Harmony

Harmony


El Diario de Paul Sander

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—Viktor lleva casi dos años. Los rusos suelen ser los que más tiempo se quedan. El Profesor Wang, ocho meses, el Coronel Dayan cerca de diez y Omar llegó aquí un mes antes que yo.

—Aun no he podido hablar con todos. Aquí parecen estar siempre tremendamente ocupados… Muchas veces no tienen tiempo ni para compartir una de esas “estupendas” raciones que…

—No protestes. Tendrías que haber visto lo que comían los astronautas hace veinte años…

—No quiero ni imaginármelo…

—Todos tenemos mucho que hacer y el tiempo pasa deprisa. Disfrutamos de autonomía para realizar con independencia nuestro trabajo. No hay ninguna jerarquía aunque es el Doctor Yun Wang quien se encarga de organizar los experimentos conjuntos. Yo soy experta en física, Wang, biólogo molecular, Dayan está consiguiendo importantes avances que nos ayudarán a entender mejor la materia y la energía oscura. Omar lleva a cabo extraños experimentos relacionados con magnetismo y materiales raros. ¡Es posible que debido a su trabajo, los combustibles fósiles puedan pasar definitivamente a la historia! Por último, Viktor se encarga de mantener a Harmony en forma y, aunque casi todo está automatizado, siempre hay algo que requiere su atención. Anderson y Lawrence van y vienen con las provisiones, piezas de repuesto, componentes, etc. Y ahora, también estás tú.

—El periodista entre los astronautas. Me siento como un avestruz en el nido del águila.

—¿Avestruz? ¿Todos sus símiles son igual de elocuentes, Señor Sander?… —Preguntó Dana divertida.

—Le sugiero que me trate bien Doctora Lehner, tenga en cuenta que todo lo que yo escriba sobre este lugar será leído por millones de personas en todo el mundo.

—Lo sé. Somos conscientes de la importancia que tiene la opinión pública en relación con nuestros proyectos. Esos millones de lectores a los que antes te referías, también son millones de votantes y las urnas determinan las políticas y los fondos que los países aportan a la ONU para el mantenimiento del programa espacial. Descuida, te trataremos con cariño. Ya estamos preparando una fiesta de bienvenida, pero se supone que tú no sabes nada. —Indicó Dana riendo.

—¿En serio?

—Habrá música, globos y hasta luces de colores… Un planeta entero como telón de fondo en tu honor… y… si la dejas continuar con su trabajo… ¡Hasta una chica!

—¿Podré bailar con ella?

—Por ahora, confórmese con una buena conversación. Tiene a su disposición unas cuantas mentes brillantes, nuestra estupenda gastronomía y de beber, agua reciclada de la estación Señor Sander. ¿Qué más puede pedir?

—No me lo perdería por nada del mundo.

Dana me dirigió una mirada divertida al tiempo que se percató de lo agotado que estaba.

—Será mejor que duermas un poco Paul.

Pensé que haría bien siguiendo sus indicaciones así que la dejé trabajar y me fui a descansar.

A pesar de mis esfuerzos, no creas Kate, que conseguí conciliar el sueño tan fácilmente…

¿Te lo puedes creer? ¡UNA FIESTA!

 

            Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

30 de Septiembre de 2.036.

Hola Kate.

Me despierto con Tchaikovski. Se oye por todas partes, proveniente de Lindon High. Me quedo unos minutos acostado en el catre de mi habitación, ensimismado; escuchando. Me imagino a la estación como si estuviera en casa viendo una película de Stanley Kubrick. El Lago de los Cisnes se escucha al principio lejano, pero la melodía va cobrando fuerza a medida que la cámara se centra en un punto brillante que se convierte en el eje central de la escena. Empezamos a distinguir el contorno de la estación, girando majestuosamente al compás de la suave sonata que sale de su interior. La magia del cine hace que podamos colarnos por una ventana al interior de un cuarto no demasiado grande, de aspecto un tanto anárquico, desordenado, que refleja el carácter voluble de su inquilino: Paul Sander, el primer periodista de la historia en abandonar el planeta Tierra para ir a trabajar al espacio.

Me pregunto si no debería pedir un aumento de sueldo. Estoy seguro de que Bruce me diría que debería estar agradecido con la oportunidad que el periódico me ha brindado pero, hasta donde yo sé, el simple hecho de haberme ganado una oscura referencia en la Wikipedia, no va a terminar de pagar la hipoteca… Me levanto somnoliento sin saber muy bien por qué debería preocuparme ahora por las letras de mi apartamento e intento asearme en el minúsculo cuarto de baño, lo cual requiere no pocas dosis de destreza, so pena de aparecer ante el resto de la tripulación como un troglodita recién salido de su cueva.

—Cuida siempre tu aspecto Paul. —Solía decirme mi madre mientras me inundaba el pelo con colonia para bebés antes de salir corriendo a la parada del bus. Para mi desgracia, ella nunca llegó a ser plenamente consciente del estímulo que mis efluvios mañaneros suponían para la cruel imaginación de los niños en aquel destartalado infierno amarillo… Omitiré los detalles Kate, pero por el amor de Dios; jamás se te ocurra regalarme una maldita colonia.

Unos vaqueros, una camisa blanca lo suficientemente ancha como para camuflar el inquietante contorno de mi barriga y ya estoy listo para empezar a trabajar. Compruebo la batería del teléfono móvil y me dirijo a la sala de reuniones de la estación. Como todavía no me oriento con soltura por los numerosos pasillos de la misma, tengo que fijarme en los mapas que ocasionalmente me voy encontrando por las paredes y que, como en los hoteles dicen: USTED ESTÁ AQUÍ.

