Hunter

Hunter


Capítulo 3

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Capítulo 3

ISOBEL

Cielos, qué bien besaba. Isobel inmediatamente apretó los dedos de los pies al sentir la suave presión de esos labios sobre los suyos. Y cuando le toqueteó la comisura de los labios con la lengua, no pudo evitar jadear y abrirse de una vez para él.

Aparentemente, esa era toda la invitación que Hunter necesitaba, porque profundizó el beso y luego comenzó a devorarla por completo. Dejó caer una de las manos, sintiendo la línea de su espalda hasta su cintura, y luego hacia su trasero.

Antes de que ella pudiera obsesionarse o preguntarse si pensaba que tenía el trasero era demasiado grande, él tomó todo lo que le cabía en las manos y se lo apretó, besándola aún más furiosamente.

Y todo se sentía increíble. Gimió tan fuerte que inmediatamente se avergonzó. Pero es que no podía recordar la última vez que se había sentido tan excitada. Las cosas con Jason ciertamente no eran así desde hacía un buen tiempo. El sexo era más una tarea que cualquier otra cosa, incluso antes de que estuvieran a larga distancia. Jason había sido estrella de fútbol americano en la escuela secundaria y tenía un pene grande. Esas dos cosas combinadas lo habían convencido de que era un dios del sexo.

Pero lo que realmente significaba era que no sabía nada en absoluto sobre cómo complacer a una mujer. Isobel había tratado de ayudarlo a mejorar, pero no estaba muy interesado. Le mencionó que, al final, Isobel acababa la mayor parte del tiempo.

Y, pues, al principio sí era así: en la etapa inicial de su relación, el sexo había sido emocionante. Si Isobel se esforzaba y se acomodaba sobre ese gran pene, podía frotarse el clítoris. Pero al final le irritó tanto que él ni siquiera quisiera intentarlo que no se molestó más. Luego se fue a casa para estar con su papá y con su relación a larga distancia… bueno, aparentemente Jason había encontrado otros lugares donde meter su gran miembro.

—Dios, lo siento, me dejé llevar. —Hunter se apartó y apoyó su frente contra la de ella—. Deberíamos seguir esta fiesta en un lugar más privado.

Jadeaba con fuerza y llevó una de las manos hasta abajo para tirar de la camisa de Isobel, como si estuviera poniendo su mejor esfuerzo para no devorarla en ese mismo momento.

Isobel también respiraba con dificultad. Toda esta situación era tan imprudente. Ella jamás haría algo así. ¿Pero no era ese el punto de esta noche?

Todo en su vida se había desmoronado. Todos los peores escenarios que podría haber imaginado habían sucedido.

Su padre había muerto.

Jason la engañó.

Su trastorno alimenticio había vuelto.

Las manipulaciones de su madrastra la habían llevado a la violencia.

Isobel había visto lo peor de sí misma.

Pasó el primer día conduciendo hacia el oeste, ahogándose en toda su miseria. Pero luego, en algún lugar alrededor del río Mississippi, simplemente comenzó a reír. ¿Porque qué demonios le quedaba por perder?

Nada. No tenía nada que perder. Lo peor había sucedido.

Y aún estaba aquí.

Era libre.

Libre para comenzar desde cero.

Libre para ser quien ella quisiera ser.

Sin una historia ni expectativas futuras.

Ella podría «ser» y ya.

Al comprender esto sintió el pecho tan lleno, tan resplandeciente como el sol, que se sintió casi mareada cuando entró a Bubba’s Bar, el único lugar abierto en el pueblito de Hawthorne, Wyoming a las 9:00 de la noche de un miércoles.

¿Y no dicen que la mejor manera de sacar un clavo es con otro? Esa no había sido su intención al entrar en el bar, pero Hunter era tan dulce y guapo; y cuando le hizo su propuesta indecente, quiso arrastrarlo hasta su auto y tomarlo allí mismo.

—¿Te vienes conmigo o vas en tu propio auto? —preguntó Hunter, retrocediendo después de otro largo beso. Parecía que le costaba toda su fuerza alejarse.

Era un tipo muy guapo. Tenía la mandíbula cuadrada con una barba incipiente que le daba un aspecto rudo y seductor, con pelo castaño que era grueso y rizado y que obviamente necesitaba un recorte. Era el tipo de pelo que hacía que quisieras enterrar los dedos en él. Además de eso, unas cejas frondosas sobre ojos azules que brillaban con lujuria. Lujuria por ella.

—Yo te sigo. —Isobel se sintió igualmente sin aliento. Estaba moderadamente segura de que Hunter era un buen tipo ya que todos en el bar parecían conocerlo, pero no quería estar sin su auto.

—Está bien —contestó. Pero en lugar de ir por su auto, se inclinó y la besó nuevamente. Usó el cuerpo para inmovilizarla contra el auto y, casi inconscientemente, ella levantó la pierna para envolverla alrededor de su cadera.

Y fue entonces que sintió lo duro que estaba. Pero no se asustó. Con la libertad de la oportunidad de una vida nueva haciéndola perder sus inhibiciones, dejó escapar un gemido desesperado y frotó su sexo contra su erección.

Él respondió con la misma acción varias veces antes de maldecir y alejarse. La miró y tenía las fosas nasales dilatadas mientras lo hacía. Bajo la simple luz del farol, la frente le oscurecían los ojos, haciéndolo parecer oscuro y peligroso. Y extremadamente sensual cuando se inclinó y le gruñó en el oído:

—Creo que romperé algunas leyes de tránsito para llegar a casa porque necesito ese cuerpo ardiente debajo de mí, pero ya. —El sexo de Isobel se contrajo ante sus palabras, pero ya él se había volteado y se alejaba con pasos decididos—. Estoy estacionado al frente, pero vendré hasta acá para que puedas seguirme —le gritó por encima del hombro.

