Gloria

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Gloria

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Salón de un piso de lujo. Detrás del salón, el vestíbulo y la puerta de entrada al piso. A la izquierda, dos puertas (1 y 2) que dan al comedor y a la zona de servicio. A la derecha, dos puertas más (3 y 4) que dan a las habitaciones. Un ventanal con las cortinas descorridas deja ver una terraza o un balcón. Noche cerrada. Muebles diversos: una cómoda antigua con espejo, un sofá grande, butacas, etcétera. Cuadros modernos en las paredes. Una chimenea apagada. Por la puerta 3 entra GLORIA envuelta en una toalla. Es evidente que sale de la ducha. Suena la radio.

VOZ DE LOCUTORA:

Repsol les ofrece EL TIEMPO.

VOZ DE LOCUTOR:

Hola, muy buenas noches. Ha llegado el invierno y ha llegado de repente, y con mucha virulencia. En estos momentos el termómetro está un poco por debajo de cero en la ciudad de Barcelona. Temperaturas, pues, muy bajas, con tendencia a bajar todavía más, y acompañadas de viento y quizás de nieve en las próximas horas. Fuertes nevadas que serán intensas en toda Cataluña.

(GLORIA

corre las cortinas del ventanal.) La cota de nieve también muy baja. Todo esto debido a un frente de aire polar que en estos momentos tenemos justo encima y que tiene la culpa de este cambio tan repentino en las condiciones meteorológicas.

(GLORIA

se dirige a la chimenea, aprieta un botón de la pared y se encienden los troncos.) Pero la situación es pasajera. Mañana el tiempo seguirá como hoy, pero a primera hora de la tarde o hacia el anochecer empezará a mejorar un poco. Aunque no mucho. Nos esperan días de frío y de inestabilidad. Nieve y hielo en las carreteras. Si no es estrictamente necesario, es mejor no coger el coche y, en todo caso, no viajar de noche. Lo mejor: quedarse en casa bien abrigados y esperar a que la situación mejore. Y eso es todo. Buenas noches.

GLORIA apaga la radio, se queda quieta delante del espejo, se mira pensativa.

GLORIA:

Pasan los años y yo no cambio. A mi edad las demás mujeres empiezan a tener canas, patas de gallo, arrugas por todas partes, estrías en los muslos, las nalgas descolgadas, los pechos fláccidos; hasta los ojos pierden resplandor. Yo no me noto estos estragos.

(Pausa.) Quizás sea éste el primer síntoma de envejecimiento.

(Pausa.) No sé qué pensar: miro mis fotos de hace veinte años y me parece que no he cambiado. Pero si las enseño me preguntan: y esta chica, ¿quién es? Las personas, ya se sabe, no son fisonomistas. ¡Ay!

(Está a punto de caérsele la toalla. Se la anuda sin dejar de mirarse al espejo. Pausa.) No sé si ponerme el vestido verde o el rojo. El rojo produce más efecto. Pero el verde me sienta mejor y es más elegante. Un dilema verdaderamente estúpido comparado con el drama terrible de la vida. Quizás no es éste el momento de decirlo pero la vida es un dolor sin sentido. Un vacío doloroso entre el error de nacer y el absurdo de morir. ¡Ay!

(Está a punto de caérsele la toalla. Se la vuelve a anudar.) Con estas ideas, todo lo hago de prisa y de cualquier manera, como ahora. Él siempre me lo decía. Ya es tarde y yo todavía sin arreglar. ¡Ay de mí, todo me aburre y me atormenta!

(Suena el timbre. GLORIA

no lo oye o no le hace caso.) No me importaría matarme si la vida no fuera tan trivial. Pero los minutos y las horas, los días y los años pasan volando y yo nunca encuentro un momento adecuado para suicidarme.

(Vuelve a sonar el timbre. La toalla está a punto de caérsele.) Hoy me gustaría ponerme el vestido rojo. Es un poco escotado, tal vez demasiado y tiene una abertura que llega a medio muslo o más arriba.

