo… o, mejor aún, salir de ahí y conseguir un sitio donde poder estar solos, para follársela como un perverso durante toda la noche.

—Debería haber sido sincera contigo desde un principio, pero sólo vi una oportunidad de cumplir mis fantasías y la aproveché.

—¿Tenías fantasías conmigo? Eso suena interesante.

Ella asintió.

—Te lo acabo de decir, siempre te he amado, y no me estaba refiriendo al tiempo que hemos estado juntos, sino a la época en la que tú ni me mirabas, porque yo sólo era una chiquilla para ti.

Había planeado hacerla sufrir más, pero, teniéndola tan cerca, eso le resultaba una labor imposible de llevar a cabo. Él era tan vulnerable a ella como ella lo era a él. Por más que intentaba evitarlo, sabía que estaba fallando en no fijar su vista en sus labios…, unos labios que quería hacer suyos y probar con desesperación, como el resto de su escultural cuerpo.

Se inclinó y, de debajo de la mesa, sacó una bolsa de papel y la puso sobre la mesa.

—¿Qué es esto?

—Fíjate.

Emerson la abrió y, de inmediato, reconoció sus cuadernos. Ni siquiera le dio tiempo a ruborizarse por todo lo que sabía que había escrito allí. No se acordaba de la existencia de esos diarios hasta que los había vuelto a ver.

—¿Por qué tienes tú esto?

—Ahí dentro, en el primer cuaderno, encontrarás la explicación.

Apresuradamente, encontró la carta de Arya, y las lágrimas le nublaron la vista, impidiéndole seguir leyendo. Se pasó los dedos por los ojos, recogiéndolas, y lo miró. Se encontró con la mirada penetrante de Grayson, esa mirada que conocía muy bien, y deseó no estar equivocándose y estar viendo sólo lo que en verdad quería ver.

—Salgamos ya mismo de este local, o te prometo que te meteré en el baño y te follaré aquí mismo.

Ella asintió y se puso de pie, y él, con una mano, capturó la bolsa con los cuadernos y con la otra cogió la suya. Cuando estuvieron en la calle, dejó de contenerse y la besó; después de probar su boca largamente, hasta que ambos casi quedaron sin aliento, se apartó para preguntarle:

—¿Dónde quieres que vayamos?

—Pensaba que lo tenías todo planeado.

—Confío en mis encantos y confieso que leer todo eso que leí levantó bastante mi autoestima, pero me dije que quizá había tardado demasiado en reaccionar y que, por ello, tú ya no querrías volver a confiarme tu corazón.

—Mi corazón es tuyo, siempre lo ha sido.

Se miraron y él volvió a besarla; le mordió los labios, estaba loco por tenerla.

—Mi casa queda a sólo dos minutos de aquí. Me mudé a la vuelta del estudio. Si quieres, podemos ir ahí.

—Te sigo.

Apenas llegaron, él miró la fachada y se dio cuenta de que era una vivienda bastante grande.

—¿Tanto necesitas, viviendo sola?

—Cuando encontré la casa pensaba que tendría compañía, sólo que no me dio tiempo a contártelo.

Luego, cuando pasó todo lo que pasó, no tuve el valor de dar marcha atrás. Ya sabes, una chica siempre puede soñar.

—Basta de hablar, entonces. Déjame cumplir todos tus sueños.

Entraron en la casa y la ropa de ambos, de inmediato, empezó a volar.

Había prisa, por supuesto.

Había ansiedad, eso estaba más que claro.

Había miedos, también eso había.

Había muchas cosas que deberían volver a superar, pero lo más importante para que eso fuera posible era que había amor.

Pasaron despiertos la mayor parte de la noche, y lo hicieron varias veces; como cada vez que los dos se encontraban juntos en una cama, nada parecía ser suficiente, hasta que finalmente el sueño los venció y se quedaron dormidos, abrazados.

Grayson estaba acostumbrado a levantarse temprano, pero, después de tantos días de no pegar ojo y dormir sólo a ratos, el cansancio lo atrapó y, además, el olor de la cama de Emerson era todo lo que necesitaba para no querer despertarse.

