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Capítulo Ocho

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Mierda. Con mayúsculas. Que alguien viniera a salvarlo.

Derek arrugó la frente y abrió la boca para discutir, pero la mirada que Davina le envió estaba llena de un doloroso deseo que sabía que él no podía llenar con un par de rondas de besos. Ella no había desviado los ojos a ningún lado, seguía mirándolo como si no estuviera pidiéndole descender al mismísimo infierno.

—Mira, Davina —suspiró, cruzando las manos sobre la mesa, como quien se dispone a negociar algo—. He tenido muchas adicciones en mi vida. Comienzan como esta pequeña voz en el subconsciente hasta que crecen como una muchedumbre retumbando en mi cerebro y, de pronto, ya no tengo poder suficiente para ignorarlas. Tengo que tener lo que sea que me exigen para acallarlas y saciar el jodido deseo que me esté carcomiendo ese día… por eso no puedo acceder a esto, sería como acceder a todo lo demás.

Ella respiró profundo, y Derek a su vez también lo hizo, desnudar su alma frente a alguien con el poder que Davina tenía en los medios sin duda era un suicidio, pero ya entrados en esto, no había encontrado otra alternativa.

—No tiene por qué ser así, solo velo como un desfogue, veremos a dónde nos lleva, no tenemos por qué enredarnos en nada más, incluso puedo tolerar que veas a Gis en mí.

—Tienes que estar jodiendo —dijo sintiéndose malditamente frío.

—No tengo necesidad ni deseos de ocupar el puesto de Ellen tampoco. Te acepto como eres, así como acepto el que vengas a mí en el papel que elijas. O que no vengas. —Y ante su silencio, ella rodó los ojos—. Deja de lucir tan escandalizado, por favor, somos adultos. No se necesita mucho para esto. Dime, ¿qué sientes cada vez que vez a Giselle y a Dylan besarse? —El puro pensamiento le robó una mueca.

—Te debes hacer una idea, te he dicho que Giselle es muy parecida a mi Ellen.

—Bueno, algo así me pasa a mí cuando los veo. Estoy cansada de ver enamorados a donde quiera que volteo, parece que cuando estás sola se triplican las parejas solo para hacerte sentir más miserable y sola que nunca.

—Buen punto. —Ella se relajó en su asiento.

—Necesito esto, Derek —confesó—. Necesito… algo.

Sabía exactamente lo que necesitaba. Necesitaba ser tocada, y verla así, tan vulnerable, despertaba todos sus instintos protectores. De pronto, y como para despejar toda la miseria en sí misma, Davina sonrió guiñándole un ojo.

—¿Y quién sabe? —soltó una risa suave, tímida—, podríamos descubrir que ni siquiera tenemos química.

Inmediatamente el tipo del sonido volvió a aparecer en su mente. Hablando de química… Derek respiró profundo, sopesando sus casi inexistentes opciones.

—Podríamos —murmuró. Y eso no haría la vida más fácil—. Ya sé que no sabes cocinar. ¿Quién sabe qué otras calamidades guardes?

—Para tu información, solo me ha salido mal un par de veces.

—No tengo que probar tu comida para saber que es tóxica —sonrió ante la furia brillando en sus ojos, prefería mil veces esa mirada que cualquiera que implicara esos preciosos ojos luciendo vulnerables—. A todo esto, ¿por qué no sabes cocinar?

—No tengo una cocina para practicar, disculpa.

—¿Sin cocina?, ¿en dónde vives?

—Es como un apartamento tipo estudio.

—No lo imagino, suena como si no tuvieras mucho espacio.

—No lo necesito. —Se encogió de hombros—. No es que organice un montón de fiestas o algo así.

—Suena solitario. —Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas y revelaran lo mucho que hablaban sobre sí mismo, dado que también vivía una vida solitaria. Reconocía la soledad demasiado bien.

—Me mantengo ocupada —respondió, y sí lo hacía, pero ocupada no cambiaba el hecho de que aún dormía sola por la noche—. Entonces… ¿quieres aceptar este trato y sellarlo con un beso, o prefieres parlotear más sobre nada?

Bien, como siempre, intentar sacarle algo sobre sí misma era una batalla. Sus ojos se desviaron sin pensarlo a sus abundantes pechos, y en cuanto lo supo los levantó de golpe, sintiéndose avergonzado.

—¿Tengo que decidir ahora?

