Gypsy

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Capítulo 15

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Capítulo 15

 

Llevar el departamento de logística y suministros de O’Keefe e Hijos era a veces un verdadero fastidio. Todo problemas, y, aunque no quería ejercer oficialmente como jefe de mando medio en la empresa y ni siquiera quería tener despacho propio en la oficina, no hacía más que asumir responsabilidades, tapar agujeros y dedicarse poco a lo que lo había hecho volver a Irlanda: buscar un equipo de fútbol para empezar a entrenar.

El curso de entrenador lo había hecho en Inglaterra y todo eran parabienes de parte de sus profesores y muchas promesas vacías que, lo sabía fehacientemente, no se concretarían jamás. Al no haber jugado nunca al fútbol profesional tenía pocas puertas abiertas en un medio tan cerrado como ese, además era muy joven, había cumplido veintisiete años a mediados de septiembre y lo normal en esos casos es que estuviera en activo como jugador, no como entrenador profesional, y empezaba a desesperarse.

Hacía un año que había contratado a un agente de primer nivel para que llevara sus asuntos, Bill Harper, y gracias a él había hecho dos entrevistas en clubes de segunda división en Inglaterra, para colaborar como segundo entrenador, y en Escocia, también uno en Gales, pero no conseguía entrar ni trabajando gratis, así que estaba pensando en olvidarse del tema durante unos meses y concentrarse en su trabajo en la empresa familiar, en sus entrenamientos con su equipo habitual de rugby y, por supuesto, en el boxeo.

Boxeo… se apartó de la mesa de la sala de reuniones de O’Keefe e Hijos, donde estaba revisando un montón de papeles, y se apoyó en la butaca mirando hacia la calle. Estaba lloviendo, eran ya las cuatro y media de la tarde, y Úrsula seguía sin llamar, un día y medio después de haberla dejado en la cama, ella no llamaba y obviamente estaba en su derecho, pero le comía la curiosidad, igual no volvía a aparecer y todo se quedaba en un polvo y poco más. No lo sabía, ella no parecía de esas, pero le había dicho que acababa de romper con el novio y seguramente no estaba para complicarse la vida, lo habitual en esos casos, y normalmente él no se comía el coco con ese tipo de chorradas, así que estaba muy asombrado de que le importara la dichosa llamada, con la cantidad de trabajo que tenía encima.

Por supuesto, jamás se negaba a pasar la noche con una chica, nunca, como tampoco le daba por seducir mujeres e intentar llevárselas a la cama, eso se lo dejaba a ellas, que eran expertas en echar el lazo y dejarte a su merced en un abrir y cerrar de ojos, así que con Úrsula tampoco había sido diferente. Era obvio que le gustaba, desde el minuto uno notó que se ponía nerviosa cuando la miraba o le dirigía la palabra, y durante el viaje a Kilkenny pudo comprobar que a él también le gustaba, era inteligente, lista, con cientos de inquietudes, divertida y atenta, prestaba atención a todo y se reía con facilidad, además, estaba buenísima. Sin embargo, que fuera una chica guapa era lo de menos porque habitualmente le iban las chicas guapas, lo mejor de Úrsula no es que fuera preciosa, es que era natural, no llevaba maquillaje, se perfumaba poco y se miraba menos en los espejos. Era la típica tía saludable y llena de energía que disfrutaba del deporte y la actividad, y ese tipo de chicas eran precisamente las que a él le ponían a cien.

En los Estados Unidos había conocido a dos o tres de ese perfil y las dos o tres casi le hacen perder el norte. No había nada mejor que compartir una maratón o un entrenamiento con una chica a la que luego te podías llevar a la cama. Aquello le parecía sublime y en cuanto vio a Úrsula boxeando en el gimnasio pensó que era un buen fichaje, para qué lo iba a negar, pero no había vuelto a pensar en ella hasta que la vio en casa de su padre y, después, cuando la llevó a Kilkenny y pudieron hablar y mirarse con tranquilidad.

