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Primera parte. De Lucy a «Gilgamesh»: La evolución de la imaginación » Capítulo 4. Ciudades de sabiduría

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Capítulo 4

CIUDADES DE SABIDURÍA

En 1927 el arqueólogo británico Leonard Woolley empezó a cavar en Ur de los caldeos (Caldea es un nombre alternativo para Babilonia). Ur, la patria de Abraham de acuerdo con la Biblia, había sido identificada por primera vez en 1854-1855, pero fueron las sensacionales excavaciones de Woolley las que revelaron su enorme importancia para la historia de la humanidad. Entre sus descubrimientos destaca el haber desenterrado el llamado «estandarte de Ur», un mosaico en el que aparece un grupo de carros, lo que respalda la posibilidad de que fueran los sumerios (que vivieron en el extremo sur del actual Irak desde c. 3400 a. C.) quienes inventaron la rueda y la introdujeron en la guerra. Woolley también descubrió que a la realeza en Babilonia no se la enterraba sola. Junto al rey y la reina, en una cámara, yacía una compañía de soldados (junto a sus huesos se hallaron lanzas y cascos de cobre) y en otro recinto estaban los esqueletos de nueve damas de la corte, todavía luciendo sus intrincados tocados. Ahora bien, aunque se trataba de una práctica realmente espeluznante, esta costumbre no sólo es importante por su valor intrínseco sino también por lo que nos revela sobre las creencias antiguas. Sin embargo, lo que llamó en especial la atención de Woolley es que ningún texto había aludido a este entierro colectivo, lo que lo llevó a concluir que el sepelio había tenido lugar antes de que la escritura hubiera sido inventada para registrar el acontecimiento.

Según el historiador H. W. F. Saggs, «ninguna invención ha sido más importante para el progreso humano que la escritura». Por su parte, Petr Charvát la llamó «la invención de las invenciones».[292] Por tanto tenemos aquí otra idea capital que poner junto a la agricultura como «la más grandiosa de todos los tiempos». No obstante, acaso sea más importante aún la feliz coincidencia de que los sumerios hubieran inventado también el carro, un hecho incluso más básico para la historia del progreso que la escritura misma. La cuestión es que una vez se empieza a elaborar listas de los logros que este formidable pueblo realizó antes que cualquier otro, es difícil saber cuándo detenerse. Por ejemplo, en 1946 el erudito estadounidense Samuel Noah Kramer empezó a dar a conocer sus traducciones de la tablillas de arcilla sumerias, en las que identificó no menos de veintisiete «primeros históricos» logros conseguidos, descubiertos o registrados por primera vez por los antiguos iraquíes. Entre ellos tenemos las primeras escuelas, el primer historiador, la primera farmacopea, los primeros relojes, el primer arco (arquitectónico), el primer código jurídico, la primera biblioteca, el primer calendario agrícola y el primer congreso bicameral. Los sumerios fueron los primeros que usaron los jardines para proporcionar sombra, los primeros que recogieron proverbios y fábulas y los que primero tuvieron literatura épica y canciones de amor. La razón para esta extraordinaria explosión de creatividad no es difícil de encontrar: la civilización, lo que hoy reconocemos como tal, sólo apareció después de que el hombre antiguo hubiera empezado a vivir en ciudades. Las ciudades eran entornos más competitivos y experimentales que cualquier otro que las hubiera precedido. La ciudad es la cuna de la cultura, el lugar en el que nació casi la totalidad de nuestras ideas más preciadas.

Según la definición clásica, para que haya civilización deben darse tres o más de las siguientes características: ciudades, escritura, especialización del trabajo, arquitectura monumental, formación de capital.[293] Pero aunque no esté equivocada, esta lista pasa por alto el principio subyacente. En algún momento a finales del cuarto milenio a. C., la gente empezó a vivir en grandes ciudades. El cambio transformó la experiencia humana, pues las nuevas condiciones de vida exigían que hombres y mujeres cooperaran de formas hasta entonces inéditas. Fue este estrecho contacto, este nuevo estilo de cohabitación cara a cara, lo que explica la proliferación de nuevas ideas, y en particular la de herramientas básicas para la vida en común: la escritura, las leyes, la burocracia, las ocupaciones especializadas, la educación, los pesos y medidas.

De acuerdo con una investigación publicada en el otoño de 2004, los primeros centros urbanos fueron Tell Brak y Tell Hamourak al norte de Mesopotamia, en la actual frontera entre Irak y Siria, que se remontarían al año 4000 a. C. Tenían hileras de hornos de ladrillo para preparar comida en cantidades industriales y numerosos «sellos» que empleaban para seguir el rastro de los artículos y «cerrar» puertas. No obstante, estos asentamientos eran relativamente pequeños (Hamourak tenía doce hectáreas) y las primeras ciudades propiamente dichas emergieron más al sur hacia 3400 a. C. Entre las ciudades de Mesopotamia se incluyen (más o menos en orden cronológico) Eridu, Uruk, Ur, Umma, Lagash y Shuruppak. Hacia finales del tercer milenio a. C., el 90 por 100 de quienes vivían en el sur de Mesopotamia lo hacían en áreas urbanas.[294] Estas ciudades eran muy grandes: Uruk, por ejemplo, tenía una población de cincuenta mil habitantes. ¿Por qué se desarrollaron y cómo fue la experiencia? Se han propuesto diversas explicaciones para el origen de las ciudades, la más obvia de las cuales es la seguridad. Sin embargo, este argumento ha dejado de ser válido por tres razones. En primer lugar, hay algunas grandes ciudades de la antigüedad —especialmente en países de África occidental como Malí— que nunca levantaron murallas. En segundo lugar, incluso en Oriente Próximo, donde las murallas eran en ocasiones construcciones enormes y muy elaboradas, éstas aparecieron después del asentamiento original. En Uruk, por ejemplo, la ciudad ya estaba en buena medida terminada hacia el año 3200 a. C., pero las murallas no se construyeron hasta aproximadamente el año 2900 a. C. (Por lo demás, Uru significa área amurallada.[295]) Por último, hay una explicación mucho más convincente, respaldada por gran cantidad de pruebas.