—De preferencia, además ya pediste la cuenta.

—Cierto. —Derek tragó saliva ruidosamente.

Jesús, después de toda una vida siendo solo un viudo, era una sorpresa el descubrir que había hecho arreglos para estar con una mujer y estaba seguro de que no era solo para hablar. Ella empujó la silla hacia atrás, dando por terminada la discusión, por lo que lanzó un par de billetes de cincuenta dólares y se apresuró a seguirla.

Llevaba un corto, y ajustado vestido rojo, labios rojos, ojos increíblemente intensos y cabello dorado. Y cuando se encaminó a la terraza, le pareció alguien irreal y fuera de este mundo, como un hada. Derek podía jurarlo, todos los hombres en el restaurante parecían de pronto oler su necesidad.

Tan pronto como se puso de pie, contoneándose sin ser consciente hacia la terraza, todos los tipos ahí presentes le dirigieron sonrisas malvadas y miradas cargadas de lascivia. Podía conseguir a quien quisiera, ¿por qué a él? Quizás tenía alguna clase de fetiche con los viudos. Se detuvo justo detrás de ella, impidiendo así que esos jodidos bastardos siguieran mirándola, Davina se giró, sonriendo al inclinarse contra su pecho.

—Aquí estamos —dijo con un suspiro. Derek por su lado, fulminó a un camarero que se la estaba comiendo con los ojos, obligándolo a desviar la mirada.

—Sí. —Y no debería ser complicado deslizar un brazo por su pequeña cintura.

—No tienes que decidir ahora, pero sí necesitamos fingir aunque sea un beso, no estés nervioso, ya lo hemos hecho antes y pareció gustarte.

—Mhm.

No solo le gustó, y ese era el jodido problema.

Davina despertaba cosas que había tenido dormidas a base de drogas. Pero justo ahí, mientras miraba el profundo azul de sus ojos, tuvo que admitir que a él también le hacía falta tener a alguien especial.

Aunque el recuerdo de Ellen siempre lo enfriaba por completo. No que tuviera problemas en este momento.

Mierda.

Mientras respiraba con dificultad, Derek pensaba en lo absurdo de la situación. Se sentía como un adolescente recién sacado del horno y puesto frente a la tentación de ver una revista porno. Lo raro es que ni siquiera cuando fue un adolescente se sintió tan encendido, ni siquiera cuando lo fue se contuvo de obtener nada de lo que quiso, y por eso, Ellen estaba muerta.

—Shh —susurró ella, acariciando con la nariz su cuello, el ronroneo suave y delicado casi le robó un gemido—, deja de estar tenso, mejor cuéntame, ¿te gustan los vegetales?

—¿Q-Qué? —Sacudió la cabeza, mirándola—. No sé qué estás tratando de hacer, ¿y por qué nos estamos meciendo?

—Porque hay música suave y estamos bailando. ¿Creías que íbamos a saltar directo al beso?

—Sí, no entiendo por qué estamos haciendo tantos rodeos, no me gusta nada de esto. —Ella se rio contra su piel, y la vibración le oprimió el pecho, sus manos incluso se apretaron un poco más alrededor de su pequeña cintura.

—Los paparazis quieren fotografías de enamorados, ¿lo entiendes?, tenemos que lucir felices, risueños, empezando una relación, de lo contrario no se van a creer que salimos a la terraza tan solo para besuquearnos, por favor, somos más listos que eso, Derek.

—Oh. —Estaba a nada de ponerse duro si ella seguía rozando su nariz contra su mandíbula—. Uhm… No me gustan los vegetales.

—Lo suponía, ¿qué haces cuando Giselle te da eso todo el tiempo? —dijo raspando su nuca con las uñas, mandando una descarga directamente a su verga.

—He… he descubierto que soy capaz de tolerarlos.

—Eso es amor del bueno.

—Uh, supongo.

—Igual los vegetales son buenos, ya sabes, tienen vitaminas y todo eso.

—No sigas —pidió deteniendo el balanceo—. Si me dices que eres una vegana te lanzaré por el balcón en este instante. —Ella se rio.

—Para tu suerte, también amo comer carne, incluso amo las costillas asadas, aunque mucha gente les huya por tanta grasa, de hecho, es lo que más me gusta.

