Hermana

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Capítulo 17

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Cuando llego a casa me encuentro con un recibimiento tan gélido como el que he tenido en el hospital. La única que se alegra de verme es Hannah, que corre hacia mí y me abraza. Me siento muy culpable por no haber ido a recogerla, he fallado a las dos niñas. Si no hubiera ido a casa de Tom y no me hubiera tomado esas copas de brandi, no me habría quedado dormida. Sigo sin saber cómo es posible que mi móvil acabara silenciado.

Le devuelvo el abrazo con fuerza y me impregno de su amor. Es el único consuelo que voy a tener esta noche, ya que Luke me informa de que ya ha acostado a Chloe y está dormida.

La hora siguiente la paso con Hannah mientras la baño, le lavo el pelo y la preparo para ir a dormir. No le pregunto nada sobre el incidente en el parque, pero cuando estamos acurrucadas juntas en el sofá, a solas las dos mientras se toma un vaso de leche y una galleta antes de acostarse, es ella quien saca el tema.

—¿Se va a poner bien Daisy?

Bajo la mirada hacia la carita llena de preocupación de mi hija y la emoción que me invade es tan fuerte que podría echarme a llorar.

—Sí. Se ha roto el brazo y los médicos le han puesto una escayola, una como la que le pusieron a la abuela el año pasado cuando se cayó.

—¿De qué color es?

—No lo sé, no la he visto. Solo he hablado con su mamá. No te preocupes, Daisy va a ponerse bien.

No quiero alterarla aún más diciéndole que su amiga no va a venir a casa este fin de semana, puede que Pippa ya se haya calmado para entonces y cambie de opinión. Yo, por mi parte, ya he decidido esperar un par de días antes de llamarla para ver si podemos arreglar las cosas. No tengo demasiadas amigas y, aunque eso nunca ha sido un problema para mí en el pasado, en este momento me vendría bien poder contar con una aliada, sobre todo teniendo en cuenta que Luke parece haberse pasado al bando enemigo.

—¿Has visto lo que ha pasado en el parque?

Intento decirlo con naturalidad, con un tono de voz relajado, y ella desliza la punta del dedo por el borde de la taza al contestar:

—No.

—¿No has visto nada de nada?

—No. Daisy se ha caído, no sé lo que le habrá pasado.

—Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? ¿Te acuerdas de cuando me explicaste lo que le había pasado al cristal de la foto aunque Alice te había dicho que no lo hicieras? Puedes contármelo, da igual lo que ella te diga.

—¿Por qué me pregunta todo el mundo lo mismo? ¡Yo no sé nada!

Decido no intentarlo de nuevo al verla hacer un puchero, no quiero que se altere más.

—Vale, cariño, no te preocupes. Es hora de acostarse, vamos arriba y yo te arropo. Puedes leer cinco minutos.

Tengo la impresión de que Alice está evitándome, lleva un buen rato en la sala de estar de mamá. Soy consciente de que tengo que disculparme por mi comportamiento de hoy, pero va a costarme hacerlo porque puede que lamente mi reacción, pero no lo que ha sucedido. Pippa tiene razón al decir que hay algo raro en ella. Me parece que se trae algún jueguecito entre manos, pero la cuestión es que no sé ni de qué se trata ni lo que la motiva.

Cuando entro en la cocina para prepararme una taza de té encuentro a Luke esperándome allí, apoyado en la encimera y con los brazos cruzados. Tiene el rostro ceñudo, pero a pesar de eso no puedo evitar pensar en lo guapo que está. Ese pelo revuelto, esa camiseta negra y esos vaqueros le dan un aspecto muy informal, pero que resulta de lo más sexy. No me extraña que a Alice le parezca atractivo… De repente pienso en mí, me pregunto si él sentirá lo mismo hacia mí o si habrá cambiado algo. ¿Habré perdido algo?, ¿se habrá aburrido de mí?, ¿soy aburrida? A ver, cada día voy a trabajar, regreso a casa y me pongo ropa cómoda, a lo mejor me he convertido en una mujer demasiado rutinaria. Comprendo que Alice pueda parecerle mucho más atractiva, pero me duele. Me duele en lo más hondo.

