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Primera parte. De Lucy a «Gilgamesh»: La evolución de la imaginación » Capítulo 1. Ideas antes del lenguaje

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Capítulo 1

IDEAS ANTES DEL LENGUAJE

George Schaller, director de la división de conservación de la vida animal de la Sociedad Zoológica de Nueva York, es famoso entre sus colegas biólogos por ser un observador meticuloso de los animales salvajes. A lo largo de una carrera prolongada y distinguida, ha realizado muchos estudios sistemáticos de leones, tigres, guepardos, leopardos, perros salvajes, hienas y gorilas de montaña. Su libro, El último panda, publicado en 1993, recoge una gran cantidad de datos nuevos y sorprendentes sobre el animal que los chinos denominan el «oso-gato». Descubrió, por ejemplo, que en una ocasión un panda enfermo se había ido a vivir voluntariamente con una familia humana en la región de Wolong, que lo alimentó con azúcar y gachas de arroz durante tres días hasta que se recuperó y regresó al bosque.[63]

A finales de la década de 1960, Schaller y un colega pasaron algunos días en la llanura del Serengeti, en Tanzania (África oriental), donde realizaron una observación muy simple que hasta entonces todos los investigadores habían pasado por alto. Durante los pocos días que duró su estancia en la reserva, ambos estudiosos tropezaron con cierta frecuencia con animales muertos «tirados por ahí». Encontraron un búfalo, varios restos de cacería dejados por los leones y unos cuantos animales lisiados que habrían podido ser presa fácil de los carnívoros de la zona. Los animales más pequeños (como las gacelas de Thompson) apenas duraban un día sin ser comidos, pero los de mayor tamaño, como los búfalos adultos, «eran fuentes de alimento significativas» durante cerca de cuatro días.[64] A partir de esta experiencia Schaller concluyó que los primeros humanos pudieron haber sobrevivido fácilmente en el Serengeti limitándose a aprovechar esta carne abandonada, ya que había suficiente «carroña» entre los arbustos para vivir sin tener que cazar. Otros estudiosos señalaron a continuación que aún hoy los hadza, una tribu de cazadores-recolectores del norte de Tanzania, actúan en ocasiones como carroñeros y roban las presas a los leones acercándoseles sigilosamente y provocando luego un gran estruendo para hacerlos huir despavoridos.

Este bosquejo del que pudo ser el primer estilo del vida del hombre primitivo es conjetural.[65] Y dignificar esta práctica considerándola una «idea» sería sin duda una exageración. Sin embargo, aunque resulte muy poco romántico, es posible que aprovechar la carroña no haya sido tan mal punto de partida. Es posible quizá que la amplia sabana africana fuera el tipo de ambiente que favorece a los animales generalistas tanto como a los especialistas, como el hipopótamo y la jirafa, y que quizá fuera esto lo que estimuló en primera instancia la inteligencia humana. Además, la hipótesis del carroñeo ha sido recientemente respaldada por un estudio de las marcas presentes en huesos hallados en yacimientos paleontológicos: los animales cazados por animales carnívoros contienen marcas dejadas por herramientas aunque menos que los matados por humanos. Es importante subrayar este hecho: que los primeros humanos comieran carne no implica necesariamente que cazaran.[66]

Existen dos candidaturas para la primera idea de humanidad, una bastante más hipotética que otra. La más hipotética se relaciona con la locomoción bípeda. Desde la publicación de The Descent of Man (El origen del hombre) de Charles Darwin en 1871, la cuestión de la bipedestación no fue objeto de estudio durante mucho tiempo. Siguiendo a Darwin, los estudiosos daban por hecho que los ancestros del hombre habían descendido de los árboles y empezado a caminar erguidos debido a cambios climáticos que provocaron que el bosque húmedo escaseara y la sabana abierta se hiciera más común. (Entre seis y medio millones de años y cinco millones de años atrás, el casquete polar antártico absorbió tanta agua de los océanos que el Mediterráneo se secó). Esta fecha concuerda con las pruebas que nos proporciona la genética. Partiendo del hecho de que el ADN tiene una tasa de mutación básica de 0,71 por 100 cada millón de años y de la diferencia actual entre el ADN del chimpancé y el ADN humano, los científicos calculan que la separación de ambas especies ocurrió hace 6,6 millones de años.[67]

En nuestros días, se han descubierto en África varias especies de simios bípedos hasta llegar al Sahelanthropus, que vivió hace seis o siete millones de años en el desierto de Djurab, en el Chad, muy cerca del ancestro común de chimpancés y humanos.[68] No obstante, el ancestro humano que mejor ilustra la cuestión de la locomoción bípeda es el Australopithecus afarensis, conocido como «Lucy», debido a que la noche en que fue descubierto sonaba en el campamento de los paleontólogos la canción de los Beatles «Lucy in the Sky with Diamonds». Los fragmentos conservados del esqueleto de Lucy fueron suficientes para poner fuera de toda duda el hecho de que entre 3,4 y 2,9 millones de años atrás los primeros homínidos eran bípedos.