Vuelve a sonar el timbre. Desde dentro se oye la voz de RICKY que sale de la puerta 4.

RICKY

(dentro):

¡Gloria! ¡Llaman!

GLORIA:

No está bien que yo lo diga, pero con el vestido rojo estoy la mar de sexy. Y a él era el que más le gustaba. Naturalmente, acabaré poniéndome el verde. Pero si un día llegara a suicidarme, querría que me enterraran con el rojo.

Vuelve a sonar el timbre con insistencia.

RICKY

(dentro):

¡Gloria! ¡Están llamando! ¿No lo oyes?

GLORIA:

¡No puedo abrir! ¡Salgo de la ducha y estoy desnuda!

(Vuelve a sonar el timbre.) ¡Ve tú!

(sale por la puerta 3.)

Por la puerta 4 entra RICKY a medio vestir: pantalones y camisa, calcetines. En la mano lleva los zapatos y la corbata deshecha, colgada del cuello.

RICKY:

¡Está bien, ya voy!

(Vuelve a sonar el timbre.) ¡He dicho que ya voy!

Abre la puerta de entrada al piso.

GABRIELLE:

Buona sera, ¿il signor Errico Montonero?

RICKY:

Montaner. Enrique Montaner. ¿Y usted es…?

GABRIELLE:

Gabrielle… de l’agenzia…

(Pausa.) Il cameriero…

RICKY:

Ah, sí, adelanti, adelanti.

Entra GABRIELLE. Es un hombre bajo, con un gran bigote negro. No lleva abrigo; sólo una bufanda al cuello. En la mano lleva una maleta pequeña.

GABRIELLE:

Gracie.

(Deja la maleta en el suelo y se frota las manos.) Fa un fredo veramente terribile. Cosa stranna a Barcelona que ha un clima tanto benigno e tanto buono. Qui, però, fa molto caldo.

RICKY:

M’escusi…, cosí, de ripenti… no mi ricordaba… i como me hablaba en italiano io non sapeba…

GABRIELLE:

Es que io sono italiano, ma laboro a Barcelona da tre anni fa, e ho imparato il castigliano. Si el señor prefiere…

RICKY:

Oh, sí, sí, hablemos en castellano.

GABRIELLE:

Gracias. Yo también lo prefiero, me conviene practicar… pero todo el mundo quiere que hable en italiano: da un aire más distinguido a las reuniones, y se entiende tan bien… Permítame.

Le hace el nudo de la corbata con gran habilidad y rapidez.

RICKY

(sorprendido por esta eficacia un poco agresiva):

Gracias.

(Pausa.) Los invitados no tardarán en llegar. Vaya a la cocina y empiece a prepararlo todo.

GABRIELLE

(cogiendo la maleta):

Me tengo que cambiar.

RICKY:

Es verdad.

(Señala la puerta 4.) Al final del pasillo, a la izquierda, encontrará una habitación vacía. Allí se puede cambiar. Después mi mujer le dirá lo que ha de hacer.

GABRIELLE sale por la puerta 4 RICKY se sienta en el sofá y empieza a arreglarse los puños de la camisa.

GLORIA

(dentro):

¡Aaaaaaaaaaaaaaah!

GABRIELLE

(dentro):

Scusi, signora…

Ruido de puertas. RICKY acaba de arreglarse los puños de la camisa. Entra GLORIA por la puerta 3 con un vestido negro con la cremallera abierta. Lleva las medias y los zapatos en la mano. Se sienta en la otra punta del sofá y empieza a ponerse las medias.

GLORIA:

¿A que no sabes lo que me acaba de pasar? Me estaba vistiendo y se ha metido un fulano en mi habitación.

RICKY:

Sí, era el camarero que pedí a la agencia. Se habrá hecho un lío con las puertas. Este piso es un laberinto.

GLORIA:

Me ha parecido que hablaba en italiano.

RICKY:

Porque lo es. Pero habla el castellano como tú y como yo.

Sin levantarse, da una palmada en el aire.