Lo que parece haber ocurrido es que, a mediados del cuarto milenio a. C., en Mesopotamia, el clima cambió de forma ligera pero perceptible y se hizo más frío y seco. Hasta ese momento la agricultura había florecido entre el Tigris y el Éufrates durante miles de años. Gracias a estos ríos, la región era relativamente segura y contaba con una irrigación bien desarrollada.[296] «Los cambios climáticos documentados para mediados del cuarto milenio a. C. parecen haber contenido, en un lapso de doscientos o trescientos años, las inundaciones que regularmente cubrían grandes extensiones del territorio, y haber desecado zonas tan enormes, que, en un período de tiempo relativamente corto, buena parte de Babilonia pasó a convertirse en un lugar atractivo para levantar asentamientos permanentes».[297] Las excavaciones demuestran que, asociada con esta variación climática, hubo un repentino cambio en el patrón de los asentamientos, de poblados dispersos y bastante pequeños se pasa a asentamientos muy densos y tan grandes como nunca antes se habían visto.[298] Estas condiciones geográficas parecen haber favorecido el desarrollo de sistemas de irrigación comunales, sistemas que todavía no eran demasiado complejos (no en esta etapa), pero que no obstante trajeron una mejora notable de las cosechas de cebada (que evolucionó de la variedad de dos hileras a la de cuatro) y, al mismo tiempo, enseñó a la gente las ventajas de la cooperación. En otras palabras, fueron las especiales condiciones climáticas de Mesopotamia, donde la irrigación pudo mejorar de forma substancial los cultivos y donde había suficiente agua disponible (pero en el lugar equivocado) para que este cambio ocurriera de forma bastante sencilla y obvia. El punto clave es que aunque la tierra era ahora habitable, había todavía suficiente agua como para que prácticamente cualquier parcela arable pudiera acceder a ella de forma fácil y directa. «Este hecho… tuvo que haber producido un “paraíso”, con cosechas múltiples y muy productivas cada año».[299] Un factor adicional fue que las planicies aluviales del sur de Mesopotamia carecían de otras materias primas, como madera, piedra, minerales y metales. Es posible que el excedente alimentario de este «paraíso» fuera cambiado por tales productos, lo que habría dado lugar a una amplia red de contactos y creado, dentro de las ciudades mismas, las condiciones necesarias para el desarrollo de trabajos especializados. Quizá éste haya sido uno de los factores que condujo a esa diversidad de población, más allá de los simples grupos familiares, que caracterizó los comienzos de la vida en la ciudad. Esto fue un adelanto emocionante: por primera vez la gente pudo dedicarse a actividades no relacionadas directamente con la producción de comida. Con todo, este cambio debió de producir una gran ansiedad: los ciudadanos dependían de otros, que no eran parientes suyos, para obtener productos esenciales. Esta ansiedad subyacente acaso explique los vastos planes y proyectos sin precedentes que fomentaron el espíritu comunitario: monumentales empresas arquitectónicas que exigían una altísima cantidad de mano de obra. Por estas mismas razones, la religión puede haber empezado a ser más importante en las ciudades que en los distintos tipos de asentamientos anteriores.

Por lo general, se considera que la primera ciudad fue Eridu, situada a algo más de ciento sesenta kilómetros del golfo Pérsico y hoy llamada Abu Shahrein. Su situación era en verdad única, dado que ocupaba una zona de transición entre la tierra y el mar. Quedaba cerca de una planicie aluvial y de las marismas, lo que significaba que podía beneficiarse con facilidad de tres sistemas ecológicos: el aluvión, el desierto y las marismas; y por tanto aprovechar tres modos de subsistencia diferentes: la agricultura, el pastoreo nómada y la pesca.[300] No obstante, también hay un motivo religioso que explica la localización de Eridu. La ciudad se alzaba sobre una pequeña colina rodeada por una depresión en la que se recogía agua subterránea. Esta área circundante no era otra cosa que un pantano y en la temporada de lluvias se transformaba en un lago de dimensiones considerables.[301] Se trataba, por tanto, de una configuración que se ajustaba con nitidez a las ideas sobre el Cosmos de los habitantes de Mesopotamia, que representaban la tierra como un círculo rodeado por una inmensa masa de agua. Siendo una representación tangible de esta concepción, Eridu se convirtió en un lugar sagrado. Petr Charvát sostiene que en la época se creía que la ciudad contenía la fuente de toda la sabiduría y que era la sede del dios del conocimiento. Según este autor, en Eridu parece haber nacido «la primera religión universal inteligible», cuyo culto involucraba el uso de una tríada de colores que encontramos en la cerámica local. La existencia terrenal se representaba mediante el rojo, la muerte mediante el negro, y la vida eterna (y la pureza) mediante el blanco.[302]