Hoy se cree que el primer desencadenante de la evolución del tamaño del cerebro de nuestros ancestros directos estuvo vinculado a la evolución de la bipedestación. (Todavía más importante debido al hecho de que éste fue el salto más grande; incluso hay pruebas de que, en relación al tamaño de nuestros cuerpos, nuestros cerebros son algo más pequeños hoy que entonces).[69] En el nuevo ambiente de la sabana, piensan los expertos, el caminar erguidos liberó los brazos y manos de nuestros ancestros, que pudieron utilizarlos para el transporte de comida a los árboles, ahora más dispersos, en los que vivían otros miembros del grupo. Fue la bipedestación la que liberó las manos que fabricaron utensilios de piedra que contribuyeron a que el hombre primitivo cambiara su dieta y se convirtiera en carnívoro, lo que al proporcionar alimentos mucho más ricos en calorías favoreció el crecimiento del cerebro. Sin embargo, hubo una segunda consecuencia importante: la postura erguida propició el descenso de la laringe, cuya ubicación en la garganta es más baja en los seres humanos que en los simios.[70] En esta posición la laringe está en mejores condiciones de producir vocales y consonantes. Además de esto, la locomoción bípeda también modificó los patrones de respiración de los homínidos, lo que mejoró la calidad de los sonidos que podían articular. Por otro lado, la carne no sólo era más nutritiva sino también más fácil de masticar que ciertos materiales vegetales, y esto ayudó a cambiar la estructura de la quijada, lo que favoreció el desarrollo de músculos más finos, los cuales, entre otras cosas, permitieron un movimiento más delicado de la lengua, algo necesario para la gran variedad de sonidos que empleamos para hablar. Una última consecuencia de la bipedestación fue que las hembras sólo podían dar a luz criaturas con cerebros relativamente pequeños debido a que para caminar de forma eficiente sus pelvis tenían que ser relativamente estrechas. Un efecto de esto es que los pequeños dependían de sus madres durante un período de tiempo considerable, lo que a su vez estimuló la división del trabajo entre machos y hembras, ya que los primeros pasaron a encargarse de llevar comida a sus compañeras y crías. Durante algún tiempo esta disposición debió de haber facilitado el desarrollo de la familia nuclear, algo que haría más compleja la estructura social del grupo cognitivo. Muchos consideran que esta compleja estructura fue el mecanismo responsable de la evolución de la conciencia, al obligar a los miembros del grupo a predecir el comportamiento de otros en situaciones sociales: el individuo habría adquirido conciencia del yo al buscar predecir cómo actuarían otros.

Todo esto encaja muy bien. Demasiado bien, como luego se vería. Mientras los primeros homínidos empezaron a caminar erguidos hace unos seis millones de años, las herramientas de piedra más antiguas proceden de hace entre 2,5 y 2,7 millones de años (quizá tres millones a lo sumo), un lapso de tiempo demasiado grande para que los dos hechos estén directamente relacionados. Además, experimentos modernos han demostrado que el caminar erguidos no incrementa la eficiencia energética, y a medida que han ido apareciendo nuevos fósiles los expertos han terminado reconociendo que los primeros simios bípedos vivían en entornos en los que los árboles abundaban.[71] En este contexto, Nina Jablonski y George Chaplin, de la Academia de Ciencias de California, han sugerido que la verdadera razón por la que los homínidos se volvieron bípedos fue que ello les permitía parecer más grandes y amenazadores en sus enfrentamientos con otros animales, con lo que evitaban conflictos agotadores y mejoraban sus posibilidades de acceder al alimento. La idea que sostiene esta hipótesis procede de estudios sobre la conducta de los gorilas y los chimpancés en libertad. Ambos tipos de simio se ponen de pie y se pavonean moviendo los brazos y golpeándose el pecho cuando se sienten amenazados por otros en enfrentamientos por la comida o por compañeros sexuales. Tales exhibiciones no resultan siempre efectivas, pero lo son con la frecuencia suficiente para sugerir que «los individuos que aprenden a solucionar situaciones tensas con exhibiciones bípedas podrían reducir el riesgo de ser heridos o muertos, lo que, por definición, eleva sus posibilidades de éxito reproductivo». Según este escenario, por tanto, la locomoción bípeda, pese a suponer un cambio físico que alteró la estructura corporal de los primeros homínidos, se desarrolló porque tenía consecuencias conductuales (psicológicas) de tipo evolutivo. No obstante, es casi seguro que la bipedestación dependió en buena medida de factores instintivos y por ello sólo puede considerársela, en el mejor de los casos, una proto-idea.[72]

La segunda candidatura a la idea más antigua del hombre está mucho mejor documentada. Se trata de la aparición de las herramientas de piedra. Como veremos, la producción de útiles de piedra se desarrolló en la prehistoria a través, por lo menos, de cinco grandes fases, a medida que el hombre fue manipulando este material de formas cada vez más sofisticadas. Las fechas más importantes para tener en cuenta corresponden a los mayores cambios tecnológicos: hace 2,5 millones de años; hace 1,7 millones de años; hace 1,4 millones de años; hace setecientos mil años; y hace entre cincuenta y cuarenta mil años.[73] Los artefactos más antiguos hasta hoy descubiertos fueron hallados en la zona del río Gona en Etiopía. Consisten fundamentalmente en guijarros y cantos rodados de origen volcánico procedentes de los lechos de antiguos ríos y son, con frecuencia, difíciles de distinguir de rocas producto de la acción natural. En algún momento, hace unos 2,5 millones de años, un hombre primitivo aprendió que si golpeaba una piedra contra otra de un modo particular, podía conseguir una lasca delgada y lo suficientemente afilada como para cortar la piel de, digamos, una cebra o una gacela muertas. Para el ojo no entrenado, un hacha de piedra de Gona no resulta muy diferente de cualquier otra roca de la región. Sin embargo, los arqueólogos han advertido que cuando una lasca es producida de forma deliberada mediante un golpe con otra roca, éste produce una hinchazón característica cerca del punto de impacto conocida como «bulbo de percusión». Este hecho permite a los profesionales distinguir los artefactos creados por humanos de las piedras rotas como resultado de colisiones naturales, como, por ejemplo, las provocadas por la acción del agua.[74]