GLORIA:

¿Qué haces?

RICKY:

He visto un mosquito.

GLORIA:

No hay ninguno, Ricky. Estamos en pleno invierno y en invierno no hay mosquitos.

RICKY:

Me había parecido ver uno.

GLORIA

(cogiéndole la mano):

Todo saldrá bien, Ricky. Nadie tiene la culpa de lo que ha pasado. Ni tú, ni yo, ni Silvia; ni siquiera Coponius.

RICKY:

Lo mismo da: lo pagaremos todos, como si la tuviéramos.

GLORIA:

No, Ricky, sólo pagaremos nuestra imprevisión. Desde que fundamos la editorial sabíamos que todo el capital pertenecía a Coponius, y que Coponius lo había invertido únicamente por Silvia. No se pueden hacer negocios basados en la felicidad matrimonial.

RICKY:

Ya lo sé. Pero retirar ahora el dinero…, sólo por venganza…, es una mezquindad.

GLORIA:

Fue Silvia la que lo dejó, de repente, sin darle ni siquiera una oportunidad. Coponius todavía la quiere, y lucha con las armas de que dispone.

RICKY:

Una mezquindad justificada no deja de ser una mezquindad. La editorial, como empresa, es solvente.

GLORIA:

Ricky, la editorial, como empresa, es un desastre.

RICKY:

¿Qué quieres decir?

GLORIA:

He estado haciendo números…

RICKY:

Te habrás equivocado.

GLORIA:

Desde que Coponius nos comunicó sus intenciones, he hablado con los bancos, con la distribuidora, con el gremio de editores, con la Dirección General del Libro, he hablado incluso con Carmen Balcells…

RICKY:

¿Y el resultado?

GLORIA:

Nada de nada, nothing, ni un duro. Alles kaput, Ricky.

RICKY:

Lo dices en tono de reproche, como si fuera culpa mía. Eres tú quien se ocupa de la contabilidad.

GLORIA:

Precisamente. La culpa no es nunca del que lleva los asuntos, sino del que se desentiende de ellos.

RICKY:

Pero ¿cómo puede ser? El país va viento en popa, la inflación es mínima, los tipos de interés bajan medio punto cada día, la bolsa sube, todas la empresas hacen enormes beneficios. Hasta los pobres son ricos. Y nosotros… ¿qué explicación tiene?

GLORIA:

No es oro todo lo que reluce.

RICKY:

¿Esto es todo lo que se te ocurre? ¿Un refrán?

GLORIA:

Bueno, quizás sale más de lo que entra. ¿Te convence esta explicación? Pues ayúdame a abrocharme la cremallera.

Se da la vuelta. RICKY le abrocha la cremallera y la coge por los hombros.

RICKY:

Llevas un vestido muy bonito.

GLORIA se da otra vez la vuelta y se baja la falda que se había subido para ponerse las medias.

GLORIA:

Ricky, ya sabes que no puede ser.

Se levanta y sale por la puerta 3.

RICKY

(con un zapato en la mano):

Amar o no amar, ésta es la cuestión. Y si amamos, ¿cuál ha de ser el objeto razonable del amor? La mujer, los hijos, el trabajo, la ciudad en que uno vive, la casa, el país, si alguien sabe qué quiere decir esta palabra; tal vez los zapatos… ah…

(Pausa.) Es el triste destino de un hombre como yo, que he leído tanto, que tanto he meditado, que lo he subordinado todo en la vida a la curiosidad intelectual, acabar hablando con mis propios zapatos. Además de castellano y catalán, hablo francés. ¿Inglés? ¡Con las manos atadas a la espalda! Ich spreche auch Deutsch. Jawohl! Y tantos idiomas, a fin de cuentas, ¿de qué me sirven? Nuestra realidad desafía cualquier intento de formalización verbal. ¡Afán estéril! Sé tantas cosas que nadie me hace caso, y mi mujer, menos que nadie.

Suena el timbre de la puerta del piso. Entra GABRIELLE por 4 vestido de camarero.