—Aquí… A medio camino entre la Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda… —Pensé con ironía.

Conseguí llegar, por fin, a Lindon High después de estar un rato deambulando. Las luces de la sala estaban apagadas pero una bola de cristal refractante en el techo fragmentaba en mil colores el verde de la aurora boreal que ardía sobre la Tierra. Goosie Goose seguía allí, sonriente bajo su escafandra. Surrealista.

El Doctor Wang está sentado frente al ventanal con las dos manos apoyadas sobre las rodillas. Su figura es un perfecto ángulo recto y pequeños puntos de colores surcan su rostro. Me siento a su lado, tratando de imitar su postura.

—No sabía que pudiera ser tan… intensa…

—¿Se refiere a la aurora?

—Si…

—Lo estamos estudiando.

—¿Estudiando?

—No es normal.

—¿A no? —Pregunté preocupado.

Wang frunció un poco el ceño como si le molestara tener que darme explicaciones.

—Aún no sabemos por qué ha aumentado su brillo y tamaño pero no se preocupe, ya le he dicho que lo estamos estudiando.

Me encogí de hombros y decidí cambiar de tema sin dejar de contemplar el hipnotizador y brillante fuego verde que coronaba el hemisferio norte de nuestro planeta.

—¿Ha empezado ya la fiesta?

—¿Le gusta a usted Tchaikovski señor Sander?

—Soy un melómano y un cinéfilo empedernido. —Respondí.

—Siempre he pensado que la música que escuchamos contribuye a forjar el carácter de las personas. Quizás pueda usted recomendarme algo…

—Me temo que no me atrevería.

—¿Es usted siempre tan tímido?

—Cosas de familia. Pertenezco a un antiguo y legendario linaje de irlandeses. Todos tímidos.

—Su país nunca deja de sorprenderme con sus contrastes.

—Aunque a muchos no les guste reconocerlo, somos una nación de inmigrantes. Y los que piensen que podemos poner puertas al mar, se equivocan. Nunca dejarán de llegar. Tome por ejemplo a los padres del imbécil que tengo por jefe en Nueva York, Josh Spanoulis. Pastoreaban un rebaño de cabras en los montes del Peloponeso hasta que decidieron hacer las maletas durante la crisis financiera de 2.008.

—¿Y usted de donde proviene señor Sander?

—Mi ilustre antepasado, el Teniente Sander, llegó a Virginia en 1.622 procedente del condado de Wicklow, en la costa este de Irlanda. El mismísimo Conde de Pembroke tuvo a bien ceder unas tierras de labranza a la panda de colaboracionistas en que se convirtieron mis ancestros por su inestimable ayuda durante la invasión normanda de la isla en el año 1.171. Admito que no es algo de lo esté especialmente orgulloso, y desde entonces han ocurrido tantas cosas en la familia que sería absurdo tratar de enumerarlas todas. Creo que lo más práctico sería acotar mis orígenes al área de Brooklyn. “Neoyorquino de pura cepa”.

—Mi familia cultivaba arroz en las orillas del río Yangtsé. Durante generaciones no hicieron otra cosa. La Revolución de Mao cambió el destino de millones de personas pero el tiempo, ha deshecho todos los cambios de Mao… Irónico, ¿No le parece?

—No me gusta hablar de política. —Respondí un tanto incómodo.

—Amigo mío, ahí abajo, todo es política.

Sonreí por compromiso, temiendo que Wang se arrancara con una disertación sobre el manifiesto comunista.

—¿Se cree usted importante Señor Sander?

—¿Importante? —Respondí completamente desconcertado.

—Es usted el primero de su especie. —Dijo Wang con sonrisa enigmática.

—¿Se refiere usted a mi condición de periodista?   

Wang guardó silencio, pensativo, para a continuación añadir:

—Por muchos artículos que usted escriba, me temo que estamos condenados a la trivialidad.

—Si usted lo dice… —Respondí intentando no darme por aludido. —¿Dónde están los demás?

En ese momento, como si los hubiese invocado, aparecieron Dana y Omar Aslan, el profesor me dirigió una sonrisa amable antes de estrecharme la mano con firmeza. Recordé en un instante su biografía. La historia de otro inmigrante.

El padre de Omar, fue un destacado cirujano que se estableció con sus dos hijos en Chicago cuando las cosas se pusieron feas en Siria. Los comienzos fueron difíciles. Musulmán, viudo y con dos niños que no hablaban una sola palabra de inglés el Doctor Yusuf Aslan tuvo que enfrentarse a todo tipo de dificultades para poder salir adelante. Afortunadamente, el hábil cirujano acabó intimando con la jefa de Cardiología del Centro Médico de la Universidad de Chicago. Se casaron en Kentwood cerca de Grand Rapids, Michigan, así que la historia tiene un final feliz. Yusuf y Kassandra tienen una niña en común, Fátima que se pasa el día colgando fotos de gatos en el muro de Facebook de Omar. Dana lo encuentra adorable, Omar no tanto.

—Encantada de verte Paul, ya veo que el doctor Wang te tiene muy entretenido… —Terció Dana.

—Tan perspicaz como siempre, señorita Lehner —Respondí sonriendo.

—Será mejor que cambie la música antes de que nos quedemos todos dormidos —Dijo Omar.

—Se acabó la paz… —Farfulló Wang.

—¡Esto es una fiesta! ¿Qué va a pensar nuestro invitado? —Respondió Dana animada.