Su aroma era embriagador.

Gray dormía boca abajo, su musculoso cuerpo destacaba entre el blanco de las sábanas, y Em estaba de pie, apoyada en la jamba, admirándolo incrédula. Ese hombre por fin era de ella por completo, y en ese instante tenía la plena seguridad de que nada los podría separar. Decidió dejar de babear por un rato y, a regañadientes, se fue hacia la cocina para preparar un desayuno decente para ambos, aunque, considerando la hora que era, lo haría bien completo, porque casi era tiempo de almorzar. Necesitaba cuidar de su hombre, pues él requería mantenerse muy bien alimentado.

Grayson empezó a remolonear, mientras salía de su plácido sueño. Podía sentir el calor del cuerpo de Emers, así que se dio la vuelta y la rodeó con uno de sus brazos. De inmediato se dio cuenta de que ésa no era ella, así que abrió uno de sus ojos y se encontró con el hocico de un cerdo frente a él.

Saltó de la cama y cayó de culo enredado entre las sábanas; se golpeó la cabeza con la mesilla de noche, pero, a pesar del golpazo que acababa de darse, estuvo bastante seguro de que no era un sueño ni una alucinación. Espió sobre el colchón y, efectivamente, el cerdo todavía estaba allí, así que decidió comenzar a gritar.

Emerson, por supuesto, llegó corriendo para ver qué le pasaba. Él la miró y le dijo:

—Me he despertado abrazado a un cerdo.

Cordelia, ¿qué haces en la cama? —la regañó, y el animal pegó un salto y se acercó más a Gray—.

Lo siento, sabe abrir la puerta y seguro que, cuando me he ido, ha entrado en el dormitorio. No le temas, es inofensiva.

—¿Casi me muero del susto y me dices que no le tema? ¿Ésta es la cerdita de raza american mini pig de la que me hablaste? —preguntó Grayson, aún desde el suelo. Parecía aún bastante temeroso de lo que estaba viendo.

—Sí, por fin me pude traer a mis mascotas conmigo.

—Me imaginé que era una cerdita pequeña, no un animal de… ¿Cuánto pesa esta cosa? —preguntó, horrorizado.

—Lo sé… Se suponía que no iba a crecer demasiado, imagina mi sorpresa cuando llegó a lo que es hoy. Pesa trescientos kilos y, sí, me estafaron, no es una cerdita mini pig en realidad, es un cerdo comercial, pero ya forma parte de mi familia y no he podido deshacerme de ella.

—Pero me dijiste que era una mini pig, no una bestia.

—Es que yo sigo tratándola como si lo fuera.

—¿Y se supone que tendré que convivir con esta cosa?

—¿Quieres convivir conmigo?

—Saca esto de aquí, por favor; tengo miedo de que me muerda.

—Te digo que no hace nada.

—No me importa, quítala de mi lado.

Emerson sacó a

Cordelia fuera de la habitación y cerró la puerta. Luego regresó y se encontró con Grayson, que estaba tumbado en la cama de nuevo. Aún parecía asustado, pero, al menos, estaba más calmado.

Ella hizo un mohín y se acostó junto a él.

—No quería estropear el momento, lo lamento mucho. ¿Tendré que deshacerme de la cerdita?

Él la miró a los ojos y empezó a reírse por toda la situación, y ella también se rio. Cuando lograron dejar de hacerlo, la besó y le dijo:

—No, pero sólo si me prometes que la mantendrás lejos de mí. Cariño, he temido por una de mis partes y… ya sabes… —apoyó su firmeza contra su muslo—, esto sólo te pertenece a ti.

Emerson era su droga, su cura y su todo. Una vez pensó que podría alejarse de ella, pero en ese momento sabía que quería a esa mujer con todo lo que acarreara consigo.

Con cerda o sin cerda, no había manera de que él desistiera de estar junto a ella.

Después del follón al despertar, sólo pudieron hacer una cosa: el amor, y después desayunar.

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