Henry

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Henry

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Henry

Por primera vez en más de dos años, no pienso en ella mientras me acuesto con otra. Me pilla tan de sorpresa que me incorporo y la miro. Emily me mira con el ceño fruncido.

—Ahórrate el decir que ha sido un error, que ya lo digo yo. Esto ha sido un jodido error.

—No iba a decir eso.

Su comentario me sienta como un jarro de agua fría. Yo no siento que haya sido un error. A lo mejor me equivoqué respecto a sus señales y ella no quería acostarse conmigo realmente. Aunque por su respuesta de anoche, lo dudo.

—¿Y qué ibas a decir?

—No, nada... Te las has apañado bastante bien para joder el momento.

Me mira sin entender. Después coge su ropa y se pone el culote y el sujetador.

—¿Qué haces?

—Vestirme.

—¿Por qué? Emily, ¿se puede saber qué cojones te pasa?

—Que qué me pasa dice... ¡¿Que qué me pasa?! ¡Pues que me acabo de acostar con mi jefe! ¿Te parece poco? Dios mío... ¿en qué estaría yo pensando para hacer semejante locura?

—Emily, ¿te arrepientes de lo que has hecho?

La miro incrédulo. Joder, cómo me están doliendo sus palabras.

—¿Tú no? Te acabas de tirar a tu secretaria. Estas cosas solo pasan en las películas, ¡no en la vida real!

Me gustaría ser un mentiroso y decirle algo que también le haga daño, pero no puedo. Aunque ella no sienta lo mismo, yo voy a ser sincero. No puedo seguir negando que esta mujer que me ha estado volviendo loco desde que llegué de Nueva York, me ha vuelto loco también de otra forma, sin quererlo.

—No me arrepiento, no. Lo he hecho porque es lo que quería hacer. Lo que sentía que quería hacer. Y estás muy equivocada, yo no me he tirado a mi secretaria. A lo mejor tú sí que has follado con tu jefe.

Me levanto de la cama y me meto en el baño a darme una ducha.

Cuando salgo, sigue sentada en el borde de la cama. Me quedo apoyado en el marco de la puerta mirándola. Ella se da cuenta y me mira también.

—No me ha gustado eso que has dicho.

—¿El qué?

—Lo de que me he follado a mi jefe.

—A mí tampoco me ha gustado lo de que me he tirado a mi secretaria. Así que ya estamos en paz.

—Pero yo creía... Yo creía...

—¡¿Tú creías qué?! ¡¿Qué soy un cabrón estirado que me follo a las mujeres porque sí?!

—No lo sé, dímelo tú.

—¡No, joder, no! Puede que alguna vez lo haya hecho, pero yo no soy así. Y menos con la gente que me importa, no suelo hacer daño por placer, Emily.

—¿Y se supone que yo te importo? ¿Desde cuándo?

Se echa a reír.

—No le veo la gracia.

—Ya, yo tampoco.

Se levanta y pasa por mi lado, yo la agarro del brazo.

—¿Dónde vas?

—A vestirme. Y a llamar a Day para que me busquen otro apartamento, o me mande de vuelta a Londres, o quizá para que me despida.

La rabia me consume por dentro. Me dan ganas de zarandearla para que espabile. Pero en vez de eso la abrazo con fuerza y la beso. Con rabia. Le muerdo los labios hasta que le hago daño y gime, pero no hace ningún intento de soltarse. La arrastro a la cama y la arranco las bragas. Me quito la toalla de un manotazo y la tiro al suelo. La cojo en brazos y se la meto, sin importarme si está lista o no. Pero está resbaladiza y solo emite pequeños gemidos sin despegarse de mis labios. Me tumbo en la cama con ella encima. La empujo hasta que la tengo sentada sobre mí, agarrándola de las muñecas.

—¿Quieres follarte al jefe? ¡Adelante!

Me arrepiento al instante de haber dicho eso. Sus ojos se llenan de lágrimas.

—Lo siento.

Lo dice en un susurro. Intenta quitarse de encima pero yo la sujeto por la cintura.

—No. No te vayas. Quiero que te des cuenta de que yo no me tiro a mi secretaria. Yo hago el amor con ella. ¿Te queda claro?

