Hope

Hope


Primer acto » Capítulo 21. El peor día del mundo

Página 24 de 84

C

A

P

Í

T

U

L

O

2

1

E

l

p

e

o

r

d

í

a

d

e

l

m

u

n

d

o

Nunca había experimentado el miedo y no sabía qué hacer con él. Me había dejado paralizado —más de lo habitual—, expectante, anulado. No había nada que pudiera hacer para aplacarlo. Ni gritar ni maldecir ni llorar. Sentía cómo me arrugaba el alma. ¿Cómo podía sacarlo de dentro?

Y hacia allí nos dirigíamos, justo al epicentro de mis temores, a aquella dirección. Hope llevaba consigo el vestido azul, una concha, una marioneta y una bonita historia. Estaba muy callada.

—El corazón me va rápido y lento a la vez —me dijo cuando apenas estábamos a unos metros de la casa.

—Vámonos, por favor, vámonos.

Hope respiró hondo y llamó al timbre. Miré hacia otro lado. No podía verla caer. Ese era mi miedo, que ella se rompiera, que jamás pudiera superarlo. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero yo me preguntaba cuánto tiempo necesitaría Hope para olvidar todo el dolor que habitaba en ella y si ese tiempo podría contabilizarse. Si alguien sería capaz de vivir tanto.

¿Hay un máximo de dolor que alguien puede soportar antes de oscurecerse, antes de dejar de sentir? ¿Cuánto le quedaba a Hope para rebasar el límite? ¿Cuándo se quebraría todo?

«Plof».

«Plof».

«Plof».

Caían globos azules llenos de un líquido viscoso que olía fatal, impactando contra nosotros. Después vinieron los huevos, seguidos de más globos. En las ventanas de la planta superior estaban asomadas las chicas, que se peleaban por ver quién ocupaba la ventana y tiraba más cosas. Reían mientras destrozaban las ilusiones de Hope y supe que nunca podría olvidar las expresiones de sus rostros.

No tuve fuerzas para indignarme ni decir una palabra, estaba derrotado. Solo podía pensar en que Hope no se rompiera. No quería que dejara de ser ella.

Hope alzó la vista y las miró con los puños apretados.

—¿Por qué? —preguntó, aun sabiendo que no podría escuchar una respuesta.

Miré hacia ellas. Yo me preguntaba lo mismo. Por una vez en mi vida quise una respuesta. Un porqué. Siempre imaginé que cuando quisiera de verdad una respuesta tendría que venir de una pregunta perfecta, bien estructurada. Y solo me salía un maldito «¿Por qué?». «¿Por qué ella?». «¿Por qué Hope?». «¿Por qué le hacéis eso?». «¿Por qué queréis humillarla?». Quise decirles muchas cosas, pero me ahorré todas mis palabras. No se las merecían y tampoco creí que llegasen a entenderlas jamás. Estaban dispuestas a romper a Hope, pero las que estaban rotas eran ellas.

Hope se dio media vuelta y caminó lentamente, alejándose de aquella casa, mientras seguían tirándole más huevos y globos. Se alejó con la cabeza muy alta, los puños apretados y la respiración contenida hasta que giramos a la izquierda en una calle y las perdimos de vista.

Entonces comenzó a correr.

Corrió tan rápido que agradecí que el cinto me sujetara firmemente para no perderme.

Cuando llegamos a la playa, el mar estaba calmado, apacible, y eso fue lo que acabó de romperla. Se acercó a la orilla y se derrumbó. Sus lágrimas se confundían con el agua que iba y venía empapándole la cara, el pelo se le pegaba al rostro y sus sollozos contrastaban con el graznido de las gaviotas. Me abrazó muy fuerte, rodeándose el estómago, y siguió llorando.

—Me duele —dijo, sin apenas conseguir que las palabras no se ahogaran entre todas sus lágrimas.

—A mí también, Hope, a mí también.

—Me duele —volvió a decir, apretándome todavía más fuerte.

—Algún día, todo esto solo será un recuerdo.

Ir a la siguiente página

Report Page