El resto de la tripulación fue llegando mientras Omar hacía de maestro de ceremonias improvisado. Viktor Zaitsev, alto y fuerte como un toro, se dirigió con resolución hacia Dana y tras inclinarse frente a ella en pomposa reverencia, la invitó cortésmente a bailar. Tom Anderson y Morgan Lawrence saludaron e hicieron corro con David Dayan, el nuevo mago Merlín de la materia oscura. A pesar de la música, uno podía oír el acalorado debate que mantenían sobre cuál era el mejor equipo NBA de la historia.

Wang volvió a sentarse, impasible, a pesar de la defenestración de Tchaikovski en favor de Simple Minds.

—¿Estás disfrutando Paul? —Me preguntó Omar.

—Tan solo aguardo la llegada inminente de un Crucero Imperial. Daremos un paseo por una galaxia muy lejana, esta me queda pequeña. —Respondí de buen humor.

—Cierto. Vistos los primeros cuatrocientos kilómetros… Visto todo… —Dijo Omar riendo.

—Bonita fiesta, ¿Se celebran muy a menudo?

—No irá a hablar de esto a sus lectores…

—¿Qué le parece este titular?:

“Astronautas de las Naciones Unidas derrochan el dinero de los contribuyentes celebrando escandalosas bacanales en estación espacial.”

—¡Sexo, Drogas y Rock and Roll!

—Nunca me imaginé que este lugar pudiera ser así…

—¿A qué se refiere?

—¡Hay una discoteca en la sala de reuniones! Por no mencionar a Goosie Goose… ¿Cómo demonios ha llegado hasta aquí?

—Acompáñeme y se lo mostraré. —Respondió Aslan.

Nos acercamos a la pared. En la esquina inferior del mural había una pequeña inscripción, casi ilegible, que rezaba lo siguiente:

 

 

PARA LOS HÉROES DE LA ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL HARMONY

Los alumnos de quinto grado de Lindon Junior High School

Westwood. Missippi. USA.

 

—Llegó con una misión de aprovisionamiento al poco tiempo de construirse la estación. La tripulación, encantada, se hizo unas cuantas fotos que, para orgullo de la escuela, fueron más tarde publicadas en toda la prensa local. Y aquí sigue desde entonces…

—Americanos… siempre tan infantiles… Oí exclamar a Wang desde lejos.

Arqueé las cejas sorprendido.

—No le haga caso. Es un aguafiestas empedernido. Hasta ahora, Goosie nos ha traído suerte.

 

—¿Y qué puede decirme de ese almacén que tienen a rebosar con todo tipo de objetos inverosímiles?

—¿El Museo Ellen Ripley?

—Ese mismo…

—Los astronautas también son personas y vulnerables a la nostalgia.

—¿Pero Houston sabe la cantidad de cachivaches que tienen ustedes guardados ahí?

—¿Houston?… Yo diría que aquí es Viktor el que se encarga de que todo esté siempre en orden. —Respondió Aslan guiñando un ojo.

Aproveché para fijarme en el ruso que, subido a la mesa para regocijo de Dana y el más absoluto espanto de Wang, cantaba Starway to Heaven.

 

Justo cuando la cosa empezaba a animarse, una pequeña luz roja comenzó a parpadear encima de la puerta de entrada. Omar, se percató enseguida y pude observar cómo fruncía ligeramente el ceño. Al ver mi semblante, el profesor me explicó.

—Es una señal del control de tierra. Será mejor que vea que demonios quieren. Se enfadan bastante si no contestamos…

—¿Se enciende esa luz cada vez que llaman?

—No.

—Entonces…

—Sólo cuando pasan más de quince minutos y nadie responde…

—¿Puedo acompañarte? —Pregunté sin poder reprimir mi curiosidad.

—Como quieras.

La música seguía sonando como si nada pero enseguida surgieron algunos rostros de extrañeza. Aslan hizo un gesto con las manos para expresar tranquilidad y ambos salimos apresuradamente hacia el centro de comunicaciones. Todavía recuerdo los ecos de Moonlight Shadow reverberando por los pasillos mientras trataba de seguir los pasos de Omar por la estación.

 

 

 

 

Correo electrónico profesional de Paul Sander.

Elementos enviados.

 

De:sanderp@nyt.com

Enviado: 02/10/2036 16.21

Para:brennank@nyt.com

Asunto: ¿Qué está pasando?

 

Hola Kate.

Nos llegan noticias que no sabemos cómo interpretar. El Centro de Control en Houston informó sobre una alerta emitida por la Organización Mundial de la Salud en torno a una enfermedad desconocida que afecta principalmente a las vías respiratorias. La información de la que disponemos habla de repentinos y virulentos brotes simultáneos, localizados en el hemisferio norte. Internet es una locura y al parecer, se han agotado las mascarillas y las vacunas contra la gripe en todas partes… Por el amor de Dios, ¿Qué está pasando ahí abajo Kate?

Todo nos parece confuso y lo que publican los medios de comunicación no aclara de ningún modo las cosas. ¿Cómo estamos manejando en el periódico la situación? ¡Ya me imagino a Spanoulis subiéndose por las paredes! Supongo que si es algo grave, la estación quedará relegada a un segundo plano… Acabo de redactar más material pero no se qué hacer… ¿Te importaría preguntar a alguien por ahí? Ya he enviado un mail a Bruce McKellen pero sin suerte. Supongo que como siempre, andará tremendamente ocupado.

Dime Kate, ¿Es grave? ¡No conozco a nadie con mejores fuentes en todo el New York Times! ¿Tiene esta alerta de la OMS algún fundamento o estamos ante otro fiasco como el de 2.009 con la gripe aviar?

