Freelance

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CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 2

Domar la incertidumbre

 

 

 

 

 

 

No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevivirá,

sino el que tenga mejor respuesta ante el cambio.

 

(Algunos dicen que lo dijo Charles Darwin. Otros lo desmienten. De cualquier manera creo que la frase es cierta).

 

Gotas de lluvia de esas exageradas, gordas, de tierra tropical, caían y golpeaban las hojas también exageradas de las plantas en las orillas del río, como si las quisieran despertar de algo. Una cortina espesa volvía el aire transparente. Nos dieron cascos e instrucciones (antes nos habían hecho firmar una carta de responsabilidad: si nos quedamos fritos en el camino, problema nuestro). Dos se sientan adelante, dos atrás. Un pie adelante, otro atrás. El remo se toma así. Si el bote se voltea, que no cunda el pánico, flotar. Ok, perfecto. El río lucía inofensivo en esa parte. Navegamos un rato. Luego la velocidad de la corriente aumentó. Y luego más y más. Oh, así que por esto los llaman “rápidos”. ¡Nos vamos a matar! Olas salvajes nos zarandeaban y empapaban. Era obvio que caeríamos, por lo menos yo. El agua me nublaba los lentes de contacto. De pronto, mi cuerpo entendió algo. Solo. Digo mi cuerpo porque la epifanía fue en piel y músculos antes que en mi mente. El truco estaba en la postura. Se trataba de cómo sentarse: flexible pero atenta, firme pero en sintonía con el ritmo del agua. Había que acompañar el vaivén impredecible con la columna vertebral, levantar remos en los remolinos o clavarlos en el líquido duro y acelerar. Al rato, cuando menos lo esperaba hubo calma otra vez.

Bueno, algo así es ser freelance. Trabajar por cuenta propia puede ser un deporte extremo a veces. ¿Cuándo vendrá la ola furiosa? (¿cuándo estarás llena o desierta de encargos y clientes?) ¿Cómo soplará el viento? ¿Habrá sol o tormenta? (¿Te pagarán hoy o dentro de tres meses?) ¿Tendremos fuerzas y destreza para manejar los remos sin que el bote se de vuelta o nos estrellaremos contra las rocas? (¿Queda algo más que un limón mustio en el refrigerador?) Y, la pregunta del millón: ¿vale la pena exponerse de este modo a la incertidumbre? ¿Por qué no nadar sin sobresaltos en albercas predeterminadas o, mejor aún, en esos “carriles de nado” que construyen como amenities en las azoteas de los edificios nuevos?

Para obtener la respuesta a esto último, hay que pasar antes por otra pregunta:

 

¿Cuánta libertad y cuánta seguridad necesitas?

 

Inversamente proporcionales, libertad y seguridad arman una especie de ying y yang, opuestos interdependientes: sube una y disminuye la otra. Pero por cualquiera que se elija se pagará un precio. Alto. El asunto, entonces, será pagar el precio por el bien más acorde a nuestra naturaleza.

La seguridad es un anhelo básico y normal, todos queremos estar “a salvo”. Para sobrevivir y protegernos de osos hambrientos, rayos y centellas, inclemencias y desamparos, se construyó la civilización entera. Edificios no oso friendly, techos y puertas, vacunas, leyes de matrimonio y trabajos en nómina. Cada paso en la conquista de la incertidumbre, a lo largo de la historia, fue un gran alivio. Pero nadie puede acorralarla al cien por ciento. Siempre hay un margen escurridizo, imposible de prever.

Al cerebro humano no le gusta no saber lo que sucederá. Recientemente, psiquiatras de la Escuela de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin (Madison) realizaron estudios de resonancia magnética escaneando células grises de personas y concluyeron que la incertidumbre aumenta la ansiedad y que, si un individuo la siente, puede alterarse para peor su percepción de los acontecimientos negativos y su respuesta neuronal y emocional a ellos. (1) Investigadores de la Universidad de British Columbia, por su parte, hallaron que la ansiedad por incertidumbre se registra en el cerebro de forma similar al dolor, por lo que la angustia existencial podría ser paleada con un Tylenol (el genérico es acetaminofeno). (2)

Más hombres de ciencia intentan desentrañar nuestra conducta ante la incertidumbre. En 2008, una investigación con adolescentes y sus padres, reveló que la tolerancia a la ambigüedad está significativa y positivamente relacionada con la creatividad. Es decir, aquellos que aguantan más la incertidumbre son más capaces de lidiar con lo desconocido por venir, inventar soluciones y tener ideas. (3) En la misma línea, otro estudio canadiense mostró que el hábito de leer ficción logra que las personas se sientan más cómodas con la incertidumbre, a la vez que incrementa la empatía y mejora la capacidad de tomar decisiones. Aquello que se supone que usamos para distraernos de la vida real, en realidad nos ayuda a vivirla mejor, dijeron los psicólogos. (4)

