Igor

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Capítulo diecinueve

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Capítulo diecinueve

Las siguientes semanas se conjugaron de tal forma que encontraron la manera y la excusa para verse cada día, y ya había pasado casi un mes desde que se conocieron, aunque la promesa que Grayson le había hecho de llevarla a que presenciara un entrenamiento tuvo que aplazarse, ya que Pixel Factory, por suerte, cogió varios trabajos, gracias a los contactos que Peighton le proporcionó.

Cada día comenzó a fluir de forma natural, aunque la sombra de la mentira siempre pendía sobre ellos como un nubarrón oscuro. Sin embargo, y aunque Emerson supiera que no tenía derecho a continuar de ese modo, no encontraba cómo poder detenerse.

Como si fuera poco recordatorio que su conciencia le gritara cada dos por tres que se sincerara, esa tarde, mientras hacía un alto para beber un café y reordenar sus actividades, su teléfono sonó. Éste estaba boca abajo sobre el escritorio, así que, cuando lo cogió, en la pantalla apareció el nombre de su hermana Arya. Tomó una profunda bocanada de aire, se recostó en su silla y tocó la pantalla para aceptar la llamada.

—Hola, hermana. Espero que no me llames para contarme que te has arreglado con el imbécil de Kevin.

—No, no lo he hecho, pero podrías saludarme más afectuosamente antes de sermonearme.

—Lo lamento, tienes razón; es sólo que, cuando he visto que eras tú, he temido que me llamaras para decirme que lo habías perdonado otra vez.

—No lo haré. Estos días en los que he estado sola, junto a Owen, me he dado cuenta de que no lo necesito. Por supuesto que está insistiendo y me está haciendo mil promesas que sé que no cumplirá, pero no debes preocuparte, porque no volveré a caer en sus falsas palabras. Además, me he percatado de que mi miedo a estar sola era superior a lo que siento por él. Creo que hace tiempo que me he desenamorado de Kevin, sólo que me negaba a aceptarlo.

—Uff, doy gracias de estar oyendo todo lo que dices. Ahora escúchame bien lo que voy a contarte, pero no quiero que hagas nada; entiéndeme bien, que no te lo estoy diciendo para que actúes, sólo quiero que estés al tanto de lo ocurrido, porque, en verdad, si vuelve a pasar, tomaré otras medidas.

—¿De qué hablas?

—Kevin apareció en Menlo Park, culpándome de llenarte la cabeza en su contra.

—¿Qué? ¿Cuándo hizo eso?

—Hace algunas semanas.

—¿Y me lo dices ahora…?

—No quería que te involucraras, ni que esa información te presionara para que volvieses con él.

—Me va a oír.

—Arya, no. Ves, por eso no te había explicado nada. No ha regresado, y estoy segura de que no lo volverá a hacer.

—Es un completo idiota.

—No me dices nada nuevo. Óyeme bien, lo mejor es dejar las cosas como están. Si le dices algo, le estarás metiendo el dedo en el culo y eso lo pondrá frenético. Deja las cosas así. Después de todo, el único que ha perdido en esta historia ha sido él. Prométeme que no le dirás nada.

—¿Qué te dijo?

—Me acusó, como te he comentado, y… me dio un bofetón.

—Es un hijo de puta. ¿Cómo se atreve?

—Dime la verdad… ¿Te pegaba?

Un silencio cayó en la línea, pero todavía podía oír la respiración de su hermana.

—Es muy doloroso admitirlo.

—Me lo supuse. Arya, mantente alejada de él.

»Para que te quedes tranquila, debes saber que no estoy sola, tengo quién me defienda. Ese día tu ex recibió una buena trompada, así que no debes preocuparte por mí. Sólo para que me quede confiada, prométeme que te mantendrás alejada de ese inútil.

—Lo haré. Lo siento tanto, hermana; de verdad, lo siento.

—No lo sientas, ya te lo has quitado de encima.

Emerson intentó calmarla; cuando lo consiguió, llevó la conversación hacia otro lado. Le preguntó por su padre y terminaron hablando de lo rápido que estaba deteriorándose cada día. Él sufría de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular que ataca las neuronas del cerebro y de la médula espinal; éstas van disminuyendo sus funciones y mueren y no son recuperables, y atacan a la función motriz. Hay medicamentos y terapias que reducen el avance de la enfermedad, pero no tiene cura, y tarde o temprano, los que la padecen, mueren cuando empiezan a fallarles los músculos del pecho y el desenlace casi siempre es por una insuficiencia respiratoria.

—No creo que pase mucho tiempo hasta que empiece a usar el respirador. Y mamá, que no quiere ingresarlo, se ve tan agotada… Deberías venir y tratar de convencerla tú de que lo haga.

—Lo intento cada vez que hablo con ella, ya no sé si insistir; al menos ha aceptado la ayuda de un cuidador.

—Bien, cambiemos de tema, porque ya sabemos que no hay solución. ¿Te he entendido mal o me has dicho que estás con alguien?