El centro de control de tierra dice que no debemos preocuparnos y que la actividad en la estación debe continuar con normalidad, sin dejar de estar atentos a la evolución de los acontecimientos, pero Viktor Zaitsev, nuestro ingeniero de sistemas, no parece convencido. Al parecer, en Rusia está habiendo muchísimos muertos. Se habla de colas interminables de refugiados desplazándose al sur ¡desde Siberia! Insiste, muy enfadado, que no debemos dejarnos engañar, que lo mismo está ocurriendo en Groenlandia, Finlandia, Noruega, Suecia, Alaska y Canadá.

El Coronel Dayan está intentando averiguar algo a través de los servicios de inteligencia israelíes. El Doctor Wang intenta hacer lo propio con los chinos y hasta el comandante Anderson nos ha dicho que intentaría hablar con algunos contactos en la CIA. Te prometo que si me entero de algo por vías extraoficiales, te lo haré saber pero con la condición de que no publiques nada sin consultarme.

Como es natural todos tenemos las mismas preguntas: ¿Cómo puede de repente aparecer una enfermedad al mismo tiempo en tantos países? ¿Se trata de un atentado con armas biológicas? Viktor habla de un bloqueo informativo sin precedentes por parte de las autoridades. ¿Cómo es posible? La red está llena de teorías descabelladas y no podemos fiarnos. Lo próximo que me queda por leer es una invasión zombi…

En la estación estamos todos bien. Inquietos por los acontecimientos pero con la esperanza de que pronto se restablezca la normalidad y toda esta locura no sea más que una falsa alarma. Dentro de unos días le pondré un correo a Bill para ver como está y qué novedades puede contarme.

Aguardo tu respuesta.

Paul

 

Correo electrónico personal de Paul Sander.

Bandeja de entrada.

 

De:walshb@nyt.com

Enviado: 05/10/2036 23.10

Para:sanderp@nyt.com

Asunto: Mil disculpas

 

Hola Paul

Por aquí las cosas se están poniendo feas y en el periódico apenas nos dan un respiro para descansar. El ritmo de trabajo es frenético con todo lo que está ocurriendo y para colmo, empezamos a tener problemas de personal porque la gente tiene miedo, y muchos empiezan a hacer las maletas para poner rumbo al sur. Yo mismo estoy pensando si debería irme una temporada a Reno con mis padres y esperar a que capee un poco el temporal pero Spanoulis ha amenazado con el despido fulminante a cualquiera que se le ocurra abandonar el barco.

Supongo que aunque estés allí arriba habrás podido ver las noticias y estar al tanto de todo lo que se está publicando en internet. No obstante, te pongo al corriente de cómo estamos gestionando este desastre en la redacción. Kate recibió tu email pero no te preocupes si no ha podido contestar. En honor a la verdad debo decir que esa chica tiene carácter. Recién salida del hospital debido a un desmayo sin importancia y ya parece haberse multiplicado por diez. Está en todas las ruedas de prensa, supervisa o redacta decenas de artículos, acude a todos los comités… Por orden del mismísimo Bruce McKellen, el New York Times no publica ya nada sobre Wicca que previamente no haya pasado por sus manos.

Al principio se dijo que estábamos ante una nueva mutación del virus de la gripe pero nuestras fuentes afirman que el Centro Nacional para el Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta no tiene ni idea de a lo que nos estamos enfrentando. Lógicamente, así lo publicamos y pronto se desató el infierno. La Casa Blanca llamó diciendo que estábamos difundiendo información sin contrastar, ¡Nos acusan de sembrar el pánico entre la población! Según tengo entendido, Bruce se puso hecho un basilisco y mando a freír espárragos al delegado de prensa del presidente. ¡Imagínate la situación!

Luego, cuando corrió el rumor en redes sociales de que Wicca no es exactamente un virus y todos se volvieron locos. ¡Los chinos, los judíos, los islamistas, los católicos y todo el que no fuera blanco, protestante y anglosajón estaba envenenando el aire! Por todas partes, han surgido movimientos extremistas que promueven el odio a las minorías, las responsabilizan de todo lo que está ocurriendo… ¿Te puedes creer que un congresista de Georgia ha enarbolado la bandera confederada y reclama en la CNN un referéndum en los estados del sur que quieran abandonar la Unión?

La gente desesperada, es capaz de aferrarse a cualquier tontería con tal de pensar que estarán seguros pero la verdad es que nadie, ni los científicos ni el gobierno federal, saben realmente lo que es Wicca. Lo que es cierto, es que la gente muere en el norte. Los primeros síntomas son muy similares a un resfriado, para terminar casi siempre y en poco tiempo, con un fallo multiorgánico fulminante. Da miedo.

La administración del presidente Wilkinson sólo ha reconocido oficialmente algunos casos en Alaska. Afirman tener la situación bajo control pero yo digo que una mierda… En contraste con la versión oficial, tenemos a Twitter donde ya se habla de decenas de miles de personas desplazándose aterrorizadas hacia el sur.

Créeme Paul, no soy idiota. Todavía puedo ponerme en los zapatos de las autoridades y su obligación es tranquilizar a la gente. El pánico corre más rápido que los gérmenes y una vez completamente desatado, sólo quedan la anarquía y el caos. Como te dije, aquí todos conocemos a amigos o compañeros de trabajo que lo dejan todo y simplemente, se marchan de Nueva York. Hay historias espeluznantes sobre asentamientos mineros en Alaska y pueblos pesqueros de Terranova, borrados completamente de la faz de la tierra. Ningún superviviente. Todos muertos.

