Hard

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Capítulo Diez

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—Cállate, quieres —regañó, rodándole los ojos.

Derek sujetó su rostro con la mano libre, su pulgar acariciando su mandíbula. Toda diversión abandonando el lugar, sus ojos fijos, su ceño pronunciado. Davina se mordió el labio, acercándose más a él.

—¿Qué necesitas, preciosa?

Oh, necesitaba tantas cosas. Tantas que le dolía la cabeza, pero principalmente:

—A ti —contestó con la voz entrecortada.

—Estoy más allá de jodido, lo sabes, ¿verdad?

—Lo sé.

—¿No habías dicho que tenías suficiente de imbéciles inadaptados?

—Quizás no los suficientes. —Se encogió de hombros haciéndolo suspirar.

De pronto, la joven se dio cuenta de que no solo quería su compañía para satisfacer sus necesidades físicas, porque dentro de su pecho otras necesidades se estaban levantando. Anhelaba su oscuro silencio. Quería atrapar sus escasas sonrisas con los labios. Necesitaba que fuera feliz, porque estaba segura de que sería contagioso.

—Davina… —murmuró contra sus labios, depositando suaves besos—. No volveré a comportarme como un idiota cuando se trate de Giselle, lo prometo —suspiró, estrechándola más fuerte, y ella no pudo recordar cuándo fue la última vez que estuvo, no solo a horcajadas sobre un hombre sin estar montándolo, sino sintiendo esta conexión que iba más allá de lo físico—. Sé que hice un juramento, y durante todo este tiempo es lo único que he cumplido, pero ahora creo que es más importante jurarle a Ellen que intentaré… —Sacudió la cabeza, exhalando—. Que no volveré a drogarme, en lugar de jurar no estar con nadie más que ella.

Esa noche durmieron abrazados, después de muchos días, como una pareja real. Sin embargo, Davina no se engañaba, y esperaba que hubiese una red que pudiera amortiguar su caída al final.

 

 

 

 

 

 

 

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