Por lo general, los arqueólogos definen un yacimiento como pueblo cuando éste tiene treinta hectáreas o menos y como ciudad si tiene treinta y una hectáreas o más. En el caso de Uruk, para la época en que sus murallas fueron construidas, la ciudad cubría cerca de 5,5 kilómetros cuadrados y, a grandes rasgos, tenía forma de rombo y la distancia entre sus extremos más distantes era, aproximadamente, de 2,5 kilómetros y medio y 3 kilómetros respectivamente. Con una densidad de población de entre cien y doscientos individuos por cada mil metros cuadrados, Uruk habría albergado entre 27 500-55 000 habitantes. El área urbanizada de Ur ocupaba unas cuarenta y una hectáreas y en ella vivían unos veinticuatro mil habitantes. Sin embargo, en el área circundante, un territorio de unos diez kilómetros cuadrados, «quizá haya estado ocupado por medio millón de personas… Se dice que en Girsu, un yacimiento adyacente a Lagash y, aparentemente parte de esta ciudad, había treinta y seis mil hombres, lo que significa que la población total era de ochenta mil o cien mil personas».[303] Compárese todo esto con el tamaño de Atenas, que hacia el año 500 a. C. cubría un área de 2,5 kilómetros cuadrados, o con el de Jerusalén, que para la época de Cristo no tenía más de un kilómetros cuadrado. Roma, en tiempos de Adriano, sólo doblaba el tamaño alcanzado por Uruk tres mil años antes.[304] Una indicación de la rapidez de los cambios en este período nos la proporciona una investigación comentada por Hans Nissen; mientras a finales del cuarto milenio a. C. los asentamientos rurales superaban a los urbanos por cuatro a uno, seiscientos años después, es decir, a mediados del tercer milenio a. C., la proporción se había invertido por completo y ahora los grandes asentamientos urbanos superaban a los rurales por nueve a uno.[305] Para esta época Uruk era el centro de un «hinterland», una región básicamente rural que estaba bajo su influencia y se extendía entre doce y quince kilómetros a su alrededor. Cerca de ella, había un área de dos o tres kilómetros en la que no se encuentran signos de influencia, y luego comenzaba la zona de influencia de la siguiente ciudad, en este caso Umma.[306] Había por lo menos veinte ciudades de este tipo en Mesopotamia.

Los logros de esas ciudades y ciudades-estado fueron asombrosos y perduraron por unos veintiséis siglos. Introdujeron un extraordinario número de las innovaciones que contribuyeron a crear el mundo que conocemos. Fue en Babilonia donde se desarrollaron la música, la medicina y las matemáticas, donde se inventaron las bibliotecas, donde se pintaron los primeros mapas, donde nacieron la química, la botánica y la zoología. O al menos, damos por hecho que fue así. Babilonia es la cuna de tantos logros originales y ocupa tantos «primeros lugares» porque también fue el lugar en el que se inventó la escritura y, por tanto, conocemos su cultura de manera muy diferente a como conocemos la historia que la precedió.

Las excavaciones han demostrado que estas áreas urbanas de la antigüedad se dividían comúnmente en tres. Había una ciudad interior provista de murallas, dentro de la cual se encontraban los templos de los dioses de la ciudad, además del palacio del gobernante, administrador o líder religioso a cargo, y cierto número de casas privadas. Los suburbios se componían de viviendas mucho más pequeñas, huertas comunales y corrales para el ganado, que proporcionaban el sustento diario de los ciudadanos. Por último, había un centro comercial. Aunque se lo llamaba «puerto», era en esta zona donde tenía lugar el comercio terrestre y donde vivían los mercaderes tanto nativos como extranjeros. Se cree que los nombres de las ciudades designaban su apariencia visual.[307]

En estas primeras ciudades, gran parte de la vida diaria giraba alrededor del templo. Las personas vinculadas con el culto eran los miembros más prominentes de la sociedad.[308] En Eridu y Uruk la existencia de plataformas para los templos demuestra que ya había la suficiente organización comunal para construir tales edificaciones (que constituyen el siguiente gran ejemplo de arquitectura monumental que nos proporciona la historia después de los megalitos).[309] Con el paso del tiempo, estas plataformas se fueron elevando cada vez más, hasta finalmente convertirse en torres escalonadas provistas de terrazas y coronadas por santuarios. Estas construcciones se denominan zigurats, palabra de origen asirio que probablemente se remonte al término acadio zigguaratu, cumbre o cima de la montaña, más antiguo.[310] Esta estructura cada vez más compleja tenía que ser cuidada y conservada, lo que requería un culto muy organizado.

Los templos eran tan importantes (y tan grandes) que desempeñaban un papel central en la vida económica de las primeras ciudades. Los registros encontrados en el templo de Baba (o Bau), una diosa de Lagash, evidencian que poco antes de 2400 a. C. las tierras propiedad del templo ocupaban más de 2,5 kilómetros cuadrados. Estos terrenos se empleaban para toda clase de actividad agrícola y abastecían hasta unas mil doscientas personas al servicio del templo. Esto incluye a especialistas —panaderos, cerveceros, trabajadores de la lana, hiladores y tejedores— así como a esclavos y personal administrativo.[311] Los granjeros que labraban las tierras del templo no eran esclavos exactamente, y su relación con el templo parece haber sido una primitiva forma de feudalismo.[312] Además de las nuevas especializaciones ya mencionadas, podríamos también mencionar a los barberos, los joyeros, los orfebres, los trabajadores del metal, los sastres y los mercaderes de telas, los lavanderos, los fabricantes de ladrillos, los jardineros, los transportistas, los «vendedores de canciones» y los artistas. Con todo, desde nuestro punto de vista el especialista más importante era el escriba.

El origen de la escritura es una cuestión polémica en este momento ya que existen tres posibles candidatos. Durante muchos años se dio por hecho que la escritura cuneiforme de Mesopotamia era la escritura verdadera más antigua. Había, sin embargo, un inconveniente. El cuneiforme se compone de signos más o menos abstractos, y son muchos los que opinan que la primera escritura propiamente dicha tenía que evidenciar un vínculo más fuerte con la pintura y los pictogramas, signos que son en parte dibujos de objetos y en parte símbolos. Y es en este punto donde entra en escena la obra de la arqueóloga Denise Schmandt-Besserat.