Isobel abrió la puerta y se dejó caer en el asiento delantero del auto, cerró los ojos y presionó la frente contra el volante.

—Mierda. —Movió los pies haciendo un bailecillo alegre y luego encendió el motor y quedó a la espera del auto de Hunter.

La cual no duró mucho, pues pasó solo un minuto antes de que se detuviera a su lado en una camioneta azul tosca que parecía haber visto tiempos mejores. Al mismo tiempo, el vehículo masculino se ajustaba perfectamente al hombre. Puso la reversa y salió por la calle principal hacia el camino oscuro, manteniendo siempre a la vista las luces traseras de la camioneta de Hunter.

A pesar del comentario sobre «romper las leyes de tránsito», en realidad se mantuvo en el límite de velocidad y condujo de manera muy responsable. Lo cual impresionó y molestó a Isobel, porque la pulsación entre sus piernas solo empeoraba con cada kilómetro que pasaba.

Pasaron quince minutos antes de que finalmente entraran a un largo camino de gravilla. Isobel se mordió el labio, sintiendo cada vez más aprensión cuando se dio cuenta de cuán lejos estaba la casa de Hunter. En cualquier otro momento, habría dicho que seguir a un hombre desconocido de regreso a su casa en medio de la nada era una idea realmente estúpida. Pero todos en la ciudad conocían al tipo. Y los vieron partir juntos.

Por otra parte, si él era el consentido de la ciudad, entonces sería el último sospechoso de ser un asesino en serie. ¿Y si su fachada de buen tipo era su forma de atraer mujeres? En ese caso, si alguien le preguntaba, él podía simplemente decir que Isobel estaba de paso si no aparecía a la mañana siguiente. No es como si alguien del refugio de caballos la estuviera esperando. No había encontrado la forma de llamar con anticipación ya que había dejado el teléfono. Además, por la forma en que Rick, el maestro de establos que cuidaba a su caballo Botones en la casa de verano en Nuevo Hampshire, había descrito el refugio, siempre necesitaban ayuda. Estaba en un lugar remoto y el pago no era mucho más que alojamiento y comida. Planeaba solicitar el trabajo en persona mañana.

¿Y no acababa de pensar en cómo siempre le ocurrían los peores escenarios? Con la suerte que tenía, era posible que el tipo agradable del bar resultara ser en realidad un psicópata con una tendencia a cortar chicas de pelo oscuro en pedacitos y…

La luz del pórtico se encendió y pudo ver a Hunter de pie junto a la puerta principal de su casa, la cual estaba ligeramente entreabierta. Obviamente la estaba esperando, pero parecía que podía sentir que estaba dudando de su decisión de seguirlo. Y no estaba apresurándola. Solo se quedó allí esperando. Permitiéndole elegir si entrar o poner la reversa e irse.

Respiró hondo. Está bien, tal vez su cerebro paranoico le estaba dando rienda suelta a su imaginación.

Tomó la cartera, salió del auto y caminó hacia la casa.

—Para tu información —dijo cuando se acercó—, llamé a una amiga, le di tu dirección y le dije que llamara a la policía si no me comunico con ella mañana por la mañana. —Él no necesitaba saber que era mentira.

Hunter inclinó la cabeza.

—Me parece bien. Quiero que te sientas lo más cómoda posible.

Hizo un gesto hacia la puerta principal y después de que ella pasó a su lado, le colocó la mano en la espalda baja. La siguió hasta adentro de la casa. Tan pronto como cerró la puerta detrás de ellos, le enterró la nariz en la nuca, donde le llegaba el pelo hasta los hombros. Se le puso la piel de gallina inmediatamente en los brazos.

—Tienes una casa encantadora —apenas logró decir; su respiración se cortó cuando él le apartó el pelo lentamente y comenzó a dejarle ligeros besos en la base del cuello. Era muy gentil, con labios tan deliciosamente suaves que apenas hacían contacto alguno.

Lo de la casa no lo decía por complacer. Era una cabaña grande con una sala de estar y cocina de concepto abierto. El cielorraso era alto con un techo inclinado a dos aguas y había un desván en el segundo piso donde ella asumía estaban los dormitorios. Era un espacio sencillo pero clásico que, como su camioneta, parecía adecuado para su propietario.

Y hablando del rey de Roma… Hunter apartó sus labios y pasó a masajearla con esas grandes y gloriosas manos suyas. Ella se dejó caer sobre él mientras le soltaba nudos de los hombros que ni siquiera se había dado cuenta que tenía.

—Dios, qué increíble se siente —gimió.

—Necesito tocar tu piel.

Un estremecimiento le sacudió el cuerpo ante el susurro.

Isobel comenzó a caminar hacia la escalera al otro lado de la cabaña, pues habían entrado por la puerta trasera y la escalera estaba cerca de la entrada principal, pero Hunter la detuvo por los hombros con las manos.

—Levanta —le instó a que subiera los brazos por encima de la cabeza. Como si quisiera arrancarle la camisa ahí mismo, en medio de la sala de estar bien iluminada.

Apretó los brazos contra los costados.

—El dormitorio —dijo, tratando de ir en esa dirección nuevamente, donde se aseguraría de que las luces estuvieran apagadas.

Pero él solo negó con la cabeza y le levantó la parte inferior de la camiseta de algodón. Ella esperaba que se la arrancara de un solo golpe. La había besado con mucha urgencia junto al auto en el bar.

Sin embargo, le levantó la camisa lentamente y con los dedos le recorrió cada centímetro traicionero del estómago mientras se la subía. Para cuando llegó a sus senos, se le cortaba la respiración por los jadeos.