Aunque se trate de artefactos culturales, las herramientas de piedra desempeñaron un papel trascendental en el posterior desarrollo biológico del hombre. La razón de ello es que hasta hace 2,5 millones de años, la dieta de los primeros humanos era vegetariana. La invención de los utensilios de piedra, sin embargo, les permitió comer carne —llegar a los músculos y órganos internos de grandes y pequeñas piezas de caza—, lo que tuvo enormes consecuencias en el desarrollo del cerebro. Todos los mamíferos y, por tanto, todos los primates y, en especial, los humanos, poseen un alto índice de encefalización, es decir, poseen cerebros muy grandes en relación a su masa corporal. Comparados con reptiles de igual tamaño, por ejemplo, los mamíferos cuentan con un cerebro aproximadamente cuatro veces más grande que el suyo.[75] En los seres humanos modernos, el cerebro sólo representa el 2 por 100 del peso del cuerpo, pero consume el 20 por 100 de sus recursos metabólicos. Como veremos, cada uno de los cambios cruciales en la tecnología de la piedra parece haber estado acompañado de un incremento del tamaño del cerebro, aunque ninguno de la magnitud del primero.[76]

Que ese trascendental cambio en la estructura del cerebro —en su tamaño y organización— tuvo lugar hace 2,5 millones de años es algo sobre lo que no hay dudas. En algún momento se creyó que la elaboración de herramientas era una característica definitoria de la «humanidad», pero ello fue antes de que Jane Goodall observara en la década de 1960 cómo los chimpancés limpiaban de hojas las ramas para poder introducirlas en los termiteros y luego sacarlas cubiertas de termitas que podían comer. Los chimpancés también cascan nueces empleando piedras como «martillos» y, en Uganda, se les ha visto utilizar ramas cubiertas de hojas como abanicos para mantener lejos a los insectos. Con todo, los paleontólogos reconocen que las herramientas de piedra de los primeros homínidos se diferencian de las herramientas producidas por otros primates por dos razones muy importantes. En primer lugar, porque algunos de sus útiles de piedra fueron utilizados para fabricar otras herramientas, es el caso de las lascas empleadas para sacar punta a ramas y palos. Y en segundo lugar, porque los primeros homínidos tuvieron que ser capaces de «ver» que cierto tipo de herramientas podía «extraerse» de cierto tipo de piedra tirada en el suelo. El arqueólogo Nicholas Toth de la Universidad de Indiana dedicó muchas horas a intentar enseñar a un bonobo (también conocido como chimpancé pigmeo) muy brillante llamado Kanzi cómo producir herramientas de piedra. Kanzi aprendió a hacerlo, pero no de la forma típica entre los humanos, esto es, golpeando una piedra contra otra, sino arrojando las rocas contra el suelo de cemento de su jaula. El bonobo simplemente no contaba con el dispositivo mental necesario para «ver» la herramienta «dentro» de la piedra.[77]

Herramientas de piedra primitivas similares a las halladas en el río Gona se han encontrado también en el valle del río Omo, al sur de Etiopía, y en Koobi Fora, junto al lago Turkana, en Kenia, justo al otro lado de la frontera e incluso, en un hallazgo polémico, en Riwat, al norte de Pakistán. En algunos círculos se ha hablado de un complejo industrial como para referirse a estas herramientas. A la industria como le sigue un segundo tipo de herramientas de piedra, las olduvaienses, datadas entre 2 y 1,5 millones de años atrás. Las herramientas olduvaienses deben su nombre a la garganta de Olduvai, en Tanzania, cerca del extremo sur de la llanura del Serengeti, acaso el emplazamiento más famoso en la historia de la paleontología, lugar de muchos descubrimientos pioneros.

Los instrumentos de piedra, por lo general, no aparecen de forma aislada. En diversos yacimientos de Olduvai, que se calcula tiene 1,75 millones de años, las herramientas encontradas estaban rodeadas de huesos y, en un caso, de grandes piedras que parecen haber sido dispuestas para formar un semicírculo. Los paleontólogos creen que estas últimas podrían haber formado un primitivo cortavientos o abrigo (¿la segunda idea del hombre?) en el que nuestros antepasados se refugiaban mientras despedazaban a sus presas con sus primitivas hachas de mano. Aunque comparadas con modelos posteriores las herramientas de piedra empleadas hace 1,7 millones de años eran todavía muy primitivas, también eran ya sutilmente diferentes de las anteriores. Louis y Mary Leakey, la familia más célebre de la paleontología, realizaron durante muchos años excavaciones en la garganta de Olduvai y estudiaron con sumo cuidado la tecnología local hasta conseguir distinguir junto a sus colegas cuatro «tipos» de objetos: los llamados «choppers» (primitivas hachas de mano, cantos rodados a los que se han arrancado las lascas) para trabajo pesado, las lascas para trabajo liviano, piezas con huellas de haber sido utilizadas y lo que se conoce como débitage, el material de desecho que quedaba después del proceso de fabricación de las herramientas. Todavía se discute si los primeros homínidos de Olduvai fueron carroñeros pasivos o si, como los hadza en nuestros días, eran carroñeros rapaces.[78]

¿Quiénes hicieron estas primeras herramientas? Nunca se ha encontrado nada similar en restos vinculados al A. afarensis. Para la época en que surgieron estas herramientas varias especies de homínidos coexistían en África, dos o tres pertenecerían a la familia Paranthropus («al lado del hombre»), también conocidos como A. robustus y A. boisei, mientras que los demás pertenecen al género Homo, se trata en este caso del H. habilis («hombre habilidoso»), H. rudolfensis y H. ergaster. Esos distintos homínidos difieren en varios sentidos, lo que hace difícil de descifrar la línea exacta que los vincula con nosotros. Todos poseen cerebros más grandes que Lucy (entre 500 y 800 cm3 en comparación con los 400-500 cm3 de ésta), pero mientras H. habilis poseía un cuerpo de simio y un rostro y dientes más similares a los humanos, H. rudolfensis era todo lo contrario, un cuerpo humano y un rostro y dientes más similares a los de un simio.[79] En teoría, cualquiera de estas especies pudo haber fabricado las herramientas, sin embargo, hay dos razones que parecen descartar a los Paranthropus. La primera está relacionada con el pulgar del hombre primitivo. El antropólogo Randall Susman ha advertido que los chimpancés tienen unos pulgares muy diferentes de los de los humanos. Mientras los chimpancés tienen pulgares cortos y dedos delgados y curvos terminados en punta, ideales para agarrarse a la ramas de los árboles, los humanos tienen dedos más cortos y rectos de puntas chatas y pulgares más grandes y fuertes, lo que los hace más apropiados para agarrar objetos como piedras. Un examen determinó que A. aferensis tenía pulgares similares a los de los chimpancés y que, probablemente, lo mismo ocurría con Paranthropus. Una segunda razón es que si, además del género Homo, Paranthropus hubiera fabricado herramientas, el registro fósil debería casi con certeza proporcionarnos dos tradiciones de utensilios líticos separadas, y no es así.