A finales de la década de 1960, esta investigadora advirtió que por todo Oriente Próximo se habían encontrado miles de «objetos de arcilla bastante prosaicos» que la mayoría de los arqueólogos habían considerado insignificantes. Schmandt-Besserat pensaba lo contrario: que ellos podrían haber conformado un antiguo sistema que los estudiosos habían pasado por alto. Así que visitó varias colecciones de estos «especímenes», como los denominaba, en Oriente Próximo, el norte de África, Europa y América.[313] En el curso de su estudio, descubrió que los especímenes tenían algunas veces formas geométricas (esferas, tetraedros, cilindros) mientras que otras tenían formas de animales, herramientas o embarcaciones. Además, comprendió que se trataba de los primeros objetos de arcilla endurecidos mediante el fuego: fueran lo que fueran, su manufactura había requerido mucho trabajo y esfuerzo; fueran lo que fueran, no eran prosaicos. Finalmente, Schmandt-Besserat tropezó con una descripción de una tablilla ahuecada encontrada en Nuzi, un yacimiento del segundo milenio a. C. al norte de Irak. La inscripción cuneiforme decía: «Cuentas que representan ganado pequeño: veintiuna ovejas, seis borregas, ocho carneros adultos…». y así sucesivamente. Cuando se abrió la tablilla, se encontraron dentro cuarenta y nueve cuentas, exactamente el número de animales escrito en la lista.[314] Para Schmandt-Besserat, esto era «como una piedra Rosetta». Durante los siguientes quince años, examinó más de diez mil especímenes y llegó a la conclusión de que éstos constituían un sistema primitivo de contabilidad y, en particular, uno que conduciría a la invención de la escritura. La palabra escrita, en cierto sentido, empezó con los números. A fin de cuentas, la escritura es una forma de comunicación que permite que los participantes en ella estén separados espacial y temporalmente.

Los primeros especímenes se remontan a entre 8000 y 4300 años a. C. y eran bastante sencillos y muy poco variados. Se los ha encontrado en yacimientos como Tepe Asiab, en Irán (c. 7900-7700 a. C.), donde la gente aún vive principalmente de la caza y la recolección. Desde aproximadamente el año 4400 a. C. empiezan a aparecer ejemplares más complejos, en especial, en relación con actividades del templo. Los diferentes tipos representan diferentes objetos: por ejemplo, los conos parecen representar grano, las formas ovoides simbolizaban jarras de aceite, mientras que los cilindros hacen las veces de animales domésticos.[315] Las cuentas se hicieron populares porque acababan con la necesidad de recordar ciertas cosas, así como porque acababan con la necesidad de usar lenguaje hablado, razón por la cual podían utilizarlas personas que hablaban distintos idiomas. Su uso vino a ser impulsado por un cambio en la estructura económica y social. A medida que el comercio entre las aldeas aumentaba, el cacique habría necesitado de algún sistema para mantener un registro de quién había hecho qué.

Los ejemplares más complejos al parecer fueron introducidos en Susa, la principal ciudad de Elam (al sur de Irán), y Uruk, y probablemente hayan sido consecuencia de la necesidad de llevar el cómputo de los bienes producidos en los obradores de la ciudad (la mayoría se han encontrado en edificios públicos y no tanto en privados). Las cuentas también proporcionaron una forma nueva y más precisa de calcular y registrar los impuestos. Se las mantenía unidas de dos maneras diferentes: ensartadas en un cordel o, lo que resulta más interesante desde nuestro punto de vista, contenidas en cajitas de arcilla. En el exterior de estas cajitas se hacían marcas para anotar qué había dentro y quién estaba involucrado. Y aunque esta cronología ha sido recientemente cuestionada por investigadores franceses, la teoría de Schmandt-Besserat todavía parece la mejor explicación de cómo surgió la escritura cuneiforme. Por supuesto, el nuevo sistema pronto convirtió las cuentas mismas en redundantes, y el resultado de ello fue que las anotaciones sobre la arcilla reemplazaron al antiguo sistema hacia 3500-3100 a. C. Las cajitas se convirtieron en tablillas y el camino para el desarrollo completo del cuneiforme quedó despejado.[316]

En el sureste de Europa, en Rumanía y Bulgaria, se ha encontrado un sistema de marcas compuesto de líneas más o menos geométricas, volutas y garabatos, perteneciente a lo que se conoce como cultura vinca. Emparentado a lo que sin duda son pictogramas (cabras, cabezas de animales, espigas de trigo), este sistema apareció en contextos fúnebres y, aparentemente, sacrificiales, de cerca de 4000 años a. C. La placa Gradesnica, descubierta en Vratsa, al oeste de Bulgaria, en 1969, es incluso más antigua y tendría entre 7000 y 6000 años.[317] Los signos asociados con la cultura vinca se han analizado según el tipo de artefacto en el que aparece, amuletos o cerámica por ejemplo. El análisis muestra que su distribución es consistente. Hay un corpus de doscientos diez signos divididos en cinco grupos básicos: líneas rectas, cruces, cheurones, puntos y curvas. Pero en ningún sitio éstos forman textos. En cambio, parecen diseños simbólicos, con un indudable significado religioso más que económico. Constituyen una forma de proto-escritura.

Algunos estudiosos creen que los usuarios de estas escrituras de la «Vieja Europa» (para emplear la expresión de Marija Gimbutas) fueron obligados a abandonar sus tierras por los invasores indoeuropeos. Harald Haarman, de la Universidad de Helsinki, es uno de los que creen que los antiguos europeos podrían haber sido expulsados a lugares como Creta. Allí, en Knossos y otros emplazamientos, a comienzos del siglo XX, sir Arthur Evans y sus colegas descubrieron una gran civilización, la minoica, caracterizada entre otras cosas por el culto del Toro y la Serpiente. Los minoicos, además, poseían dos sistemas de escritura, a los que nosotros denominamos Lineal A y Lineal B. El uso del término «lineal» fue una idea original de Gimbutas, que pretendía subrayar así las cualidades lineales de los signos de la cultura vinca (en oposición a las pictográficas). Sin embargo, mientras el Lineal B fue descifrado por el célebre aficionado inglés Michael Ventris en la década de 1950, que demostró que se trataba de una forma de griego, el Lineal A nunca ha sido descifrado. Haarman cree que el problema reside en que el Lineal A no es una lengua indoeuropea sino una de la «Vieja Europa», y sostiene que ha encontrado cincuenta signos del Lineal A que son idénticos a signos del antiguo europeo (véase Figura 3).