Tenía la mente hecha un desastre de pensamientos conflictivos, desde: «¿Podía sentir lo suave y blanda que tenía el estómago?» hasta: «Dios mío, se sentía tan pero tan bien, sí...».

—Lentamente —le susurró al oído desde atrás—. Respira más lentamente. Quiero sacar cada gramo de placer posible de tu cuerpo esta noche. —Le rozó las puntas de los pezones con los pulgares a través del sostén y se le cortó la respiración.

—Ah, ah, ah —la reprendió—. Respira profundo. —Le hizo la demostración por la espalda, con la camisa apenas levantada por encima de los senos. Pero ella se lamió los labios y trató de complacerlo porque cada roce le decía que este hombre sabía lo que estaba haciendo.

Respiró profundo e intentó calmar todas las preocupaciones que tenía sobre su cuerpo. Obviamente le gustaba lo que estaba tocando, por lo que le indicaba su erección.

«Eso es solo porque no te ha mirado bien. Está parado detrás de ti ahora mismo. Si viera lo feo e hinchado que está tu estómago después de comer esa hamburguesa, habría salido corriendo…»

No. Apagó la voz de su cabeza que sonaba muy parecida a la de su madrastra. Ella ya no era esa Isobel. Había dejado a esa Isobel atrás en Nueva York.

—Bien, y ahora exhala.

Soltó la respiración antes de que él terminara la oración. La guió a través de varias rondas más de respiraciones y luego, una vez que lo dominó, le retiró lentamente la camisa.

Esta vez, cuando le sacó la camisa por los brazos, no se resistió. Le acarició los antebrazos con los pulgares mientras le bajaba los brazos y dejó caer la camisa al suelo. Nadie le había prestado tanta atención a cada detalle de su cuerpo.

—Tu piel —susurró con reverencia, frotándole el punto de pulso interno de la muñeca con el pulgar—. Es tan suave.

Dios, la estaba volviendo loca. No pudo soportarlo más. Se giró en sus brazos para estar pecho contra pecho. Se sintió peligroso hacerlo, ya que ahora sí podía verla por completo, pero necesitaba mirarlo a los ojos.

Se dio cuenta de que lo había sorprendido, pero la sonrisa que le mostró rápidamente le hizo saber que no fue inoportuno. Le echó los brazos al cuello y se puso de puntillas para besarlo.

Unos fuertes brazos le rodearon la cintura y él la levantó a pesar de que sus bocas estaban unidas. Enredó la lengua con la de ella. Sin embargo, a diferencia de lo que había pasado en el estacionamiento, esta vez profundizó el beso solo un poco. Cuando la punta de su lengua chocó con la de ella, Isobel juraría que sintió que mil voltios de electricidad habían sido disparados directamente a su sexo.

Él debió haberlo sentido también porque, cuando Isobel cayó en cuenta, la había acorralado contra la pared. Podía sentir todo su cuerpo: los fuertes brazos que la abrazaban, una lengua insaciable, la erección que la presionaba a través de los vaqueros.

Gimió en medio del beso y levantó primero una pierna para envolverla alrededor de su cintura y luego la otra, hasta que estuvo a punto de montarlo. Él le colocó una mano debajo del muslo, subiéndola aún más.

Le entrelazó los tobillos alrededor de la espalda y frotó la pelvis contra su erección. Él empujaba las caderas mientras ella se movía sobre él.

Ella rompió el beso y echó la cabeza hacia atrás porque, Dios mío, sí, ese era el lugar. Mierda. Movió las caderas aún más descaradamente.

Hunter llevó la boca a su cuello, dejando besos de boca abierta por todas partes. Ni siquiera le importaba si le estaba haciendo un chupón porque la estaba llevando hasta la cima, se sentía tan bien…

La estaba sosteniendo por debajo de los muslos, pero cuando se inclinó para presionarla contra la pared con el cuerpo y frotó su pene, duro como una roca, contra el lugar donde ella más lo necesitaba, subió las manos y le apretó el trasero con todas sus fuerzas.

Y, mierda, fue demasiado erótico. Especialmente considerando cómo le enterró el rostro en el pecho y le mordisqueó los pezones ya endurecidos. Pero no tuvo muy buen acceso a ellos y eso debió haberlo frustrado porque, al momento siguiente, la apartó de la pared.

Para luego cargarla. Dejó escapar un chillido de sorpresa y el placer se disipó como una burbuja mientras se aferraba a él. Seguro sentía perfectamente lo pesada que estaba.

—Bájame, puedo caminar.

La ignoró y la llevó al centro de la sala. Finalmente, dejó que sus pies tocaran el suelo e inmediatamente la jaló hacia la alfombra suave con él.

Hunter la empujó hacia atrás para que se acostara y comenzó a quitarse los vaqueros. Se cubrió la cara con las manos. Como un niña pequeña, pensó que, si ella no podía verlo, entonces él tampoco podría verla a ella. Ni a su celulitis.

No pudo evitar que todo el cuerpo se le tensara cuando terminó de quitarle los vaqueros de las piernas. Por todos los cielos, esta era una mala idea.

No era una Isobel nueva.

Era la Isobel vieja. Siempre lo sería. Miserable, insegura, gorda y…

—Oye, ¿estás bien? —Hunter, con su gran mano, le retiró una de las suyas de la cara. Mostraba preocupación a través de sus atractivos rasgos.

—Excelente —chilló ella.

Demonios, el chico súper ardiente estaba viendo exactamente el desastre de loca que era ella. No sabía ni la mitad. Probablemente había una orden de arresto a su nombre en Nueva York en ese mismo momento.