Al sacar la leche veo que en la puerta de la nevera han colgado la foto donde salen Alice y su amiga Martha, está sujeta con un imán que contiene un sentimental poema sobre madres e hijas. Debe de haberlo comprado Alice. Me quedo mirando la fotografía mientras recuerdo la felicidad que sentimos mamá y yo al recibirla, y al cabo de unos segundos la saco de debajo del imán. Hay algo que no me cuadra, pero no sabría decir de qué se trata. La observo con atención…

—¿No piensas explicarme lo que ha pasado esta tarde?

Doy un respingo al oír la voz de Luke, estaba tan distraída con la foto que prácticamente me había olvidado de su presencia.

—Necesitaba salir de aquí —le contesto, mientras vuelvo a colocar la foto en su sitio—. No tenía un rumbo fijo, pero al final he terminado en casa de Tom.

Se le tensan los músculos del cuello, pero su rostro permanece impasible.

—¿Qué Tom?, ¿Tom Eggar?

—Sí, ese. Es el único que conozco. —Desearía poder tragarme mis palabras, no he podido reprimir la irritación que se ha colado en mi respuesta.

—¿Por qué?

—¿Que por qué he ido a su casa? No lo sé. Estaba alterada y, como ya te he dicho, al final he terminado allí.

—Así que te vas a ver a tu exnovio cuando has tenido una pelea con tu marido, ¿no? ¿Por qué?, ¿es una especie de revancha?

—Para que hubiera una revancha tendría que haber pasado algo previamente, así que deduzco que habrá pasado algo entre Alice y tú; de no ser así, no habrías dicho eso.

—¡Solo es una forma de hablar! Estoy explicando lo que te estará pasando por la cabeza. —Se da unos golpecitos en la sien—. A la que le falta un tornillo, por cierto.

—¡Mira quién fue a hablar! Tom es un viejo amigo y un compañero de trabajo, nada más. —Dadas las circunstancias, ahora no puedo confesarle lo del beso por nada del mundo.

Dirijo la mirada de nuevo hacia la foto de Alice y Martha, más a modo de distracción que por cualquier otra cosa, y es entonces cuando me doy cuenta de lo que me resultaba raro. Observo sus caras con atención y, aunque está tomada desde cierta distancia y no se pueden apreciar los detalles, lo que sí que veo con claridad es el reloj que hay al fondo, y no hay duda de que los números están invertidos.

Agarro la foto sin pensármelo dos veces y salgo a toda prisa de la cocina; oigo que Luke me llama y el sonido de sus pies descalzos tras de mí mientras me dirijo hacia la sala de estar de mamá.

—¡Clare! ¡No sé qué será lo que te propones, pero párate a pensar por un momento!

Lo tengo justo detrás de mí, pero ya es demasiado tarde, ya estoy abriendo la puerta y en un abrir y cerrar de ojos me planto frente a mamá y Alice; tras la sorpresa inicial, la primera frunce ligeramente el ceño y la segunda se endereza en el sillón y cruza los brazos bajo el pecho, pero su mirada se posa por un momento en la foto y da la impresión de que se pone un poco nerviosa. No sé qué es lo que revela el detalle que he notado en la foto, pero estoy convencida de que se trata de algo importante y quiero ver qué dice ella al respecto.

—¿Qué pasa?, espero que hayas venido a disculparte —me dice mamá.

—No, he venido a preguntarle algo a Alice. —Centro la mirada en mi hermana—. Cuando nos enviaste esta foto dijiste que eras la de la izquierda.

—¿Y qué? —Sus ojos se posan por un momento en la foto, después se desvían hacia mí y por último se posan en mamá.

Alargo el brazo para que ambas puedan ver bien la imagen.

—Aquí, a la izquierda, estás tú. Eres la de la izquierda.

—Exacto.

—Así que no hay duda de que esta eres tú, ¿verdad? —Golpeteo con el dedo la imagen de Alice.

—¿A qué viene todo esto? —Mamá está cada vez más desconcertada.

—Clare, ¿estás segura de lo que estás haciendo? —me pregunta Luke en voz baja.

Yo no le hago ni caso y digo, con exagerado entusiasmo:

—¡Vale, todos tenemos claro que esta de aquí es Alice! Pero ¿se puede saber entonces por qué está invertido el reloj que hay al fondo?