El candidato más reciente para el nacimiento de la escritura nos conduce a la India. Tradicionalmente se consideraba que la civilización más antigua de la región era la civilización del valle del Indo, cuyas capitales, Harappa y Mohenjo-Daro, se remontan a 2300-1750 a. C. En mayo de 1999 se anunció el descubrimiento de una tablilla con inscripciones de 5500 años de antigüedad en Harappa. Un mes después, se informó de que estas inscripciones habían sido descifradas. La escritura comprendía una doble M, una Y, un rombo con un punto en el centro, un segundo rombo, algo deforme, y una V. Según los doctores Jha y Rajaram, esta serie significa «esto irriga la tierra sagrada». El lenguaje es supuestamente «pre-harappense», mucho más primitivo que otros sellos hindúes. Otros cuatro ejemplos se han encostrado en la región. Los académicos indios creen que esta escritura, como las escrituras primitivas de otros lugares, no usaba vocales, aunque en ese caso el uso de dobles consonantes, como la doble M, estaría destinado a indicarlas. En otras palabras, estas inscripciones nos mostrarían una antigua escritura en el curso de su evolución. Los estudiosos vinculados al descubrimiento piensan que éste es suficiente para desplazar la «cuna de la civilización» de Mesopotamia al valle del Indo.[318] Éstas son las últimas investigaciones y quizá con el tiempo cambien la forma en la que pensamos sobre nuestros orígenes.

Por ahora, sin embargo, el hecho es que las inscripciones de la cultura vinca no constituyen una escritura completa y que las tablillas descubiertas en las región del Indo son sólo un puñados de casos. Aunque estos hallazgos son indudablemente intrigantes e incluso prometedores, debemos esperar nuevos descubrimientos antes de abandonar Mesopotamia, y el cuneiforme, como ejemplo más antiguo de escritura.

FIGURA 3. Signos comunes a la escritura de la «Vieja Europa» y al Lineal A.

FUENTE: Richard Rudgley, The Lost Civilizations of the Stone Age, The Free Press, Nueva York, 1999, p. 70.

La escritura cuneiforme se conoce desde finales del siglo XVII, y en 1802 y en 1846 se realizaron intentos, parcialmente fructíferos, de descifrarla. Sin embargo, una comprensión completa de la cultura babilónica sólo sería posible después de los descubrimientos de un «joven inglés libre y sin compromisos», el abogado recién titulado Austin Henry Layard. Mientras se dirigía por tierra hacia Ceilán (como entonces era conocida Sri Lanka), Layard se detuvo en Oriente Próximo y no fue más allá del oeste de Persia (el actual Irán). «Tras cumplir con algún trabajo de inteligencia no oficial para el embajador británico en Estambul, consiguió el patrocinio de éste para dedicarse durante un tiempo a realizar excavaciones en Irak, donde eligió un enorme montículo llamado Nimrud, a unos treinta y dos kilómetros al sur de Musul».[319] Aunque no tenía formación como arqueólogo (era difícil que alguien la tuviera en esa época), la suerte bendijo a Layard. Descubrió una serie de inmensas losas, de grandes toros en piedra caliza de hasta cuatro metros de altura, imágenes tan sorprendentes que su libro sobre sus investigaciones se convirtió en un éxito de ventas. Pero Layard también encontró muchos ejemplos de piedras con lo que parecían ser inscripciones en forma de cuña, y la datación del yacimiento (de 3.5000 a 3000 años a. C.) las señaló como la forma de escritura más antigua conocida. El sumerio no sería entendido finalmente hasta el siglo XX, pero una vez se consiguió hacerlo, los descubrimientos se sucedieron con rapidez.[320]

Los nuevos conocimientos nos enseñan que en Mesopotamia hubo diversas formas de proto-escritura antes de la aparición de la escritura propiamente dicha. De éstas, los sellos cilíndricos de piedra eran una versión más permanente y, al mismo tiempo, más flexible que las cajitas de arcilla estudiadas por Schmandt-Besserat. El sello tenía forma de cilindro hueco sobre el que se realizaban una serie de grabados. Después se hacía rodar el sello cilíndrico sobre arcilla húmeda, en la que quedaba reproducida, en relieve, la inscripción grabada en éste.[321] Los sellos de arcilla se usaron en todos lados: podían fijarse sobre el nudo de una cuerda atada alrededor de un fardo; o sobre una cuerda empleada para cerrar una puerta. La idea era que el sello contenía una marca clara que identificaba al propietario de los objetos en los que aparecía.[322] Como las cajitas de arcilla estudiadas por Schmandt-Besserat, los sellos eran instrumentos de control económico, que garantizaban la supervisión de ciertos hechos o confirmaban que determinada transacción había tenido lugar. En la práctica, los sumerios crearon una serie de mecanismos muy ingeniosos para la identificación de las propiedades: celebraciones en un templo, procesiones de embarcaciones, prisioneros ante un gobernante, alimentación de los animales. Se trata, en realidad, de firmas pictográficas.[323] Posteriormente, surgió un nuevo tipo de sello, realizado por máquinas cortadoras. Esto es un claro indicio de que el comercio estaba aumentando y de que la necesidad de marcas de identidad estaba creciendo de forma paralela.