Davina era un hada. ¿Una mujer que amara las costillas sin ponerle peros a la grasa?, diablos, se iba a poner duro justo ahora. Mientras que Ellen era esa chica delgada de cabello oscuro con toda la apariencia de superestrella punk-rock, vegana y amante de los animales, y Gis era toda dietas estrictas y comida saludable, Davina era una expresiva ninfa suave y natural.

Tenía el cabello rubio y largo, y ahora estaba poniéndose de puntillas, y sus labios carnosos tiraban de él como si tuvieran un imán integrado. Sus pequeñas manos flotaban sobre sus hombros, haciendo que el pánico burbujeara en el interior de Derek.

—Eso es tan asqueroso, comer grasa es llevar el comer carne a otro nivel —dijo con la voz ronca, cerrando los ojos al inclinarse contra su cabello, aspirando su aroma cítrico.

Definitivamente no debería tener permitido tocarla. Ni siquiera un poco. Por el bien de todos, sin importar que de esto se tratara el hecho de que estuvieran juntos. En cualquier otro momento, Derek hubiera salido de su camino para evitar cualquier contacto en menos de unos segundos, y sin embargo, aquí estaba, rodeado por unos brazos que lo apretaban, y uñas que hacían esta cosa de rascar bajo su nuca, mandando electricidad a todas sus terminaciones, incitándolo a cerrar los ojos y casi ponerse a ronronear contra su cuello.

Estaba bastante seguro de que ella sabía lo que le estaba haciendo, y parecía disfrutar de ponerlo en esta situación.

Cerrando los ojos, intentó no disfrutarlo demasiado, pero diablos, Derek entendió en ese momento cuánto había pasado desde la última vez, y lo que era sentirse malditamente solo, dando como resultado esto. Incluso el contacto humano más ligero lo puso malditamente caliente. Davina lo torturaba mientras trabajaba lenta y suavemente su cuero cabelludo con esos tirones rítmicos que lo forzaron a tragarse un gemido de placer, recordándole que no había sido verdaderamente tocado, además de codazos amistosos o palmadas en los hombros por parte de sus hermanos.

—¿Seguro que estás bien con esto?

—Sí —confirmó, y la esperanza en sus ojos en esa única respuesta, lo hizo sentir un hormigueo.

Estaba tan cerca que podía sentir el calor de ella. Sus dedos se entrelazaron con los suyos, y entonces, lo estaba besando.

Davina no necesitaba conocerlo, y estaba de sobra que Derek le gustara, para saber que de alguna forma el jueguecillo del baile y el raspado de sus uñas contra su nuca lo había excitado. Pudo sentirlo contra su vientre, oh, sí, vaya que

pudo sentirlo. De hecho, por culpa de eso, ahora con mucho esfuerzo estaba evitando acariciar su entrepierna como alguna pervertida. Y aunque al principio fue lindo verlo tan titubeante, ahora ya no lo era. Su boca estaba más bien tensa, como si él se estuviese ofreciendo en alguna clase de ritual, ¿es que ni siquiera en esto podía relajarse?

—Imagina que soy otra persona —susurró entre besos, pero eso solo logró tensarlo más, incluso se separó para lanzarle una muy enfadada mirada.

Usualmente sus ojos eran fríos y serenos, pero ahora lograron volverse escarcha. Era pura suerte que no congelara a Davina en su lugar. Pero en lugar de paralizarse, lo besó de nuevo, aunque tenía la piel de gallina.

—No puedo imaginar a nadie cuando estoy contigo, ni siquiera a… Ellen. —¿En serio escuchó eso, o era el licor corriendo por sus venas?—. Eso me tiene tan confundido, es molesto como el infierno. —La brisa tiró de su cabello y lo dejó sobre sus ojos. Él lo apartó rápidamente, sus largos dedos moviéndolo del camino con un gesto.

—Bueno, ódiame entonces, pero no dejes de besarme, ¿quieres?

Él tragó saliva, de nuevo listo para el ritual. Davina estaba a nada de acompañar a su autoestima a un rincón, cuando de forma inesperada, él sujetó su mejilla. Sus movimientos lentos y vacilantes cuando se inclinó para besarla. Y solo entonces un pensamiento le cruzó por la cabeza como un pequeño rayo de esperanza. Quizás no fuera que no se sintiera atraído por ella, al contrario. Solo tal vez, estaba demasiado atraído por ella y eso lo estaba volviendo loco. Derek era un caos nervioso y agitado a su alrededor.