Steven Mithen, un arqueólogo de la Universidad de Reading, en Gran Bretaña, considera que la mente primitiva consistía en tres entidades: una inteligencia técnica (para producir herramientas), una inteligencia de la historia natural (para entender el paisaje y la flora y fauna que lo rodeaba) y una inteligencia social (la que le proveía de las habilidades necesarias para vivir en grupo). Para el caso del H. habilis, afirma Mithen, no poseemos pruebas de que la inteligencia social estuviera integrada con las otras dos. Las herramientas de piedra están asociadas a huesos de animales —las víctimas de los primeros cazadores—; pero las pruebas reunidas hasta el momento no demuestran una separación social de las herramientas y los alimentos y tampoco contienen indicios de una actividad grupal organizada: los más antiguos yacimientos arqueológicos son sólo un revoltijo de piedras y huesos.[80]

Tras estos vacilantes comienzos, un gran paso adelante tuvo lugar en algún momento entre 1,8 y 1,6 millones de años atrás con la aparición de una nueva especie, el Homo erectus («hombre erguido»), identificado por primera vez en Koobi Fora y luego en Java. Con su «rostro triste y huidizo y su nariz aplastada», el H. erectus se convirtió en el primer homínido en salir de África, y otros restos suyos han sido encontrados en Dmasini, Georgia, y en Asia continental: en octubre de 2004 se informó del hallazgo de utensilios de piedra de 1,66 años de antigüedad probablemente fabricados por H. erectus en Majuangou, al oeste de Beijing.[81] H. erectus evidencia un aumento adicional del tamaño del cerebro, el segundo en volumen pero acaso el más importante de todos, al alcanzar los 750-1250 cm3; los cráneos se caracterizan además por sus grandes arcos superciliares.[82] Después de lo que podríamos denominar una «brecha tecnológica» de cerca de cuatrocientos mil años, encontramos el surgimiento hace aproximadamente 1,4 millones de años de las primeras hachas de mano verdaderas. Éstas, el tercer tipo de hacha de mano conocido, son «verdaderas» en el sentido de que ahora son simétricas, los núcleos son golpeados alternativamente a ambos lados para extraer las lascas y obtener una piedra en forma de pera con una punta larga y elegante. Estas herramientas reciben el nombre de achelenses por haber sido descubiertas en Saint Acheul, cerca de Amiens, por un equipo de arqueólogos franceses. (Buena parte de la terminología de la Edad de Piedra tiene origen en los nombres de los yacimientos franceses en el que los arqueólogos hicieron por primera vez los descubrimientos: Cro-Magnon, Mousterian, Levallois). Estas hachas de mano aparecen de forma abrupta en el registro arqueológico en África, Europa y partes de Asia (aunque muy pocas en el suroeste del continente y ninguna en el sureste y el este). Algunos paleontólogos creen que H. erectus era un cazador, el primer homínido cazador de verdad, y no tanto un carroñero, y que sus mejores herramientas le permitieron propagarse a lo largo de Eurasia, lo que hoy llamamos Viejo Mundo.

H. erectus puede también haber sido el inventor de la cocina. Esto se infiere del hecho de que, pese a ser un 60 por 100 más grande que sus predecesores, sus dientes y sus intestinos eran más pequeños. Dicha característica podría deberse a que cocinaba sus alimentos, lo que exigiría menos esfuerzo a los dientes y el tracto gastrointestinal al convertir la fibra indigerible de las plantas en carbohidratos llenos de energía. Por esta razón, el yacimiento más interesante relacionado con H. erectus quizá sea Zhoukoudian («Colina del Hueso de Dragón»), una caverna situada a unos cuarenta kilómetros al suroeste de Beijing en una cadena de colinas de piedra caliza. Tras una serie de excavaciones, realizadas principalmente en la década de 1930, el yacimiento fue datado como de entre cuatrocientos y trescientos mil años. La importancia de Zhoukoudian reside en que al parecer fue el campamento base al que H. erectus traía las presas que cazaba para cocinarlas y comerlas. Pero ¿cocinaba en verdad a los animales (se trataba de grandes mamíferos como elefantes, rinocerontes, jabalíes y caballos) que traía? En Zhoukoudian se ha hallado gran cantidad de semillas de almeza, los restos vegetales más antiguos conocidos, y es probable que su conservación se debiera al hecho de que habían sido quemadas. En la actualidad el consenso parecer ser que esto no indica un uso consciente del fuego, pero la cuestión, como tantas otras referentes a este período, sigue sin resolverse.[83]

Algunas tesis sobre el uso del fuego sostienen que éste ya se empleaba hace 1,42 millones de años. Al menos trece yacimientos en África proporcionan indicios de ello, siendo el más antiguo de todos Chesowanja en Kenia, en el que se encontraron huesos de animales, herramientas olduvaienses y arcilla cocida. Se han hallado hasta cincuenta fragmentos de arcilla cocida y para algunos paleontólogos la disposición de ciertas rocas sugiere la existencia de un hogar. Resulta significativo que fuera de esta reducida área no se haya encontrado arcilla en similares condiciones y, además, que las pruebas realizadas a las muestras encontradas evidencian que fueron sometidas a unos 400º, aproximadamente la temperatura típica de una fogata.[84] En varios yacimientos en China, se han encontrado herramientas de piedra junto a restos carbonizados de animales de hace un millón de años. Johan Goudsblom ha señalado que no hay ninguna otra especie animal que sea capaz de controlar el fuego de la forma en que lo hacen los humanos. Los estudiosos de la prehistoria creen que los hombres primitivos pudieron haber seguido con interés el fuego porque la carne asada se conserva mejor que la cruda (se ha observado que algunos chimpancés buscan semillas de afzelia tras incendios forestales; normalmente demasiado duras para ser comidas, el fuego hace que puedan ser masticadas con facilidad).[85] El arqueólogo C. K.