—Podemos parar. —Le acunó la mejilla—. Sin presiones. Podemos hacer lo que quieras. —Tenía el ceño fruncido por la preocupación—. ¿Quieres parar?

Le intentó retirar la mano del rostro, pero ella la agarró y la mantuvo en su lugar, girando la cabeza hacia ella y plantando un beso en la palma. Esta era la primera cosa que la hacía sentir bien, que se sentía correcta, en meses.

—No quiero parar.

Salió como apenas un susurro. Fue todo lo que pudo decir en ese momento. Pero no quería parar. No quería ser la Isobel vieja.

Se levantó del suelo y le dirigió el rostro al suyo. Tan pronto como sus labios se tocaron, sintió que la chispa que se había apagado por sus obsesiones volvía a la vida. Cerró los ojos y se perdió en el beso.

—Joder, eres hermosa —susurró mientras la besaba en los labios y luego se movía del cuello hasta la oreja—. Tan endemoniadamente hermosa.

Isobel frunció el ceño automáticamente. Sonaba sincero. Sin embargo, por un momento, solo un momento, casi podía creerle. Sus palabras eran perfectas. Él era perfecto.

Con los ojos aún cerrados, le tomó la otra mano y la llevó más allá de su vientre y hacia su sexo. Tan pronto como la tocaron sus dedos y le comenzó a dibujar círculos en el clítoris y a jugar con él a través de la delgada tela de sus bragas, gimió y arqueó el cuerpo para sentirlo más.

Después de unos momentos, se retiró. Isobel se atrevió a abrir los ojos y fue recompensada al ver a Hunter sacándose la camisa. Se le cortó la respiración. Era musculoso de manera normal, no como si fuera al gimnasio por horas al día. Eran músculos de los que se obtienen a través de trabajo duro diario. Isobel lo imaginó levantando fardos de heno y cargando equipo pesado todo el día.

Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para detenerse y admirarlo, porque casi de inmediato, él se dejó caer y prosiguió el trabajo con su boca, besándola en el estómago desde justo debajo del sujetador hasta… Se le detuvo la respiración cuando llegó a la parte superior de sus bragas.

Dios mío, ¿acaso iba a…?

—Espera —chilló, juntando las piernas y haciéndolas a un lado cuando movió la lengua por la costura superior de su ropa interior—. No tienes que hacer eso.

Pero cuando Hunter alzó la mirada, tenía una sonrisa perversa en el rostro.

—Quiero hacerlo. —Se inclinó y le enterró la nariz en la entrepierna—. Joder, ¿sabes lo bien que hueles?

Isobel sintió que las mejillas le ardían de calor. ¿De verdad iba a…? ¿Hablaba en serio o solo intentaba…?

Le abrió las piernas y metió la cabeza entre ellas. Estuvo a punto de objetar de nuevo, pero esa traviesa lengua suya había vuelto a las andadas, justo donde su muslo se encontraba con su sexo. Se estremeció y comenzó a cerrar las piernas otra vez, pero él se las separó fácilmente de nuevo.

Le metió uno de los dedos por debajo de la costura de la ropa interior, le recorrió la vulva hinchada y se introdujo muy ligeramente dentro de ella. Ella chilló ante la sensación.

En algún lugar muy profundo de su mente, se veía a sí misma como una ballena varada, tumbada en medio del piso de la sala de estar de Hunter así, con las piernas flácidas abiertas de par en par. Pero el resto de su cerebro estaba siendo consumido por neuronas de placer.

Apartó su ropa interior y siguió con la lengua el camino que su dedo acababa de trazar. Pero luego se alejó de nuevo. La estaba volviendo loca. No reconoció su voz cuando estiró las manos y las enterró en sus rizos de color marrón oscuro.

—Hunter, por favor —rogó—. Por favor.

—¿Por favor qué? —preguntó él y pudo sentir el calor de su aliento a través de sus bragas húmedas. Tan cerca como tenía el rostro, seguro lo inundaba el olor de su excitación.

—Tócame. —No pudo evitar los quejidos que colmaban su voz. Pero tampoco podía soportar más provocaciones.

Él le tomó la parte interna de los muslos justo por encima de las rodillas y comenzó a masajear por el camino donde su lengua continuaba su tortura.

—Te estoy tocando —expresó.

Agarró un puñado de su cabello grueso.

—Tócame el… —tragó grueso. Dios, ¿realmente iba a hacer que se lo dijera?—. Tócame el coño. Lámeme el coño.

Le apretó los muslos y enterró el rostro en su sexo ante sus palabras, absorbiéndola y mordiéndole el coño.

Gimió, casi alcanzando el orgasmo por el contacto después de tantas provocaciones. Él le bajó la ropa interior de las caderas. Ella alzó el trasero del suelo para ayudarlo y al siguiente momento tenía las bragas por las rodillas.

Y luego, finalmente, estaba hundiendo la cara en su área más íntima. La devoró sin reparo, como si quisiera tener la boca en todas partes a la vez. Le lamía los labios y le chupaba el clítoris un momento y al siguiente le metía la lengua profundamente en su entrada, luego enterraba el rostro hasta lo más profundo que podía de su coño como si no pudiera saciarse.

Isobel no pudo callar los ininteligibles gemidos agudos que le salieron de la garganta. Ella nunca… Jason nunca… Siempre le decía que no era higiénico. Que olía a pescado allí abajo. Eso había causado que se sintiera paranoica cuando estaba con él; usaba todo tipo de productos para asegurarse de que le oliera a limpio y fresco siempre que sabía que pasarían la noche juntos.

Pero tenía un par de días sin ducharse y, aun así, Hunter la lamía como si nunca hubiera probado algo tan dulce. Y al tener su boca allí, su lengua, moviéndose así…

Gritó y desvergonzadamente empujó la pelvis hacia su cara.