Lo sujetó por la nuca y lo besó con fuerza. A la mierda con sus movimientos vacilantes, necesitaba comprobar su teoría. Ambos inhalaron ruidosamente, sus cuerpos tensándose cuando la conexión entre ellos finalmente hizo clic. Su interior ya era un caos completo, y se fue en picada cuando él dejó escapar este extraño sonido entre sufrimiento y placer. Jesús, ¿por qué estaba sufriendo por un beso? No importaba, lo llevaría al límite.

Liberando sus labios, tiró hacia atrás de su cabello, y pudo ver que su boca estaba ligeramente abierta, así que lo besó de nuevo, nada suave tampoco esta vez. Él exhaló, y quizás estaba odiando todo el asunto, pero no importaba, la había hecho pasar tantos malos ratos, así que le debía al menos un sueño húmedo con esto. Calor corría bajo su piel y fuego entre sus piernas cuando él hizo otro sonido torturado.

¿Qué de erótico tenía besar a alguien que parecía estar sufriendo?

Definitivamente estaba fuera de sí, demasiado borracha. Intentó separarse, pero entonces, él la sorprendió sujetando su labio inferior, y el calor pasó de ser un lento fuego al infierno. ¿Por qué no lo obligó a besarla antes? Estaba por montarlo ahí mismo, empujarlo contra el balcón y solo… subirse sobre él, cuando Derek se separó con una risa ronca, apoyando la frente contra su hombro.

—Perdón por no estar acostumbrado a besar bajo demanda, me van las cosas más naturales —comentó sin aliento, pero lleno de sarcasmo, mirando sutilmente hacia el mar.

Genial. No solo los paparazis habían sido engañados con el beso. Davina se separó de él, aunque su sabor fuera bastante convincente como para engañarla de nuevo, y miró de reojo hacia la hermosa vista del mar tan solo para encontrarse con un familiar brillo. El flash del lente de largo alcance de algún colega, probablemente. Se sintió helada.

—Tienes razón, bajo demanda no resulta tan dulce, ¿nos vamos? —Si él estaba sorprendido, no lo supo mientras tomaba su mano y la conducía de vuelta a la habitación.

Mientras se sentaba en la cama de la alcoba, Davina aún se sentía enojada por creer que él había estado tan encendido como ella. Con un gruñido, llevó atrás la mano al cierre de su vestido, pero tras unos furiosos tirones y forcejeos, se dio cuenta que estaba trabado.

Claro, porque la noche no podía ponerse mejor. Davina nunca se ponía ebria, y nunca, nunca usaba vestidos, a sus veinticinco, todavía era más de vaqueros, blusas sueltas y zapatillas bajas. No podría describirse a sí misma como alguien muy femenina, se maquillaba muy poco, y ni qué decir de usar tacones.

Pero había querido dar una buena impresión a Derek esta noche, acostumbrado a ver a una modelo como Gis, en tacones de vértigo y vestidos ajustados. Así que se había puesto un viejo pero bonito vestido ajustado, unos zapatos con poco tacón, se había soltado su largo cabello, y rogó a los cielos por pasar como una novia presentable para Derek ante los medios.

Ahora, por desgracia, no había logrado otra cosa más que convertiste en una acosadora y borracha en potencia, y para colmo, ese viejo vestido que la había acompañado por años de maleta en maleta, quizás estaba decidiendo jubilarse.

—El idiota de Jeremy pidió una habitación con una sola jodida cama, muchas gracias —inquirió con esa profunda voz, asustándola cuando irrumpió en la alcoba.

—Lo sé, lo hizo porque los paparazis indagarán en cuanto dejemos la suite.

—Oh, vaya, no había pensado en eso.

—Sé que no. Pero no te preocupes, estaré en mi lado de la cama, no pienso morderte —dijo socarrona, pero él no compartió su sonrisa, la miró un momento demasiado largo antes de rascarse el tatuaje en el brazo.

—Escucha, Davina, lo que hicimos hoy fue… es decir…

Ella se reacomodó, esperando a que terminara su oración, y a que se le bajara de una maldita vez esa embriaguez que la tenía con esta especie de calentura, pero apretar las piernas no funcionó, menos cuando sus ojos azules se desviaron a su escote, quedándose parcialmente mudo. Tal vez estaban en la misma sintonía después de todo, tal vez era un hombre de tetas y así era como terminarían en la cama. Era un pensamiento tan bueno como pensar en la compatibilidad de signos. ¿Qué signo zodiacal sería Derek?

