Hitchcock

Hitchcock


Periodo norteamericano » 1944. Recuerda

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RECUERDA

(SPELLBOUND - 1944)

Producción Selznick Internacional, David O. Selznick; Estados Unidos. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Ben Hecht, basado en la novela The House of Doctor Edwards, de Francis Beeding. Adaptación: Angus McPhail. Fotografía (en blanco y negro): George Bames. Supervisor de efectos especiales: Jack Cosgrove, secuencia del sueño basada en dibujos de Salvador Dalí. Música: Miklos Rozsa. Intérpretes: Ingrid Bergman (doctora Constance Petersen), Gregory Peck (John Ballantine/doctor Edwards), Rhonda Fleming (Mary Carmichael), Leo G. Carroll (doctor Murchinson), Michael Chekhov (doctor Alex Brulov), John Emery (doctor Fleurot), Norman Lloyd (Garmes), Jean Acker (la directora), Donald Curtis (Harry), Bill Goodwin, Art Baker, Wallace Ford, Steven Geray, Erskine Sandford, Victor Killian, Regis Toomey. Duración: 111 minutos. // Estrenada en 1945.

SINOPSIS: La cinta empieza con un letrero que explica los beneficios del psicoanálisis y su aplicación moderna. Acto seguido, presenta a la doctora Constance Petersen y su poco exitosa sesión con una paciente ninfómana. El doctor Fleurot, un colega, le recrimina su falta de vivencias y calidez humana, le recuerda que ella es, en el fondo, «una dulce, adorable y estimulante mujer», y se ofrece generoso a poner fin a su represión por medio de un contacto más directo. La doctora no se muestra motivada ante esa propuesta. Entra en escena el doctor Murchinson, figura paternal, y anuncia a la doctora que está por llegar el doctor Edwards, nuevo director de la clínica. Edwards resulta ser joven y atractivo. Petersen empieza a palpitar. Pronto se da cuenta de que el objeto de su amor es un hombre inestable, con la peculiaridad de enfermarse ante la vista de líneas paralelas. El presunto doctor Edwards resulta ser un paciente llamado John Ballantine, quien, descubierto, se reconoce culpable de haber asesinado al verdadero doctor Edwards. Ballantine huye y Petersen lo sigue. Como la policía busca a Ballantine, se esconde en casa del mentor de Petersen, el doctor Brulov. Ahí Ballantine recibe terapia y relata un extraño sueño del que deducen que él no asesinó a Edwards, sino que presenció un desafortunado accidente de esquí en el que Edwards perdió la vida. La doctora lo somete a una «terapia de shock» y lo lleva a revivir el accidente de esquí. Ballantine recupera así la memoria y se descubre que su fobia a las líneas paralelas proviene de otro accidente, ocurrido en su infancia, en el que causó la muerte de su hermano. Ballantine es arrestado y la doctora, desesperada, buscando cualquier salida posible, revisa sus notas y descubre en el sueño la clave de todo: el verdadero asesino es el doctor Murchinson, que disparó contra Edwards para proteger su puesto. Murchinson se suicida, y Petersen y Ballantine se marchan unidos y felices.

Para entender una cinta tan peculiar como esta hace falta recordar que durante los años cuarenta y cincuenta se empezó a popularizar la psicología, cuya difusión masiva empezó a través del cine y más tarde los cómics. Esa forma de popularización era frecuentemente una caricatura y abundaba en interpretaciones inexactas o de «receta de cocina» sobre términos y situaciones mucho más complejos y precisos, para culminar en nuestros días con el libre uso de la jerga psicoanalítica en el lenguaje cotidiano.

El guión de Recuerda se basaba en la novela The House of Doctor Edwards, de Francis Beeding, cuyos derechos fueron adquiridos poco antes por Hitchcock. Leff transcribe la opinión de uno de los story readers de Selznick: [la novela] «está llena de maniacos diabólicos que andan sueltos; magia negra; ceremonias extrañas; ritos y encadenamientos; violencia; intentos de asesinato, etcétera». Hitchcock escribió un primer tratamiento del argumento mientras estaba en Londres filmando los documentales del Ministerio de Información, ayudado por Angus McPhail. Selznick [como Donald Spoto] dudaba de la existencia de ese primer tratamiento, pero, según Leff, «la colaboración Hitchcock-McPhail existió, sin embargo, y […] estableció la estructura y varios de los incidentes principales de la cinta, después llamada Recuerda». John Russell Taylor afirma, refiriéndose a Hitchcock, que esta cinta:

Marca de manera misteriosa su absorción definitiva por el cine norteamericano. […] [porque] antes de ese punto Hitch había estado haciendo filmes ingleses en Norteamérica, o filmes en los que era conscientemente un propagandista que trataba de vender al público norteamericano algo que no le era completamente natural.