Mantengo la mirada fija en Alice, así que noto tanto el tenue rubor que le sube por el cuello como el hecho de que traga con dificultad antes de sonreír y soltar una carcajada.

—¡Qué graciosa eres, Clare! Ya sabes por qué, ¡porque invertí la foto al escanearla! ¡Qué torpe soy!

—Pero en tu mensaje nos dijiste que eras la de la izquierda, cuando en realidad eres la de la derecha si la foto está invertida.

—No entiendo a dónde quieres llegar —dice mamá—, ¿qué importancia tiene si está en un lado o en el otro?

Alice agacha la mirada, y al cabo de un momento le agarra la mano y dice cabizbaja:

—Me da un poco de vergüenza admitir esto. Si no os lo he contado antes es porque no es un tema del que me guste hablar.

Mamá le aprieta la mano en un gesto de apoyo y le pregunta con voz tranquilizadora:

—¿De qué se trata, cariño?

—Soy disléxica. Altero el orden de las cosas, de las letras en especial, pero también tengo problemas con las secuencias: los días de la semana, los meses del año… y me confundo con la derecha y la izquierda.

—No hay nada de lo que avergonzarse, no tenía ni idea de lo que te pasaba —le dice mamá.

Yo siento como si los pulmones se me acabaran de desinflar de golpe como un par de globos pinchados; oigo a mi espalda que Luke, en voz baja, me felicita con ironía por lo que acabo de hacer.

Alice mira a mamá con carita afligida y ojos llenos de tristeza.

—No quería contároslo. Es que Clare es una mujer con una carrera profesional tan exitosa que me sentía…, no sé…, inferior, supongo. No quería que pensarais que soy estúpida; papá siempre me decía que a lo único a lo que podía aspirar en la vida era a servir mesas porque no era capaz de sacar buenas notas.

—¿No eras profesora? —Estoy convencida de que eso era lo que ponía en uno de sus correos electrónicos.

—Sí, así es. Les demostré que se equivocaban, que el hecho de que sea disléxica y no lea libros no significa que sea estúpida.

—Ya, pero confundes la izquierda con la derecha.

No me trago sus lágrimas, yo creo que son lágrimas de cocodrilo. Tiene razón en cuanto a lo de la dislexia y la inteligencia, y en condiciones normales ni se me ocurriría insinuar algo tan insultante, pero Alice parece tener el don de sacar lo peor de mí.

—¡Quería demostrarles a todos que se equivocaban, ya te lo he dicho! ¡Sobre todo a papá! —Suelta un lastimero sollozo y se tapa la cara con las manos.

—¡Pobrecita mía! —Mamá la estrecha entre sus brazos y alza la mirada hacia mí—. ¡Me parece que ya has causado bastante daño por hoy!

Dolor, eso es lo que me parece ver en el rostro de mi madre. Le he hecho daño a Alice y, por lo tanto, también a ella. Es como si me hubieran hundido una daga en el corazón.

—Lo… lo siento. Mamá. Alice.

Es todo cuanto alcanzo a decir. Estoy deshaciéndome por dentro como la malvada bruja del oeste, pero algo me insta a no ceder, a seguir insistiendo. No sé si será tenacidad, terquedad o algún rasgo que he desarrollado en el ejercicio de mi profesión, pero no puedo evitarlo. La búsqueda de la verdad me impulsa, me consume por completo.

—Pippa no me dirige la palabra. —Hago caso omiso de la mirada de advertencia cada vez más insistente de mamá e intento bloquear el daño que esto me está causando; al fin y al cabo, me las he ingeniado para bloquear por completo el dolor causado por el abandono de mi padre—. A partir de ahora no va a dejar que Daisy venga a casa, dice que la niña no está a salvo aquí. ¿Qué es lo que ha pasado hoy, Alice?

Es Luke quien interviene.

—¡Por el amor de Dios, Clare! ¿Podrías dejarlo de una vez por todas? Marion, Alice, lo lamento muchísimo. No sé qué le pasa últimamente.

—¡No te disculpes por mí! No estoy acusando a nadie, me he limitado a hacer una pregunta.

—Sí, claro —se limita a decir exasperado—. Vamos.

Me zafo de un tirón cuando me agarra del brazo, y en esa ocasión es mamá quien interviene.