Asiente con la cabeza. Le agarro del cuello y ahora con suavidad la acerco a mis labios y vuelvo a besarla. Ella enreda los dedos en mi pelo y comienza a moverse despacio. Empujo con las piernas y la coloco debajo de mí. Le acaricio el pelo mientras me balanceo suavemente sobre ella. Tiene los ojos cerrados y la boca abierta en un suspiro.

—Abre los ojos. Abre los ojos y mírame, Emily.

No quiero pensar que es la cara de su ex la que está viendo en estos momentos. Los abre de golpe. Me mira y sonríe. Vuelvo a besarla. Sus dedos se clavan en mi pecho y aprieta con fuerza. Sus piernas se enredan en mi cintura.

—Henry...

Su cabeza se inclina hacia atrás y se corre suspirando mi nombre. Yo la sigo derrumbándome encima y abrazándola con fuerza.

Todo es raro cuando el momento se pasa. Ya no sé ni cómo actuar para no fastidiarlo. Aunque parece que esta vez Emily no está muy arrepentida. Se abraza a mí mientras me acaricia el pecho con sus dedos.

—¿Y ahora qué hacemos?

—¡¿Quieres hacerlo otra vez?!

Me echo a reír.

—¡Oh, vamos! Sabes que no me refiero a eso.

Me da un manotazo.

—No sé, Emily. Supongo que esperar a ver qué pasa.

—Pero a mí nunca me había pasado esto antes. No sé qué esperar, ni qué hacer. No sé cómo comportarme contigo a partir de ahora.

—Pues compórtate como siempre. No tiene por qué cambiar nada.

—Pero el hecho es que sí ha cambiado algo, Henry.

—La última vez que me lié con alguien con la que trabajaba fue con Jessica. Y ya sabes que no salió muy bien. Pero no creo que seas una zorra como ella.

—No, no lo soy.

—¿Entonces?

—Henry, estamos los dos juntos en la cama. Después de haber hecho el amor. Por segunda vez. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Empezar a llamarte cariño?

Me río otra vez.

—No, no tienes que llamarme cariño si no quieres. Comportémonos como hasta ahora y ya está. Cuando surja el momento, lo aprovecharemos. Yo no quiero engañarte, no quiero nada serio. No sé lo que quieres tú. Pero lo que tengo bien claro es que no quiero hacerte daño, así que iremos poco a poco. Tampoco quiero cerrar la puerta a algo que puede merecer la pena. ¿Qué piensas?

Se queda un rato callada. Y después suspira.

—Por una vez en todo este tiempo, voy a estar de acuerdo contigo. Lo haremos como dices. Poco a poco.

—Me alegro que no me hayas dado una contestación de las tuyas.

La estrecho contra mí y le doy un beso en la frente.

—Qué atento eres, cariño...

Se echa a reír y yo me río a carcajadas.

***

—¿Vamos a quedarnos todo el día en la cama hoy?

—Pues por mí, sí. ¿Tienes algún plan mejor?

Se incorpora y se apoya con los codos en mi pecho, frunciendo los labios.

—Madrid tiene muchas cosas que ver. ¿No quieres conocer algo nuevo?

—Es que hoy prefiero conocerte mejor a ti, preciosa.

Le cierro la boca con un beso.

Después de unos cuantos revolcones en la cama con Emily, me levanto a hacer la comida. Ella se ha quedado dormida y no la despierto hasta que no termino de cocinar.

Inspira un par de veces por la nariz y abre los ojos. Oigo sus tripas rugir.

—Mmmm... ¡Qué bien huele! ¿Qué has hecho?

—Lo que hueles es el postre.

—¿Qué has hecho de postre?

Me mira con los ojos abiertos como platos y mordiéndose el labio.

—¿Te gusta el Jam Roly-Poly?

—¡¿Estás de coña?! ¡¿Has hecho eso?!

—Sí.

La miro con el ceño fruncido. No sé si es que le gusta o me está odiando por ello. Pero se me echa encima y me tira de culo al suelo. Aprieta sus labios con fuerza contra los míos. Después me mira sonriendo.

—¡Oh, Dios! No lo comía desde los catorce años. Mi madre hace el mejor Jam Roly-Poly de toda Inglaterra. ¿Sabes que es mi postre favorito?

—Ya lo veo, ya.

Se levanta y me tiende la mano. Me mira arrugando la nariz.