Brain propuso que fue el control del fuego por el hombre lo que le ayudó a transformarse de presa de los grandes felinos en predador: el fuego le ofrecía la protección de la que carecía. Y en España se han encontrado pruebas de la utilización del fuego para acorralar elefantes en los pantanos para poder allí matarlos. Además, la necesidad de mantener el fuego encendido de forma constante pudo haber promovido posteriormente la organización social.[86] Los vestigios más antiguos de hogueras asociadas a fragmentos de pedernal quemados, en pequeños grupos, lo que sugiere la existencia de hogares, fueron encontrados en Gesher Benot Ya’aqov, en el norte de Israel, y tienen setecientos noventa mil años. El uso del fuego puede, por tanto, considerarse una de las tres primeras ideas del hombre primitivo.

Los cráneos desenterrados por los investigadores nos permiten concluir que el crecimiento del cerebro experimentó inicialmente dos grandes saltos, cada uno relacionado con un cambio en la tecnología lítica. El primero, el mayor de los dos, se asocia a las primeras herramientas de piedra de H. habilis, y el segundo, a los utensilios bifaces achelenses, vinculados con H. erectus. Después de esto y aparte del uso del fuego, sólo un hecho de similar importancia parece haber ocurrido durante cerca de un millón de años: la «estandarización» de las hachas de mano hace alrededor de setecientos mil años. Pese a la individualidad de cada fabricante y a la circunstancia de que, hace cerca de un millón de años, H. erectus se extendió por buena parte de Eurasia (es decir, no en las latitudes norte, Australia o las Américas) y tuvo, por tanto, que trabajar con diferentes clases de piedra, las hachas de mano exhiben un extraordinario grado de uniformidad en todas partes. Los paleontólogos han examinado miles de herramientas de este tipo en todo el mundo y han descubierto que, a pesar de la diferencia de tamaño, la mayoría posee casi idénticas proporciones. Esto no es una casualidad, sostienen los expertos. V. Gordon Childe, el eminente arqueólogo australiano, llegó incluso a afirmar que esta herramienta estándar era una «idea fósil» y que, para producirla, H. erectus había necesitado de cierta capacidad para el pensamiento abstracto. Para fabricar una herramienta estándar, sostuvo Childe, el hombre primitivo tenía que poseer alguna imagen o noción de las herramientas en general. Otros han ido aún más lejos. «Las hachas de piedra de muchos… yacimientos demuestran que el hombre primitivo [poseía]… el aparato mental necesario para realizar transformaciones matemáticas básicas sin la ventaja de la pluma, el papel y la regla». En otras palabras, H. erectus era ya capaz de ofrecer una demostración práctica de principios que Euclides formalizaría centenares de miles de años después.[87]

Un tercer brote en el incremento del cerebro tuvo lugar entre quinientos y trescientos mil años atrás, cuando se pasó de los 750-1250 cm3 de H. erectus a los 1100-1400 cm3 de lo que en África se conoce como H. sapiens arcaico, que luego daría origen a los neandertales. Tras otra «brecha tecnológica», encontramos la aparición hace unos doscientos cincuenta mil años de un cuarto tipo de útiles líticos, los producidos por la llamada técnica Levallois (por el nombre del suburbio parisino en el que los arqueólogos los identificaron por primera vez). Las primitivas hachas de piedra desaparecen en este punto para ser reemplazadas por núcleos de piedra preparados de forma mucho más cuidadosa. Durante sus excavaciones en la capital francesa, los investigadores advirtieron que el hombre primitivo de hace doscientos cincuenta mil años sabía lo suficiente sobre la forma en que se quebraban las piedras (una «física primitiva») para no tener que depender del azar (el simple golpe de una piedra con otra para producir una lasca) y ser capaz de predecir la forma futura de la herramienta que estaba creando. El fabricante seleccionaba como núcleo una piedra de aproximadamente el tamaño de una mano y a continuación extraía, mediante golpes verticales, lascas por todo el borde hasta convertirla en una especie de corona. Luego, con un rápido golpe horizontal, producía una lasca biselada, afilada por todo el borde. Como consecuencia de esto, las herramientas de piedra adquirieron una gran variedad de formas (hasta sesenta y tres tipos diferentes, según el cálculo de un experto) y quizá fueron incluso dotadas de un mango para ser empleadas como puntas de lanza. No es una sorpresa, por tanto, que la técnica se hubiera difundido con rapidez por África, Asia y Europa.

