Gloria

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Gloria

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GLORIA:

¿Cómo?

GLORIA y el CABALLERO se levantan y se arreglan la ropa.

RICKY:

¡No lo sé! La cama está deshecha y su ropa esparcida por toda la habitación, pero ella no está.

GLORIA:

¿Dónde puede haber ido?

RICKY:

La puerta del estudio está abierta.

GLORIA:

¿Crees que puede haber salido a la terraza? ¿Con este frío? ¿Y sin ropa? ¡Y en su estado! Vamos a buscarla. Rápido. Si no la encontramos pronto, se nos queda.

RICKY

(al CABALLERO

):

Discúlpeme de nuevo. Como ve ha surgido un pequeño contratiempo o, mejor dicho, una variante del mismo contratiempo.

GLORIA

(a RICKY):

¡Date prisa!

GLORIA y RICKY salen por la puerta 3. Entra GABRIELLE por 1.

CABALLERO:

La velada está resultando mucho más animada de lo que yo había previsto, pero tengo la impresión de que ha llegado el momento de largarse.

GABRIELLE:

Señor, yo todavía no he cobrado.

CABALLERO:

Haz lo que te parezca. Yo me voy. Una mujer desequilibrada es un peligro, pero dos… Tráeme el abrigo.

GABRIELLE:

Vado subito.

GABRIELLE sale por 2.

CABALLERO:

¡A mí no tienes por qué hablarme en italiano!

El CABALLERO solo un instante. Suena un reloj. SILVIA entra por la puerta 4 envuelta en una toalla. Está un poco aturdida y tarda un rato en advertir la presencia de un extraño.

SILVIA:

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah!

CABALLERO:

No se asuste. Soy un amigo.

SILVIA:

¿De quién?

CABALLERO:

De la casa. ¿Y usted?

SILVIA:

Yo… también.

CABALLERO:

Sí, ya veo que hay confianza. ¿Cómo te llamas? Te puedo tutear, supongo.

SILVIA

(con voz insegura):

Si… Silvia… Silvia… Me llamo Silvia y he venido a una reunión… de negocios… pero de repente, no sé cómo, me he mareado un poco. He sufrido un ligero desvanecimiento y al volver en mí he pensado que una ducha me sentaría bien. Pero al salir del cuarto de baño no he encontrado la habitación donde tenía la ropa. Esta casa es un laberinto y yo aún no tengo la cabeza firme…

CABALLERO:

Siéntate aquí, Silvia, siéntate aquí y cuéntame qué te ha pasado.

SILVIA se sienta en el sofá. Por 2 entra GABRIELLE con el abrigo del CABALLERO, pero éste le hace señas, sin que SILVIA lo vea, preguntándole, ¿quién es ésta? GABRIELLE hace gestos como diciendo: una borracha y una loca. El CABALLERO le hace señas de que los deje y GABRIELLE vuelve a salir y a cerrar la puerta en silencio.

SILVIA:

Realmente no sé cómo ha sido. Quizás he bebido un pelín demasiado, o las pastillas… no lo sé. La culpa la tiene mi ex-marido y su abogado, y el juez. Entre los tres me quieren quitar al niño, y dárselo a él, ¿comprende? Por eso él se ha llevado el dinero de la empresa y luego, se ha conchabado con el abogado y con el juez. Pero a una madre no se le puede quitar el hijo, aunque ella sea la culpable de lo que pasó, aunque sea una persona inmoral y desquiciada, hasta cierto punto. Yo no lo soy, créame. Lo que me pasa, como decía mi padre, es que a veces tengo un cortocircuito entre el cerebro y las bragas. Esto lo decía mi padre de todas las mujeres. Mi padre, que en paz descanse, era un machista irreductible que odiaba a las mujeres. Yo lo quería mucho. Con él siempre sabías a qué atenerte. No como ahora…

CABALLERO:

Estoy de acuerdo contigo, Silvia. ¿Dónde está tu hijo?