Y hasta aquí llegaron las proto-escrituras. Sin embargo, el cuneiforme se desarrolló en realidad a partir del antiguo sistema pictográfico de Uruk, que se apropió de muchos de los signos empleados en las antiguas cuentas, como el signo para oveja o las líneas onduladas para indicar agua. El nacimiento de la escritura propiamente dicha se evidencia con claridad en el uso que los primeros escribas hicieron de los llamados «cuencos de borde biselado» de Uruk. Estos cuencos eran ordinarios, toscos y demasiado porosos. Aunque no podían contener agua, fueron tan comunes que, en ciertos yacimientos, constituyen tres cuartos de toda la cerámica encontrada. El hecho de que fueran tan porosos, y por tanto apropiados sólo para contener materias sólidas, y de que todos tuvieran el mismo tamaño nos proporciona una pista sobre su uso. Los textos que han sido descifrados nos dicen que a los trabajadores de Uruk (o, al menos, a aquellos trabajadores que participaban en los grandes proyectos del templo) se les pagaba en especie, es decir, con una ración diaria de comida. Y dado que el grueso de las raciones de estos trabajadores se habría compuesto de grano, es razonable que existieran cuencos estándar para realizar este pago.[324]

La Figura 4 recoge el signo más antiguo para «comer», en el que puede apreciarse con bastante claridad una cabeza con la boca abierta que recibe comida de uno de estos cuencos de borde biselado. Se trata, en otras palabras, de un dibujo o pictograma. Muchas otras palabras también empezaron siendo pictogramas (véase la Figura 5).

FIGURA 4. Un cuenco de borde biselado y el signo primitivo para «comer» (izquierda); cómo empezó a representarse en el antiguo cuneiforme (derecha).[325]

FUENTE: Hans J. Nissen, The Early History of the Ancient Near East: 9000-2000 BC, traducción inglesa de Elizabeth Lutzeier y Kenneth J. Northcott© 1988 por la Universidad de Chicago.

FIGURA 5. Pictogramas primitivos: (a) un grupo de juncos; (b) una espiga de trigo; (c) un pez; (d) una cabra; (e) un pájaro; (f) una cabeza humana; (g) una vasija; (h) una palmera; (i) un zigurat.[326]

FUENTE: H. W. F. Saggs, Civilization Before Greece and Rome, B. T. Batsdford, Londres, 1989, p. 62.

Esto fue sólo el comienzo. La escritura simplemente evolucionó de la misma forma en que lo habían hecho antes los sellos cilíndricos, que se simplificaron y pasaron a producirse de forma masiva para adaptarse a la vida cada vez más agitada de las ciudades. Dibujar con claridad y rapidez estas imágenes sobre arcilla húmeda era bastante incómodo (un problema que nunca tuvieron los egipcios, que al disponer de superficies suaves y secas no tenían motivo para no seguir usando los jeroglíficos), así que los signos, imágenes y palabras se fueron volviendo más abstractos, pasaron a ser menos y empezaron a alinearse más o menos en la misma dirección, y todos estos cambios favorecieron una escritura mucho más veloz. La Figura 6 muestra la forma en que, a lo largo de más de un milenio, unas pocas palabras cambiaron de apariencia desde sus comienzos en Uruk hasta el ascenso del poder de Ur, esto es, entre c. 3800-3200 y c. 2800-2100. Aún no sabemos por qué las imágenes estaban giradas noventa grados, pero es muy seguro que ello las hacía menos legibles y que ello haya también impulsado el desarrollo de una manera más simple de escribir. Las marcas circulares y curvas siempre fueron más difíciles de realizar sobre arcilla húmeda y es por ello que el cuneiforme evolucionó como un sistema de simples trazos y cuñas. El repertorio de signos se redujo y homogeneizó hacia el primer tercio del tercer milenio.

FIGURA 6. Evolución de los pictogramas hacia la escritura cuneiforme en Babilonia.[327]

FUENTE: Hans J. Nissen, The Early History of the Ancient Near East: 9000-2000 BC, traducción inglesa de Elizabeth Lutzeier y Kenneth J. Northcott © 1988 por la Universidad de Chicago.

En estas etapas iniciales, el uso de la escritura era limitado y, debido a que se fundaba en el comercio, ésta consistía en números tanto como en palabras. Entre los signos, por ejemplo, hay uno que tiene forma de D: se componía de un borde recto y profundo y un borde redondeado y más superficial, que fue reduciéndose hasta casi desaparecer. Lo que reveló su significado es que estas Des se unían para formar grupos de entre uno y nueve. Con lo que encontramos los comienzos de un sistema decimal. En algunos casos, un agujero circular, realizado mediante una caña cilíndrica presionada contra la arcilla, aparecía asociado a estas Des. «Es razonable suponer que estos “agujeros redondos” representan dieces».[328] En las primeras tablillas era común que hubiera una listas de cosas en un lado y el total en el otro.[329] Eso ayudó a descifrarlas.

Un sistema de signos era una cosa. Pero, como hemos visto en ejemplos de otros lugares, un sistema de este tipo no es un sistema de escritura en el sentido que damos al término. Para ello serían necesarios tres cambios adicionales: nombres propios, una gramática y un alfabeto.

Desde el momento en que la organización económica superó el nivel de la familia extensa, en la que cada uno conocía a todos los demás y la propiedad era comunal, la identificación personal empezó a ser un problema y una necesidad. Ciertos nombres habrían sido fáciles, digamos «Corazón de León».[330] Pero ¿qué hacer en el caso de nombres abstractos como «Amado por Dios»? Los pictogramas se habrían desarrollado de una manera similar a como en nuestra época el dibujo de un corazón (♥)ha pasado a significar «amor». En un sistema así, múltiples significados se solapan: mientras que un sol (

), por ejemplo, podría significar «día», «brillante» o «blanco», una estrella (
)podría significar «dios» o «firmamento» dependiendo del contexto. La «doctrina del nombre» era importante en Babilonia, donde el pensamiento operaba principalmente mediante analogías y no mediante los procesos de inducción y deducción característicos del mundo moderno.[331] Tanto para los babilonios como para los egipcios el nombre de un objeto o de una persona estaba íntimamente ligado con su naturaleza esencial.[332] Un nombre «bueno» produciría una persona «buena» y, por esta razón, la gente recibía nombres inspirados en los de los dioses. Y la misma lógica se aplicaba a los nombres de las calles («Que mi enemigo nunca la pise»), los canales y las murallas y puertas de la ciudad («Bel la construyó, Bel la ha favorecido»). Para colmo, evolucionó la costumbre de adoptar cierto tono al pronunciar nombres propios. Esto se aplicaba en especial al mencionar los nombres de los dioses y, hasta cierto punto, sigue ocurriendo hoy cuando la gente utiliza un tono de voz diferente al rezar en voz alta.[333]

Para empezar, no había gramática. Las palabras —básicamente nombres, pero también unos cuantos verbos— podían colocarse una junto a otra de manera aleatoria. Una razón para ello era que, en Uruk, la escritura o proto-escritura no estaba diseñada para ser leída en el sentido que nosotros entendemos la lectura. Los signos formaban un sistema nemotécnico artificial que podía ser entendido por personas que hablaban lenguas diferentes.

