Hook

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¡Mala educación!

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Peter miró un momento a su hijo y luego se agachó para cogerlo en brazos. Jack se quitó el tricornio y se lo arrojó a Garfio en actitud de desdén. Con su hijo en brazos, Peter dio media vuelta y se marchó.

El Capitán los miró desconcertado.

—¡Un momento! ¿A dónde vais? —preguntó.

—A casa —respondió Peter serenamente.

Bajó del barco a toda prisa hasta el muelle, donde los piratas estaban en franca retirada y los Niños Perdidos dominaban la situación. Lo saludaron con gritos y vítores y se apiñaron a su alrededor mientras él se sentaba con Jack al pie de la pasarela. Maggie también corrió a recibirlo, y él abrazó a ambos niños, calmándolos con caricias y besos. Jack se soltó sólo el tiempo suficiente para quitarse la chaqueta que le había dado Garfio y arrojarla a un lado.

—¡Bangarang! —Gritaron los Niños Perdidos a uno y otro lado—. ¡El banquete de la victoria! ¡El banquete de la victoria!

—¿Dónde está Rufio? —preguntó Latchboy.

—Sí, ¿dónde está Rufio? —corearon los demás.

—Está muerto, ¿verdad? —preguntó Ace serenamente.

—¿Rufio está muerto para siempre? —intervino Too Small.

Peter intentó responder, pero las palabras se negaron a salir de su boca. Entonces, de repente, desde la cubierta de

Jolly Roger, Garfio gritó:

—¡Peter!

Peter se negó a mirar. Cogió a Maggie en brazos y con Jack y los Niños Perdidos apiñados a su lado, empezó a alejarse.

—¡Peter!

Ahora Garfio le gritaba, completamente fuera de sus casillas. Corrió hacia la escalera del alcázar.

—¡Peter, ven y lucha conmigo! ¿Me estás oyendo? ¿Qué haces? ¡No he terminado contigo, Peter Pan! ¿Esto es lo mejor que puedes ofrecer? ¡Estoy impresionado y consternado! ¡Qué falta de educación!

Maggie lo miró por encima del hombro de Peter.

—¡Necesitas una mamá desesperadamente! —le gritó a Garfio.

El Capitán llegó a la escalera del alcázar en el preciso instante en que Smee salía de su camarote con los pantalones llenos de los tesoros de Garfio y una bolsa rebosante, colgada del hombro. Se escabullía hacia el bote salvavidas cuando el Capitán lo descubrió.

—¡Smee! —rugió.

Smee quedó paralizado y cerró los ojos.

—¡Escalera! —bramó Garfio.

Smee volvió a abrir rápidamente los ojos y en sus facciones arrugadas apareció una sombra de alivio. Golpeó la cubierta con el pie y la madera desnuda de la escalera del alcázar quedó enseguida cubierta con una alfombra roja. Garfio miró fijamente hacia abajo sin pronunciar una sola palabra.

Smee esbozó una sonrisa tranquilizadora.

—Sólo estaba trasladando sus efectos personales, Capitán. Quería ponerlos a salvo y…

Garfio pasó por su lado como si él no existiera y se dirigió a la pasarela.

—¡No podrás librarte de mí, Peter! —chilló. ¡Tenía la cara tan roja como el abrigo!—. ¡Siempre seré tu peor pesadilla hecha realidad! ¡Nunca te librarás de mí! ¡Te juro que mires donde mires encontrarás dagas con notas firmadas por James Garfio! ¡Las colgaré en la puerta de la habitación de los hijos de los hijos de tus hijos por toda la eternidad! —Pateó la cubierta—. ¿Me oyes?

Entonces Peter se detuvo, dejó a Maggie en el suelo y regresó a la pasarela. Se quedó mirando al furibundo Garfio.

—¿Qué quieres, James Garfio? —preguntó con suavidad.

El Capitán esbozó una mueca.

—A ti, Peter.

Entonces Peter reconoció la verdad. La venganza contra Peter Pan era lo único que le importaba al Capitán Garfio. Él era para el Capitán una obsesión que no se acabaría hasta que uno de los dos estuviera muerto. Garfio hablaba en serio. No habría paz para Peter y su familia hasta que este asunto quedara zanjado definitivamente. Peter suspiró.

—Aquí me tienes, hombre.

En la cubierta principal, Garfio se había quitado el abrigo de capitán y la banda. En la mano sostenía la espada en equilibrio y preparada. Su garfio brillaba con ferocidad.

Ace y Don’t Ask dieron un paso adelante con las armas preparadas, pero Peter les indicó que se apartaran.

—Envainad las espadas, chicos —ordenó con expresión ceñuda—. Esto lo resolveremos entre Garfio y yo.

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