—¡Dios mío, sí! —exclamó—. Cómeme. ¡Cómeme tan jodidamente bien!

Nunca en su vida había hablado tanto durante el sexo, pero nunca antes había tenido sexo en una cabaña en medio del bosque.

Era liberador poder gritar sus deseos más obscenos a todo pulmón. Dejó caer las manos sobre la alfombra suave debajo de ellos y arañaba las fibras de la alfombra mientras el placer aumentaba más y más. Veía puntos blancos a medida que… Dios mío, ¿cómo era que se sentía tan…?

—¡Ya viene, ya viene!

Hunter se apartó de su postre el tiempo suficiente para decir:

—Déjame escucharte.

Y luego le asió el trasero con las manos para atraerla aún más bruscamente hacia su rostro.

Arqueó la espalda, levantando los senos, y así lo hizo. Lo dejó escuchar cada momento de su creciente placer a medida que se acercaba cada vez más al límite.

—Dios mío, Dios mío, Dios mío…

Pero no fue hasta que sintió uno de sus dedos presionándole la entrada trasera que realmente se volvió loca. Nadie la había tocado allí nunca. La presión se sentía tan indebida e incorrecta y… ¡oh!

—¡Hunter! —gritó su nombre, mientras él hacía pasar el dedo por el anillo de músculos y lo introducía en su trasero. La penetró con la lengua al mismo tiempo, justo antes de lamer y quedarse sobre el clítoris, chupándolo con todas sus fuerzas. Ella le agarró la cabeza y le empujó el rostro hacia su coño cuando acabó tan fuerte que pensó que iba a desmayarse.

«Ohhhhhhhhhhh», maldición, seguía y seguía y…

Frotó la pelvis contra la cara de Hunter una y otra vez y…

Oh, mierda, ¿acaso podía respirar? Le soltó el cabello y se dejó caer al suelo, completamente mortificada. Esperaba que se alejara jadeando y enojado, pero él continuó con sus movimientos, todavía chupándole sin piedad el clítoris pulsante.

Sintió temblores por las piernas y volvió a gritar. Cuando finalmente se apartó y se limpió la boca con el antebrazo, le ardía la mirada con pasión mientras la contemplaba de arriba abajo. En cualquier otro momento, que un hombre la examinara desnuda habría puesto sus inseguridades a toda marcha, pero después de ese orgasmo, Dios, solo podía mirar a Hunter a través de un placer perezoso y distraído.

Y maldición, vaya que era un regalo para la vista. Especialmente ahora que estaba ocupado quitándose los vaqueros y el bóxer ajustado, para revelar un pene verdaderamente hermoso. Era un poco más corto que el de Jason, pero más grueso. Su sexo se apretó con anticipación de tan solo mirarlo.

Quería tocarlo.

Quería lamerlo.

Se levantó para tocarlo, pero Hunter se apartó de su alcance, y gimió:

—No te muevas. —La miró y mantuvo un dedo en el aire mientras se ponía de pie—. Lo digo en serio. No muevas ese culo hermoso ni un centímetro.

—¿Qué vas a…?

—Ya vuelvo. Ni un centímetro.

Le recorrió el cuerpo con los ojos, sacudió la cabeza y dejó escapar un silbido como si no pudiera creer la suerte que tenía de que ella estuviera allí con él.

Lo cual era ridículo.

Pero luego trotó hacia el otro lado de la habitación hacia las escaleras, su culo firme era un excelente paisaje mientras avanzaba. Desapareció en la esquina para subir las escaleras.

Isobel se dejó caer sobre la alfombra, con todo el cuerpo débil. Sin embargo, al segundo siguiente, empezó a frotarse los muslos. Quería más. Lo cual era una locura. Apenas conocía a Hunter y hasta donde ella sabía, era la última persona en la tierra que se consideraría como «hambrienta de sexo». Pero, maldición, ese había sido el mejor orgasmo que había tenido en mucho tiempo. Apretó su sexo, sintiéndose vacía.

Cuando oyó los pies de Hunter bajando por las escaleras, se apoyó sobre los codos y se mordió el labio con anticipación. Particularmente cuando vio que sostenía no solo un condón, sino toda una tira de ellos.

Esbozó una enorme sonrisa. Tanto por la cantidad que había traído como por el hecho de que no había sacado uno de la billetera, como si hubiera ido al bar con la intención de tener sexo. Entonces enarcó una ceja.

—Alguien se siente ambicioso.

—Para nada —sonrió—. Simplemente estoy inspirado.

También sostenía una esponjosa manta azul oscuro. Isobel se la arrebató cuando se acercó lo suficiente, cubriendo rápidamente su desnudez con ella. Había sido valiente; no se inmutó a medida que él caminaba hacia ella mientras estaba completamente expuesta. Pero se sintió mejor de inmediato al tener con qué cubrirse.

Hunter solo la miró con el ceño fruncido.

—¿Tienes frío? —Le sonrió con malicia—. Porque me encantaría calentarte. —Se dejó caer a su lado e inmediatamente le atrapó la boca con un beso profundo.

Metió la mano por debajo de la manta y la levantó por la cintura como si no pesara nada. Ella chilló cuando él la acomodó sobre sus muslos, con las piernas a horcajadas sobre su cintura. Su pene grueso yacía erecto y duro entre ellos. No podía quitarle los ojos de encima y Hunter lo flexionó para que saltara.

Se mordió el labio y lo miró a los ojos al estirar la mano derecha para acariciarlo de arriba abajo.

Él siseó en el momento en que ella lo tocó y todo el cuerpo se le puso tenso cuando lo envolvió con su pequeña mano.

