Ful

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Segunda parte. El plan » 48. Un mensaje escrito en sangre

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Un mensaje escrito en sangre

Alas siete de la mañana recojo al Pelota, que me espera debajo de su casa. Está claro que no va a ser lo mismo que ir con Jessi, pero la verdad es que tampoco llama demasiado la atención un chaval de treinta años con una chaqueta gris y una camiseta de una serie de televisión. Sí, el Pelota es el friki del grupo.

Durante un tiempo casi fue la mascota, que acogimos cuando otros grupos del barrio amenazaban al hermano de mi amigo. Sin nosotros hubiera durado poco.

Sube al coche, que se queja un poco del sobrepeso del chico. Como buen jugador de videojuegos, que no se ha calzado unas deportivas desde la EGB, empieza a dar síntomas de la necesidad de un cambio de hábitos.

Después de los saludos de rigor, salimos hacia Barcelona en un viaje que va a ser algo más corto que el de regreso del día anterior, puesto que no va a haber parada técnica por algún camino de Collbató.

Repasamos el plan varias veces y, como siempre, el Pelota tiene alguna duda. También es normal, puesto que pocas veces tiene una participación activa en los asuntos. Siempre he pensado que es como una especie de hermano pequeño que debo cuidar. Quizá intento arreglar el hecho de que no supe cuidar del mío, pero la verdad es que me acuerdo mucho de mi amigo Andrés.

—¿Me puedes aclarar por qué tiene que ser a partir de las dos?

—Tío, ya te lo he explicado. A esa hora ya no aceptan clientes y no va a entrar nadie en el banco mientras esperamos a que se abra la caja. Ya os dije que no se abren automáticamente. Tienen un retardo de unos diez minutos. Es mejor estar en el banco con dos o tres personas mientras esperamos que con el banco lleno de clientes.

Asiente.

—Entonces será a las dos y cuarto, ¿no?

—Sí, a esa hora. Más tarde tampoco nos sirve porque nuestra excusa es que somos mossos y que llegamos un poco tarde para darles un mensaje. Nos tendrá que abrir la puerta algún empleado.

—La verdad es que es un buen plan.

—Mira, Jordi —le digo sin utilizar el apodo—. A esa hora, además, es cuando hay el cambio de turno de la poli. Si hubiera algún imprevisto, las patrullas disponibles siempre son menos y además estarán haciendo el café. ¿O no ves las pelis americanas? —le sonrío.

—Ostras, es verdad. Todos están tomando café y comiendo donuts.

—Así es —vuelvo a sonreír.

No deja de ser un niño grande. Quizá James tenga razón y sea la pieza débil de la cadena, pero es nuestro amigo y es nuestra cadena. A los amigos no se los abandona. Siempre ha sido leal y jamás nos ha delatado a pesar de que en una ocasión lo tuvieron cuatro horas en comisaría. Puede que en caso de que lo cogiera el asesino del cártel lo rajara todo, pero ¿quién iba a soportar una tortura eternamente?

El día pasa bien, aunque echo de menos el olor del perfume de Jessi. Y sus tetas, y perderme con ella.

A las tres ya hemos controlado las salidas que queríamos y es hora de regresar. Nos metemos en el coche y arrancamos. Todo va según lo planeado. Miro el móvil y veo que tengo varios mensajes de texto. De hecho, tengo veintiséis. Lo he puesto en silencio esta mañana por si me llamaba Pepe y así no tener que dudar en contestarle.

Casi todos son de Jessi.

Algo va mal.

Paro el coche en una zona azul y marco el teléfono de Jessi. Cuando responde, solo escucho gemidos de dolor. Cuando por fin puede decirme algo, solo oigo:

—Lo han matado, Ful.

—¿A quién? Jessi, cálmate, por favor. —Ya intuyo a quién, pero tengo que preguntar.

—Arturo ha muerto. Lo han matado esta noche. No me dicen nada más. Sus padres no me quieren coger el teléfono.

—¿Cómo lo has sabido, Jessi?

—Me ha llamado un mosso de homicidios. Un tal Alfredo. Creo que es tu amigo Pepe.

Esto me desconcierta. ¿Para qué iba a llamarla él, si solo la conoce del barrio? Sabe que es amiga mía, pero jamás le he contado nada de ella.

—¿Qué te ha contado? —consigo decir.

—Me ha dicho que ha escrito mi nombre en el suelo de donde lo han encontrado… —dice entre lágrimas—. Con su propia sangre. —Hace una pausa—. Saben que soy su pareja y, por lo poco que me han dicho, estoy descartada como asesina. Vaya consuelo. —Llora de nuevo—. Yo lo quería, Ful.

—Vale, Jessi, estamos saliendo de Barcelona. En un par de horas estamos allí. Intentaré hablar con Pepe a ver qué me puede contar.

Cuelga el teléfono y a mí se me parte el corazón. Quizá tendría que tener un alivio al saber que ahora ella es solo para mí, pero eso solo haría que me engañara a mí mismo. Ella nunca podrá acabar con alguien como yo. Ella necesita un Arturo en su vida. Y a mí se me parte el alma escuchándola llorar.

Miro al Pelota, que tiene la cara desencajada. Ha escuchado la conversación y poco queda por añadir.

Hay que seguir el plan. Eso le digo y él asiente. Tengo que ver a Pepe, y no va a ser sencillo sacarle nada. Y tengo que ver a James.

La situación ha empeorado hasta límites que ni yo mismo sé ver. Si lo han torturado, ahora ya nos busca a nosotros.

Estamos muertos.

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