Más o menos por la misma época, alrededor de cuatrocientos veinte mil años atrás, o quizá antes, aparece la primera lanza. Lo que es casi con certeza el artefacto de madera más antiguo que conocemos es la punta de lanza desenterrada en Clacton (Essex, Inglaterra) en 1911, que tendría entre cuatrocientos veinte mil y trescientos sesenta mil años. Todavía más impresionante son las tres lanzas con forma de jabalina encontradas en una mina de carbón en Schöningen, al suroeste de Hanover, en Alemania, de unos cuatrocientos mil años de antigüedad, la más larga de las cuales tiene 2,3 metros de longitud. Su forma es la de una jabalina moderna (con una prominencia en la parte delantera), lo que indica que estaban diseñadas más para ser lanzadas que para picar.[88] También por esta época se produjo la primera utilización de ocre. La caverna Wonderwerk en Suráfrica fue acaso la primera mina de la que tenemos testimonio, ya que junto a las muchas hachas de mano encontradas en el lugar se encontraron piezas de ocre extraídas de la roca local.[89] En Terra Amata, en el sur de Francia, un yacimiento datado en trescientos ochenta mil años, se ha encontrado ocre vinculado a herramientas achelenses y en este caso los fragmentos presentan señales de haber sido empleados. ¿Significa esto que el hombre primitivo los utilizó como «lápices» y que, en consecuencia, poseía un comportamiento simbólico? Aunque la posibilidad es atractiva, el hecho es que hoy en día existen pueblos tribales que emplean el ocre para tratar las pieles de los animales o bien como repelente de insectos, para detener el sangrado o como protección para el sol. El ocre acaso haya sido el primer medicamento.[90]

Si avanzamos hasta hace trescientos o trescientos cincuenta mil años, encontramos tres viviendas en el yacimiento de Bilzingsleben, cerca de Halle, en Alemania, cada una consistente principalmente en montones de piedras y huesos, aunque también hay pruebas de la existencia de hogares y de áreas especiales para la fabricación de herramientas. Estos primitivos talleres contaban incluso con piedras «yunque».[91] En 2003 se anunció que los cráneos de dos Homo sapiens adultos y un niño desenterrados en la aldea de Herto, a unos doscientos treinta kilómetros al nororiente de Addis Abeba, tenían unas enigmáticas marcas hechas con utensilios de piedra que sugerían que la piel les había sido arrancada después de morir. ¿Es posible que ello fuera algún tipo de ritual funerario?

Los primeros signos indiscutibles de un entierro intencionado tienen entre noventa y ciento veinte mil años y fueron hallados en las cuevas de Qafzeh y Skhul en Israel.[92] Los huesos encontrados en estas «tumbas» eran muy similares a los de los humanos modernos, pero el cuadro se complica aquí con la llegada de los neandertales. Sabemos que desde hace cerca de setenta mil años, tanto los neandertales (de los que nunca se han hallado restos en África o las Américas) como el Homo sapiens enterraban, al menos en ciertas ocasiones, a sus muertos. Éste, por supuesto, es un desarrollo muy significativo, y acaso sea resultado de la siguiente idea puramente abstracta después de la que llevó a la estandarización de las herramientas. Los entierros intencionales podrían ser indicio de una temprana preocupación por lo que ocurría después de la muerte y de una primitiva forma de religión.

La vieja imagen de los neandertales como seres brutos y primitivos ha pasado de moda en gran medida. Sabemos bastante sobre su vida intelectual y, aunque comparada con la nuestra resulte simple, el avance que representa en relación a las formas de vida que la precedieron es clara. Mientras vivieron, los neandertales se desarrollaron de forma más o menos paralela a los humanos modernos. Las últimas excavaciones realizadas en España muestran, por ejemplo, que los neandertales sabían lo suficiente como para «establecerse» en zonas de gran biodiversidad.[93] Sin embargo, la escena se enturbia con el surgimiento de los humanos anatómicamente modernos en África hace cien o doscientos mil años y su posterior difusión por todo el globo. Se cree que se trata de descendientes del H. sapiens arcaico, u H. heidelbergensis, y tenían dientes pequeños, carecían de grandes arcos superciliares y poseían un cerebro de entre mil doscientos y mil setecientos centímetros cúbicos. Desde entonces y hasta hace unos treinta y un mil años, cuando encontramos las últimas huellas de los neandertales que conocemos, ambas especies convivieron y, por tanto, los artefactos procedentes de este período pueden haber pertenecido a cualquiera de las dos. El paleontólogo francés Francesco d’Errico concluye que tanto los neandertales como los H. sapiens mostraron poseer «un comportamiento moderno».[94]

Desde hace cerca de sesenta mil años, por ejemplo, los depósitos de cenizas, los huesos quemados y el carbón vegetal se hacen más comunes tanto en las cavernas como a cielo abierto.[95] Al parecer, la gente del Paleolítico medio usaba el fuego, pero no había aprendido todavía a construir hogares elaborados. (El Paleolítico medio es el período de los neandertales en el que predomina la industria lítica del núcleo preparado y abarca desde hace 250 000 años hasta hace 60 000). Sólo sesenta mil años atrás encontramos indicios de un verdadero control del fuego y de hogares apropiados (en Vilas Ruivas, Portugal, y en Molodova, junto al río Dniéster, en Rusia), significativamente vinculados a reparos hechos con huesos de mamut. De hecho, parece ser que el primer uso indiscutible del fuego no fue tanto para cocinar alimentos como para descongelar los cadáveres de grandes mamíferos que se habían congelado durante el invierno y de los que no habían podido apropiarse otros carroñeros como las hienas.[96]

En algunos de los yacimientos vinculados a los neandertales, especialmente en Oriente Próximo, se han hallado lo que parecen ser individuos enterrados, y en uno de estos casos se detectó la presencia de polen. Sin embargo, esto es aún motivo de debate, y no es del todo claro si dichos descubrimientos deben considerarse prueba de ritos funerarios: en las supuestas tumbas neandertales, más de un individuo yace con su cabeza descansando sobre su brazo, por lo que en teoría pudieron haber muerto mientras dormían y ser abandonados donde se encontraban (aunque no hay indicios de una práctica semejante entre anteriores homínidos). Otros enterramientos están acompañados de los restos de ocre rojo o cerca de cuernos de cabra clavados en la tierra. Pese a que muchos arqueólogos prefieren ofrecer explicaciones naturalistas para estos hallazgos y sugieren que el aparente vínculo es accidental, es muy probable que los neandertales enterraran a sus muertos y participaran en algún ritual, lo que implicaría una forma primitiva de religión. Desde luego, el hecho de que por esta época se multipliquen de forma repentina los esqueletos completos o casi completos recuperados resulta muy sugerente.[97]