Pero más allá de que estemos dispuestos a llevar con nosotros píldoras contra la angustia y un ejemplar de El Señor de los Anillos cómo escudo ante el destino incierto, deberíamos preguntarnos: ¿Qué es seguro hoy en día? ¿Qué no caiga un meteorito cuando crucemos una calle rusa? ¿Qué una ciudad no se inunde en media hora? ¿Un trabajo “fijo” es seguro? Las cifras actuales indican que ya no.

El panorama laboral mundial está cambiando en un sentido muy claro. Entre recesiones globales y adelantos tecnológicos, aquellos trabajos seguros de toda la vida que tenían nuestros abuelos ya no existen. El paradigma viejo, de dependencia y espejismo de seguridad, se desdibuja en el presente.

Para Raimon Samsó, economista gurú entrepreneur español, freelancer convencido y autor–su libro El código del dinero arrasó con las ventas en medio de la crisis de su país–la seguridad laboral “se está fosilizando”. La globalización y la inflación han reducido los salarios en las economías del mundo, mientras que, en los últimos 25 años, la fuerza laboral del planeta se multiplicó por cuatro (y se prevé que crecerá un 40% más para el 2050). Como hay más gente dispuesta a trabajar los salarios bajan: esto, en el peor de los casos (que son muchos) da pie a los contratos basura, la precariedad y el abuso. (5)

Según el análisis y predicciones de Samsó (y muchos otros) en todo occidente los sueldos seguirán bajando en las próximas décadas porque hay más gente que busca un puesto de trabajo que puestos de trabajo disponibles. Cada vez menos factor trabajo es necesario para fabricar lo que hace falta, y la tecnología productiva cada vez es más barata, más sofisticada, y más sencilla de utilizar. El hecho de haber estudiado una carrera más algunas maestrías no garantiza un puesto. Hay gente muy preparada que no lo encuentra.

 

¿Qué hay que hacer, entonces?

La propuesta es adaptarse para evolucionar. Intuir –u observar– “como viene la ola” y colocarse frente al viento tratando de mantener el equilibrio al mismo tiempo que se avanza.

Algunos apuntarán que hay que aferrarse a los últimos jirones de seguridad que queden. La ubicua incertidumbre puede ser aprovechada con fines “malévolos” para que se acepten condiciones de trabajo indignas o poco favorecedoras para el trabajador. La situación laboral incierta también provoca que quienes quieran cambiar o arriesgarse a ir por su cuenta tengan más miedo. A muchos se les aplica el “método FUD”, denominado así por las iniciales de miedo, incertidumbre y duda en inglés (Fear, Uncertainty, Doubt). El FUD es una estrategia comercial mala onda que consiste en difundir información negativa, ambigua, o parcial sobre algo, habitualmente un competidor político o empresarial o ciertos productos y servicios. (2) Una falacia que apela al miedo de los votantes y/o consumidores: ¡Fulanito es un peligro para el país! ¡Su computadora está en peligro, compre YA nuestro antivirus!

El método FUD se ha usado contra el software libre, y en mil y un situaciones cotidianas que pretenden contagiar miedo, incertidumbre y duda sobre decisiones vitales. También podría decirse que ciertos entornos lo usan consciente o inconscientemente, contra aquellos que quieren probar algo diferente (por ejemplo, un modo de sustento alternativo). Ojo: también existe el “monstruo FUD interno”, esa parte de uno mismo que se estremece y paraliza de más ante lo desconocido. ¿Vas a dejar ese trabajo? ¿Y de qué vas a vivir? ¿Y con qué seguridad? Mejor quédate donde estás ¿Quién te lo garantiza?

Bueno, nadie garantiza nada, pero muchas historias y números aquí muestran que es posible ganarse la vida aún en medio de la incertidumbre.

Es posible navegar sobre aguas que cambian sin caer (bueno, tal vez algún chapuzón) y vale la pena porque te sientes más vivo que si miras desde la orilla.

 

 

¿Qué gané convirtiéndome

en freelancer?