SILVIA:

En casa, con una chica. No me gusta nada dejarlo solo por la noche. Desde que su padre y yo nos separamos el pobrecito tiene pesadillas. Nunca salgo, créame, hoy he hecho una excepción. Hoy era necesario que saliera, porque de esta reunión dependen muchas cosas, por ejemplo, que la editorial haga o no suspensión de pagos y que yo pueda pagarme un buen abogado y ganar el pleito.

CABALLERO:

Es muy triste esto que me cuentas, Silvia. Muy triste. Por suerte, has ido a dar con la persona que necesitas.

(Se señala a sí mismo.) A decir verdad, yo también he venido por negocios. Soy vuestro capitalista potencial. De mí depende que la editorial salga adelante. Además, conozco muchos abogados. Los mejores especialistas en derecho matrimonial, auténticas panteras. Si quieres, te los puedo presentar.

SILVIA:

¿Y cómo les pagaré?

CABALLERO:

Cuando llegue el momento, ya encontraremos la forma…

SILVIA:

No me hable en este tono paternalista. No puedo soportar a los hombres paternales.

CABALLERO:

No son sentimientos paternales lo que tú me inspiras, Silvia.

SILVIA:

Esto tampoco lo puedo soportar, y, encima, no me lo puedo permitir. Me tengo que ir.

(Pausa.) Me voy.

(Pausa.) He dicho que me voy, y me voy.

(Sigue sentada. El CABALLERO

se le acerca y le da un beso en los labios.) No me lo vuelva a hacer, por favor, usted no tiene ningún derecho y yo… yo no sé dónde tengo la cabeza… ni la ropa.

(Salta sobre el CABALLERO

y le da un beso largo y apasionado. GABRIELLE

asoma la cabeza por 1. Al ver la escena desaparece y cierra la puerta. SILVIA

se separa del CABALLERO

bruscamente y se queda temblando.) Qué vergüenza… no sé lo que me pasa. Con el ardor que me sale del cuerpo podría hacer otro agujero en la capa de ozono.

Entra GLORIA por 3.

GLORIA:

¡Silvia!

SILVIA se levanta dando un chillido y anudándose la toalla. Entra RICKY por 2. Todavía lleva la jeringa en la mano. GABRIELLE asoma la cabeza por 4.

RICKY:

¡Menudo susto nos has dado! Te hemos buscado por todas partes, hasta por la terraza.

GLORIA:

Suerte que Gabrielle nos ha dicho dónde estabas.

El CABALLERO hace un ademán disimulado a GABRIELLE como diciéndole: ésta me la pagas. GABRIELLE se encoge de hombros.

RICKY

(al CABALLERO

):

Disculpe una vez más…

CABALLERO:

No, no, de ninguna manera. Me gusta la forma en que lleváis la empresa y también su personal.

RICKY:

No es siempre así…

CABALLERO:

Pues lo será a partir de ahora. Gabrielle, traiga una botella de champán y cuatro copas. Supongo que tendréis champán para brindar.

GLORIA:

Cava.

CABALLERO:

También esto cambiará.

GLORIA:

Me parece que antes de brindar Silvia tendría que vestirse.

SILVIA baja la cabeza avergonzada.

CABALLERO:

Por mí no te preocupes, Silvia, este modelo te sienta muy bien, y en el Salón Cibeles los he visto más atrevidos y más feos.

GLORIA

(cogiendo a SILVIA

por el brazo, con gesto enérgico):

Silvia, andando.

GLORIA y SILVIA salen por 4.

CABALLERO:

Ahora que las mujeres nos han dejado solos, podríamos hablar un poco de nuestros negocios, de hombre a hombre.