Me considero un tipo instruido Paul, tú me conoces, hemos trabajado un montón de años juntos y no seré yo el que salga ahora a la calle con una cruz a gritar ¡Es el fin del mundo! ¡Arrepentíos! pero creo que esta vez estamos ante una crisis verdaderamente seria. A pesar de todo, confío en nuestras capacidades. Al fin y al cabo, al final siempre ganan los buenos… ¿No?

Dicen que el país entero está trabajando para encontrar una vacuna. Las universidades, los laboratorios… Todos están investigando sin descanso para dar pronto con una solución. Yo digo que venceremos. Podremos con Wicca. América prevalecerá. El Times prevalecerá. Siempre lo ha hecho. En la redacción bromeamos diciendo que si todo se va a la mierda, al menos, tú saldrás adelante. Estando ahí arriba, difícil será que puedas contagiarte, ¿No crees?…

Afortunado hijo de perra…  

Tengo que dejarte. Estamos en contacto y ten cuidado, no vayas a resfriarte.

Un fuerte abrazo

Bill

Publicado en el New York Times.

07 de Octubre de 2.036

 

EL GOBIERNO FEDERAL DECRETA LA EVACUACIÓN.

Por KATE BRENNAN. OCT, 07,2036

El gobierno federal ha decretado hoy por medio de un comunicado oficial “la evacuación de todas las poblaciones de los Estados Unidos de Norteamérica que se encuentran situadas al norte del paralelo 35. El estado de emergencia en el que se encuentra el país desde la propagación descontrolada del virus Wicca incluye a partir de ahora ésta y cualquier otra medida que el ejecutivo estime necesaria para salvaguardar la integridad de los ciudadanos.”

Se estima que más de ciento cincuenta millones de personas, a lo largo de todo el país, se verán obligadas a trasladarse hacia el sur en el que, con toda seguridad, será el acontecimiento migratorio más colosal de la historia del continente. Representantes oficiales han insistido en que “aquellos que no obedezcan las directrices de evacuación decretadas por las autoridades y permanezcan en cualquier localidad situada al norte del paralelo 35 lo harán bajo su propia responsabilidad, exponiéndose a un serio peligro de muerte.”

Esta medida es muy similar a la adoptada hace una semana por el gobierno canadiense, acusado de generar un caos sin precedentes. El país entero se ha visto afectado por cientos de disturbios en las principales ciudades, multitud de autopistas colapsadas e interminables avalanchas de refugiados. El despliegue del ejército ha sido también calificado como un vano esfuerzo por intentar controlar la situación.

En Washington D.C., Andrew Olmos, director de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias, apeló enfáticamente en rueda de prensa a “la colaboración y a la solidaridad del pueblo de los Estados Unidos para acometer con éxito el mayor desafío humanitario y logístico de su historia.”

En el campo de la lucha contra el virus y a pesar de los recursos desplegados, la comunidad científica internacional ha sido hasta ahora incapaz de detener la oleada de fallecimientos que se desplaza de norte a sur con escalofriante rapidez por todo el planeta. Tras el desastre de Canadá, donde la Organización Mundial de la Salud estima, a día de hoy, cerca de cinco millones de casos, la ONU ha venido apremiando para que se acoja sin restricciones a todos los refugiados. Atendiendo a la gravedad de la situación, el ejecutivo del presidente Ted Wilkinson declaró la apertura de toda la frontera norte de los Estados Unidos el pasado 2 de Octubre.

Pero no todos han seguido su ejemplo. El Departamento de Estado realiza en estos momentos intensos encuentros diplomáticos desde la nueva sede del gobierno en Nueva Orleans con el embajador de México y el secretario general de Naciones Unidas, el nicaragüense Pablo de Lorenzo. El objetivo de estas gestiones no es otro que conseguir que el Presidente Rivero abra la frontera. Los reportes de enfrentamientos entre el ejército Mexicano y los grupos de refugiados norteamericanos y canadienses que intentan llegar desesperadamente al país vecino son constantes y la escalada de declaraciones por parte de ambos gobiernos no está ayudando a encontrar una solución diplomática a esta situación.

El insistente rumor de que el gobierno de los Estados Unidos ultima los preparativos para invadir México y varios países de Centroamérica como alternativa a un posible fracaso de la vía diplomática, no ha sido desmentido por la Casa Blanca. El Departamento de Defensa anunció el pasado lunes la puesta en marcha de maniobras militares en toda el área del Golfo de México. Esta declaración ha sido interpretada por parte de las autoridades Mexicanas, como un abuso intolerable y se han multiplicado los efectivos a lo largo de los más de 3.000 km de frontera. El Presidente Rivero cuenta con el respaldo unánime de la Organización de Estados Iberoamericanos que, “a pesar de las excepcionales circunstancias,” observa con creciente preocupación la escalada de los comunicados emitidos por el gobierno Norteamericano.

Por otro lado, el comité de dirección del New York Times ha decidido por unanimidad trasladar la actividad de este periódico a Nueva Orleans. La ciudad más poblada del estado de Louisiana se ha convertido en pocos días en el centro neurálgico de la nación y allí es donde consideramos que debemos estar. La edición en papel de este rotativo queda suspendida hasta la resolución de esta crisis. Nuestro compromiso con los lectores y su derecho a la información, se verá plasmado temporalmente y de manera exclusiva a través de nuestra cabecera online.

 

 

Correo electrónico profesional de Paul Sander.

Elementos enviados.

 

De:sanderp@nyt.com

Enviado: 15/10/2036 16.21

Para:brennank@nyt.com

Asunto: ¿Estás bien?

 

Kate, ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien?

