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Cine sonoro » 1936. Sabotaje

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SABOTAJE

(LA MUJER SOLITARIA) (SABOTAGE - 1936)

Producción Gaumont British, Michael Balcon e Ivor Montagu; Inglaterra. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Charles Bennett, basado en la novela The Secret Agent, de Joseph Conrad. Diálogos: Ian Hay, Helen Simpson, E. V. H. Bennett. Fotografía: Bernard Knowles. Música: Louis Levy. Edición: Charles Frend. Secuencia dibujada: (¿Quién mató al gorrioncito?, «¿Who Killed Cock Robin?»): Walt Disney. Intérpretes: Sylvia Sidney (señora Sylvia Verloc), Oscar Homolka (señor Verloc), Desmond Tester (Stevie), John Loder (Ted Spencer), Joyce Barbour (Renée), Matthew Boulton, William Dewhurst, Martita Hunt, Peter Bull. Duración: 76 minutos. // Rodada en los estudios Lime Grove, Gran Bretaña. Estrenada en 1936.

SINOPSIS: Verloc, miembro de un grupo anarquista londinense, oculta sus actividades tras la fachada de un negocio lícito: una sala de cine, donde tiene también un pequeño apartamento donde vive con su esposa Sylvia y su pequeño cuñado Stevie. Ninguno de ellos sabe la verdadera actividad de Verloc; sin embargo, Ted Spencer, joven y apuesto detective, sospecha de él y lo vigila haciéndose pasar por vendedor de verdura en la tienda vecina a la sala de cine. Spencer se siente atraído por Sylvia y lleva buena amistad con el pequeño Stevie. El grupo anarquista ordena a Verloc, para probar su compromiso con la organización, colocar una bomba a mitad de un acto público donde podrían resultar muertas varias personas. Verloc se muestra renuente pero accede para poder recibir su paga completa. Se hace evidente entonces que Spencer es detective y que Verloc está bajo vigilancia. Este entrega a Stevie la bomba, disfrazada dentro de unas latas de películas. Stevie promete entregarlas a tiempo y sale con ellas delante de los policías. En la calle sufre varios retrasos y la bomba estalla sorpresivamente mientras viaja en autobús. Sylvia se entera de la muerte de su hermano mientras mira una caricatura de Disney en la pantalla del cine y sufre un ataque de histeria. La caricatura se llama (¿Quién mató al gorrioncito?). Al confesar Verloc a su mujer su responsabilidad en el crimen, Sylvia toma un cuchillo de la mesa y él, que parece arrepentido, casi se le arroja encima, facilitando así su propia muerte. El cine de Verloc estalla y la mujer encuentra una esperanza de amor en brazos del discreto detective, que decide guardar el secreto del crimen.

«Sabotaje es el filme predilecto de aquellos que en general no gustan de Hitchcock», declaran Rohmer y Chabrol, que lo acusan luego de un «frío lirismo» (los miembros de Cahiers du Cinéma parecían complacerse en encontrar «repugnantes atracciones», «oscuras luminiscencias», «superficiales profundidades», etc.). Además, arguyen que la cinta es un intento de Hitchcock por darse «prestigio» con un plan que incluyera la adaptación de Joseph Conrad, pero Rohmer y Chabrol olvidan, como indica Russell Taylor, que por aquel entonces todavía no se había «descubierto» a Conrad como «gran literatura», y que la elección de tal autor debió de fundarse más en afinidades temáticas, ya que, como señala Spoto, Hitchcock «compartía varias de sus preocupaciones» fundamentales.

La cinta explora la relación entre el espectador y el cine y el «mundo del hacer creer». A ese respecto dice Spoto:

Hitchcock siempre ha estado fascinado por el rol del espectador. Él y sus críticos han hablado durante años de manipulación del público y de técnicas de identificación del público. Hitchcock invita frecuentemente al espectador a examinar sus propios motivos y oscuros deseos, más frecuentemente cuando el entorno es un teatro o un cine, o los espectadores son actores o gente de teatro. Tal es el caso de Asesinato, Inocencia y juventud, 39 escalones y Pánico en la escena (relacionados con esto, el tema del espectador voyeur regresa con mala leche en Vértigo y Psicosis). Nunca se llega a ver realmente al público en el cine de Verloc aunque lo escuchamos mientras los personajes principales pasan por la sala para llegar a sus habitaciones. Se ríen, pero no sabemos de quién; incluso la caricatura de Disney, que aparece hacia el final, se presenta de tal forma que más horroriza que divierte. La distribución del local pide que el espectador pase más allá de lo que muestra la película para llegar a los cuartos donde se encuentra el verdadero interés. Hitchcock nos insistía siempre en que habría que entrar más a fondo, más allá de la historia y de la trama, hacia el tema y la estructura.

También observa Spoto la recurrencia de la imagen de las aves como heraldos del caos (de hecho, el nido de los espías es una tienda de aves, y la caricatura de Disney trata de pájaros).