RICKY:

(Deja la jeringa en el plato de las croquetas.) Se me cae la cara de vergüenza. No sé qué idea se debe haber hecho de la empresa. Pero puedo darle una explicación. Hace años que tenemos la editorial. Gloria, Silvia, su marido y yo nos conocimos en la Universidad y los cuatro, al acabar, fundamos la editorial. Hemos pasado momentos buenos y momentos malos, pero siempre hemos salido adelante, porque los cuatro le tenemos afición y no nos asusta el trabajo. Los gastos son mínimos. Nosotros lo hacemos todo. Gloria, mi mujer, lleva la parte financiera, y Silvia y yo nos encargamos de lo que podríamos llamar la parte intelectual. El cuarto socio, Coponius, era el marido de Silvia. Ahora se han separado y él se ha ido, quiero decir que ha retirado su participación… del capital… que ascendía a la totalidad…, salvo los cuatro duros de subvención que nos otorga la Generalidad.

CABALLERO:

No te preocupes. Lo que me estás contando ya lo sé, y lo que he visto, me conviene. ¿Puedo tutearte? Pues escucha: a mí no me interesa nada vuestra editorial. La cultura me parece muy bien. Si alguien cree que leyendo o yendo al teatro dejará de ser un necio, que lo haga, allá él. Ahora bien, nunca he creído en la cultura como inversión rentable y no tengo la intención de tirar el dinero. Soy un hombre de negocios así que te hablaré sin rodeos. La operación no puede ser más sencilla: yo me hago con una participación mayoritaria y luego hacemos que la empresa se hunda. Como ves, la propuesta es puramente mercantil.

RICKY

(siguiendo con los ojos el vuelo de un mosquito):

Perdone, me parece que no le he entendido bien.

CABALLERO:

Tú también puedes tutearme, Enrique.

RICKY:

Aún así, sigo sin entender.

CABALLERO:

Se trata de ocultar unas pérdidas dudosas, provenientes de ciertas operaciones monetarias no demasiado regulares, bajo la capa de una quiebra regular y limpia. El método es legal y se hace mucho. Nadie sale perdiendo, unos cuantos salen ganando, y todo el mundo se ahorra tiempo, gastos, trámites y muchos quebraderos de cabeza. No eres tan ingenuo que no sepas de qué te estoy hablando.

RICKY:

Sí, sí, naturalmente he oído hablar de estas cosas. Es sólo la sorpresa… yo pensaba…

CABALLERO:

Me hago cargo. Todos tenemos fantasías. El engaño hace que el mundo ruede. No el dinero. La palanca que todo lo mueve no es el oro sino la fantasía: la ilusión del futuro, del éxito personal, de los afectos, incluso de la patria. Coge cualquier periódico, lee la sección de economía y verás en que invierte la gente sus ahorros: en vanidad y sueños. ¿Sabes por qué van muchos hombres de negocios a misa cada día? Para dar gracias a Dios por habernos hecho tan crédulos.

RICKY:

Pero nuestra editorial…

CABALLERO:

No es excepción. Hacéis ver que vendéis sabiduría y vendéis papel de mala calidad, mal impreso y encuadernado de cualquier manera. Nunca he leído un libro vuestro que no se deshojara. Ricky, lo sabes mejor que yo: todo lo que se compra y se vende es fantasía, no hay cosa más fácil que enredar a la gente, la ley de la oferta y la demanda es una engañifa, como todas las leyes. La única mercancía que se compra y se vende es el alma.

(Pausa.) ¿Puedo hacerte una pregunta personal, Ricky? ¿Eres de familia rica?

RICKY:

No, ni mucho menos.

CABALLERO:

Se te nota. La riqueza es genética, como todo. Mi tatarabuelo era banquero. Como sólo le interesaban las mujeres, con excepción de mi tatarabuela, por supuesto, se arruinó. Mejor dicho, arruinó a sus clientes. En Cataluña, a finales del siglo pasado, un suceso de esta envergadura no era una broma. Mi tatarabuelo tuvo que tomar una terrible decisión: llamó a su contable y le dijo: señor Juan (se llamaba Juan, pero todos le llamaban «señor» Juan, porque cobraba un sueldo miserable), señor Juan le dijo, usted es mi hombre de confianza, no hace falta que le explique cuál es la situación ni cuál el camino de nuestro deber. Le dio una pistola y el pobre señor Juan se saltó la tapa de los sesos como un tonto. Y de esta forma mi tatarabuelo salvó la vida, el honor, y el fajo de duros que tenía escondido debajo de un ladrillo. Y ahora, Ricky, sinceramente, a la hora de la verdad, ¿de qué lado quieres estar?, ¿del de los contables, como el señor Juan, o del de los filósofos, como mi tatarabuelo?