GABRIELLE:

Acabe de vestirse, señor, yo atenderé a la puerta.

Vuelve a sonar el timbre con insistencia. GABRIELLE se estira los puños de la camisa y va a abrir. RICKY, al quedarse solo, da una palmada para matar un mosquito.

GABRIELLE:

Buona sera, signorina.

SILVIA:

¡Llevo una hora llamando! ¿Y usted quién es?

GABRIELLE:

Gabrielle, para servirla.

SILVIA:

¿El mayordomo?

GABRIELLE:

Freelance.

SILVIA:

¿Y habla algún idioma concreto o sólo este popurrí?

SILVIA se quita el abrigo de pieles, entrega a GABRIELLE el abrigo y el bolso y entra muy decidida en la casa. RICKY se levanta y va hacia ella.

RICKY:

¡Silvia! No te esperábamos tan pronto.

SILVIA:

Tenía miedo de llegar tarde. ¿Y Gloria? ¿Qué haces a medio vestir?

RICKY:

Nada. Me había distraído hablando solo.

SILVIA:

Una ocupación propia de sabios y de locos.

(A GABRIELLE.

) Y usted, aparte de recoger abrigos y de hablar italiano, ¿sabe hacer algo más?

GABRIELLE:

Sissignora.

SILVIA:

Pues tráigame un whisky. Que no sea de malta ni de esos que están de moda y saben a betún.

GABRIELLE:

¿Con hielo?

SILVIA:

Dos cubitos.

GABRIELLE no sabe a dónde ha de ir. RICKY le señala la puerta 1. GABRIELLE sale por 1 llevándose el abrigo y el bolso.

SILVIA

(a RICKY

):

Me parece ostentoso. Habráse visto, ¡un mayordomo!

RICKY:

Camarero.

SILVIA:

Pretendía hablarme en italiano.

RICKY:

Es italiano.

SILVIA:

Pues que lo disimule.

(RICKY

da una palmada al aire.) ¿Mosquitos, Ricky?

(Pausa.) Esta mañana he tenido un reunión de abogados. Una más. Él también ha ido. Ha estado muy violento y agresivo. Insiste en interponer la demanda. No hay nada que hacer.

RICKY:

Y tú, ¿qué les has dicho?

SILVIA:

¿Qué querías que le dijera? Que lucharé hasta el final. Es mi hijo, Ricky. ¡Mi hijo! Y suyo también. Pero no podemos partirlo por la mitad, como el rey Salomón.

Ha de ser del uno o del otro. Y yo no lo quiero perder.

RICKY:

No hay motivo alguno para que el juez te lo quite.

SILVIA:

Tú no sabes lo que pueden hacer los abogados.

RICKY:

Tú también tienes abogados.

SILVIA:

Yo no tengo un duro, Ricky; sólo puedo pagar a una nena que acabó la carrera hace un año y todavía cree en la justicia. ¡Ya me dirás adónde iremos a parar!

(Pausa.) Hace una hora que le he pedido un whisky a tu cameriere y aún lo espero.

RICKY:

Se habrá vuelto a perder por los pasillos. Este piso es un laberinto. Antes se ha metido sin querer en la habitación de Gloria cuando se estaba vistiendo.

SILVIA:

Todos hacéis lo mismo. Y siempre con la misma excusa: ha sido sin querer.

RICKY:

Y los abogados de Coponius, ¿qué alegan?

SILVIA:

Lo de siempre: inestabilidad económica y emocional, vida desordenada…

RICKY:

Pero esto es mentira.

SILVIA:

Hasta cierto punto. Cuando nos separamos, por mala conciencia o por imprevisión acepté todos los cargos. Metí la pata. Luego el mal ya estaba hecho. Si ahora declaro que no estoy loca ni llevo una vida disoluta, ¿quién lo creerá? Soy una mujer sola, todavía joven, o al menos que cree serlo, separada y encima con pinta de intelectual: este perfil se denomina un pendón, Ricky. Además, un proceso puede durar muchos años, en cualquier momento puedo cometer un error. Coponius me vigila. Ha contratado a un detective que me sigue día y noche, a todas partes.