“Pues, mucho. En primer lugar, gané el poder enfrentarme a mi miedo a pedir lo que valgo, a negociar mejores condiciones de trabajo. Gané el poder salir de mi vida cuadrada y anodina, donde sabía cuándo cobraría y cuánto, pero sin poder reconocer mi valor ni cuán grande soy. Muchos creemos que la estabilidad laboral sólo se consigue cuando tienes un contrato fijo en alguna empresa de renombre; pero creo que no muchos saben lo que realmente es estabilidad laboral: es la que puedes proveerte por tus propios medios y capacidades, haciendo lo que te gusta, lo que amas, y no lo que otros te imponen. Ciertamente yo daba clases e investigaba en mi antigua universidad porque era lo que me gustaba, pero no podía hacerlo como me gustaba. He ahí la gran diferencia. Ahora soy yo quien define cómo daría las clases e investigaría, y cuánto debería ser mi salario por eso.

He ganado el saberme capaz de sustentarme a mí misma y hasta a quienes me rodean sin necesidad de depender de un ‘patrono’. Aquí la patrona soy yo.

Temor a que en algún momento no tenga clientes y no tenga recursos? Pues sería muy tonta e indigna de todo lo que estoy viviendo si llego a sentirlo. He aprendido que puedes planificar, ser previsiva, moverte para ir construyendo una buena cartera de clientes, aprender a confiar más en ti y en tu valor.

¿Lo mejor? Mi independencia. Sentirme que soy capaz de sostenerme por mí misma. Reconocer que soy creadora de todo en mi vida, y cocreadora de muchas cosas en la vida de otros.”

 

Eve, Venezolana viviendo en Chile, orfebre profesora y editora freelance.

 

-bonus track-

Soledad fructífera versus aislamiento estéril ¡warning!

Alexander Supertramp es el seudónimo que usaba Christopher McCandless, el aventurero de la película Into the Wild, que existió en realidad. Recién graduado, Christopher buscaba una existencia fuera de lo común y decidió tomar las rutas estadounidenses para encontrarse cara a cara con la vida simple y la naturaleza. Pero las cosas salieron mal y el joven idealista se intoxicó o murió de hambre (sus biógrafos no saben definirlo con exactitud), luego de vivir en un bus abandonado en el bosque de Alaska durante cuatro meses. El protagonista de esta road movie o road vida admiraba a los caminos solitarios de aprendizaje del escritor Jack London y de Henry D. Thoreau, uno de los filósofos faro de las ovejas descarriadas que se ocupó como nadie en Walden o la vida en los bosques de la exaltación de la soledad y el silencio, la reflexión, el anticonsumismo y la desobediencia civil. Sin embargo entre tanta intensidad sincera e inexperiencia Christopher cometió un error fatal: no llevó un mapa que lo habría salvado (a unos 400 metros de su refugio y del río imposible de cruzar había un puente). McCandless era un alma translúcida con aspiraciones de sabiduría y no hizo mal en seguir su instinto, su corazón, “el camino del héroe”, como llaman algunos al trayecto de emprender el crecimiento como ser único y alcanzar un grado mayor de conciencia venciendo miedos y obstáculos. Pero aunque este reto es individual, un mapa, unos consejos, y un poco de humildad también, le hubieran ahorrado el final trágico.

Todos los freelancers somos un poco “desobedientes civiles”, no porque no hagamos las declaraciones ante el SAT, sino porque desafiamos el mandato de que un trabajo se hace sí o sí en una oficina y en equipo. (A propósito leí el otro día: “un camello es un caballo diseñado en equipo”, je). A nosotros nos gusta ir por nuestra cuenta y seguir nuestras reglas, tocar al “establishment” lo menos posible. Los que hacemos esto por convicción y no para sobrevivir porque nos corrieron de una nómina, disfrutamos de estar solos y tomar decisiones en soledad.

Pero en estos tiempos la soledad está bajo sospecha. ¿No te aburres trabajando solito en tu casa? ¿Soltero a los tantos años? Mmmhh. ¿De viaje? ¿Solo? Preguntan y malvibran algunos. Los seres solitarios son vistos como si tuvieran “algo malo”, se valoran las organizaciones, la pertenencia a grandes estructuras, las redes sociales, los comités, la extroversión, el liderazgo ruidoso, la alharaca.