—No como te lo imaginas. Sólo es alguien que se hizo cargo de la situación, eso es todo, pero no alucines. Sabes que no sirvo para una relación a largo plazo. Me gusta mi libertad.

—Ok, creo que tendré que seguir tu ejemplo; seguro que vives con menos complicaciones que yo.

Emerson se quedó en silencio después de colgar con su hermana, repasando en su mente todas las complicaciones en la que estaba metida con Grayson. Algo le había quedado claro después de esa conversación. Debía darle un corte final a la relación con él. Apartarse del plan inicial no había sido nada sensato, pero eso no era una novedad. El pasado y el presente estaban ahí, para atormentarla, aunque no eran sus errores, pero debía pagarlos como propios; al parecer no le quedaba opción.

Ella no era una chica de llanto fácil, pero sintió de pronto que las lágrimas le quemaban en los ojos.

Emerson presionó los labios, formando una fina línea, aguantando el deseo de llorar, pero no puso todo de sí para no hacerlo. Ella era consciente desde un principio y sabía a lo que se arriesgaba, así que no tenía sentido ponerse a chillar, porque eso nada solucionaría.

En ese momento entró Cristiano en su despacho y ella forzó una sonrisa.

—¿Qué sucede?

—Nada.

—Escúpelo, esa sonrisita falsa la conozco muy bien, aunque… —dio la vuelta y apoyó su trasero en el borde del escritorio mientras extendía las piernas—… creo saber quién es la persona involucrada para que tengas aspecto de perro abandonado.

—La impenetrable pared de hormigón que había levantado alrededor de mi corazón se desmoronó cuando Gray apareció en mi vida; él, simplemente, socavó todos los muros y se instaló en cada espacio de mi ser.

—Era un riesgo y lo sabías, y decidiste no detenerte a tiempo; no puedes culpar a nadie.

—No lo hago; es sólo que me resulta inevitable sentirme mal por no merecerlo.

—No creo que sea así. Considero que, en verdad, sí lo mereces, porque tus sentimientos por él son sinceros y, además, opino que no es aceptable que paguen justos por pecadores: tú no has hecho nada y no está bien que saldes los errores que otros cometieron con él.

—Él tuvo que irse de Fuller Park, en Chicago, por culpa de mi hermana. Ella fue quien dio información a la pandilla contraria, y sus amigos pandilleros lo culparon de traición. Esas cosas, en el código de las bandas, no se perdonan, se pagan con la vida. Luego también estaba lo de mi padre: él lo humilló, diciéndole que no era digno de formar parte de nuestra familia. Sabes, cuando creces sin el apoyo de tus seres queridos, como es el caso de Gray, esas cosas te marcan… Las humillaciones pesan y duelen más que un puñetazo; te sientes una mierda que no vale la pena para nadie. Como si eso fuera poco, Arya quedó embarazada. Ella se lo dijo, pero sólo porque quería de él dinero para deshacerse del crío, pero Gray pensó que podían formar una familia. Él quería hacerse cargo del bebé, así que… una tarde se presentó en mi casa, pero mi padre lo echó como a un perro. Para colmo, mi hermana había ido con mi madre a un centro médico para que le practicaran un aborto; ella, al no conseguir la pasta, tuvo que hablar con mis padres y éstos no dudaron en que se librara del problema. Recuerdo muy bien ese día: cuando Grayson salía de casa, vapuleado y avergonzado, nos cruzamos; él siempre me había tratado bien, pero en esa ocasión me maldijo a mí también, acusándome de ser cómplice de Arya, al no advertirlo de lo que mi hermana había ido a hacer… aunque yo no sabía de qué me estaba hablando, lo descubrí después.

—Pero tu hermana, en realidad, salía con el de la pandilla contraria, ¿no es así?

—Exacto. El bebé era de ése, pero como la echó de su vida con la complicación a cuestas, se lo endosó a Gray. Arya nunca contó la verdad; estaba enamorada del otro idiota y lo protegía.

—¡Por Dios! No me odies, pero tengo razón cuando digo que tu hermana es una perra sin corazón, y que todo lo que le pasa se lo merece.

—Prefiero pensar que no ha sabido tomar decisiones adecuadas. Es mi hermana, Cris, y la quiero.

—Lo que pasa es que eres demasiado buena, y demasiado honesta. No sé, ya hace tiempo que te dije que debías hablar con él. Callarse no es la mejor elección de todas. Arya le mintió en todo y ahora tú… también lo estás haciendo. El pobre tipo, si se entera, creerá que también te estás burlando de él, como hizo tu hermana en el pasado.

—Entiendo tu punto de vista, pero… no sé, han pasado algunas semanas y no he abierto la boca, ¿no crees que ahora es tarde para sincerarse?

—Dicen que quien no arriesga no gana. Al menos estás considerando la posibilidad de hablar, eso me hace sentirme orgulloso de ti.

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