—Maldición, Isobel. —Se inclinó y le mordisqueó el hombro—. Quiero estar dentro de ti. ¿Puedo estar dentro de ti?

Cuando alzó la mirada hacia ella, con el pene todavía en la mano, lucía tan vulnerable que le hizo sentir una presión en el pecho. Como si estuviera pidiendo más que solo tener sexo con ella.

No confiaba en su voz, así que solo asintió. Él no le quitó la mirada de encima mientras alcanzaba los condones. Ella pasó el pulgar por la cabeza bulbosa de su pene y se le tensó el cuello, marcándosele la vena. Se le escapó una gota de líquido preseminal y ella la frotó alrededor de su miembro. A Hunter le temblaban las manos mientras destapaba uno de los condones y luego se lo colocó en el pene.

Isobel se mordió el labio cuando se lo quitó de las manos y lo extendió sobre su longitud. Luego, antes de que aparecieran las dudas, se subió a sus muslos y lo colocó en su entrada.

Él llevó las manos hasta su cintura, guiándola mientras se sentaba en su pene. No la dejó ir demasiado rápido. En cambio, la bajó poco a poco, con la cabeza de su vara presionando a través de los labios. Se movía tan lentamente que ella pudo notar cada sensación mientras se introducía y la estiraba.

Jadeó fuertemente debido a su tamaño. Tenía razón: lo tenía más grueso que Jason. Pero la sensación era de una plenitud muy deliciosa. Abrió las piernas aún más para recibirlo mejor.

Él gimió bajo mientras deslizaba el pene a lo largo de sus paredes internas. Pero luego se detuvo.

—Isobel, abre los ojos.

Abrió los ojos de golpe. Ni siquiera se había dado cuenta de que los había cerrado.

No estaba preparada para lo que vería: Hunter estaba con la boca ligeramente abierta, las fosas nasales dilatadas y los ojos llenos de lujuria. Y tenía toda su atención enfocada en ella al mismo tiempo que se introdujo hasta el fondo.

—Mírame —exhaló. Fue tan intenso que no pudo soportarlo después de unos segundos y cerró los ojos. Se inclinó para besarle el cuello, pero él se quitó y, con la mano, le subió la barbilla—. Mírame —repitió, embistiendo al mismo tiempo que la sostenía por la cintura. Tensó el rostro de placer al estar completamente dentro de ella.

Se detuvo de nuevo, rodeándole la cintura con una mano y colocándole la otra por debajo del hombro, y presionó el pecho contra sus senos hasta que no hubo espacio entre ellos. Isobel literalmente nunca había estado tan cerca de otra persona en su vida. Jason nunca la abrazó tanto cuando hacían el amor. Dios, incluso cuando respiraba, el pecho de Hunter se movía con ella.

Los ojos le brillaban. Eran azules como acianos y se movían de un lado a otro mientras la miraba. Su rostro estaba tan serio, con el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera tratando de entenderla.

Ella seguía esperando que comenzara a moverse. Por otra parte, estaba arriba, ¿quizás le tocaba a ella hacerlo? Nunca había tenido sexo en esta posición, pero solo porque él la hubiera estado dirigiendo hasta el momento no significaba que debía esperar que hiciera todo el trabajo. Sin embargo, cuando trató de levantarse de su pene, la atrapó con más fuerza por la cintura para mantenerla en su lugar.

Ladeó la cabeza hacia un lado, confundida, pero él simplemente dijo:

—Tranquila. Solo sigue mirándome.

Ella lo miró.

Y se sintió incómoda.

¿En qué momento la gente se sentaba y se miraba a los ojos por más de cinco segundos? Aparte de cuando era niña y jugaban ese juego en el que intentabas no pestañear. Hablando de eso, ¿cuándo pestañeó por última vez?

Pestañeó. Y luego lo volvió hacer. Mierda, ahora todo lo que podía pensar era en pestañear.

Bien, esto se estaba poniendo realmente incómodo.

De hecho, estar ahí desnuda con el pene de este extraño dentro de ella y solo mirarse el uno al otro, sin los besos frenéticos, las caricias, los jalones y el inminente orgasmo para distraerla… Dios, ¿cuánto tiempo habían estado mirándose el uno al otro ya? ¿Un minuto? ¿Cinco?

¿Acaso su cuerpo lo hacía sudar al estar tan cerca? ¿Tenía mal olor? Se había dado un baño con esponja en una estación de servicio en Colorado, pero eso había sido temprano esta mañana.

¿En qué estaba pensando mientras la miraba? ¿Estaba pensando en pestañear?

Comenzó a esperar que pestañeara.

Pero solo parecía pestañear en intervalos regulares. Como una persona normal. Porque no era una loca demente que se obsesionaba con la frecuencia en la que parpadeaba mientras tenía sexo con alguien.

A medida que pasaban los segundos, y él seguía mirándola, nunca se había sentido más desnuda en su vida, a pesar de que solo la miraba a los ojos. De cierta forma, era aún más aterrador que llegara a verle la celulitis. Porque no tenía dónde esconderse. Se sentía tan íntimo o incluso más que el pene que tenía dentro de su cuerpo.

Reza el dicho que los ojos son la ventana del alma. Si eso era cierto, ¿acaso podía ver el maldito desastre que ella era?

—Ha pasado tanto tiempo desde que… —Casi saltó cuando él finalmente habló, a pesar de que su voz era baja. Y luego estuvo en silencio por tanto tiempo que pensó que no iba a continuar. Al final, lo hizo, sin romper el contacto visual—. He extrañado tener intimidad con otra persona. Luego de pasar cierto tiempo solo, una parte de ti comienza a sentirte muerta por dentro. Al no tener este tipo de conexión…

Movió el pene dentro de ella, pero también levantó las manos de ambos, enfrentando las palmas, y entrelazó los dedos. Luego, sacudió la cabeza.