Sin embargo, numerosas investigaciones muestran que el hecho de trabajar solo, por ejemplo, es un catalizador para la innovación y la productividad. Los datos sugieren fuertemente que las personas son más creativas cuando disfrutan de privacidad y libertad sin interrupciones, cosa difícil en las oficinas modernas en las que se privilegia el trabajo en equipo. Otros estudios han mostrado que la modalidad “cubículo” sin privacidad vuelven a los empleados hostiles, inseguros, distraídos e improductivos. (*)

Si bien para algunos el contexto oficinesco y las metas en grupo pueden funcionar, para muchos el asunto “equipo” es restrictivo, desgastante y hace que sus tareas no tengan los mejores resultados. En sus Memorias, Steve Vozniak, cocreador de Apple junto con Jobs, escribe al respecto:

“La mayoría de los inventores e ingenieros que conozco son como yo. Viven en sus cabezas. Son casi como artistas. De hecho, los mejores de ellos son artistas. Y los artistas trabajan mejor solos. Voy a darte un consejo que puede ser duro de tomar. El consejo es: trabaja solo. No en un comité. No en un equipo.”

Desde Vozniak a Picasso, pasando por Darwin e Isaac Newton grandes genios solitarios (y a veces introvertidos) fueron capaces de dar al mundo nuevos productos, visiones y teorías: la soledad unida a la capacidad de concentración han sido claves para la innovación.

Todo esto es para poner en evidencia (aunque a esta altura de la historia debería ser obvio) que no hay nada malo en elegir caminos menos transitados. A veces parece que quienes optan por una vida –o actividades̶ más aisladas cargan con el estigma del ermitaño, ese que al elegir la soledad parece criticar indirectamente, con su ejemplo, a quienes no lo hacen. La verdad es que aunque las relaciones nos enriquecen y podemos ser piezas claves en el alcance de un logro colectivo, la realización personal ocurre mediante esfuerzos, cambios y acciones individuales.

En una charla TED inspiradora (puedes buscarla en You Tube como El poder de los introvertidos, está subtitulada en español) Susan Cain, autora Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking, alega que en el empleo se necesita más autonomía, libertad y privacidad y que también las escuelas deberían, además de animar a los niños a trabajar en equipo, enseñarles a hacerlo por su cuenta. Es el ritmo de estar “al propio aire” lo que llama a los pensamientos más profundos. Una sugerencia clave de esta experta es: “vayan al desierto. Sean como Buda, tengan sus propias revelaciones”, lo que no implica convertirse en un ermitaño con cabaña autoconstruida que cocine tortillas caseras sobre una teja (Thoreau hacía eso, me pregunto qué tal le quedarían) sino darse tiempo y lugar para desconectarse de la vorágine y mirar (y sentir) qué hay en el propio interior y valorarlo.

Ahora bien. Seguir tu camino, tu intuición y tus sueños es lo mejor que puedes hacer SIEMPRE, pero sin olvidarte de que hay un mundo allá afuera que te puede contar donde hay puentes que desconoces, que pueden salvarte de catástrofes y llevarte a nuevos horizontes. Ser fiel a ti mismo no quiere decir saberlo todo y necesitas interactuar con los demás, primero por el pragmatismo que hará tu vida cotidiana más llevadera y exitosa en lo material (si no encuentras como vender tus productos o servicios no podrás sustentarte), segundo porque lo que tú generes debe ser útil a alguien. Es un ida y vuelta, una conversación.

Muchos freelancers que conozco y yo misma en algunas ocasiones nos hemos “clavado” demasiado en nuestro espacio y nuestra introversión, con nuestras pantuflas y nuestro gato, días sin salir a platicar e interactuar físicamente con colegas, eventos, etcétera. Eso es peligroso porque puede generar –además de disminución drástica de trabajo o encargos– una sensación de aislamiento y estancamiento nada deseables.

 

“El infierno son los otros pero la soledad no necesariamente es el paraíso.”

 

Mi consejo es: nútrete de gente que admires, lee mitologías que te resulten inspiradoras, ideas y personajes que te den fuerzas para hacer tu camino individual. Investiga sobre el camino del héroe (que, aunque siempre es solitario, sabe cómo pedir ayuda, construir aliados y atravesar obstáculos). Busca respaldo espiritual en vidas de aventureros y pensadores que iban por su cuenta, abrieron caminos y desmalezaron prejuicios. Eso funcionará dándote un esqueleto de pensamiento y te mostrará que no estás tan solo como crees y que hay más como tú. Pero, luego de tus momentos creativos, date un tiempo para interactuar, aprender, hacer que lo que aprendiste circule y se regenere. Ese equilibrio funcionará como un puente para conseguir lo que quieras sin desfallecer, como tu punto de apoyo para mover el (o al menos tu) mundo.

 

Conexión soporte y camaradería entre freelancers son claves en la vida freelancer: 81% de los freelancers recomiendan a otros freelancers para un trabajo. 52% hacen trabajo pago para otros freelancers o contratan a sus colegas independientes. (Fuente: encuesta de Emergent Research para Freelancers Union)

 

 

 

 

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