Así pues, que la despedida se transformara en una noche de sexo no le sorprendió. Estaba preparado para eso y dejarse llevar le costó poco, ella dio el primer paso, sí, pero de una forma bastante sexy, y no porque fuera una pantera devora hombres, sino por todo lo contrario. Estaba nerviosa y parecía gustarle de verdad, así que imposible no entrar al trapo y pasárselo estupendamente con ella en ese apartamentito diminuto en el que vivía. Había estado a la altura de sus expectativas y fue muy agradable hacer el amor con alguien así, que era muy natural, silenciosa e intensa, muy apasionada, nada excéntrica ni sofisticada, alguien que no necesitaba chillar o mirarse todo el tiempo en un espejo para comprobar lo buena que se veía follando con él.

Sus últimas conquistas habían sido modelos-actrices muy peculiares, buenísimas, pero muy locas.

En muchas primeras citas había acabado en la cama haciendo malabarismos, satisfaciendo todo tipo de caprichos y, aunque aquello era muy excitante, siempre terminaba desorientado y agotado. Incluso con Andrea, con la que llevaba quedando dos meses, se sentía ajeno al final de todo el ceremonial, y como ella era de esas a las que le gustaba hacerlo delante de un espejo o, en su defecto, delante de una ventana o cualquier cristal que pudiera devolverle su imagen desnuda y teniendo relaciones sexuales como una desesperada, la cosa empeoraba. Su primo Brian siempre decía que había gente que follaba con ella misma, aunque estuviera acompañada, que por eso se deleitaban mirándose, y era verdad, eso lo había experimentado ya muchas veces y necesitaba otra cosa, necesitaba normalidad, y, si parecía muy carca o muy aburrida la idea, le daba igual, era lo que quería, al fin y al cabo, venía de vuelta de todo y hasta de eso un tío se podía cansar.

A esas alturas del partido había tenido todo tipo de novias, ligues y rollos, no necesitaba mucho para estar satisfecho, solo quería estar con alguien agradable, que le gustara y con la que pudiera tener buen sexo sin dejarse la piel en el intento. No quería dramas, gritos, prácticas sadomasoquistas o tener que follar en el baño de un bar para excitarse más, ya había pasado por todo eso de largo, había ido y vuelto varias veces, y le apetecía algo más sencillo. Llevaba algún tiempo pensando en que era hora de poner el freno y experimentar otra historia con alguien más normal, alguien como Úrsula, con la que había hecho el amor dos veces en una noche, muy a gusto y sin adornos, simplemente habían disfrutado el uno del otro y en paz.

Ahora solo faltaba que ella llamara, diera señales de vida y pudieran volver a quedar, aunque si no lo hacía, tampoco pasaba nada.

–Paddy, qué suerte que te pillo aquí…

–Hey ¿qué tal? –Vio entrar a su padre con una carpeta y delante de él a Liam con su mochila–. Pues estoy de milagro.

–Necesito que alguien revise estos papeles y si lo haces tú mucho mejor… iba camino de casa y los del Golden Belfast me saltan con esto. No puedo estar encima de todo.

–¿Qué ha pasado? Hola, enano. –Le dio un beso en la cabeza cuando el pequeñajo se le acercó para saludar y lo sentó a su lado mientras su padre le enseñaba los papeles de una orden de suministros, de la obra que estaban haciendo en un hotel de Belfast, donde faltaba un montón del material encargado–. Esto no lo llevo yo.

–Lo sé, pero necesito que lo revises y, de ahora en adelante, si hay cualquier problema, que se pongan en contacto contigo. Sean anda en sus cosas y todo está manga por hombro.

–Vale, perfecto, no pasa nada –miró como Liam se apoyaba en la mesa y le sonrió–, ¿de dónde venís?

–De un cumpleaños, Manuela ya está en casa con Michael y Aidan y…

–Vale, vale, tranqui, tío, que yo me hago cargo.

–Tío… –repitió Liam y se echó a reír a carcajadas. Su padre suspiró y se puso las manos en las caderas sonriendo también.

–Ok, de acuerdo, gracias. Venga, cachorrito, nos vamos a casa, mamá nos está esperando…

–Señor O’Keefe –uno de los asistentes junior del despacho se asomó y le enseñó unos papeles–, ya que ha venido necesito que me firme esto, se lo iba a mandar a La Marquise, pero…

–Muy bien, de qué se trata… –Se sentó para leer los documentos y Paddy miró como Liam sacaba de su mochilita un cuaderno para pintar. Los tres niños estaban tan acostumbrados a que sus padres se liaran continuamente con el trabajo, que no protestaban jamás y en seguida buscaban entretenimiento, eran unos críos buenísimos. Sonrió y se acercó para revolverle el pelo rubio.