—…Es como estar sediento y no tener nada que beber. Pueden pasar meses y tal vez años y puedes estar rodeado de personas, puedes moverte sin parar todo el día, pero estás muerto. Te quedas sin energía.

—Entonces, ¿necesitas buen sexo para recargar baterías?

Su pene saltó ante sus palabras y se rio entre dientes, con ojos tan brillantes como su sonrisa.

—Algo así.

Estaba contenta de poder hacerlo sonreír. Era algo intenso, pero le gustaba. Con respecto a lo que había dicho: sí se sentía increíble conectarse realmente con otra persona. No solo de mentiras, sino experimentar una verdadera intimidad… Joder, no podía recordar la última vez que sintió eso.

Las cosas con Jason nunca fueron realmente… Simplemente no… No habían sido así. Había tantas actitudes alarmantes que se había negado a ver por lo que eran. Y su papá… Tragó grueso. Habían sido cercanos cuando era pequeña, pero desde que Catrina se mudó con él, lo había obligado a elegir entre las dos.

Y él nunca eligió a Isobel. Nunca le creyó cuando le contó las cosas horribles que Catrina le decía. No después de que la evaluó el doctor Rubenstein y este le dijo a su padre que era normal que los niños «se rebelaran» cuando se introducían cambios significativos en un hogar.

Ella era tan solo una niña y nadie nunca se tomaba lo que los niños decían en serio, eso fue lo que se dijo a sí misma a lo largo de los años para poder perdonar a su padre y tener algún tipo de relación con él. Pero, maldición, todavía le dolía. Era su hija. Su propia sangre.

Antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo, una lágrima corrió por su mejilla. Apenas lo notó cuando Hunter extendió la mano y se la limpió con el pulgar. Y luego se asustó porque tenía su pene dentro de ella y estaban…

Se ruborizó y giró la cabeza, intentando apartarse de su regazo. Pero él la apretó con los brazos más fuerte que nunca.

—No lo hagas. No tienes que temerle a nada de lo que sientas aquí —murmuró, acercándola tanto que estaban unidos, del torso al pecho, con las narices a unos centímetros de distancia. Cuando él exhalaba, ella inhalaba.

—¿Qué quieres…?

—Siéntelo. —Sus ojos buscaron los de ella—. No tiene nada de malo. Estar triste. Estar feliz. Todo está bien aquí. Maldición, ¿sabes cuánto tiempo deseé que hubiera un solo lugar donde pudiera ser verdaderamente honesto? ¿Un lugar donde pudiera sentir algo real? —Luego comenzó a besarla de nuevo, con besos ligeros como plumas en el costado de la cara, en la sien y la coronilla.

Y luego, finalmente, finalmente, sus labios llegaron a los de ella. No fueron besos suaves ni exploradores esta vez. No, la besó profundamente, la abrazó y la atrajo hacia él como si estuviera desesperado por ella. Si antes compartían una respiración, ahora era como si estuvieran tratando de compartir un cuerpo.

Enredó la lengua con la de ella, dominante e implacable. Ahora la sentía, esa sed de la que estaba hablando. Estaba bebiendo de ella como si exigiera que lo saciara.

Le abrazó la espalda baja con las piernas y él la levantó por el culo para que estuviera mejor posicionada en su regazo. Luego la guió de arriba abajo sobre su pene erecto. Una vez. Dos veces.

Gimió sobre su boca. Él la aferró por la cintura antes de mover las manos por su caja torácica y hacia sus senos y luego las bajó nuevamente. No pudo evitar jadear ante el leve roce de los pulgares sobre sus pezones, arqueándose hacia él y echando la cabeza hacia atrás.

Dios, joder, se sintió tan…

Antes de que pudiera terminar el pensamiento, él llevó las manos por detrás de su espalda para desabrocharle el sostén. Lo ayudó a sacárselo e inmediatamente llevó la boca a su seno izquierdo, moviendo la lengua de un lado a otro sobre el pezón endurecido. No pudo evitar el chillido agudo que salió de su garganta, porque si pensaba que se sentía bien hace un segundo con el más mínimo toque de sus pulgares, maldición, no tenía idea…

Movió las caderas, inquieta y con fuerza, mientras él cambiaba al otro seno. Necesitaba que volviera a moverse.

¿Quería sentir algo real?

Pues, lo que ella realmente quería era que él la follara. Fuerte y duro.

Se inclinó hacia la cabeza enterrada en su pecho y lo agarró por el cabello.

—Fóllame, Hunter —le gruñó en el oído—. Necesito que me folles. Que me folles muy sucio.

Le mordió el pezón como respuesta. Jadeó y se arqueó hacia él. Dios mío, sí. Él reaccionaba cada vez que le decía las cosas que quería que le hiciera. La estaba volviendo loca. Era hora de ver si ella podía hacer lo mismo con él.

—Deja de provocarme. ¿No sientes lo mojada que estoy alrededor de tu pene? Necesito que me folles. —No tenía idea de dónde provenía la confianza para exigir esas cosas en voz alta. Pero cuanto más las decía, más audaz se sentía—. Lo necesito duro, Hunter. Fóllame duro, por favor…

Con un rugido, Hunter los volteó para que la espalda de ella estuviera sobre la alfombra suave. Su pene se había salido al moverse, pero rápidamente se volvió a posicionar y la embistió con todas sus fuerzas, golpeando un lugar tan delicioso, Dios mío, se sentía tan delicioso.

Estaba dentro de ella. Dentro. Maldición, .