RICKY:

¿Un detective? ¿Estás segura?

SILVIA:

No tengo pruebas, pero lo noto. Y los detectives son mala gente, Ricky. Con tal de justificar sus facturas son capaces de tergiversarlo todo, de inventar cualquier historia.

(Entra GABRIELLE

por 1; lleva una bandeja con el whisky. SILVIA

lo coge y bebe un sorbo.) Tráigame otro, por favor. Y no hace falta que tarde tanto.

GABRIELLE:

Scusi, signorina, no trobaba il gelo.

RICKY:

Tráigame un whisky a mí también.

SILVIA:

Y mi bolso. Me he dejado el tabaco.

RICKY:

¿Has vuelto a fumar?

SILVIA:

De cuando en cuando. He leído que si fumas a escondidas no hace daño.

GABRIELLE sale por 1.

RICKY:

Y el niño, ¿quiere quedarse contigo o irse a vivir con su padre?

SILVIA:

¿El niño? Pobre, no lo sabe. Y yo no quiero que lo sepa. No quiero que intervenga en esto. Pase lo que pase, no quiero que la decisión sea suya. Sería cruel hacerle decidir una cosa tan importante. ¿Que decida él mismo algo que marcará su vida? Por el amor de Dios, sólo tiene cinco años. No, no, prefiero mil veces que lo decida el juez, aunque sea en mi contra, por las razones más inhumanas y arbitrarias. El niño no tiene nada que ver en este asunto. Él sólo quiere una cosa, Ricky: ser feliz. Todos los niños quieren ser felices. Si han de sufrir, contravienen su naturaleza. Se han de violentar para no ser felices, para no gozar de la vida a cada instante. Y cuando son infelices, son doblemente infelices.

(Apura el whisky de un sorbo.) Hacerse mayor es esto: resignarse a ser infeliz. Como tú y como yo. Pero quiero ganar, Ricky. No quiero que me quiten a mi hijo. Y para ganar necesito dinero.

(Pausa.) ¿Crees que vendrá?

RICKY:

¿Quién?, ¿nuestro cliente? Seguro que vendrá. ¡Vaya pregunta! ¿Por qué no había de venir? Fue él quien me llamó.

SILVIA:

A lo mejor también llamó a otras empresas. Nosotros lo hacemos: llamamos a cinco o seis proveedores pidiendo presupuestos, fingiendo un gran interés, y después, con toda frialdad, comparamos y elegimos al que nos conviene.

RICKY:

Silvia, acabas de descubrir la economía de mercado. Enhorabuena.

(Pausa.) Vendrá, mujer, vendrá, pero no vendrá atado de pies y manos. Lo hemos de convencer y no parece tonto. Hemos de demostrar que somos una gente seria y competente. Piensa en esto y no te dejes dominar por los nervios.

Entra GABRIELLE por 1 con los whiskies y el bolso de SILVIA. SILVIA y RICKY cogen sus vasos.

SILVIA:

Gracias.

(a RICKY

) Por mí no te preocupes. Si hace falta sé como he de comportarme. Ahora estoy un poco agitada, por lo que te he dicho, pero pronto estaré bien. En casa me he tomado una pastilla de Valium, en el momento de salir. En seguida me hará efecto. A decir verdad ya estoy mejor. Mucho mejor.

(SILVIA

abre el bolso y saca un paquete de cigarrillos. Suena el timbre. SILVIA

da un grito y vuelve a meter el paquete de cigarrillos en el bolso.) ¡Ay, Dios mío! ¡Es él! ¡Ya está aquí!

RICKY:

No creo. Es pronto. Gabrielle, vaya a abrir.

GABRIELLE:

Sissignore.

GABRIELLE va a abrir. SILVIA bebe whisky a pequeños sorbos. RICKY sigue el vuelo de un mosquito con los ojos. Pausa.

GABRIELLE:

Gracie.