Aquí estamos todos muy preocupados por las noticias que van llegando desde el centro de control de misiones en Houston. No puedo creer lo que está ocurriendo. En la estación, mis compañeros intentan mantener la calma pero incluso ellos, que están preparados para afrontar todo tipo de emergencias; están completamente desconcertados. Aunque intento no dejarme llevar por el pánico, no puedo evitar pensar en lo que pueda pasarte a ti y a Bill en medio de todo este caos. Por favor, sé que no es fácil, pero si puedes; responde a los correos. Es la única manera de saber que te encuentras bien.

Cuídate mucho.

Paul.

P.D. Te dejado varios mensajes en redes sociales. ¡Por favor responde!

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

30 de Octubre de 2.036.

Hola Kate.

Los acontecimientos se suceden y esto tiene cada vez peor aspecto. En la estación, los ánimos van decayendo poco a poco. Como si del guión de una espantosa película de serie B se tratara, nos vemos sometidos a la impotencia de ver cómo todo se desmorona, sin que podamos hacer absolutamente nada por evitarlo. A nivel personal, cada uno de nosotros parece haberse encerrado en sí mismo. El Coronel Dayan se pasa todo el tiempo en su laboratorio. Viktor Zaitsev, va de aquí para allá exigiendo la inmediata evacuación de estas instalaciones. No para de decir que tenemos que volver, que hay que hacer algo…

—Aquí no pintamos nada y ahí abajo nos necesitan. —Afirma.

Hasta el impasible Doctor Wang parece haber entrado en un comportamiento un tanto errático. Compagina momentos en los que se muestra meditabundo, casi abstraído, con imprevisibles exabruptos; casi siempre dirigidos contra Viktor Zaitsev. El profesor Aslan y el comandante Anderson no cejan en su empeño por intentar restablecer la comunicación con el Centro de Control en Houston. Nadie responde. Tampoco ha habido suerte con el resto de estaciones de la NASA o de cualquier otra agencia. Es horrible, como si todo el mundo se hubiese evaporado de repente…

Morgan Lawrence se pasa el día montando guardia en el transbordador. Si te acercas, se pueden ver algunos de sus efectos personales en la cabina y Dana afirma que ya lleva varios días durmiendo en la bodega. Lo dijo con tono despreocupado, me atrevería a decir que incluso divertido, pero a mí todo esto no me parece normal…

—Alguien tiene que mantener este trasto a punto para cuando salgamos pitando de aquí. —Me dijo cuando fui a verle.

En cuanto a mí, Kate, pues intento ocupar mi tiempo hablando con quien me quiere escuchar y actualizando este diario que espero poder darte algún día. Quizás justo después de esa cena que tenemos pendiente… Lógicamente, también estoy preocupado por mi familia. Lo último que sé de mis padres y mi hermana Denise es que se marcharon de Nueva York para dirigirse primero a Virginia y luego a Louisiana a través de Georgia. Tampoco hay manera de contactar con ellos. Todos los teléfonos han enmudecido. Es algo de locos.

Dios mío Kate ¿Cómo ha podido deteriorarse todo tan rápidamente? Desde aquí el planeta parece tan tranquilo y majestuoso como siempre. Las vueltas que da la estación al orbitar la Tierra se suceden rápidamente y este espectáculo de la naturaleza al que asistimos continúa, ajeno al drama que estamos viviendo. Como dice Wang, al Universo no le importa nada de lo que pueda pasarnos.

No sé nada de ti, ni de Bill. Pude leer tu artículo sobre el decreto de evacuación emitido por el gobierno y creo que la decisión del periódico de continuar con la actividad desde Nueva Orleans ha sido muy acertada. Publicaste en Facebook que te dirigías a Connecticut en busca de tu padre y tu hermana. ¿Pudiste llegar? Espero que sí y que estéis todos a salvo en algún lugar seguro y apartado. Las montañas… El desierto… Algún sitio tendrá que haber libre de esa maldita enfermedad…

La doctora Lehner es la persona con la que más contacto mantengo desde que recibimos las primeras noticias. Ella está también muy preocupada por su familia en Alemania y parece que la situación en Europa no es mucho mejor que al otro lado del Atlántico. Dana teme especialmente por su hermano que está en Londres. No sabe cómo se las habrá podido ingeniar para salir de la isla.

Ayer, en su laboratorio, no pudo evitar dar rienda suelta a sus miedos:

—Paul, estoy aterrada. El Eurotúnel del Canal de la Mancha quedó colapsado durante los primeros días y cuando la cosa se puso fea, fue dinamitado sin contemplaciones por los franceses que rehúsan a hacerse cargo de una avalancha de refugiados que se cuenta por millones… Sé que no debería dar crédito a todo lo que lea en Internet pero… —Me dijo.

—Estoy seguro de que habrá podido salir a tiempo, si tu hermano es tan listo como tú… —Contesté.

Dana me obsequió con una pequeña sonrisa de compromiso.

—Europa entera está sumida en el caos. Las aguas del Estrecho rebosan con los cadáveres de cientos de miles de españoles, muertos al tratar de alcanzar la costa de Marruecos. ¡Es horrible Paul!

—Y Estados Unidos quiere invadir México ante el cierre de fronteras decretado por el gobierno de Marcos Rivero…

—Una guerra es lo último que nos faltaba.

—Confío en que Kate haya podido llegar al menos hasta Nueva Orleans, no sé nada de ella.

—¿Tu chica?

—No es mi chica… Todavía… —Contesté ruborizado.

—Dana sonrió levemente. —¿Cómo es?

En este punto me quedé un poco bloqueado. No me gusta hablar de ti con nadie, Kate, pero decidí responder.