RICKY:

Ya voy entendiendo lo que me quiere decir, pero…

CABALLERO:

Tutéame, hombre.

RICKY:

No me da la gana. Aún no somos socios y me parece que nunca lo seremos.

CABALLERO:

No estés tan seguro. Lo que te propongo es razonable: vuestra empresa está muerta. Esto es un hecho irrefutable. Dentro de unas semanas, como mucho unos meses, ya no habrá empresa. Y cuando eso ocurra, tu puedes ser rico o pobre.

RICKY:

También puedo encontrar otro socio.

CABALLERO:

Ni lo sueñes. ¿Quién crees que meterá un duro en un empresa arruinada, con un director que vive en las nubes, una socia borracha y drogadicta y otra que se pasa la empresa por la entrepierna y le importa un pito que se hunda o no?

RICKY:

¿Se refiere usted a mi mujer?

CABALLERO:

Hablo de Gloria, sí.

RICKY:

Gloria es muy lista, y muy competente, y muy activa, y muy leal a la empresa.

(Pausa.) Reconozco que quizás ahora esté pasando un mal momento…

CABALLERO:

¿Un mal momento, Ricky?

RICKY:

Bueno, sí, he de confesar que desde hace unos años la encuentro un poco distante…

CABALLERO:

Tal vez esté decepcionada.

RICKY:

¿Quiere decir… de mí?

CABALLERO:

¡O de la vida, quién entiende a las mujeres! Pero tú no te has de avergonzar de que tu mujer esté loca, Ricky. Todas las mujeres lo están, sólo varía la capacidad de tolerancia de los maridos. Ah, ya vienen. ¿Y ese champán? ¡Gabrielle!

Entran GLORIA y SILVIA, vestida, por 4.

RICKY

(a SILVIA

):

¿Cómo te encuentras?

SILVIA:

Bien, ¿cómo va todo?

RICKY:

Regulín.

CABALLERO

(a SILVIA

):

Vestida también me gustas mucho.

GLORIA:

¿De qué estabais hablando?

CABALLERO:

De negocios. Los hombres siempre hablamos de negocios, aunque no lo parezca. Ricky, tienes ante tus ojos el consejo de administración y la asamblea plenaria de accionistas. Puedes exponer mi oferta y pedir su opinión. Como el marido de Silvia ya no está, las decisiones las habéis de tomar vosotros tres. Supongo que lo hacéis democráticamente.

RICKY:

Nunca nos ha hecho falta un reglamento, ni ahora tampoco.

CABALLERO:

Haz la prueba.

RICKY:

La haré, pero sé de antemano cuál será la respuesta. Gloria, Silvia, escuchad con atención: este individuo quiere entrar en la empresa como socio, pero no para sacarla a flote, sino al contrario: para provocar la disolución y con esta maniobra encubrir otras que no pueden salir a la luz. De esta operación nosotros sacaríamos un dinero.

CABALLERO:

Bastante dinero.

RICKY:

En síntesis ésta es la propuesta. Ahora tenéis vosotras la palabra.

SILVIA:

¿Blanqueo de dinero?

CABALLERO:

Limpieza de cutis.

GLORIA:

Entiendo la operación. ¿Pero no habría sido más sencillo entrar en la empresa sin dar explicaciones y luego, desde dentro, provocar la quiebra?