Según Truffaut, la secuencia de la muerte de Verloc está estructurada en forma similar a la muerte de Carmen en la ópera de Mérimée. Hitchcock dice por qué buscó esa ambigüedad:

Mantener la simpatía del público por Sylvia Sidney, la muerte de su esposo tenía que ser accidental. […] Lo erróneo en esta secuencia hubiera sido que la heroína transmitiera sus sentimientos al público a través de su expresión facial. Estoy contra eso: en la vida real las caras de la gente no revelan lo que piensan o sienten. Como director de cine debo transmitir el marco mental de esta mujer por medios puramente cinematográficos.

Relata Russell Taylor que Hitchcock, a causa de su estilo de dirección:

Tuvo problemas con una de las estrellas de Hollywood: Sylvia Sidney. Ella había tenido un entrenamiento teatral y nunca había aparecido en filmes mudos, por lo que hallaba muy difícil actuar sin el apoyo de las palabras. Igualmente se había acostumbrado al estilo hollywoodiense de filmación: escenas actuadas de corrido y fotografiadas primero desde un ángulo y luego desde otro para ser cortadas después. La actriz encontró irritante el estilo de filmar de Hitchcock en pequeñísimas fracciones del filme, de acuerdo con su esquema mental, porque la despojaba de todo control sobre lo que estaba haciendo. […] Hitch tuvo que calmarla pidiéndole por favor que esperara y viera cómo quedaba una vez armado todo. Cuando finalmente lo vio, ella se sintió fea y sorprendida, y salió de la sala de proyección haciendo la grandilocuente observación: «¡Hollywood tiene que oír esto!».

Uno de los problemas de Sabotaje es precisamente su casting; la ya mencionada Sylvia Sidney, actriz de Hollywood, «se parece un poquito a Peter Lorre», como apuntó Truffaut. El papel del joven detective, en principio pensado para Robert Donat (enfermo y bajo contrato con Alexander Korda), fue a caer en manos del antipático John Loder. El personaje era desde su concepción un simple bosquejo, una suma de parlamentos y acciones que, interpretados por Donat, podrían haber parecido excentricidades simpáticas, pero a cargo de Loder empeoran considerablemente y se transforman en pedantería pura. Esto hace que en el sugerido triángulo amoroso nos inclinemos por Verloc, de quien el actor Oscar Homolka logra un personaje complejo, atractivo y tridimensional, que hace ver más vil el silencio final del policía y lo convierte en un abuso de poder similar al de La muchacha de Londres.

Sabotaje tiene un aspecto más siniestro que la mayoría de sus filmes ingleses. «¿Será eso debido al incidente de la bomba?», pregunta Bogdanovich a Hitch, que responde:

Oh, eso fue un gran error. Cometí un error cardinal ahí en términos de suspenso. La bomba nunca debió haber explotado. Si usted «trabaja» a los espectadores hasta ese punto, la explosión se vuelve extrañamente anticlimática. Usted «trabaja» al espectador hasta el punto en que necesita un respiro. Los críticos estaban furiosos. Una mujer me dijo: «Podría golpearlo».

En repetidas ocasiones, antes y después de la entrevista con Truffaut, Hitchcock dejó muy claro que no estaba satisfecho de haber hecho puré al pequeño cuñado de Verloc, aunque para Spoto, Rohmer y Chabrol, y para mí en lo personal, es uno de los más grandes logros en la cinta. En esto coincide también John Russell Taylor, cuando dice que Sabotaje es:

Incidentalmente la más clara ilustración de ejemplo de la famosa teoría hitchcockiana de suspenso contra sorpresa. Si uno muestra a un grupo de gente jugando a las cartas alrededor de una mesa y súbitamente hay una explosión, tendremos una escena «floja» con un remate sorprendente, pero si al contrario, mostramos la misma escena, pero con el antecedente de que hay una bomba de tiempo bajo la mesa antes de iniciar el juego de cartas, tendremos suspenso y un público interesado.

En este caso Hitch echa mano de ambos recursos, y se pueden constatar las miradas de desconcierto y el apagado murmullo que recorren las sales de exhibición en el momento de la explosión. Además, remata Russell Taylor: «Su propia práctica, en varias espectaculares ocasiones (como Psicosis) contradice eso».

Recordemos también que (según las teorías de David Cronenberg y Stuart Gordon), en el interior de una sala de cine se llega a establecer, en determinados momentos, una suerte de pique entre espectador y director, con un orgulloso «a ver, sorpréndeme…» de parte del primero. Entonces hay que recurrir a un giro inesperado, algo que renueve el interés para llegar al final y demuestre al espectador que el director «no se detendrá ante nada» y puede llegar tan lejos como sea necesario. Esta técnica «terrorista» tendría un paralelo en el asesinato de un rehén frente a las autoridades para demostrar que los secuestradores «hablan en serio», y es un tipo de recurso extremo que no podía ser usado en forma más ad hoc que en Sabotaje, donde Hitchcock nos hace participar en forma directa del factor sorpresa implícito en todo acto de sabotaje y decisivo para causar pánico. Abandonen la sala. Nadie está a salvo con Hitchcock.

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NOTA: Durante el rodaje de Sabotaje, Ivor Montagu renunció a su cargo a causa de nuevas diferencias con Hitchcock, y más tarde, ya finalizado el filme, el destino completó una separación de Hitchcock con Montagu y Balcon, pues ambos fueron «despedidos» por Isidore Ostrer, quien había logrado el control total de la Gaumont British.

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