Hitchcock volvió a Estados Unidos para iniciar un tratamiento más definitivo de la historia al lado de Ben Hecht, ex acróbata de circo, violinista aficionado, ex cronista policiaco, corresponsal de guerra, escritor de novela, cuento corto y guión cinematográfico, en suma un «hacedor», con quien Hitchcock, un «observador», encontró un complemento perfecto. Hitch estaba muy interesado en la psicología y era un hombre extremadamente laborioso y rápido. Estas características lo volvían el cómplice perfecto de la «crueldad» de Hitchcock para adaptar guiones originales. «De la novela original —afirma Russell Taylor— no queda casi nada, excepto, remotamente, la idea del villano que resulta ser el director del asilo. Y que está, por supuesto, loco». Del resultado final diría Hitchcock: «Es solo otra historia de persecución envuelta en pseudopsicoanálisis…». El lastre que en este caso representa el psicoanálisis se hace sentir sobre todo en una actitud «demasiado seria» al respecto, pero Spoto encuentra al guión «sólido e ingenioso, y el diálogo lo involucra a uno, pese a su pulcro uso del psicoanálisis». Robin Wood la define como «la más interesante de las tres películas con Selznick».

De los actores, Hitchcock obtuvo diferentes resultados. Leo G. Carroll, con quien ya había trabajado anteriormente en Rebeca (y que se volvería el actor más frecuente de las cintas de Hitchcock, seguido de cerca por John Williams), le dio lo que Spoto llama «una interpretación fríamente malévola de Murchinson». Ingrid Bergman está radiante en esta primera actuación para su director eternamente enamorado, quien hace de ella un ángel guardián, a momentos quizá demasiado bueno y perfecto. En cambio Gregory Peck, impuesto por Selznick, no es unánimemente aceptado; Truffaut lo encuentra «vacío» y afirma que es «otra de las debilidades serias del filme», mientras Spoto afirma que su actuación es «sensible […] [porque representa] el papel de un hombre psicológicamente devastado y vulnerable». No se puede sino lamentar la selección de Selznick cuando se sabe que la primera opción para el papel, a petición de Hitchcock, había sido el magnífico Joseph Cotten. Rohmer y Chabrol, evidentemente mal informados, afirman que la famosa secuencia onírica diseñada por Dalí fue una imposición de Selznick, cuando es bien conocido que fue el director quien insistió en la selección del artista para obtener «su aguda definición visual, su claridad, más aguda que la película de cine», cualidades que admiraba en Dalí y en Chirico[5]. Según otros críticos, es precisamente esa secuencia onírica la que aún sostiene la cinta. «Selznick —asienta Leff— accedió a contratar a Dalí (a quien consideraba “excelente publicidad”) por 5.000 dólares, una suma según él excesivamente superior al valor de la secuencia del sueño en el filme», aunque es probable que Selznick regateara con el artista hasta lograr que se pagaran solo 4.000 dólares. Spoto lamenta la pérdida de algunas partes de esa secuencia, entre ellas una imagen de Ingrid Bergman vestida de estatua griega, con una flecha atravesándole el cuello, que cree «importante en consideración a los dos temas principales, la culpa y la confianza», y porque ilustra al personaje como una mujer a la vez inaccesible y vulnerable. Sin embargo, dicha imagen, vista hoy, resulta ñoña y ridicula.

Igualmente famosos son otros «toques hitchcockianos» de la película, como la serie infinita de puertas que se abren después del beso entre los dos protagonistas, aunque Hitchcock afirma: «Yo le pedí a Ben Hecht que me averiguara el símbolo psiquiátrico del inicio de amor entre dos personas. Y volvió con la idea de las puertas». Otra imagen memorable, aunque sea, como afirma Robin Wood, «totalmente gratuita», es la gigantesca mano que apunta a Ingrid Bergman con una pistola, y que luego se vuelve contra el espectador y dispara un fogonazo rojo (único momento de color en la cinta, que originalmente se había planeado mitad en blanco y negro y mitad en color). Esa pistola, junto con un enorme vaso de leche, del que «bebe» Gregory Peck, son parte de los famosos props[6] gigantes que Hitchcock haría construir (entre ellos una taza para Encadenados y un teléfono y un dedo para Crimen perfecto).

Spoto concluye que Recuerda gana por mucho «comparada con otros melodramas psicológicos, [y] tiene un innegable atractivo, aun si es considerada como “psicología pop”».

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Sale de un ascensor en un hotel, fumando un puro y con un portafolios.

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