–¿De quién era el cumple?

–De Kevin Moore.

–¿Y cuántos cumplía?

–Seis.

–Pero si es mayor que tú.

–Sí, había pizza y Coca Cola.

–Vaya festín, ¿eh?

–Y muchas chuches…

–¿Paddy? –La secretaria entró y les sonrió mirando a Liam–. Lo siento, una llamada por la línea uno, no funciona la centralita.

–Gracias. Espera, pequeñajo… –Le guiñó un ojo y contestó al teléfono fijo–. Patrick O’Keefe.

–¿Paddy?

–Sí, ¿quién es?

–Soy Úrsula.

–¡Hey! Hola, ¿qué tal? –Le encantó oírla y se levantó para mirar por el ventanal que daba a la calle Dame.

–No sabía si llamarte al móvil o al fijo y opté por este, ¿cómo estás?

–Bien, pero llámame siempre al móvil, es un milagro que me pillaras aquí.

–Vale, pues siento no haberte llamado ayer, no sabes lo que me ha pasado, es de locos y estoy al borde de un ataque de nervios…

–¿Qué ha pasado?, ¿estás bien?

–Sí, estoy bien, gracias, pero ayer mis jefes mandaron a los niños a Dublín. Mi jefa me llamó desde Nueva York cuando acababa de facturarlos en un avión, sin contar con si yo estaba o no aquí, o si ya tenía otro trabajo o…

–La madre que los parió. –En Kilkenny ya les había contado sus problemas con esa familia y movió la cabeza, muy sorprendido de que la gente hiciera esas cosas.

–Así que tuve que ir a recogerlos, hacer una compra, arreglar un poco la casa, prepararlos para el cole… en fin.

–Pues menudo fastidio, lo siento mucho.

–Sí, bueno y quería volver a verte, pero ahora tengo a los niños y me han puesto la vida del revés, incluso tengo que dormir en la casa porque no los puedo dejar solos.

–No te preocupes, ya nos veremos.

–Ya han vuelto al colegio y a las clases extraescolares y algo de tiempo tendré, pero realmente no sé…

–No te preocupes, en serio, no pasa nada.

–Vale… –se hizo un silencio y se volvió para ver como su padre cogía en brazos a Liam para comérselo a besos ante la mirada del asistente y la secretaria, que le estaban diciendo un montón de piropos–, me apetecía mucho…

–Y a mí también, pero no te preocupes, ya te llamo yo, ¿vale?, tú tranquila. Dame tu número. –

Agarró el móvil y lo apuntó viendo entrar una llamada de Andrea, la puso en espera y volvió a hablar con Úrsula–. Te llamaré.

–Estupendo, hasta otra. Un beso.

–Un beso, adiós. –Pulsó el móvil y dejó entrar la llamada–. Hola, preciosa.

–Hola, cariño, ¿vienes a buscarme?, podríamos tomar algo por aquí y luego…

–Bueno, yo… –se pasó la mano por la cara calibrando realmente las ganas que tenía de ir a Killiney y decidió rápido–, no puedo, lo siento, tengo mucho trabajo.

–¿En serio?

–En serio, mañana te llamo.

–Mañana me voy a Londres, ¿no me vas a llevar al aeropuerto?

–Tampoco puedo, seguramente tendré que ir a Belfast por un tema de la empresa y….

–Joder, tío, me haces una faena.

–Lo siento, es una crisis de última hora.

–Vale, pues, adiós, ya te llamaré.

–Ok… –Colgó y se acercó a su padre para quitarle a Liam, se lo cargó al hombro y los acompañó hasta la puerta principal–. ¿Ya te vas, enano?

–Sí.

–¿No te vienes a cenar, Paddy? –preguntó su padre y él negó con la cabeza pensando en la faena que le estaban haciendo a Úrsula, igual hasta era ilegal y necesitaba consultarlo con un abogado.

–No, gracias, voy a solucionar lo de Belfast y mañana iré a verlo personalmente si hace falta. –Le entregó al niño y le palmoteó la espalda–. Adiós. Hasta luego, Liam. Mañana, si puedo, voy a veros.

–Vale –le dijo él con una gran sonrisa y bien agarrado al cuello de su padre. Los vio desaparecer en el ascensor, les dijo adiós con la mano y decidió regresar al trabajo.

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