—Mírame —gruñó la orden mientras se salía y se volvía a introducir, tan fuerte que la aprisionó contra el suelo.

—Dios mío, Hunter. Así. Más fuerte.

Se le dilataron las fosas nasales y movió la pelvis hacia atrás para luego embestir nuevamente. Cada vez que golpeaba ese lugar dentro de ella que… Ella nunca… No sabía que podía sentirlo…

—¡Más!

Él le dio más, haciéndola suya sin piedad y muy sucio; sus testículos la golpeaban con cada estocada. El sudor hizo que sus cuerpos se volvieran resbaladizos y los gemidos de ella resonaban por las paredes de la cabina. Contraía su sexo con tanta fuerza como podía a su alrededor. Apretaba. Soltaba. Apretaba.

Él maldijo y su ritmo se volvía cada vez más rápido y más frenético. Con cada embestida, frotaba la ingle contra su clítoris mientras que con su pene también golpeaba ese lugar profundamente dentro de ella. El placer encendió cada nervio por debajo de su cintura y le apretó con fuerza el pene mientras soltaba gemidos cada vez más y más agudos.

Gritó cuando el orgasmo recorrió su cuerpo.

Él se apoyó en el codo para poder rodearla con ambos brazos. La apretó contra él y la embistió más profundamente que nunca. Todavía estaba en la cima del orgasmo cuando él rugió con los dientes apretados y se introdujo hasta el fondo dentro de ella.

Ella extendió las manos y lo agarró por las nalgas flexionadas, no queriendo perder un momento de la experiencia compartida. Él se echó hacia atrás y luego empujó de nuevo, con el rostro contorsionado por el agonizante placer.

Durante un precioso segundo, alcanzaron el punto máximo juntos.

Y luego relajó el cuerpo sobre el de ella. Tan solo unos momentos antes su cuerpo se había tensado como un arco, pero ahora se había quedado casi completamente inmóvil, saliendo de ella y rodando para estar a su lado. Pero no la soltó. Simplemente la arrastró con él para abrazarla contra su pecho; el cuerpo de ella estaba unido a su lado como si fuese cemento.

A ella no le molestó. Estaba contenta, de hecho. Después de una experiencia tan intensa… Mierda, eso había sido…

—Vaya —susurró.

Él la apretó y se echó a reír. Podía oír la risa retumbar a través de su pecho, sobre el cual apoyaba la cabeza.

—Ni que lo digas. —Sonaba tan maravillado como ella.

Ella relajó su propio cuerpo ante esas palabras. Había pensado que tal vez el sexo siempre era así para él. Se movía con tanta facilidad que no pudo evitar preguntarse si era un dios del sexo que se llevaba una mujer diferente a casa cada dos noches para calmar su «sed». Esas mujeres probablemente eran mucho más bonitas y delgadas que ella.

Luego cerró los ojos con fuerza. Dios, no necesitaba preocuparse por eso. Podía disfrutar el momento por lo que era sin analizarlo hasta la locura.

Todo lo que quería era una noche para relajarse.

Para celebrar su nueva libertad. Su nueva vida.

Además, no estaba ni un poco lista para involucrarse en otra relación justo después de terminar con Jason. Igual, no es como si una aventura de una noche llevara a una relación. Internamente puso los ojos en blanco y se hundió contra el pecho cálido y musculoso de Hunter. Rodeó con el brazo su amplio cuerpo. Después del año que había tenido, se merecía esta noche y disfrutar del pedacito de cielo que era Hunter Dawkins.

Se quedaron allí en silencio. Ella habría pensado que se había quedado dormido de no ser por la mano que le dibujaba patrones en la espalda. Parecía contento de estar simplemente acostado allí, acurrucado con ella.

Al igual que el intenso sexo que acababan de tener, su ternura amenazaba con romper la determinación de que ella había llegado a la conclusión de que esto era solo una aventura casual de una noche.

Y no podía permitir eso. Era muy consciente de lo frágil que estaba en ese momento.

Antes de irse de Nueva York, se había detenido en una farmacia y había recargado su receta: píldoras que sabía que sí eran el medicamento real y un suministro de noventa días para que no tuviera que preocuparse por un tiempo, y ya se había estado sintiendo mejor en los últimos días. Pero, aun así, sabía que, cada vez que tenía un cambio de medicamento, normalmente tenía que esperar un par de semanas o hasta un mes para que surtieran efecto, y, ¿quién sabía qué demonios le había estado administrando Catrina que todavía tenía que sacar de su cuerpo?

Todo lo cual significaba que no podía confiar en ninguna de las emociones que sentía en este momento, sin importar la intensidad de lo que sentía por el hombre con el cual estaba acurrucada.

Entonces, decidida a mantener la informalidad de las cosas, se volvió hacia él y le mordisqueó el pecho, sonriéndole cuando dio un salto sorprendido y la miró.

Ella arqueó una ceja.

—No me digas que ya terminaste conmigo. —Hizo un gesto con la cabeza hacia el resto de los condones que había traído—. Después de todo, viniste muy bien preparado. Sería una pena desperdiciarlo.

Se le dilataron las fosas nasales y sonrió de medio lado.

—Fui un Eagle Scout.

—Vaya. Qué impresionante.

—Me gusta impresionar. —Estaba todo sonriente ahora.

Se sentó y se apartó de él, llevándose la manta con ella y dejándolo desnudo. Se colocó el puño debajo de la barbilla y lo miró de arriba abajo, evaluándolo de manera exagerada.

—Bueno, Hunter el Eagle Scout, te doy un diez de presentación y digamos un… —Frunció los labios—, un ocho punto cinco de rendimiento.

Fue tal su sorpresa que casi se le salen las cejas de la frente.

—¿Apenas un ocho punto cinco?

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