CABALLERO:

Tal vez habría sido más sencillo, pero soy un hombre honrado, no me gusta hacer trampas y menos a mis queridos socios. Por otra parte, en la decisión de disolver hemos de estar de acuerdo. No quiero problemas de última hora. Unanimidad sin fisuras, o nos vamos todos de cabeza a la Modelo. Me parece que está claro como el agua. Si mi propuesta os parece bien, magnífico; si no, me voy y aquí no ha pasado nada.

Silencio.

RICKY:

Bueno, ¿qué estáis pensando?

(Silencio.) ¿Gloria?

GLORIA:

Que hable antes Silvia.

RICKY:

¿Silvia?

SILVIA:

Ricky, en otras circunstancias te consta que yo, por la editorial, mi afecto… pero ahora, ya sabes cuál es mi situación… Mi hijo…

RICKY:

¿Esto quiere decir que le das tu conformidad?

(SILVIA

agacha la cabeza.) Gloria.

(GLORIA

mira fijamente al CABALLERO

y no dice nada.) ¿Gloria?

GLORIA:

Yo voto en blanco.

RICKY:

¿En blanco? ¿Qué marrullería es ésta? Votar en blanco no significa nada. Votar en blanco es lavarse las manos, como Poncio Pilatos.

CABALLERO:

Una actitud higiénica, como mínimo.

RICKY:

Dios mío, ¿qué está pasando aquí? Gloria, exijo una explicación.

GLORIA:

Perdona, Ricky, no puedo dártela. Tengo razones personales, como Silvia.

RICKY:

Silvia no tiene «razones personales». Silvia tiene deudas. Y tú tampoco tienes «razones personales». Nadie tiene «razones personales». Las «razones personales» no existen. Si son razones ya no son personales.

GLORIA:

Ricky, calla.

CABALLERO:

Lo que yo te decía, Ricky. Las mujeres tienen más sentido común que los hombres. O, dicho de otro modo, son codiciosas y avaras. Quieren seguridad, pero no por cobardía o por vileza, sino por claridad de ideas y un sentido riguroso de lo que valen las cosas concretas. Por mucho que les guste malgastar, nunca he visto a una mujer malbaratar el patrimonio familiar ni poner en peligro el bienestar de una casa. Las mujeres nunca juegan con el dinero.

RICKY

(a GLORIA

):

¿Oyes lo que está diciendo? ¿Cómo puedes estar de su parte?

GLORIA:

No lo puedo evitar, Ricky. Es mi carácter. De pequeña me aburrían los títeres y me gustaba el señor que los hacía mover. Yo no tomo decisiones, son ellas las que me toman a mí. Lo siento mucho.

Entra GABRIELLE por 1 con el champán y las copas.

CABALLERO:

¡Ah! Llega el champán en el momento adecuado.

GABRIELLE va llenando las copas y las va pasando. RICKY sigue cada vez más nervioso el vuelo de un mosquito. SILVIA vacila y se apoya en el respaldo de una silla.

GLORIA

(aparte, a SILVIA

):

¿Te encuentras bien?

SILVIA:

Sí, sí, sólo un poco abatida. En seguida me animaré.

(Coge la copa que le da GABRIELLE

y se la bebe de un trago.) Precisamente hace un momento, mientras me vestía, me he tomado una pastilla. En seguida me hará efecto.

GLORIA:

Ahora sí que la hemos hecho buena.

CABALLERO

(aparte, a RICKY

):

Ánimo, Ricky, la suerte ya está echada. No te arrepentirás. Cómprate un barco. Tienes cara de yate. Ponte una gorra de marinerito, vive bien, y no te vuelvas a equivocar. Haced un viaje, los dos juntos. A Gloria le conviene un cambio de aires, y que le hagas caso: cómprale joyas y vestidos. Si quieres tenerla contenta, esto no falla nunca.

(A SILVIA.

) Y tú, no te olvides de lo que hemos hablado antes. Ya ves qué bien manejo los asuntos… y las personas.