(Coge un gran ramo de flores, cierra la puerta y vuelve a la sala.) Per la signora de la casa.

RICKY

(a SILVIA

):

¿Lo ves?

SILVIA:

¿Lo manda él?

RICKY

(leyendo la tarjeta)

Claro. Da las gracias por anticipado.

SILVIA:

A lo mejor se trata únicamente de una velada excusa.

RICKY:

No te pongas paranoica: las reglas del libre mercado no incluyen flores. Vendrá. Gabrielle, ponga estas flores en un jarrón. Los verá en la cocina, de todos los tamaños.

SILVIA

(acabándose el whisky de un sorbo):

No. Lo haré yo misma. Me gusta arreglar flores. Hace unos años, antes de ser madre, hice un cursillo. Estudiábamos la técnica japonesa del arreglo floral, que los japoneses llaman ikebana. Lo he olvidado casi todo, pero recuerdo que el bambú simbolizaba la prosperidad y el albaricoque, aunque no lo parezca, la pureza. Era importante que las flores captaran la luz sin obstruir la visión de otros objetos bellos, como yo misma, y que representaran la unión del cielo con la tierra y los seres humanos. De paso me tomaré otro whisky en la cocina. No sé cómo se llama en japonés el arte de tomar whiskies. Quizás hara-kiri. Vuelvo en seguida.

SILVIA sale por 2, seguida de GABRIELLE, que lleva las flores. RICKY, solo, empieza a beber su whisky poco a poco. Con los ojos sigue el vuelo de un mosquito. Intenta atraparlo un par de veces. Al final lo deja estar. Por 4 entra GLORIA peinada y arreglada.

GLORIA:

¿Qué haces aquí, tan solo? Por lo menos han llamado dos veces.

RICKY:

Silvia ha llegado hace un rato. Ha ido un momento a la cocina. Está fatal.

GLORIA:

Por el problema del niño y del animal de su marido.

RICKY:

¿Cómo lo sabes?

GLORIA:

He hablado con ella este mediodía, por teléfono. Los abogados y los jueces son unos monstruos y todos los hombres, más o menos, lo mismo. A una mujer no se le puede robar un hijo.

RICKY:

También es hijo de Coponius.

GLORIA:

¿Ves como estás de su parte?

RICKY:

Yo no estoy de parte de nadie. Los dos son amigos míos desde hace muchos años, los quiero mucho y deseo lo mejor para los dos, juntos o separados. Y también quiero al niño. Lo he visto nacer. Lo quiero como a los míos. Mejor dicho, como a los nuestros. Creo que su bienestar y su tranquilidad de espíritu están por encima de cualquier otra consideración. Haré cuanto esté en mi mano para que todo se arregle pronto y en forma pacífica y satisfactoria. ¿Son éstos los sentimientos de un monstruo?

GLORIA:

(Pausa.) ¿Qué hace Silvia en la cocina tanto rato?

RICKY:

Arregla el ramo de flores que te han mandado. A la manera japonesa. Toma.

(Le da la tarjeta. GLORIA

la lee, abre la boca para decir algo y la vuelve a cerrar.) ¿Qué te pasa?

GLORIA:

No lo sé. No me fío. Sólo es un presentimiento, pero estoy segura de que este negocio es una estafa.

RICKY:

¿Lo has deducido de la tarjeta o te lo ha dicho una voz de otra galaxia?

GLORIA:

¿Cómo has conocido a este personaje?

RICKY:

Del modo más natural: hace unos días comentaba con un amigo la decisión de Coponius de retirar el dinero de la empresa y él me dijo que conocía a alguien que podría estar interesado en invertir. Al día siguiente recibí una llamada, hablamos, le invité a venir a casa para cerrar el negocio y de aquí vienen las flores, el cameriere, los nervios de Silvia y tus absurdas aprensiones. ¿Alguna pregunta más?

GLORIA:

Sí, una: ¿qué interés puede tener alguien que no nos conoce en jugarse el dinero por nosotros? ¿Eh?

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