La escritura y la lectura como nosotros las conocemos parecen haberse desarrollado en Shuruppak, al sur de Mesopotamia, y el lenguaje fue el sumerio. Nadie sabe quiénes eran los sumerios o de dónde eran originarios, y es posible que su escritura se realizara en una lengua «oficial», como el sánscrito y el latín miles de años después, cuyo uso estaría reservado a los instruidos.[334] La siguiente etapa en el desarrollo de la escritura tuvo lugar cuando un sonido, correspondiente a un objeto conocido, se generalizó para adaptarse a ese sonido en otras palabras y objetos. Podemos imaginar un ejemplo en nuestro idioma. En primer lugar tenemos un sonido, digamos, la palabra , a la que corresponde un dibujo de una hoja. Pues bien, la escritura como la conocemos empezó cuando ese signo fue empleado para escribir (unido a otros) palabras que también contenían el sonido pero cuyo significado no tenía relación con el «té», como te-la o te-rraza: en esas palabras el dibujo de la hoja no significaría determinada planta o bebida sino un sonido. Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, con la palabra sumeria para «agua», a, cuyo signo eran dos líneas onduladas paralelas. El contexto siempre aclaraba cuando a significaba «agua» y cuando el sonido a. Fue entonces cuando los signos se giraron noventa grados para que fueran más fáciles de escribir de prisa, y se hicieron más abstractos. Esta forma de escritura se difundió con rapidez desde Shuruppak a otras ciudades del sur de Mesopotamia. El comercio seguía siendo la principal razón para escribir, pero su uso se amplió por esta época a la religión, la política y la historia-mito, los orígenes de la literatura de imaginación.

Semejante transformación, es evidente, no ocurrió de un día para otro. En las primeras escuelas para escribas, hemos encontrado listas léxicas —listas de palabras— y listas de proverbios. Ésta era, probablemente, la forma en la que aprendían a escribir, y fue a través de proverbios y ensalmos muy conocidos, e incluso con hechizos mágicos, cómo se establecieron los signos abstractos que representaban elementos sintácticos y gramaticales (los proverbios tenían una forma simple y familiar). Y fue así cómo la escritura pasó de ser un sistema puramente simbólico para el registro e intercambio de información, a convertirse en una representación del habla.

Aunque los primeros textos que contienen elementos gramaticales provienen de Shuruppak, el orden de las palabras era todavía muy variable. El gran paso adelante que supuso el surgimiento del orden de las palabras parece haber ocurrido cuando Eannatum era rey de Lagash (c. 2500 a. C.). Sólo entonces la escritura estuvo en condiciones de convertir todos los aspectos del lenguaje al texto.[335] Adquirir semejante conocimiento era una tarea ardua, facilitada por enciclopedias y otras listas.[336] En la Biblia y en otros textos se describe a gente que «sabía las palabras» para las cosas, como las aves o los peces, lo que significaba que podían hasta cierto punto leer. Algunas listas eran listas de reyes, y ello dio lugar a un nuevo avance cuando los textos empezaron a ir más allá de las meras listas y a comentar y evaluar a los gobernantes, sus conflictos, las leyes introducidas por ellos: por primera vez la historia empezó a ser puesta por escrito.[337] La lista que se ocupa de la palmera datilera, por ejemplo, incluye centenares de entradas, entre las que se incluyen no sólo las partes de la palmera, desde la corteza hasta la copa, sino también las palabras para los distintos tipos de deterioro que puede sufrir esta planta y para los varios usos a los que se puede destinar su madera. En otras palabras, ésta es la forma en que se dispusieron y registraron los primeros conocimientos. En Shuruppak había, entre otras, listas de bovinos, peces, aves, contenedores, textiles, objetos metálicos, profesiones y oficios.[338] También había listas de deidades y de términos económicos y matemáticos. (En las listas de nombres de dioses, los nombres femeninos todavía son predominantes).

Las listas hicieron posibles nuevos tipos de actividad intelectual e impulsaron las comparaciones y la crítica. A los elementos que entraban a formar parte de una lista se los aislaba del contexto que los dotaba de significado en el mundo oral y ello, en cierto sentido, los convertía en abstracciones. Se los podía separar y ordenar de formas nunca antes imaginadas, lo que hizo que se plantearan preguntas nunca antes formuladas en la cultura oral. Por ejemplo, las listas astronómicas evidenciaron los intricados patrones de los cuerpos celestes, un hecho que marcó el comienzo de la astronomía matemática y de la astrología.[339]