(A todos.) ¡Brindemos!

SILVIA:

Un momento.

(A GABRIELLE.

) Lléneme la copa.

GABRIELLE le llena la copa. SILVIA se la bebe de un trago.

CABALLERO:

¡Brindemos!

SILVIA

(a GABRIELLE

):

Vuélvame a llenar la copa.

(A todos.) ¿Por qué me miráis? Estoy bien. Quizás no en el mejor momento de mi vida. La semana pasada estaba mejor, la que viene volveré a estarlo. Esto no cambia nada. Para tomar decisiones no hay que estar a tope. Si sólo pudieran tomar decisiones las personas felices se pararía el mundo. Estoy bien. Tal vez no muy fina. La cabeza me da vueltas, los ojos me queman, tengo ceniza en la boca y un sapo en el estómago. Mi cuerpo es mi enemigo. Tengo los huesos de hielo y los nervios son alambres de púas. Brindemos.

Levanta la copa. Nadie la imita. Se bebe el champán de un trago, le da la copa a GLORIA y se cae.

GABRIELLE:

Una altra volta l’estessa signorina de morros!

RICKY:

Gabrielle, ayúdeme a llevarla a la cama.

Entre RICKY y GABRIELLE levantan a SILVIA y salen por 4.

CABALLERO

(levantando la copa):

A tu salud, Gloria.

GLORIA:

Eres un miserable.

Brindan y beben.

CABALLERO:

Ahora todo vuelve a ser como antes.

GLORIA:

¿Por qué lo has hecho?

CABALLERO:

Por la misma razón que todo el mundo lo hace todo: interés personal. A mí me conviene la transacción y a ti, el que yo la haga. ¿El hecho de no tener mala conciencia me hace más miserable a mí que a ti? En otras palabras: ¿tener remordimientos nos hace mejores?

Entran RICKY y GABRIELLE por 4.

RICKY:

Silvia está bien. Respira con regularidad cuando respira. Le he desabrochado la ropa y le he levantado las piernas, como me dijo Oriol. No sé dónde he dejado antes la inyección.

(La busca por la sala, ve que está en el plato de las croquetas.) Vaya. Me temo que tendré que volver a salir. Gabrielle, mi abrigo, haga el favor.

GABRIELLE:

Sissignore.

GABRIELLE sale por 2.

RICKY:

¿De qué hablabais?

CABALLERO:

De negocios.

RICKY:

Creí que ya estaba todo hablado.

CABALLERO:

Concretábamos los detalles. Pero no tengo prisa. Ve a donde tengas que ir. Gloria y Gabrielle me entretendrán. Cuando vuelvas firmaremos el documento privado que había traído previendo que nos entenderíamos. Después firmarán Gloria y Silvia y el lunes o el martes, haré venir al notario y escrituraremos. Anda, vete.

Entra GABRIELLE por 2 con el abrigo. Se lo da a RICKY, éste se lo pone y sale por la puerta de entrada al piso. GABRIELLE recoge las copas y sale por 1.

CABALLERO:

No sufras por él. Ya tiene edad de saber que los reyes no son los padres.

GLORIA:

La editorial era la ilusión de su vida. La editorial y yo. Y tú le has quitado las dos cosas sin mover un dedo.

CABALLERO:

Con tu ayuda, no lo olvides.

GLORIA:

Ni tú tampoco. Pero no hace falta que me des las gracias de palabra. Como sueles decir, ya encontraremos la forma.

CABALLERO:

¿Qué quieres decir?

GLORIA:

Que entre tú y yo nunca han hecho falta palabras. Como te decía antes, al fondo del pasillo hay otro pasillo, y allí, al lado de una litografía de Tapies, está mi habitación. Yo voy antes. Necesito cinco minutos para arreglarme como Dios manda.

CABALLERO:

¿Y si vuelve tu marido?

GLORIA:

Tardará por lo menos media hora. Antes con cinco minutos teníamos de sobra.

CABALLERO:

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