Para valorar la relevancia de estos enterramientos es importante empezar señalando que el tamaño de la muestra es sólo de unas sesenta tumbas, lo que, dado el lapso de tiempo involucrado, significa una media de dos entierros cada mil años. Hecha esta salvedad, hay otros tres factores que vale la pena discutir. El primero y segundo se refieren a la edad y el sexo de los cuerpos enterrados. Muchos son de niños o jóvenes, los suficientes para sugerir la posibilidad de un «culto de los muertos», en especial los de menor edad, que eran enterrados con más ceremonia que los adultos, lo que acaso estaba destinado a garantizar su renacer. Al mismo tiempo, son más los hombres sepultados que las mujeres, un indicio de que éstos podrían gozar de un estatus más alto. Un tercer factor es que en el caso de un neandertal descubierto en las cavernas de Shanidar, al norte de Irak, nos encontramos frente a un hombre con un ojo ciego, que sufría de artritis y cuyo brazo derecho había sido amputado a la altura del codo. Este individuo vivió hasta los cuarenta años y murió debido al derrumbe de unas rocas, lo que quiere decir que hasta ese momento sus compañeros habían cuidado de él.[98] La amputación del brazo indica también cierto conocimiento médico, una idea que estimuló aún más el descubrimiento en Shanidar de un segundo individuo, enterrado hace sesenta mil años con no menos de siete especies de flores, todas con propiedades medicinales, entre ellas la cola de caballo (Ephedra), cuyo uso tiene un larga historia en Asia tanto en el tratamiento de resfriados y afecciones respiratorias, como empleada como estimulante para promover la resistencia en expediciones de caza prolongadas.[99] ¿Se colocaron estas hierbas y flores medicinales en las tumbas porque se consideraba que eran sustancias que ayudarían a los muertos en su viaje al otro mundo? ¿O bien, como afirman los críticos de tal hipótesis, simplemente se las empleaba como lecho o, lo que sería aún más prosaico, fueron llevadas hasta las cuevas por el viento o los roedores?

El consenso entre los paleontólogos y los arqueólogos es que, hasta hace sesenta mil o cuarenta mil años el H. sapiens arcaico y el H. neanderthalensis no poseían comportamiento simbólico y tenían una capacidad bastante limitada para planear cosas con anticipación. Paul Mellars, de la Universidad de Cambridge, distingue tres grandes cambios que marcan la transición hacia el Paleolítico superior. En primer lugar, hubo un cambio en la tecnología lítica. Mientras en el Paleolítico medio «las herramientas no parecen haber sido producidas con una “plantilla mental” claramente predefinida sobre la que debía ser la forma final del producto terminado», los utensilios producidos en el Paleolítico superior, el quinto tipo de herramientas de nuestra historia, no sólo eran más pequeños y más fáciles de controlar, sino también muchísimo más estandarizados, con formas que obedecían a «“normas” morfológicas claramente preconcebidas».[100] Para Mellars es posible advertir una segunda transformación en la tecnología del hueso, que pasó del uso más o menos aleatorio de fragmentos de hueso al moldeado para diversos fines. Un tercer y último cambio sería el paso de asentamientos desestructurados a asentamientos muy estructurados, incluso rectangulares en algunos casos. Mellars sostiene que todo esto constituye casi una «cultura» con «normas» de conducta. En conjunto, afirma, estos cambios reflejan una mayor planeación a largo plazo y un comportamiento estratégico por parte de los hombres primitivos de este período, que ahora anticipan comportamientos futuros.[101] Para este autor, no hubiera podido lograrse esto sin lenguaje.

Otros paleontólogos creen que el surgimiento de herramientas complicadas es, en términos cerebrales, equivalente al habla y que ambas actividades emergieron al mismo tiempo. Experimentos modernos realizados por James Steele y sus colegas han mostrado que para fabricar un hacha de mano bifaz achelense (el tercer tipo de herramientas de piedra, vinculado al H. erectus) eran necesarios, en promedio, 301 golpes, y unos veinticuatro minutos de trabajo. Semejante secuencia, sostienen estos investigadores, es similar a la construcción de oraciones, y señalan que los daños en el área de Broca del cerebro afectan tanto el lenguaje como los gestos con la mano y el brazo.[102] Examinaremos el lenguaje con más atención en el próximo capítulo.

Merlin Donald, profesor de psicología de la Queen’s University de Toronto, considera que el período que hemos estado describiendo, el comprendido, digamos, entre hace cuatrocientos mil años y hace cincuenta mil, es posiblemente el más trascendental de la historia. Donald identifica tres etapas en el desarrollo de la mente moderna, cada una de las cuales implica una transición. La primera etapa consiste en lo que denomina pensamiento «episódico», ejemplo del cual son los grandes simios. Su comportamiento, afirma, consiste en respuestas inmediatas a su entorno, y viven su vida «completamente en el presente», como una serie de episodios concretos, con una memoria específica para acontecimientos específicos en contextos específicos.[103] La segunda forma de pensar y actuar, tipificada por el H. erectus, es «mimética». Según Donald, el mundo de H. erectus era cualitativamente diferente de todo lo que le precedió y es ello lo que lo hace tan importante. H. erectus vivía en una «sociedad en la que la cooperación y la coordinación social de las acciones era central para la estrategia de supervivencia de la especie».[104] Pese a carecer de lenguaje, H. erectus desarrolló una cultura con base en la mimesis, en la imitación de sonidos, gestos y expresiones faciales, etc. Éste fue un cambio cualitativo, afirma Donald, porque permitió la intencionalidad, la creatividad, la referencia, la coordinación y, acaso por encima de cualquier otra cosa, la pedagogía, la aculturación de los jóvenes. Lo crucial aquí es que por primera vez las mentes de los individuos dejan de estar aisladas. «Incluso animales tan complejos como los simios no tienen otra opción que enfrentarse al mundo por sí mismos debido a que no pueden compartir ideas y pensamientos de forma detallada. Cada simio aprende sólo lo que es capaz de aprender por sí mismo. Cada nueva generación empieza desde el principio porque los viejos mueren con su sabiduría encerrada para siempre en sus cerebros… La mente aislada no conoce atajos».[105] No obstante, la mimesis sólo permitía un progreso muy lento y H. erectus probablemente tardó medio millón de años en domesticar el fuego y tres cuartos de millón de año para adaptarse al frío.[106] No obstante, Donald está convencido de que produjo muchos artefactos culturales antes de que apareciera el lenguaje y se diera la siguiente transición hacia el pensamiento «mítico». El paso a la mimesis, sostiene Donald, dividió la historia en dos, fue en ese momento, según sus palabras, cuando «el Gran Homínido escapó del sistema nervioso».[107] Examinaremos las siguientes transiciones más adelante.