—Estuvo bien. —Davina elevó una ceja.

—¿Quieres decir que estuvo bien para la prensa?

Derek frunció el ceño, de pronto percatándose de lo que había estado haciendo antes de lanzar su mirada hacia la pared, ruborizado y evitando ver sus senos por completo.

—Sí, supongo, pero además esta vez no fue… tan malo como esperaba.

Las cejas de Davina se elevaron a alturas peligrosas, podía sentirlas por las nubes. Después de todo lo que pasó hoy, ¿“no fue tan malo” fue lo mejor que encontró para decirle? Él se encogió de hombros.

—¿No “fue tan malo” besarnos?

—Sí, la verdad pensé que me iban a perseguir los recuerdos de la memoria de Ellen. Durante años ha sido así, aunque en realidad… —Sacudió la cabeza—. Quizás estoy hablando demasiado pronto, pero… sí, eso.

—Supongo que podemos repetirlo cuando quieras, como que me molesta que digas que no fue “tan malo”, solo con la práctica se consigue la experiencia.

—No sueñes. —Ella rodó los ojos—. ¿Y por qué sigues sentada allí? —preguntó, llevaba nada más que unos chándales oscuros y una toalla alrededor de los hombros.

Su cabello estaba mojado y goteaba sobre sus hombros desnudos. Había una sonrisa educada en sus labios, y precaución en sus ojos mientras se apartaba el cabello de la frente. Desde que salió de rehabilitación, Derek se había dedicado a hacer ejercicio y comer, como si quisiera urgentemente recuperar su figura, o quizás dejar atrás a ese ser largo y flacucho que fue durante muchos meses, y lo estaba logrando, porque ahora estaba constituido por tatuados músculos duros y definidos. Apartando la mirada de esa ridícula y marcada pelvis que se notaba por el bajo talle de sus chándales, le dijo que no podía quitarse el vestido.

—¿Y supongo que debo ayudarte? —Derek la miró como si acabara de pedirle permiso para darle un hachazo en la cabeza—. ¿Están por tomarnos alguna foto comprometedora?, hay paparazis allá afuera, ¿es eso?

—Solo necesito ayuda con el maldito vestido, Derek, luego quiero dormir, eso es todo.

Si no le gustara tanto el vestido, se lo arrancaría ella misma antes de volver a pedirle… cualquier cosa.

Davina le dio la espalda, y puta mierda. Esto realmente iba a pasar.

Respirando profundamente, Derek se enfocó en ella, tratando de dejar de lado su sórdido pasado y su esencia más sucia, mirando de nuevo el esbelto cuerpo frente a él. Y entonces se permitió por primera vez

mirarla realmente. Ella era tan pequeña sin esos tacones que ni siquiera le llegaba a la barbilla, y su cuerpo tan menudo que no podía compararlo ni remotamente con lo que había sido Ellen. Además, estaba tan cerca de ella, que su cuerpo parecía envolver su pecho con su calor. Su mano temblaba ligeramente cuando la estiró hacia el cierre, y agradeció que no pudiera verlo porque no habría tenido forma de justificar semejante ridiculez.

—Está atascado —carraspeó, y se estremeció cuando la escuchó reírse.

—Lo sé, por eso la ayuda —respondió destilando sarcasmo.

Dubitativo, tocó uno de sus suaves hombros, tirando de nuevo del cierre, pero el maldito estaba clavado como dientes filosos en la tela, y tuvo que forcejear con él un par de minutos hasta que comenzó a deslizarse, dejándole ver cremosa piel cubierta por pecas. Ella llevaba un sujetador oscuro de encaje, de lo más simple, pero diablos. Su verga se sacudió, gruñendo en la cárcel autoimpuesta a la que estaba sometida. Así que retiró inmediatamente sus manos de ese cuerpo tentador antes de que hiciera algo estúpido.

—Listo, d-dormiré en la sala —tartamudeó con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido, dándose la vuelta para salir.

—¿Tan mal luzco? —Su voz fue suave, pero le llegó como un puñetazo. Derek se detuvo, no muy seguro de haberla entendido bien.