—Kate es una compañera de trabajo… Ella, no sabe… Bueno no sé si sabe… Es complicado…

—Comprendo.

—En la redacción… Yo intento que no se note… Cuando todo esto termine… yo tenía pensado…

Esta vez Dana rió de buena gana. La primera vez que lo hacía desde el día de la fiesta.

—Tenías pensado volver como un héroe, ¿Verdad? Primero un buen baño de multitudes, y luego a por la princesa…

—Algo así… Ninguna chica se fijará nunca en un tipo como yo. ¿A quién puede importarle alguien que se pasa once horas al día en la redacción de un periódico escribiendo sobre el sex appeal de las mitocondrias? Mido un metro sesenta y mi doctora me ha diagnosticado un índice de masa corporal insano y, como colofón, mi único amigo es otro inadaptado al que veo los fines de semana para ver películas y organizar partidas de rol.

—¡Menudo currículum!

—No soy lo que una joven neoyorquina entiende hoy en día por un tipo atractivo, sofisticado. Kate Brennan se relaciona con ejecutivos, gente de Wall Street y es una periodista con olfato, ambiciosa; realmente buena en su trabajo. Ahora ya da igual, puesto que el mundo se ha olvidado de nosotros, pero cuando el New York Times decidió enviarme al espacio… Se equivocaron… Tenía que haber sido ella.

—…

Por otro lado, si yo fuera capaz de hacer aquí algo verdaderamente único…

—Yo pienso que tu presencia aquí nos sirve a todos de gran ayuda. A veces es bueno contar con perspectivas… Diferentes…

—Por eso escribo el diario… Para recordarlo TODO. No es para mí, es para ella.

—Y otra cosa Paul.

—Dime.

—El mundo no se ha olvidado de nosotros.

—¿Tú crees? ¿Acaso sabes de alguna misión de rescate para sacarnos de aquí? ¿Acaso has visto una sola mención en los medios referida a estas instalaciones  desde que todo se fue a la mierda ahí abajo, Dana?

—¡Omar y el comandante Anderson conseguirán restablecer el contacto! ¡Conseguirán que alguien nos dé instrucciones precisas sobre lo que debemos hacer! ¡Nunca pierdas la esperanza, Paul!

El tono de la respuesta de Dana me dejó estupefacto. Había pronunciado las palabras con la voz rota, muy deprisa, atropellándose con el inglés. La cruel sombra de la histeria estaba rondando la habitación. Así que mentí.

—No perderé la esperanza. Te lo prometo.

Entonces Dana no pudo contenerse y sin dejar de mirarme; comenzó a llorar. Fue un llanto desgarrador.

Lloramos juntos.

Olvidados en el espacio.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

2 de Noviembre de 2.036.

Hola Kate.

Me encontré con Wang cuando éste salía de la cámara de ingravidez. A menudo doy paseos por los pasillos y entro a fisgar en las numerosas estancias de la estación con el fin de distraerme y estirar un poco las piernas. La idea de tener que pasar más tiempo del inicialmente previsto aquí me incomoda cada vez más. Con todo lo que está ocurriendo, mi propósito en Harmony ya no tiene sentido. Estoy seguro de que ahora mismo, los lectores del New York Times tienen cosas mucho más importantes de las que preocuparse. Como diría Bruce:

—No estamos en nuestro mejor momento…

A Wang le gusta pasar tiempo en la cámara de ingravidez de la estación. Se queda ahí flotando, con los ojos cerrados, mientras el resto del equipo trabaja intentando recuperar desesperadamente la comunicación. Su actitud frente a la crisis que estamos padeciendo no está siendo muy popular. Zaitsev no para de criticarle y Omar le contesta diciendo que no debemos extrañarnos; Wang siempre va a lo suyo. 

En cuanto se percató de mi presencia, saludó.

—Señor Sander. Me alegro de verle. ¿Está usted encontrando agradable su estancia en la estación? —Me dijo como quien da los buenos días un domingo antes de salir a cortar el césped.

—Sería bueno que algunos trabajaran más y meditaran menos. —Respondí bastante molesto.

—Respóndame a una pregunta Señor Sander.

-…

—¿Por qué ustedes en occidente son tan aficionados a malgastar su tiempo en causas perdidas? Su idealismo es admirable pero muchas veces, somos los demás los que acabamos pagando las consecuencias de su obstinación.

—Vamos Doctor Wang… Hágame el favor de ahorrarse el sermón.

—¿Ve a lo que me refiero?

—…

—Negar la realidad es un ejercicio inútil y una gran fuente de frustración. Tome usted como ejemplo nuestra situación. En vez de comenzar con los preparativos para afrontar una larga estancia en Harmony, su amigo el profesor Aslan se dedica a malgastar tiempo y recursos intentando recuperar lo que lleva semanas irremisiblemente perdido. En vez de comenzar inmediatamente a planificar el futuro, Viktor Zaitsev insiste obsesionado en evacuar estas instalaciones. Incomprensiblemente, ¡pretende obligarnos a abandonar el único lugar del universo donde estamos a salvo!

—Algunos somos un poco maniáticos a la hora de resignarnos… Todavía tenemos esperanza. —Respondí con gran énfasis.

—Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro. Es de Confucio. —Afirmó Wang.

En ese momento me di la vuelta con la intención de irme tranquilamente por donde había venido.

—Los proverbios orientales no son lo mío. —Respondí.

—Entonces permítame obsequiarle con algo más occidental: Lupus est homo homini.

—No todos en la estación hablamos latín… —Respondí irritado.

—El hombre es un lobo para el hombre. Asinaria, Plauto. 