—Siento haberte tirado al suelo así. ¿Te he hecho daño?

—No, tranquila.

La agarro de la mano y tiro de ella hacia mí. Pierde el equilibrio y vuelve a caerse al suelo. Aprieto mis labios con fuerza contra los suyos. Después me incorporo y la ayudo a levantarse.

—Ya estamos en paz.

Le doy un cachete en el culo. Ella me lo devuelve.

—Si vamos a jugar a este juego, jugamos los dos.

Me guiña un ojo mientras sale por la puerta moviendo el trasero con chulería.

Quedamos en que mi Jam Roly-Poly, es el segundo mejor de Inglaterra.

—Es por no disgustar a mi madre, ya sabes.

Después nos tiramos en el sofá y mientras Emily ve una película en español, de la que yo no me entero ni del título, yo sigo leyendo La Sombra del Viento. Lily tenía razón, es un libro alucinante. Y hablando de Lily... Cojo el teléfono y la llamo.

—Enana.

—¡Hank!

—¿Qué haces?

—Estoy con Holly, tomando algo. ¿Y tú?

¡Joder, Holly...!

—Estaba leyendo el libro y me he acordado de ti, y mi promesa.

—¿Lo terminaste ya?

—No, pero ya me queda poco. Es de lo mejor que he leído, Lil.

—¡Te lo dije! Entonces, ¿puedo preparar ya mis maletas?

—Si quieres venir el fin de semana que viene, por mí bien.

A ver cómo me las apaño luego para decirle lo de Emily sin que monte un alboroto.

—¡Genial! Pediré el viernes en el trabajo y miraré un vuelo para el jueves por la noche. Tú vete buscando uno para Barcelona.

—¿Pero era enserio lo de Barcelona?

—Pues claro que era enserio. ¿No tienes ganas de conocerla después de haberlo leído?

—Sí, pero en Madrid también hay muchas cosas que ver.

—Madrid lo dejaré para otro viaje. Anda...

—Vale, vale. Sacaré billetes para Barcelona.

—¿Te he dicho lo mucho que te quiero?

—No, nunca.

Me echo a reír.

—Pues ya lo sabes. Por cierto, Holly te manda recuerdos.

Me quedo boquiabierto y miro de reojo a Emily, pero ella mira al televisor.

—Eeehh... Dile que yo también. Llámame cuando sepas la hora exacta a la que llegas, ¿vale?

—Vale. ¿Alguna novedad?

—No, nada. Todo igual. Te veo el jueves, Lil. Chao.

—Adiós, Hank.

Cuelgo antes de que se le ocurra preguntar por Emily.

—¿Quién es Holly?

Me mira con la ceja alzada.

—Nadie. Es decir, sí es alguien. Pero... Bueno, una amiga de mi prima.

—Vamos que te has acostado con ella.

—¡No! Yo... es decir...

¡Mierda! Se muerde los labios mientras se aguanta la risa. Me agarra del brazo y me da un apretón.

—Henry, no tienes que darme explicaciones de lo que hayas hecho, ¿ok?

—Uuuff... Vale. Pero quiero que sepas que lo de Holly no fue nada serio, ni iba a serlo.

—Y quedamos en que lo nuestro de momento tampoco, así que no te agobies. ¿Va a venir Lily?

—Sí, el jueves que viene. No te importa, ¿no?

—Claro que no. Tu prima me cae bien.

—Gracias a Dios...

Se echa a reír.

—No soy tan mala.

—Te tocará compartir cuarto con ella, o conmigo...

La miro de reojo.

—O te tocará dormir en el sofá, cariño.

—Menos mal que no eres mala, no. Eres peor.

Me tumbo encima de ella y le hago cosquillas hasta que me promete que compartirá habitación conmigo.

A pesar de eso, por la noche acordamos dormir cada uno en nuestra habitación. Las cosas tienen que seguir siendo lo más normales posibles, porque pasamos demasiado tiempo juntos, y yo tampoco tengo que olvidar que fuera de estas paredes, somos compañeros de trabajo. Jefe y secretaria.

Aún así me cuesta horrores dormirme, no hago más que pensar en ella y en meterme en su cama. Rezo porque ella esté pensando lo mismo y sea la que se decida a venir a mi habitación. Pero al final me quedo dormido, y con las ganas.

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