—¿Q-Qué? ¡No!, tan solo… —El guitarrista tragó saliva audiblemente. ¿Cómo explicarse?, la ansiedad de nuevo empezó a escalar por su espina dorsal—. Soy yo el que no es bueno, ¿lo entiendes?

—Sé que dijiste que estabas como en abstinencia, pero… ¿seguro que es solo eso?

—¿Estás tratando de provocarme?, ¿es parte de todo este espectáculo? —Esos increíbles y grandes ojos resplandecieron, el agarre en el vestido se intensificó.

—Creí que estábamos más allá de esto, pero olvídalo, solo estoy hablando como una borracha que debería irse a dormir de una buena vez. —Sonrojada, se dirigió al baño, y diablos, realmente se veía herida, y no había cosa que odiara más que lastimarla.

—Davina, escucha. —La alcanzó rápidamente, pero cuando la sujetó del brazo provocó que el vestido se soltara de sus manos y le mostrara altos y turgentes pechos. Jodida-absoluta-mierda—. Diablos, lo siento t-tanto... de v-verdad, yo…

Ella se ruborizó, pero enmascaró su vergüenza rodando los ojos mientras se cubría.

—¿No son lo que esperabas? —Tenía las mejillas rojas, aunque hablara con ironía.

Eran más de lo que alguna vez pudo esperar, eran increíbles. Derek nunca había sido un hombre de tetas grandes, pero diablos, Davina tenía hermosos y turgentes pechos que difícilmente podría borrar de su memoria.

—¿O preferirías que fuera otra mujer?

La pregunta lo dejó helado, había estado pellizcando el puente de su nariz en un intento por calmarse, pero abrió los ojos enfurecido, y sin pensarlo, se acercó a ella hasta sujetarla por los hombros.

—¿Te parece que estoy imaginándome a otra?

En un arrebato de furia, sujetó su mano, y sin ser muy consciente, la empujó abajo donde su verga estaba dura por su culpa. Ella parpadeó.

—No lo sé —susurró mirándolo con esos increíbles ojos, pero en lugar de correr asustada, como esperaba que hiciera… ella lo apretó con suavidad, robándole un graznido.

—Davi, por favor… no hagas esto más difícil —suplicó a través de los dientes apretados.

—¿Por qué siquiera te resulta difícil? El sexo es fácil, Derek.

Y dicho eso lo soltó, permitiéndole respirar, aunque poco duró esa sensación cuando, sin dejar de mirarlo a los ojos, dejó caer el vestido que había estado sosteniendo, quedando como un suave charco alrededor de sus pies. Derek todavía estaba paralizado cuando sus dedos suaves se deslizaron con timidez a través de su pecho, y estaba seguro de que estaba entrando en una conmoción, mientras ella lo tocaba como si fuera una criatura salvaje, y quizás lo era, porque eso lo estaba volviendo loco de una forma por demás incomprensible cuando se suponía que ella debería estar corriendo lejos.

Y luego estaba poniéndose de puntitas, besando su mandíbula, mordisqueándole, dejándole una sensación entre dolor y suavidad erótica que lo envolvió por completo, haciéndolo inhalar bruscamente. Derek no fue consciente de en qué momento cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia adelante, rindiéndose, permitiéndose esto cuando sus labios se encontraron suavemente con los carnosos de ella. Era como una hechicera, eso le pareció desde el primer momento en que puso sus ojos en ella. Derek se encontró cayendo rápidamente bajo su hechizo, cerrando los ojos, permitiéndose disfrutar del beso. Y aunque su corazón y su mente eran bloques de hielo, el resto de su ser, su cuerpo completo, estaba muy vivo y palpitaba con un deseo que amenazaba con pasar por encima de las buenas intenciones, el decoro… y hasta el dolor por la pérdida de su esposa. Con indecisión, levantó una de sus manos para colocarla en su tersa mejilla, deleitándose con la suavidad de su rostro de porcelana.

—Podemos hacer que esto funcione, Derek —susurró, y solo entonces volvió a la realidad.

—No puedo.

Sus ojos.

Lucía herida. Bastante. Sin decir otra cosa, pasó a su lado y cerró la puerta del baño con suavidad tras ella. Inmediatamente el arrepentimiento se cernió sobre él. Dándose la vuelta, Derek terminó por subirse sobre las mantas, no había manera de que se metiera con ella en la cama después de semejante beso. Su aroma natural y su silueta ya lo tenían bastante alborotado.

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