Recrear las primeras ideas del hombre primitivo e inferir su vida mental a partir de vestigios tan exiguos como las toscas herramientas de la Edad de Piedra es ya un logro intelectual de primer orden por parte de los paleontólogos de nuestra era. Una y otra vez, los restos encontrados nos cuentan —o les hacemos contar— un relato coherente. No obstante, el acuerdo se desvanece al llegar a lo ocurrido hace sesenta mil o cuarenta mil años. Según un grupo de arqueólogos y paleontólogos, al alcanzar esta época ya no tenemos que depender de trozos de piedra y fragmentos de hueso adecuados para comprender el comportamiento de nuestros ancestros. En un lapso (relativamente) corto disponemos de una fantástica riqueza de material que justifica con creces la caracterización de este período como una «explosión creativa», propuesta por el historiador John Pfeiffer.[108]

En el otro bando encontramos a los «gradualistas», que piensan que no hubo verdadera explosión en ningún sentido y que las habilidades intelectuales del hombre simplemente se ampliaron a un ritmo constate, algo que, ellos también afirman, corroboran las pruebas. El artefacto más desconcertante en este debate es la supuesta figurilla de Berekhat Ram. Durante la realización de una excavación en Berekhat Ram, Israel, en 1981, Naama Goren-Inbar, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encontró un pequeño «guijarro» de un color marrón amarillento y tres y medio centímetros de alto. La forma natural del guijarro recuerda la de la figura femenina, pero análisis microscópicos realizados por investigadores independientes han mostrado que esta similitud ha sido realzada mediante incisiones artificiales.[109] Se ha calculado que el guijarro tiene 233 000 años, no obstante, lo que se cuestiona con severidad es su condición de objeto artístico. En su momento, fue el único objeto de este tipo entre los seis mil ochocientos artefactos encontrados en el yacimiento, y los arqueólogos escépticos consideran que no representa más que el «esbozo» realizado por un hombre primitivo «en una tarde lluviosa».[110] Los gradualistas, por su parte, colocan la figurilla de Berekhat Ram al lado de las lanzas halladas en Schöningen (hace 400 000 años), un «cuchillo» de hueso encontrado en un yacimiento en el valle del Semliki, en Zaire, de 174 000-82 000 años de antigüedad, algunas conchas de Glycymeris perforadas y pintadas con ocre encontradas en Qafzeh, en Israel (hace 100 000 años), algunas cuentas perforadas hechas con las cáscaras de huevos de avestruz descubiertas en el valle del río Loiyangalani, en Tanzania (entre 110 000-45 000 años), un colmillo tallado de jabalí verrugoso recuperado en la cueva Border, en Suráfrica, de ochenta mil años de antigüedad y algunas cuentas hechas con conchas de moluscos encontradas en la cueva de Blombos, también en Suráfrica, de entre ochenta mil y setenta y cinco mil años de antigüedad (para llegar a la cueva las conchas tuvieron que ser transportadas unos veinte kilómetros desde el río más cercano y las cuentas parecen tener rastros de ocre). Todos estos hallazgos, sostienen los gradualistas, evidencian que las capacidades mentales del hombre primitivo se desarrollaron de forma gradual, y quizá no en Europa. De hecho, insinúan que Europa es la «cuna de la civilización» sólo porque los países de este continente disponen de servicios arqueológicos mejor desarrollados, lo que les ha permitido realizar muchos descubrimientos, y que si los países de Asia y África pudieran contar con instituciones similares estos hallazgos, hasta el momento, como reconocen, bastante exiguos, se multiplicarían, dando lugar a un cuadro muy diferente.

La balanza se ha inclinado en uno u otro sentido en más de una ocasión. Los gradualistas, por ejemplo, sufrieron un duro revés en relación a otra importante prueba, la supuesta «flauta» eslovena descubierta en 1995 y anunciada a bombo y platillo como el instrumento musical más antiguo del mundo. Encontrada en Divje Babe, cerca de Reke, al oeste de Eslovenia, y fechada en 54 000 años, la «flauta» consistía en un trozo de hueso de forma tubular con cuatro orificios en línea recta, dos de ellos completos y dos incompletos. El hueso era el fémur de un oso joven y era el único hueso entre los seiscientos encontrados en la misma cueva que estaba perforado de esa manera. Lo que llamó la atención de los arqueólogos fue el hecho de que los orificios tenían aproximadamente un centímetro de diámetro y estaban separados entre sí dos centímetros y medio, una configuración que se adapta muy bien a las dimensiones de una mano humana. Según algunos investigadores, el instrumento permitía tocar completa «la escala de siete notas en la que se basa la música occidental».[111] Sin embargo, Francesco d’Errico y un equipo de colegas del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en Burdeos consiguieron demostrar que esta sugerente disposición era en realidad consecuencia de un acontecimiento completamente natural: el que el hueso hubiera sido roído por otros carnívoros, quizá osos. Huesos con perforaciones similares han sido hallados en varias cuevas en España, en el País Vasco.[112]

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