Los textos mencionan de forma repetida otras ciudades con las que Shuruppak tenía contacto: Lagash, Nippur, Umma y Uruk entre otras. Aparte de las tablillas económicas y los nombres propios, la primerísima idea que podemos descifrar en los primeros ejemplos de escritura es la de una batalla entre los «reyes» y los «sacerdotes». En una época se creyó que todos los habitantes de la ciudad y todas sus tierras «pertenecían» al dios supremo de la ciudad y que el sumo sacerdote o los sumos sacerdotes la administraban en nombre de esta deidad; sin embargo, esta concepción ha dejado de ser defendible: la tenencia de la tierra era un asunto mucho más complejo. El sumo o sumos sacerdotes recibían el nombre de en o ensi. Por lo común, el en o ensi era la figura más poderosa, no obstante, también había otra personalidad importante, el lugal, literalmente el «gran hombre». Éste era en realidad el comandante militar, el jefe de la fortaleza, que dirigía la ciudad en sus conflictos con las potencias extranjeras. No se necesita una gran imaginación para comprender los conflictos que podían surgir entre estas dos fuentes de poder. La concepción preferida en la actualidad sostiene que es mejor entender las ciudades de Mesopotamia no como entidades religiosas sino como entidades corporativas —municipios— en las que la gente era tratada de igual forma. Su principal característica era económica: los bienes y productos pertenecían a la colectividad y se redistribuían tanto entre los ciudadanos mismos como entre los forasteros que proporcionaban a cambio bienes y artículos de los que carecía la ciudad. Esto se infiere de lo escrito en los sellos, de las referencias a «raciones», del hecho de que todas las personas fueran enterradas de la misma forma y, ciertamente, del descubrimiento de candados mediante los que se mantenían encerradas las mercancías depositadas en los almacenes. En un principio, el en dirigía este sistema aunque, como veremos, eso cambió.[340]

Aparte de las listas, el otro gran avance de la escritura fue el cambio de un sistema pictográfico a un silabario y, luego, a un alfabeto completo. De la misma forma en que la escritura surgió en las ciudades de Sumeria debido a las necesidades impuestas por su animado comercio, el alfabeto fue inventado no en Mesopotamia, sino más al oeste, donde las lenguas semíticas se prestaron a semejante cambio. Un sistema pictográfico es limitado porque obliga a sus usuarios a recordar centenares, cuando no miles, de «palabras» (como ocurre hoy con el chino). En los silabarios sólo es necesario recordar unas ochenta o cien entidades. Con todo, los alfabetos son aún mejores.

El hebreo y el árabe son las lenguas semíticas más conocidas en nuestros días, pero en el segundo milenio a. C. la principal lengua era el cananeo, de la que descienden tanto el fenicio como el hebreo. Lo que hace a las lenguas semíticas especialmente apropiadas para la alfabetización es que la mayoría de los nombres y verbos se componen de tres consonantes, a las que dan cuerpo vocales que varían según el contexto pero que, por lo general, resultan evidentes. (El profesor Saggs nos proporciona un equivalente; compárese la frase l mjr stb llrnd con la frase ls mjrs stbn llrnd. La mayoría de los lectores no tendrán dificultades para descifrar ambas frases.[341])

El alfabeto más antiguo que hasta el momento se ha encontrado fue descubierto en una excavación realizada en Ras Shamra («Cabeza de Hinojo»), cerca de Alejandreta, en el extremo nororiental del Mediterráneo, entre Siria y Asia Menor. Allí, sobre la colina que domina un pequeño puerto, se encontraba un asentamiento que en la antigüedad recibía el nombre de Ugarit y que empezó a excavarse en 1929. En el lugar se descubrió una biblioteca, situada entre dos templos dedicados a Baal y Dagón. La biblioteca pertenecía al sumo sacerdote y consistía principalmente en tablillas escritas en un estilo cuneiforme compuesto únicamente de veintinueve signos. Se trataba, por tanto, de un alfabeto. Los estudiosos que realizaron el hallazgo conjeturaron que la lengua de las tablillas probablemente estaría vinculada con el cananeo, el fenicio o el hebreo, y tenían razón: la escritura se descifró con rapidez. Como veremos, muchos de los acontecimientos mencionados en estas tablillas prefiguran relatos presentes en el Antiguo Testamento.[342] Este sistema parece haber sido una invención deliberada, sin verdaderos precursores. Como muestra la Figura 7, los signos se dividen en cinco grupos, con patrones de complejidad creciente que indican un orden para las letras.

Aunque el primer alfabeto surgió en Ugarit, su uso fue limitado. El sistema se extendió principalmente al norte de Siria y a algunos lugares de Palestina, y desapareció después del siglo XII a. C. El futuro estaba en los descendientes del proto-cananeo. Este alfabeto tardó tiempo en estabilizarse, las letras podían apuntar a un lado u otro y la escritura con frecuencia era en bustrófedon.[343] Sin embargo, poco antes del año 1000 a. C., el proto-cananeo se estabilizó en lo que se conoce comúnmente como alfabeto fenicio (las inscripciones más antiguas aparecen en Biblos, actual Jublai, al norte de Beirut, en el Líbano, muchas en puntas de flecha de bronce para indicar a quién pertenecían). Para esta época el número de letras se había reducido a veintidós y todos los signos habían pasado a ser lineales, sin huellas de pictogramas. La dirección de la escritura también se había estabilizado: de forma consistente, se desarrollaba en líneas horizontales de derecha a izquierda. Según la tradición, fue el alfabeto fenicio el que se importó a la Grecia clásica.

FIGURA 7. Signos del alfabeto de Ugarit.[344]

FUENTE: H. W. F. Saggs, Civilization Before Greece and Rome, B. T. Batsdford, Londres, 1989, p. 81.

Tanto en Mesopotamia como en Egipto el saber leer y escribir era algo muy apreciado. Shulgi, un rey sumerio de c. 2100 a. C., se jactaba de que:

De joven estudié el arte del escriba en la Casa de las Tablillas, con las tablillas de Sumer y Acad;

nadie de noble cuna puede escribir una tablilla como yo puedo.[345]

Los escribas eran formados en Ur desde por lo menos el segundo cuarto del tercer milenio a. C.[346] Cuando ellos firmaban documentos, a menudo añadían los nombres y cargos de sus padres, lo que confirma que usualmente se trataba de hijos de gobernadores de la ciudad, administradores del templo, oficiales del ejército o sacerdotes: el conocimiento de la escritura estaba reservado a los escribas y administradores. Es probable que cualquiera con autoridad recibiera algún tipo de formación como escriba y se ha sugerido que el término sumerio dub.sar, literalmente «escriba», sería equivalente a los títulos de señor, don o bachiller, y que se aplicaba a cualquier persona educada.[347]

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