—Te pido que salgas de aquí, Clare. Si fueras pequeña te mandaría castigada a tu cuarto, pero eres una mujer adulta y tienes que empezar a actuar como tal. Vete y déjanos tranquilas, por favor.

Obedezco sintiéndome tan humillada como indignada. Una vez que Luke y yo llegamos a la cocina, él se sienta a la mesa y, tras girar su silla, coloca otra de forma que quede mirando hacia él y me hace un gesto con la cabeza para indicarme que la ocupe. Parece un hombre sometido a una gran presión. Apoya los codos en las rodillas, junta las manos en posición de rezo, agacha la cabeza por un momento como si estuviera haciendo acopio de fuerzas y me toma de las manos.

El contacto físico con él genera en mí una pequeña descarga eléctrica que me recorre de pies a cabeza. Le he echado de menos en estos últimos días, he echado de menos el contacto con él y su amor.

—Estoy preocupado por ti, últimamente no eres la misma de siempre. Estás…, no, mejor dicho, da la impresión de que estás muy irritable, casi paranoica.

¿Qué? —Estoy atónita, no me puedo creer lo que acabo de oír; intento liberar mis manos, pero él no me las suelta.

—Te comportas como si Alice estuviera tramando una conspiración o algo así.

Doy un firme tirón y logro que me suelte las manos.

—¡No me puedo creer que estés diciéndome esto!

—Te lo digo porque me importas, Clare. Creo que en este momento tienes mucha presión encima, quizás sería buena idea que pidieras unos días libres en el trabajo. ¿Te has planteado hablar con alguien? No me refiero a un amigo, sino a un profesional.

—¿Quieres que vaya al médico? —le pregunto burlona.

—Me parece que no estás asimilando bien todo esto.

Mi silla roza contra las baldosas del suelo cuando la echo hacia atrás al ponerme en pie con brusquedad.

—¡No me hace falta ir al médico!, ¡estoy perfectamente bien!

Salgo de la cocina hecha una furia. La cabeza me está matando y tengo las extremidades pesadas y débiles, a lo mejor he pillado algún virus. La verdad es que no me encuentro nada bien, lo que necesito es una buena noche de sueño. Me meto en la cama, alargo la mano hacia la mesita de noche, rebusco hasta que encuentro una caja de Paracetamol y saco dos pastillas del blíster. Espero que cuando me despierte por la mañana se me haya despejado la cabeza y pueda empezar el día con fuerzas renovadas.

Tengo la impresión de que apenas he dormido una o dos horas, pero el zumbido de la alarma del despertador me despierta cual enjambre de abejas transmitiendo un mensaje en código morse. Por regla general suelo levantarme mucho antes de que salte. Alargo la mano y la paro, parece ser que Luke no vino a dormir anoche y suspiro mientras recuerdo lo que sucedió ayer. Me pregunto por enésima vez cómo habrán llegado las cosas a estos extremos, tengo la impresión de que mi vida está desmoronándose y no hay nada que pueda hacer para impedirlo.

Tras ducharme y vestirme bajo a la cocina y los encuentro a todos allí, desde mamá y Alice hasta Luke y las niñas. Los adultos intercambiamos los buenos días sin demasiado entusiasmo, pero cuando me siento a la mesa miro a Hannah con una sonrisa e intento mostrarme alegre.

—Hoy tienes natación en el cole.

—Ya he preparado todas sus cosas —afirma Luke, con un tono de voz que me advierte que no interfiera ni intente entablar una conversación con él.

El timbre de la puerta principal y el golpeteo de la aldaba rompen el tenso silencio que se ha creado.

—¿Quién será a esta hora de la mañana? —La pregunta de mamá no está dirigida a nadie en particular.

Es Luke quien va a ver quién es, y oímos el sonido de voces mientras habla con quienquiera que sea. Poco después la puerta principal se cierra y él aparece en la cocina seguido de dos agentes de policía, una mujer y un hombre.

Es ella quien toma la palabra.

—¿Es usted la señora Tennison?, ¿Clare Tennison?

—Sí.

Se me pasan por la cabeza un centenar de posibles explicaciones para el hecho de que dos agentes de policía se hayan presentado en casa, pero hay algo que está claro: si han venido tan temprano es porque se trata de malas noticias. Miro a Luke, y me parece que nunca antes había visto en sus ojos una decepción tan grande.

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