—Tomo nota. —Respondí con ironía.- Y ahora, si me disculpa…

Pero cuando apenas había dado dos pasos en dirección al gimnasio, Wang me espetó:

—Prepárese para lo que está por venir Señor Sander. No piense que porque se encuentra usted rodeado de personas brillantes todo se va a desarrollar de manera racional. No crea que, porque está usted entre los mejores, nada puede salir mal. No confíe en todo el mundo, señor Sander.

—¿Qué quiere decir? —Respondí alarmado.

—Es usted periodista. Estoy seguro de que sabrá leer entre líneas. Manténgase alerta. Continúe con su trabajo; con sus… entrevistas. Más pronto que tarde, tendrá ocasión de comprobar todo lo que le he dicho. ¡Ah! y por favor, venga a verme de vez en cuando. Aunque no lo crea, me agrada disfrutar de su compañía. Su presencia es una bocanada de aire fresco en esta estación. En la República Popular China no hay demasiados como usted… Y ahora, si me disculpa, le deseo que pase un buen día.

Como habrás visto Kate, la charla no resultó precisamente tranquilizadora. ¿A qué se refería Wang cuando dijo que debía mantenerme alerta? ¿Acaso hay cosas que desconozco? Al fin y al cabo, no soy más que un recién llegado… ¿Me he forjado una imagen equivocada de la estación? ¿Está Yun Wang jugando conmigo?

Demasiadas preguntas y pocas respuestas por ahora, Kate. Aunque no estoy seguro de que sea buena idea, me temo que ha llegado el momento de averiguar lo que verdaderamente está pasando aquí…

Que descanses.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

10 de Noviembre de 2.036.

Hola Kate.

Los días pasan y continuamos incomunicados. Está claro que el hecho de que Houston lleve casi un mes sin responder a nuestro intento de establecer contacto, ha terminado con mis esperanzas de obtener una respuesta rápida sobre lo que está pasando. Los nervios, la incertidumbre y la tensión nos han hecho llegar hasta el deprimente punto de tener que discutir hasta por la comida y es que, al parecer; Morgan Lawrence ha estado haciendo algunos cálculos por su cuenta.

—Si racionamos las provisiones, es posible aguantar más de un año.- Declaró.

—¡El primero al que se le ocurra meter la mano en la despensa tendrá que vérselas conmigo! —Exclamó Dana indignada. —¿Qué es lo que os pasa?

—Nuestra obligación es ser previsores. —Respondió Wang.

—De la comida me encargo yo. —Insistió Dana molesta. —Además, estoy segura de que todo esto se habrá arreglado mucho antes de tener que vernos obligados a vivir como en un campo de refugiados.

—¿Acaso no es eso exactamente lo que somos? —Contestó Lawrence con ironía.

Zaitsev se revolvió incomodo en su silla para insistir de nuevo en la necesidad de evacuar cuanto antes la estación, lo cual provocó un gesto de desaprobación por parte de Wang.

—Lo que propones es imposible Viktor. Vete haciendo a la idea.

—¿Imposible? Tan solo tenemos que coger esa maldita nave y…

—Será mejor que dejemos algo claro desde el principio. —Intervino Anderson amenazante.- El transbordador espacial Reacher pertenece al Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y nadie en esta estación va a poner un solo pie en él sin mi autorización. ¿Ha quedado claro?

—¿Y qué vas a hacer para impedírmelo? —Respondió Viktor desafiante.

—¡Basta! —Exclamó Aslan. —Ya está bien de bravatas por ambas partes.

—…

—Creo que lo mejor será que todos nos vayamos a trabajar. Ya hablaremos más adelante. —Concluyó Wang.

Si algo he aprendido trabajando en el periódico, es que en cualquier equipo siempre hay alguien encantado de perder los nervios, y esta estación, por muy científica que parezca, no es una excepción. Tras semanas de actividad frenética, todos empezamos a mostrar los primeros síntomas de agotamiento. Hay familias y seres queridos de los que no sabemos nada… compañeros… amigos… Kate, tu eres una mujer joven, fuerte, llena de recursos para poder salir adelante, pero no todo el mundo cuenta con tanta suerte… ¿Sabías que la abuela de Dana, frau Gertrud, lleva años en silla de ruedas? ¿Qué va a ser de ella cuando todos salgan corriendo?

Son preguntas para las que no tengo respuesta.

Toda esta incertidumbre, los rumores y la falta de información, abren las puertas a la imaginación. Cualquier pequeña preocupación puede convertirse en una noticia horrible y descabellada. Dana habla de enormes extensiones por todo el planeta declaradas en cuarentena con millones de personas atrapadas en su interior. ¿Realidad o exageración? Guerra en México, la Federación Rusa, el Sudeste Asiático, Australia… Israel arrasada por los árabes… ¡Es absurdo! África está plagada de campos de concentración donde cientos de miles de europeos mueren bajo el sol abrasador de sus desiertos o la sofocante espesura de las selvas sin que nadie haga nada…

Desde luego, yo prefiero pensar que todo esto no son más que disparates, pero Dana argumenta lo contrario.

—Como periodista, aprendí pronto a no dar crédito a lo que cualquier chalado publica en internet. Hazme caso. —Le digo.

En el otro extremo de este carrusel de emociones en que se ha convertido la doctora Lehner está la misteriosa y discreta figura del israelí David Dayan. Casi nunca está y las raras veces que nos honra con su presencia, permanece siempre callado, observando. Zaitsev afirma que lo único que le importa a Dayan es encontrar a los culpables de todo esto. Está convencido de que lo sucedido tiene una explicación y no piensa parar hasta encontrarla. 

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